Por Peter Jones
Reforma Siglo XXI, Vol. 6, No. 1
Justo al momento de pensar que la situación no pudiera ser peor, así sucedió. Los obispos episcopales americanos celebraron nuestro fracaso moral cultural al recibir entre ellos mismos un divorciado que practica abiertamente la homosexualidad. Estos sacerdotes entremetidos están fuera de la curva cultural. ¿Se puede privar a los homosexuales del estado de matrimonio cuando quienes tienen la autoridad espiritual para administrar el rito de matrimonio ya son homosexuales?
Este sector radical de la iglesia ha abandonado toda norma moral objetiva del comportamiento sexual. Sin duda alguna, las obispas lesbianas ya están esperando su turno. Un sacerdote católico romano dice que «la única espiritualidad auténtica es la espiritualidad homosexual». Algunos en las iglesias protestantes principales declaran que el sexo grupal entre los amantes «comprometidos» es algo «santo». ¿Será que pronto veremos al obispo en su toga ordenando al hombre acompañado por su amada familia bisexual de tres «esposas» y el otro «esposo»? Dicho acto será celebrado como una declaración única de la «unidad de la iglesia . . . [algo que] ninguno de los demás podemos hacer», para citar a Douglas Theuner, obispo jubilado de New Hampshire, pensando en el «testimonio cristiano» único de Gene Robinson y su amante masculino.
La comunidad anglicana está en condición de sobresalto, pero esta situación es inevitable cuando la disciplina doctrinal ha sido abandonada. Los ministros de la iglesia podían ser laxos cuando los obispos excéntricos negaban «solamente» las doctrinas (la divinidad de Cristo, su resurrección física y aun la doctrina bíblica de Dios). Pero con frecuencia la desviación teológica precede la degeneración moral. Las ideas tienen consecuencias. Nosotros reaccionamos cuando se escapa el gato moral de la bolsa teológica, pero después, hay poco que se puede hacer. Una perspectiva de Dios no-bíblica inevitablemente lleva a la justificación de la homosexualidad. El público reacciona con mucha cortesía. Algunos hablan con optimismo de hermanos separados que un día van a «regresar juntos». El Primate inglés Rowan Williams declara a la vez que la ordenación de Robinson fue hecha en «buena fe» y que «los resultados deben ser confrontados con honestidad». ¿Será que nunca hará la pregunta descortés pero necesaria: «¿cuál es la naturaleza de la ‘buena fe’ de los obispos americanos?» Un «primate» anterior, el apóstol Pablo, nombró dos categorías de fe: «la buena doctrina de Jesucristo» y «la doctrina de demonios» (1 Ti. 4:1,6).
Pablo utilizó un lenguaje fuerte porque las enseñanzas falsas que denunció en la iglesia de Efeso rechazaban la doctrina bíblica de Dios y la naturaleza de la redención misma – cosa que el mundo demoniaco siempre ha hecho. La actual justificación teológica de la homosexualidad viene de una apostasía semejante. Honrar la homosexualidad carece de respeto por las estructuras de diferenciación (noche y día, aguas y tierra seca, varón y hembra) que Dios como Creador ha establecido en el mundo, porque así lo quiso. Dichas distinciones son rechazadas como tonterías mitológicas sin importancia teológica. El acto de normalizar la homosexualidad redefine la idea del pecado, y por eso niega la historia del Evangelio de la muerte redentora de Cristo por los pecadores. Le quita el significado a las doctrinas bíblicas del arrepentimiento, santidad y santificación, y se burla de la iglesia como sal y luz en un mundo pecaminoso. No estamos tratando de otra versión fiel del cristianismo, sino, como debe saber el arzobispo Williams, su opuesto antitético. Una pastora lesbiana, comentando sobre el conflicto con los conservadores en su iglesia, dijo, «Quizás estemos hablando de un dios diferente». No existen muchos dioses diferentes para discutir. Existe el Dios trascendente del teísmo, y los dioses de la naturaleza del paganismo. La adhesión a la homosexualidad ciertamente es una posición de «buena fe» si el sistema de creencia de uno es la espiritualidad panteísta. Pero dicha apostasía no puede servir como base para re-establecer comunión dentro del contexto de una significativa confesión cristiana. El apóstol Pablo rechaza dicha mezcla: «¿Qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?»
El asunto de los obispos homosexuales nos trae a un momento histórico, con solamente dos opciones reales. 1. Por un lado el anglicanismo mundial se dividirá definitivamente sobre la cuestión de verdad, sobre la base de la exclusividad bíblica de «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,» y del Credo «una sola iglesia, santa, y católica,» 2. o por otro lado, el viejo «vivir y dejar vivir transigiendo» traerá a todos juntos sobre la base de un sincretismo seudo-cristiano. En el último sermón durante la Convención en Agosto del año 2003, cuando Robinson fue elegido, el obispo que presidía, Frank Griswold dijo: «Esta Convención ha sido acerca del amor… algo ha ocurrido que es más allá que cualquier perspectiva sola… » Aquí, en una manera perfectamente posmoderna, la verdad y las mentiras han llegado a ser «perspectivas», y un nuevo tipo de unidad eclesiástica ha sido revelado. No citando la Biblia sino el poeta Sufi Rumi (un pagano), Griswold declaró: «Más allá de las ideas de hacer lo malo y hacer lo bueno hay un campo. Nos encontramos ahí». «Reunidos otra vez» sobre esta base sería una victoria trascendental para el paganismo abierto. El contexto que nos une ya no es la verdad cristiana sino la unidad pagana. La predicción del historiador luterano Frederic Baue ha llegado a ser una realidad. Baue pregunta: «¿Qué viene después del posmodernismo?» Él responde: «Una fase de civilización occidental/mundial que es naturalmente religiosa pero que va en contra del cristianismo… o peor, una iglesia dominante pero falsa que une todas sus fuerzas en contra de la verdad de la Palabra de Dios.»