por Michael Horton
Reforma Siglo XXI, Vol. 2, No. 1
Si buscamos reforma en la Iglesia en todas las áreas menos en lo central – su actividad propia como “Iglesia” – no habrá reforma genuina. Jesús no fundó un centro de renovación, no fundó grupos pequeños, ni una coalición para reforma, ni un comité para la acción social. Fundó una Iglesia. Y lo hizo con once seguidores deslucidos sobre los cuales Jesús fundó el Ministerio de la Palabra y los Sacramentos.
Para la mayoría de los protestantes en Estados Unidos, el término “ministerio” ha llegado a tener un significado general para casi cualquier actividad que pueda glorificar a Dios. Parece que no basta que uno le ayude a la vecina a reparar su techo sólo porque es su vecina; ahora uno tiene que pertenecer al ministerio de ‘reparatechos’, así justificando lo que no necesita justificación. Estas actitudes tienden a distorsionar tanto lo bueno de lo secular y lo distintivo de lo sagrado. Para tomar una idea de Pablo, podríamos decir, “Todas las cosas son buenas, pero no todas las cosas son ‘ministerio’.” Reparar techos no es un medio de la gracia.
Nuestros antepasados Reformados y Luteranos entendían estas distinciones, y se encuentra y su herencia confesional. Conceptos alternativos de ‘ministerio’ eran ofrecidos por Roma y por los “entusiastas”, y los Reformados y Luteranos respondieron en sus obras teológicas. No es el ministro, sino el ministerio que es el medio de la gracia. Y un ministerio que es medio de la gracia es aquel que “administra” la Palabra y los Sacramentos. Así como los Reformados lo han interpretado, el oficio triple de Cristo es mediado a través de la Iglesia y sus oficiales. El “sacerdocio de todo creyente” no implica el “ministerio de todo creyente”. Los oficiales sirven como representantes de Cristo – “mayordomos de los misterios,” como les dice Pablo. Le sirven al pueblo de Dios tal como lo hizo Cristo, y es Cristo que continúa sirviendo a través de ellos. En lo que sigue, quisiera aplicar algunas de estas ideas a un “sueño” de cómo esto podría manifestarse en la Iglesia.
El trabajo del pastor: Palabra y Sacramentos
Mientras la actividad de “formar equipos” puede ser importante para el éxito en el mundo de negocios, no son los “equipos de ministerio” a quienes Dios ha encomendado la fiel predicación de la Palabra y la administración de los Sacramentos, sino a los pastores. Si la actividad de “ministerio” llega a ser toda actividad de la congregación, es lógico que el pastor no puede administrarlo todo. Mi sueño es ver a pastores – algunos de los cuales han caído en la idea de “todo miembro un ministro” – asumir su responsabilidad de nuevo por el culto del domingo. Es el pastor que ha sido designado por Dios para dirigir culto, no el que tenga más facilidad de hablar. Sería fantástico que los pastores aprendieran más sobre música sagrada (especialmente los Salmos) y que los músicos aprendieran más teología – y ¡entonces planear juntos el culto!
Al mismo tiempo, el pastor no debe confundir su autoridad ministerial con autoridad personal, porque está limitado por su oficio a predicar a Cristo, y no a sí mismo. Representa a Cristo en su oficio, no en su persona. Cuando sube al púlpito y no habla, Cristo se nos dirige a través de él. Por esta razón sería arrogancia utilizar el púlpito como foro para compartir sus propias ideas sobre la vida, o para demostrar su conocimiento de los idiomas originales o de la teología. La congregación no se reunió para escuchar la persona del pastor, sino para escuchar al Señor y Salvador por medio del pastor en su oficio. Podemos “compartir” en la cantina.
Han surgido muchos ministerios de educación y de enseñanza en el país a causa del vació en la iglesia con respecto a la buena predicación y enseñanza. Y muchas veces los pastores permiten estos grupos porque no tienen suficiente tiempo de preparase bien para pastorear y predicar. Están tan cargados con mil y una expectativas de involucrarse en todos los “ministerios” – que no son ministerios – que buscan una ayuda. Imagínese lo que pasaría si su congregación local disolviera muchos de los “ministerios” y que el pastor tuviera todo ese tiempo libre. ¡Imagínese lo que podría suceder si a los pastores se les diera tiempo para ser pastores – y tal vez hasta un tiempo pagado para continuar su preparación teológica o para preparar sermones o material de catequesis! Cuando leemos los antiguos – y no tan antiguos – libros de orden eclesial, es sorprendente ver la tarea del pastor definida como: predicar la Palabra, administrar los Sacramentos, coordinar la disciplina, y enseñar el Catecismo a la juventud.
