Por Carlos Mena
Reforma Siglo XXI, Vol. 7, No. 2
Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros (Santiago 4:7)
Nuevamente, doy gracias a Dios por darme esta gran oportunidad de dirigirme a los lectores a través de este precioso instrumento reformado como es Reforma Siglo 21
En esta ocasión quiero compartir una breve reflexión sobre la astucia del enemigo número uno del cristiano, el padre de mentira, Satanás. Aquí en Chile se le apoda como el Mandinga, el Cachuo, Don Sata. Llámesele como se le llame, es un ser despreciable, pero muy astuto, que anda como león rugiente buscando a quién devorar.
Generalmente, el actuar del Diablo es asociado con escenas terroríficas y espeluznantes. Se ve donde hay sacrificios de animales, sacrificios humanos, donde hay sangre y muerte, donde hay inmoralidades y borracheras, donde el descontrol de la vida y el desequilibrio traen las tragedias.
Pero no tan sólo Satán actúa en lo dicho anteriormente. Recordemos que es un gran estratega y un excelente imitador y usurpador. La siguiente reflexión que nace de un hecho ocurrido en Chile el año 2004, y que fue noticia mundial. El hecho es el siguiente: Un joven entró a una Iglesia Católica y esperó que terminará la Eucaristía. En ese momento se acercó al sacerdote que oficiaba y públicamente lo degolló. A este joven se le vinculo con una secta satánica por los distintos símbolos que portaba y por los tatuajes en su cuerpo. Todo ello llevó a tratar el tema del satanismo en todos los medios de comunicación, televisión, radio, prensa escrita, foros, revistas, etc.
Leyendo unos textos que hablan sobre el tema, llegó a mis manos uno curioso e interesante: Cuando Huye Satanás, escrito por alguien no muy conocido en el ámbito reformado, C. S. Lovett. En mi reflexión cito algunos párrafos del texto mencionado.
Veamos entonces cuál es el súper-disfraz de Satanás.
Supongamos que un pirómano ha sido nombrado jefe de bomberos. Siempre está a tiempo para disfrutar de la quemazón. El humo y las llamaradas acrecientan al máximo su placer morboso. Al llegar la investigación, sabe dónde encontrar las pruebas para destruirlas. Su continua presencia en los incendios es insospechable pues el jefe de bomberos tiene que estar en ellos. ¿No le parece que con todas las pistas destruidas, se llevará mucho tiempo en descubrir al pirómano? Su disfraz es perfecto. ¿Quién podría ver al jefe de bomberos como el pirómano?
La eficacia de Satanás gravita en que se cubre con una capa de oscuridad personal. Como dice Lovett, entre sus mejores armas está esa habilidad que posee para convencer a la humanidad de que él no existe. Esto le permite obrar sin temor a que pueda observarlo el pueblo de Dios.
El Rev. Santiago Kallas, autor del libro Punto de Vista Satánico, dijo lo siguiente años atrás: “Estoy plenamente convencido de que Satanás, como personalidad independiente, no tiene sentido en el Siglo Veinte aunque ocupa un papel central en el pensamiento bíblico” (“L. A. Times”, Sept. 4, 1966).
Con esta declaración ¿qué esperamos del Siglo veintiuno? Aunque en la Biblia constan tres ocasiones en que Satanás habla directamente, una a Eva, una a Dios y otra a Cristo, ¿no le parecen pasmosas las tinieblas de silencio tras las que se encubre este maestro del disfraz ? Los escritores del Nuevo Testamento no dudan nunca de su existencia real. Pablo lo llamó “El dios de este mundo,” el “Príncipe del poder en el aire” y “Angel de luz.” Pedro lo veía como “Un león rugiente.” Cristo lo describió como el “Príncipe de este mundo” y Juan agregaba que “El mundo entero está bajo el maligno.” ¿Acaso no previno nuestro Señor a Pedro que el diablo le buscaba para “zarandearlo”? Para la Biblia, Satanás no tiene nada de vago o irreal.
