Reforma Siglo XXI, Vol. 3, No. 1
Han habido muchos reformadores a través de la historia de la iglesia cristiana y los más importantes — que estudiaremos en ediciones futuras — provenían de una herencia católica romana. Su objetivo no era formar denominaciones nuevas ni tampoco dividir la iglesia. Al contrario deseaban apasionadamente que la iglesia se reformara desde adentro y que corrigiera los abusos que se habían colado a lo largo de las generaciones.
En el siglo XVI la necesidad de una reforma drástica y la corrección de abusos religiosos reventó con fuerza con la aparición de líderes como Lutero, Calvino y Zwinglio. (Los estudiaremos en ediciones futuras). Empero un fundamento indispensable había sido construido mucho antes que ellos gracias al trabajo, la visión y el sacrificio de otros como Hus (próxima edición) y Juan Wycliffe. Juan Wycliffe, llamado “la estrella matutina de la Reforma”, era el filósofo más importante del siglo XIV y sacerdote inglés.
Presiones como las nuestras
Si hubieras vivido en la época de Wycliffe te hubieras encontrado con muchas de las mismas presiones e incertidumbres que nos son comunes hoy en día. Eventos catastróficos derrumbaban los patrones establecidos de la vida. La peste bubónica arrasó con Inglaterra y Europa y en algunos lugares exterminó a una tercera parte de la población. Lo que se conoce como la guerra de los cien años entre Francia e Inglaterra destruyó muchos recursos y consumió muchas energía. Controles salariales encerraban a los pobres en una existencia marginal y prepararon el camino para la revolución de los campesinos en Inglaterra en el año 1381.
Conducta y creencia corrupta
Wycliffe sentía una compasión profunda por los pobres y por la gente común y se expresaba fuertemente en contra de los abusos de la iglesia. La iglesia era dueña de más de una tercera parte de la tierra de Inglaterra. Altos cargos en la iglesia eran comprados o regalados como favores políticos. Pero los problemas eran todavía más graves. Wycliffe, como estudiante de la Biblia, se dio cuenta de que algunas de las doctrinas de la iglesia se habían desviado de su norte bíblico. Basado en el estudio de la Biblia, Wycliffe escribió y predicó en contra de las enseñanzas sobre el purgatorio, la venta de indulgencias y la doctrina de la transubstanciación.
Recuperación de los rechazos
Esto era demasiado. Hasta sus amigos en altos cargos políticos lo abandonaron. Las autoridades eclesiásticas lo expulsaron de su posición de maestro universitario en Oxford. Sin embargo su exilio se convirtió en una liberación. Algunos de sus estudiantes se unieron a él en la parroquia en Lutterworth. Allí emprendieron la monumental tarea de traducir las Escrituras el inglés. Su fuente era un manuscrito en latín que databa más de 1.000 años atrás. También continuaron con la práctica de Wycliffe de preparar a “predicadores pobres” conocidos como “Lollards”, que llevaban la Palabra de Dios a la gente común. Piensa por momento qué significaría para ti si no pudieras tener una Biblia o si la Biblia ni siquiera existía en tu propio idioma. ¿Qué ocurriría si a ti te enseñaran que la Biblia era de uso y estudio exclusivo de los oficiales de la iglesia? Pues eso era exactamente lo que ocurría en la época de Wycliffe en Inglaterra.
Así que nada era más importante para Wycliffe que alcanzar con la Biblia y su mensaje al lenguaje y los corazones de su pueblo. Él sabía que las Escrituras cambiarían sus vidas. Él se expresó así: “Las palabras de Dios les dará a los hombres nueva vida más que las palabras que son para el placer. O poder maravilloso de la Semilla Divina que se apodera de hombres fuertes en sus pecados, ablanda sus corazones y los renueva y los cambia en hombres nuevos; aquellos hombres que habían sido embrutecidos por el pecado y que se habían descarrilado infinitamente de Dios. Obviamente un poder tan milagroso nunca puede ser obrado por un sacerdote, si el Espíritu de Vida y la Palabra Eterna (sobre todas las cosas) no obran conjuntamente.”
Wycliffe fue condenado por la iglesia y murió de un derrame cerebral en víspera de año nuevo en el año 1384. Pero su memoria y su influencia continuó con tanta fuerza que fue condenado otra vez treinta años después en el Concilio de Constancia. Dieron órdenes para que destruyeran sus escritos, desenterraran y quemaran sus huesos y que las cenizas las echaran en un río cercano. Por alguna razón las autoridades eclesiásticas pensaron que si quemaban sus restos, borrarían su memoria.
Pero aún estas acciones raras y extremas no podían detener el hambre por la Palabra de Dios y por la verdad que Wycliffe había defendido. El cronista Fuller lo dijo de esta manera:
Quemaron sus huesos hasta reducirlos a cenizas
y las tiraron al Swift,
un riachuelo que pasa por allí.
Y así el riachuelo ha llevado sus cenizas al Avon,
el Avon al Severn; el Severn a los mares estrechos;
y estos al océano.
Y así la cenizas de Wycliffe son el emblema de su doctrina
que ahora se ha dispersado por todo el mundo.
La obra sigue
Cuán apropiado es que una gran organización misionera fundada en 1942 tomó su nombre e inspiración de “la estrella matutina de la Reforma”. En cooperación con otros ministerios, los Traductores de la Biblia Wycliffe (Wycliffe Bible Translators) tienen la meta de traducir la Biblia en cada uno de los 2.500 idiomas restantes en la tierra que no tienen las Escrituras. Sin duda, Juan Wycliffe sonríe con gozo.