Tiempo para ser pastor pensante – estudioso
Hablemos de “visión”. Los conservadores son conocidos como quienes tienen el problema de miopía, o sea, la vista corta, e interpretan “una visión” como algo que procede del liberalismo. Esta forma de pensar tiene que parar, en mi humilde opinión. Existe hoy en día un conservadurismo perezoso que es tan dañino para el buen trabajo como lo es el liberalismo. Tenemos que dejar de ver la ortodoxia como un balcón desde el cual criticar a aquellos “abajo”, y debemos comenzar a ver la ortodoxia como un medio hacia el servicio de Dios y nuestro prójimo.
Muchos esfuerzos de iglecrecimiento son enervados por el consumidor. Nosotros debemos proveer ejemplos de comunidades que están obsesionadas con exteriorizar su teología en la práctica de su misión. Una preocupación por comunicar el Evangelio sin preocuparse por la fidelidad bíblica de tal mensaje no está bien. Pero una preocupación por la fidelidad del mensaje sin ninguna preocupación por proclamarlo es peor. Los conservadores tienen que salir de su mentalidad de “defender el fuerte” y los pleitos internos que inhiben el éxito, como sucedió con las labores de Abraham Kuyper al principio de este siglo en Holanda. Si el liberalismo flojo se acomoda con la modernidad, el conservadurismo flojo se conforma con sencillamente rechazarla como si no existiera, generalmente retrocediendo a algún tiempo nostálgico del pasado, que en verdad tenía tantos problemas como los que tenemos hoy. Tenemos que parar la práctica de esperar que los “progresistas” piensen, inventen, y construyan y luego nosotros mantener nuestra flaca subsistencia de nuestras críticas diarias.
Hay que apoyar a los pastores en su “visión.” Pero hay visiones y hay visiones. Una visión para el liderazgo es importante, al igual que una visión de alcanzar a la comunidad. Sin embargo, no son las más importantes. Una visión teológica traerá claridad y enfoque al ministerio. ¿Qué predico? – es de más importancia que ¿Cómo lo hago? Si tenemos claridad del primero, los demás horizontes visionarios eventualmente se convergirán con él.
En una conferencia reciente para pastores en el Seminario Westminster en California, el pastor presbiteriano Tim Keller notó que muchas iglesias enfatizan “evangelismo por medio de la amistad”, o evangelismo puerta a puerta, o domingo de “invite a su vecino.” Sin embargo, estas tácticas raramente son efectivas en traer a la gente a la iglesia. Pero cuando un pastor predica a Cristo claramente de una manera que conecta con la congregación, los miembros tendrán la confianza para invitar a sus amigos. El problema es que muchos tienen miedo de invitar a su compañero de trabajo, o a un familiar, y no es el temor de vergüenza personal. El riesgo es demasiado grande que se cortará futura discusión, porque el miembro de la iglesia no sabe qué tangente perseguirá el pastor, y teme que la visita no oiga el mensaje del Evangelio.
El punto de Keller sugiere que habría más crecimiento en la iglesia de hoy si los pastores se dedicaran más a comprender las Escrituras, la teología, y los libros y revistas seculares para que entiendan mejor las fuerzas que influyen a la gente. Muchos pastores están conscientes de qué tan fácil es desviarse en su ministerio pastoral, y perder la energía suficiente para el debido estudio. Pero este es el llamado de ministro, si requiere dejar lo demás.
Buenos sermones y celebración frecuente de la Santa Cena
Algunas iglesias conservadoras están perdiendo miembros porque están siendo fiel al verdadero ministerio y cuidando que su pastor sea estudiante serio de la Palabra. Pero no todas las iglesias conservadoras que pierden miembros los pierden por estas causas. En algunos casos estoy convencido que la causa principal son sermones terribles y celebración infrecuente de la Santa Cena. Con más frecuencia oigo un creciente coro de personas cansadas de oír al pastor predicarse a sí mismo en lugar de predicar a Cristo. No son solamente los liberales que usan las Escrituras para apalear sus enemigos, regañar a los miembros por no estar lo suficientemente involucrados en los programas, pronunciarse sobre el declive moral del país u ofrecer su propio análisis cultural. ¡Hoy en día uno no sabe qué va a predicar un pastor conservador más que cualquier otro!