¿A qué se debe entonces que las personas tratan a Satanás como algo irreal, lo como a Santa Claus, o Papá Noel? En mi país se le llama Viejo Pascuero. Hablan en broma de que “Se lo llevó el diablo” y guiñan el ojo a la realidad de su presencia y de su poder. ¿Cómo pueden los cristianos menospreciar a quien tiene el mismo acceso del Espíritu Santo a sus mentes? ¿Cómo pueden disimular la existencia de quien conoce todas las debilidades humanas y con poder sobrehumano las explota, a fin de que los cristianos estén “Cautivos a voluntad de él”? La respuesta es sencilla. Su disfraz es perfecto, como el del pirómano. Nadie pensaría en buscar a Satanás tras un disfraz como ese.
El disfraz de Satanás es tan efectivo que le permite dominio casi total de la vida cristiana, sin que la víctima sospeche que tiene un amo maligno. El cristiano satanizado, o influenciado por Satanás, no tiene idea de que el maestro del disfraz le está dirigiendo. Usted jamás pensaría que eso pudiera pasarle al cristiano, pero tal vez se ruborice al conocer la naturaleza del disfraz diabólico. Eso también podría explicar por qué Ud. no ha podido disfrutar de la vida a que aspira en Cristo.
¿Cuál es el súper-disfraz de Satanás?
Prepárese para una sorpresa porque la máscara del diablo es, USTED MISMO, “EL PROPIO YO”
Guárdese la sonrisita irónica para cuando vea lo que esto implica. Le aseguro que no va a parecerle nada chistoso. ¿Puede darse astucia mayor que la de presentar sugestiones satánicas como ideas propias de usted? 0 tal vez nunca se ha preocupado por observar si hay alguien que provoca la conducta de usted, desde sus bases mismas. Ese alguien existe. A ejemplo de Cristo, usted debe entrenarse para percibir la influencia del espíritu no-santo en sus actos habituales. Eso fue lo que hizo el Señor cuando “volviéndose dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!” y cuando “levantándose (en la barca) reprendió” al que estaba detrás de la tempestad. Tras la mayoría de nuestros pensamientos y nuestras acciones está el maligno. Su disfraz nos impide percibir su presencia. Nos resulta muy difícil admitir que alguien, aparte de nosotros mismos, pueda manipular nuestra la conducta.
De acuerdo con la Palabra de Dios, Satanás es criatura súper-egocéntrica. Mal comenzó al ocurrírsele decir: “Yo seré semejante al Altísimo.” “Yo.” El problema siempre parte del yo. La principal característica de Satanás es esa obsesiva preocupación consigo mismo. Vive sólo para sí; es el egoísta perfecto. Ya usted habrá observado esa exageración del YO en Isaías 14: 13 y 14: Subiré al cielo…levantaré mi trono…subiré a la altura…seré semejante al Altísimo@
Cuando Satanás se enamoró perdidamente de su propia belleza, de su sabiduría y su poder, quedó atrapado por su yo. De hecho, el padre de mentira “no tuvo por usurpación ser igual a Dios” y arrastrado por monumental egolatría, pretendió destronar al mismo Dios. Sólo que el Señor lo descubrió y lo denunció inmediatamente cuando declara en Ezequiel 28:2: “Por cuanto se enalteció tu corazón, y me dijiste… en el trono de Dios estoy sentado (siendo tú hombre y no Dios), y has puesto tu corazón como corazón de Dios@
Eso lo desenmascaró. Su espíritu estaba abiertamente contra el Espíritu de Dios y Satanás no podía seguir ya más en el cielo. Cristo habla de su expulsión de esta manera: “Yo veía a Satanás caer como un rayo” (Luc. 10: 18) Ahí tiene usted al espíritu satánico. Saturado de amor propio, de auto-alabanza y de satisfacción consigo mismo. Mírese como se mire, el espíritu del yo, el espíritu egocéntrico es el espíritu de Satanás.
Vea lo que sucede cuando Adán cae en pecado. El día que Adán cayó quedó maldito el suelo. Eso no fue lo peor sino que en ese instante se plasmó la naturaleza de Adán. Hasta entonces había sido inocente. Ahora, acababa de enfrentar, a sabiendas, su voluntad contra la de Dios, tal como Satanás lo había hecho, tomando así partido con la rebelión satánica. En Adán se había encontrado el mismo espíritu de Satanás y del cual cabía también decir: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad” (Ez. 28, 15) A igual pecado, igual resultado. Expulsión.