Además, cuando se administra la Santa Cena, se tiende a hacerlo con demasiado énfasis en la enseñanza didáctica, porque las lecturas litúrgicas no parecen ser lo suficientemente Zwinglianas para los evangélicos de hoy. En la liturgia de Calvino, el servicio era servicio de Palabra y Sacramento, y aunque el consejo de la ciudad rechazó repetidamente su demanda de comunión semanal, el culto siempre tenía una liturgia Palabra-Sacramento. Así que, aún cuando no se celebraba la Santa Cena, quedaba el lugar en la liturgia para ella, esperando Calvino que un día se incluyera semanalmente.
La práctica de hoy muchas veces es “añadir” la comunión al final de un culto, aunque los formularios para la Santa Cena integran cada elemento, culminando en la celebración de la Santa Cena. Yo anhelo el día cuando los pastores Reformados pasen más tiempo descubriendo el sentido y la centralidad de los Sacramentos junto con la Palabra predicada. Hay algunas señales que esto está ocurriendo. Se celebra la Santa Cena semanalmente en un número creciente de iglesias Reformadas y Presbiterianas. Los pastores de estas iglesias comentan sobre cómo esto ha afectado su predicación, obligándolos a ser más Cristocéntricos y ‘cruz-centricos’ en presencia de la celebración del Sacramento.
Parte del problema, por supuesto, es la falta de literatura contemporánea sobre este tema. Pero siempre tenemos nuestros textos de teología dogmática y sistemática, y esto es un buen lugar para comenzar a meternos más profundamente en las Escrituras. Muchas veces ‘decimos’ que creemos en “la predicación pura del Evangelio y la recta administración de los Sacramentos” como medios de la gracia. Pero muchos no le han puesto mucha atención realmente a estos asuntos de liturgia, la predicación, el ministerio, y los Sacramentos. Algunos de nosotros que venimos de iglesias de género evangélico, hemos simplemente injertado un poco de distintivos Reformados a un tronco básicamente no-confesional, imitando la mayoría evangélica y tomando nuestras pistas para la práctica de los centros evangélicos pero no necesariamente Reformados. Tenemos que darnos cuenta que existe una unidad orgánica entre la teoría y la práctica, y necesitamos hablar más sobre cómo unir las dos cosas. El bautismo no es solamente una doctrina – es una acción. Y es una acción no solamente en la iglesia, sino en un mundo también. Debemos terminar con la separación de doctrina y práctica que prevalece en muchas de las iglesias de hoy.
Ni ‘tradicional’ ni ‘contemporáneo’.
En ocasiones me han llamado “iglesia alta” (high church – tipo Anglicano) solo por defender prácticas que estaban dentro del consenso de la herencia Reformada hasta que el movimiento de los “avivamientos” cortaron comunicación con el pasado. Pero el término “iglesia alta” tradicionalmente identifica una ala del Anglicanismo que tiende más hacia elementos Católicos, o sea sacerdotales, aspectos que generalmente están regulados por la creatividad humana que por la Palabra de Dios. Yo no tengo ningún interés en ver a las iglesias Reformadas imitar a Roma más que a Willow Creek (una mega-iglesia en Chicago). Muchas, sin embargo, están imitando la última en estos días.
No puedo resistir la tentación de contarle una anécdota. Un teólogo de la universidad Yale con que yo me reunía esporádicamente para clases de tutoría hace unos años, me contó de una visita a una ‘mega-iglesia’. Estaba visitando unos amigos quienes se congregaban en esa iglesia. El pertenecía a una iglesia “mainline” (antigua, grande, con tendencia liberal), y tenía sus dudas sobre lo que encontraría en esta mega-iglesia evangélica.. Por lo menos, supuso, habría un poco del Evangelio durante el culto. El con sus amigos entraron al edificio espacioso mientras las conversaciones cedieron a los sonidos suaves de la banda de alabanza. En tanto que progresaba el culto, este profesor se convencía cada momento más de que no iba a haber nada del Evangelio en la liturgia, pero decidió esperar el sermón. Se dijo para sí, “Probablemente meten todo en algún llamado evangelístico – pero por lo menos habrá un poco del Evangelio ahí.” Sin embargo, llegó y pasó el sermón sin Evangelio, y en su lugar el pastor compartía sus experiencias de vida con respecto a seguir principios bíblicos. Al llegar a este punto en su historia, este profesor me miró y dijo con cierta indignación, “Yo he sido teólogo de una iglesia “mainline” todas estas décadas. Yo he soportado sermones terribles que cambiaron el Evangelio de Cristo por las moralejas de moda y por sentimentalismo humano. Pero nunca he estado en una iglesia tan destituida de Cristo o del Evangelio ni antes ni después.”
Ya no sirven las categorías antiguas para definir la iglesia de los Estados Unidos. Antes yo pensaba que las iglesias evangélicas contemporáneas había cedido mucho a la cultura actual, pero por lo menos no tanto como las iglesias “mainline.” Yo ya no creo eso. Estoy convencido de que los efectos de los “movimientos de avivamiento” – el legado de Carlos Finney en sus múltiples formas, y en su combinación letal con la modernidad (diversión, consumismo, remedios psicológicos, la pasión por lo novedoso, etc) – son una amenaza mas seria para el Cristianismo y para un discipulado genuino de lo que es el protestantismo “mainline.”
Irónicamente, a veces hay más “Evangelio” todavía peleando por su vida en las estructuras formales de algunas iglesias tradicionales “mainline” de lo que encontramos en muchas iglesias evangélicas, y – me atrevo a decirlo – algunas iglesias Reformadas o Presbiterianas donde todas las cosas serias y relacionadas a Cristo han sido relegadas a la periferia. Esto no es enaltecer a las iglesias “mainline”. Es reconocer que las liturgias impuestas en los días pasados cuando eran iglesias sanas continúan proclamando el Evangelio hoy en día, aún si los ministros de estas iglesias están interesados en otras cosas. (El teólogo Luterano, Rod Rosenbladt, se refiere a menudo – y lo hace sabiamente – a liturgias sanas como una forma de proteger a la congregación de cualquier idiosincrasia que los pastores del futuro podrían desarrollar.)
Yo no quiero decir que debemos ser “tradicional” o “contemporáneo”, sino que debemos pensar de nuevo profundamente en la naturaleza, el propósito, los criterios y los efectos de la vida eclesial – especialmente el culto. Yo creo que por lo general los tradicionalistas no están más conscientes del porqué hace “x” y no hacen la “y” que critican. En realidad muchos de los criticados fueron criados en esta atmósfera reaccionaria. De esta manera los conservadores tienden a vivir en la memoria de un pasado recién desaparecido, y los progresistas tienen interés sólo en un futuro cercano. Esta forma de vida es narcista. Es como si las únicas cosas importantes a que estamos obligados son aquellas que suceden dentro de nuestra propia vida. Pero una reforma genuina requerirá, si Dios se complace en darla, aquello que llama Gadamer “una fusión de horizontes.” Nunca debemos tratar de volver a alguna “edad de oro” que en realidad nunca existió, ni tampoco cambiar la nostalgia por una confianza ciega en el presente o el futuro. Debemos dejar posiciones “conservadoras” o “progresistas”, “tradicionales” o “contemporáneas”, y buscar ¡simplemente ser Reformados! Tenemos en nuestra herencia histórica los recursos bíblicos, confesionales, dogmáticos y prácticos para afirmar tal posición, mientras con honestidad y caridad trabajamos en fidelidad a la verdad y su aplicación aquí y hoy – no en algún otro tiempo.
Nuestro Buen Pastor ha llevado a su comunidad de pacto a través de persecuciones, herejías, cismas, y la Ilustración. También nos ayudará a pasar lo que el “posmodernismo” resulte ser, que sin duda serán muchas cosas. El punto es que seamos críticos en todo tiempo “de este presente siglo”, y que podamos enfrentar los desafíos de los tiempos con confianza en la gracia de Dios, puestos los ojos en “el siglo venidero” como criterio. Nunca dudemos de la soberanía de Dios, su sabiduría, y su bondad al llevarnos por medio de la fiel proclamación de la Ley y el Evangelio cada semana, aún que lo haga por medio de vasos de barro.