Por gusto o sin él, Adán ingresó a la pandilla de Satanás sin poder capitanearla, pues el diablo era ya el jefe. Es cierto que Dios dio a Adán dominio sobre la tierra para que la poblara (Gén. 1:28), pero lo perdió al rebelarse. Así Satanás se convirtió en el “dios de este mundo.” Con la desobediencia adámica, el mando pasó a Satanás, rey de los desobedientes.
A partir de Adán, los hombres nacemos bajo control satánico, heredando el “espíritu de desobediencia”,del primer hombre, pues “por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores” (Rom. 5: 19) Tal es la ley de siembra y la cosecha, los pecadores sólo pueden producir pecadores. Así fue ignorada la creación entera y Satanás se constituyó en amo de la raza humana caída. Satanás no puede ejercer control sobre la voluntad humana pues su dominio está limitado al uso de sugestiones. Sin embargo, la naturaleza caída del hombre garantiza el predominio diabólico. El acceso que tiene a las naturalezas carnales y su habilidad para apelar a las pasiones le permite dominar a los hijos de los hombres. Veamos ahora cómo es que esto sucede a fin de poder penetrar tras el súper-disfraz de Satanás.
Cuando Adán escogió desobedecer a Dios, su espíritu se hizo como el de Satanás: un espíritu de auto-exaltación. Así que el espíritu de Satanás es idéntico al del hombre caído y esta es LA CLAVE DE SU DISFRAZ. La naturaleza caída está en todo cristiano, inyectada por el espíritu de desobediencia. Al ser salvo, el cristiano recibe el Espíritu Santo con lo cual germina en su interior una nueva criatura. Pero no por eso se deshace de la antigua. Si así fuera, la vida en Cristo sería tan automática como el trueno después del rayo. Eso eliminaría el crecimiento espiritual, que sólo puede resultar de la lucha continua entre las dos naturalezas del cristiano.
Como este tema carece de énfasis doctrinal, he procurado en lo posible no herir susceptibilidades teológicas. Creo que la victoria del cristiano está por encima de tecnicismos humanos. Así que, cuando hablo de que el espíritu del hombre es pecador, carnal, caído, adámico o satánico, sólo trato de emplear expresiones descriptivas. Si usted tiene en su teología un término que sea más adecuado, magnífico; le suplico que lo use. Lo que me interesa es referirme a ese espíritu insurgente que está en todos nosotros, siempre ansioso de querer imponerse. Ese espíritu que puede usted reconocer en el impulso íntimo de interrumpir al que está hablando; de contar la propia experiencia cuando se oye narrar la ajena; de precipitarse a explicar algo que alguien más está explicando. Un espíritu presente en todos nosotros, como lo denuncian muchas de nuestras expresiones habituales: “Pues fíjate que yo…y”, “No me importa lo que digan, pues yo tengo la razón”, “Pues no estás para saberlo pero yo, en tu lugar……, ” “Yo siempre. . . .”, “Creo que alguien en sus cinco sentidos debería…” Y tantas más como estas; todas ellas, joyitas de auto-suficiencia. A esto es lo que llamo aquí la naturaleza carnal, caída, adámica, el viejo hombre, etc. Usted puede hacer lo mismo, sustituyendo mis expresiones con sus términos, y su teología permanecerá intacta. Yo me esfuerzo en identificar a alguien por su modo de operar, más que por su nombre teológico. Para los fines de este reflexión esa es la línea a seguir.
Por lo tanto, si el espíritu del hombre es de: AUTO-suficiencia, AUTO-exaltación, AUTO-satisfacción, AUTO-glorificación. Y Satanás tiene espíritu de: AUTO-suficiencia, AUTO-exaltación, AUTO-satisfacción, AUTO-glorificación. Entonces ambos espíritus son idénticos. El espíritu del hombre caído coincide con el espíritu de Satanás. Siendo idénticos, quien esté lleno del espíritu satánico no tiene que rendir culto al diablo para adorarlo, no necesita participar de ritos sangrientos, no necesita de tan sólo de inmoralidades, basta con que se adore a sí mismo. (Ni más ni menos!) Quien comprende esta sustitución, ha desenmascarado a Satanás.