El autor de Hebreos nos dice que por medio del bautismo, la predicación y la Santa Cena, los creyentes “gustaron de los poderes del siglo venidero”. Además, ya que estamos sentados escatológicamente con Cristo en lugares celestiales, nos dice que corremos la carrera no sólo en presencia de nuestra generación, pero que estamos rodeados de una gran nube de testigos, mientras ellos no ayudan a fijar la mirada en Cristo Jesús, Autor y Consumador de la fe.
Partiendo compañía con la Ilustración, tendremos que unirnos otra vez a “una iglesia santa, católica y apostólica”, desechando aquel individualismo y hostilidad hacia la tradición que tanto identifica el protestantismo estadounidense sectario, en contraste con las iglesias confesionales en muchas partes del mundo. No sólo hay más Reformados en Nigeria que en los Estados Unidos, pero las iglesias Reformadas de Nigeria están mucho más conscientes de su conexión con la tradición Reformada y con la iglesia universal – no sólo en Nigeria, ni sólo en nuestro tiempo, sino la iglesia durante toda la historia en todo lugar. Muchos en Estados Unidos les diría “iglesia alta”, también. Pero el punto de referencia de los Nigerianos es más profundo y más amplio que el de los evangélicos estadounidenses.
Este sentido de enlace no sólo le da a la gente un sentido más profundo de pertenecer a su propia tradición eclesial, sino también genera una visión más ecuménica. Y necesitamos las dos cosas en nuestros días. Si no nos unimos al desfile de novedades de hoy, tal vez comprometamos nuestra membresía en el “club evangélico” local. Pero nuestra lealtad ante Dios tiene que estar con aquellos que confesaron la misma fe que nosotros antes de nosotros, y con los que vendrán después. Podría parecer sectario buscar unidad genuino con gente de la misma confesión en la historia pasada y alrededor del mundo hoy para aquellos cuya norma es “este presente siglo.” Pero tal ecumenismo será en realidad más amplia, profunda y en última instancia más duradero.
Por estas razones es tan irónico que algunos Reformados o Presbiterianos hoy sugieren que una liturgia fijada, o elementos repetidos en cada culto, representa una imposición de los blancos, europeos sobre el resto de. mundo. Lo mismo se dice de la teología: es lineal, producto del occidente. Pero si es así, ¿por qué en la reciente Conferencia Lambeth en Canterbury, Inglaterra, los obispos Anglicanos de otras partes del mundo amenazaron dividirse si los europeos y estadounidenses no dejaran de tratar de imponer su liberalismo? El obispo John Spong, que ha criticado fuertemente el Cristianismo, tuvo que pedir disculpas porque más temprano en la conferencia había dicho que la causa de su ortodoxia tal vez era porque estaban todavía a solo una generación del animismo.
Lo mismo sucede con la liturgia y la música, de lo cual mucho de lo mejor ha originado en el oriente cercano. Los africanos están entre los compositores más tempranos de culto, oraciones y salmerios. Si bien es cierto que los Reformadores insistieron en purificar las novedades que habían sido agregadas a la liturgia durante los años medievales, muchos de sus sucesores de hoy se parecen más a los “entusiastas”, quienes teniendo el Espíritu, querían empezar de la nada. En contraste, Calvino solía decir, “…de acuerdo a las Escrituras y la antigua costumbre de la Iglesia” cuando ofrecía sus criterios sobre la liturgia. Es difícil imaginarse que hoy en día se dijera lo mismo.
Este sueño no tiene que ver con “iglesia alta”, sino con “iglesia Reformada.” Y es evangélica y es católica en el mejor sentido de esos términos – que es lo que significaba “Reformado” antes. Si nosotros estamos seguros de lo que creemos, y sabemos el porqué lo creemos, ¿para qué sentirnos a la defensiva ante aquellos con quienes discrepamos?
Ancianos
De nuevo les recuerdo a mis lectores que este artículo no es exegético ni histórico, sino un ejercicio en la aplicación. En la eclesiología Reformada, el pastor tiene un oficio distinto al oficio de anciano, mientras que los Presbiterianos lo ven como un anciano docente. Tal vez hayan otras diferencias sutiles entre quienes leerán este artículo, pero creo que la mayoría de nosotros estamos de acuerdo con que los ancianos tienen la tarea de la supervisión de la iglesia junto con el pastor. En algunas iglesias Reformadas esto es representado todavía cuando los ancianos salen juntos de su sala de reuniones a esperar ante el púlpito para darle la mano al pastor antes que él suba al púlpito. En las iglesias Presbiterianas, esto era representado visualmente por los ancianos que se sentaban a los lados del púlpito o detrás de él. Y he escuchado de algunos casos recientes en que los ancianos han acordado interrumpir a un predicador en medio sermón o concluyendo un culto por la deficiencia seria del mensaje.
Yo fui criado en las iglesias evangélicas, y asistimos a varias que eran muy grandes. Pero yo nunca supe lo que era un anciano, y ni siquiera sabía quienes eran los líderes de la iglesia, o a quien yo podía buscar para ayuda. Todos conocíamos al pastor, por supuesto, pero él estaba tan ocupado con los otros “ministros” que ya mencionamos antes.
Debemos recuperar un concepto alto de los oficios en general, y del oficio de anciano en particular. Muy a menudo se escogen a los ancianos no por los requisitos bíblicos que Pablo enumera, sino por criterios que usa el mundo. Yo serví en un equipo pastoral por un tiempo que parecía escoger a los ancianos por la lotería o como lo hacen en las cenas de partidos políticos. Aunque esta iglesia tenía por nombre “Presbiteriana”, tenía un culto tradicional y guardaba el Día de la Reforma todos los años, sus ancianos eran indiferentes, y algunos hostiles, hacia la teología Reformada. Otro amigo mío, quien es pastor de una iglesia grande y bien establecida, se quejó que sus ancianos, siendo ejecutivos de grandes corporaciones, manejaban la iglesia como fuera una compañía, y el pastor sentía presión de ceder lo espiritual en muchas ocasiones. “Antes se llamaba el cuarto de estudio – ahora se llama mi oficina.”
Imagínese un cuerpo de ancianos comprometidos con su tarea: la de visitar cada hogar de cada familia de la iglesia por lo menos una vez al año, comprometidos con el cuidado espiritual y la disciplina de la membresía. Imagínese un cuerpo de ancianos escogidos por su madurez espiritual, su conocimiento teológico y su dedicación al ministerio de la reconciliación. Tal vez este grupo se componga más de carpinteros y fontaneros que de ejecutivos, pero sus prioridades tendrían gran contraste con la mundanalidad que nos rodea, aún en nuestras iglesias, y aún en nosotros mismos.
Diáconos
Después de cuestionar el uso de “ministerio” más allá de los ministerios de la Palabra y los Sacramentos, necesito hacer campo para una excepción grande. El oficio del diácono es un ministerio en la iglesia de Jesucristo. Es un ministerio no a las necesidades espirituales, sino las necesidades físicas de la congregación. El hecho de que Cristo fundó este oficio, y que en el libro de los Hechos nos ha mostrado cómo debe funcionar, subraya la forma plena en que nuestro Gran Pastor se preocupa por su rebaño – cuerpo y alma.
Se ha publicado varios libros recientemente sobre la restauración del diaconado en Ginebra bajo Calvino, y por este medio a su restauración en el mundo Reformado de ese tiempo. Por motivos de espacio, me limito a sólo algunos ejemplos. Podemos captar un poco de los tremendos desafíos que enfrentaban Calvino y el consejo de su iglesia cuando pensamos en todos los refugiados franceses e italianos huyendo de las persecuciones, y encima de esto la peste bubónica. Entendieron que el oficio de diácono había sido desviado de su propósito original de ayudar a los necesitados, y había evolucionado en un puesto de servir a los sacerdotes en la misa y para sus labores diarias. Calvino y sus pastores colegas cambiaron la teoría por la práctica, y construyeron edificios que servían como hoteles y hospitales a la vez. Estos eran administrados por los diáconos. Los refugiados, muchos de los cuales llegaban a Ginebra con sólo la ropa puesta, eran tratados para restaurarles sus fuerzas y salud, y después eran entrevistados. Si necesitaban capacitación, se les entrenaba para algún oficio, o se les enseñaba francés si no lo sabía, o los asignaban como aprendices de algún artesano. Fue hasta hace poco que los hospitales en Ginebra fueron quitados de la administración de las iglesias, un testimonio de la preocupación por los necesitados, preocupación que provocó la reforma del diaconado.
Ginebra había sido una ciudadela compuesta por gente con una reputación de ser perezosa, inmoral y no disciplinada. Pero llegó a ser uno de los centros principales de industria y artesanía experta. Se les facilitaban prestamos de bajos intereses a los que habían llegado pobres y habían comenzado con prestamos sin intereses. Por esto no es sorpresa que han prosperado los bancos en Zúrich y Ginebra. De hecho, las ciudades de Ginebra, Estrasburgo, Amsterdam y Londres llegaron a ser centros de refugio no sólo para protestantes sino para judíos también. Tampoco nos debe sorprender que hasta el día de hoy los pensadores más formativos sobre los derechos humanos se radican en estas ciudades. De nuevo, el diaconado de la Reforma debe recibir mucho de la honra, después de Dios, por este éxito.
Imagínese un diaconado restaurado – no hablemos de toda la iglesia Cristiana, ni aún su denominación. Hablemos de un diaconado restaurado en su congregación local. Es aquí que se necesita la gente que tenga no sólo una base teológica, sino experiencia en el mundo de negocios. Un ejemplo podría ser las iglesias Cristianas Reformadas o las iglesias Reformadas Unidas, donde un miembro que se queda sin trabajo puede ir a los diáconos, o aún la secretaria, por una lista de oportunidades de trabajo con otros miembros de la Iglesia. Yo he presenciado este tipo de apoyo, y verdaderamente es algo maravilloso. De esta manera las dificultades no llegan a ser desastres, y las personas pueden continuar con sus vidas proveyendo para sus familias.
Entre más que las iglesias siguen un modelo de entretenimiento, o iglecrecimiento basado en el “consumidor”, menos serán iglesias verdaderas en la realidad. Esto es cierto no sólo para el ministerio de la Palabra y los Sacramentos, y el gobierno espiritual de los ancianos, sino también para el trabajo de ayuda de los diáconos. La experiencia de una verdadera comunidad exige no sólo la buena predicación, la celebración frecuente de la Santa Cena y el cuidado de los ancianos, sino también el cuidado tangible de los miembros en formas sistemáticas e institucionalizadas. ¡Imagínese un diaconado que no es más que un servicio de limpieza del templo! Cuando pensamos en todas las necesidades prácticas en nuestras comunidades, nuestras mentes se tambalean ante todas las posibilidades. Y siendo un ministerio – no de reconciliación, sino de asistencia – es un ministerio que no crea confusión, ni para nosotros ni para quienes servimos. El diaconado no existe para evangelizar, para extender el reino, ni para predicar o enseñar. Existe para atender las necesidades del pueblo de Dios. En lugar de sentirnos hundidos ante todas las crisis de nuestro mundo, necesitamos tomar pasos activos en nuestras propias iglesias hacia la restauración y reforma del diaconado.
Hoy en día se oye mucho acerca de “transformar nuestra cultura”. Pero ¿no es un poco arrogante hablar así cuando nos parecemos tanto al mundo que supuestamente vamos a transformar? No es posible vivir diferente si no antes comenzamos a pensar diferente. Y la teología es la renovación de la mente por medio de la Palabra de Dios. Pero esta renovación ocurre no sólo para nuestra propia salud espiritual, sino porque el Espíritu está formando una comunidad alrededor de un Cordero triunfante que fue inmolado. Y lo que va a crear esta comunidad no es algún sentido vago de avivamiento, de renovación, ni aún reforma. Al contrario, Dios ha prometido hacerlo por medio de su Espíritu y los medios ordinarios de la gracia. Debemos hoy poner a un lado las callejuelas que hemos creado para comunicar la gracia de Dios, y volver a la carretera que fue enderezada ante nosotros por los profetas y apóstoles. Una iglesia transformada, ejerciendo fielmente los oficios establecidos por nuestro Señor, será prosperada por su Espíritu con hojas verdes en este siglo, seguido por una cosecha plena en el siglo venidero. ¡Imagínese eso!