Por Guillermo Green
Reforma Siglo XXI, Vol. 9, No. 1
Tengo en mis manos un artículo de la Nación (Costa Rica) con fecha 7 de Octubre, 2006. Se intitula: «Papá condenado por darle fajazos a dos hijas». Según el artículo, haberle dado fajazos a sus hijas le ganó seis meses de cárcel a este padre de familia. A pesar de que el papá alega que ha utilizado la faja durante 20 años, que es una correa sin hebilla, y que esta es la primera vez que hay una queja contra él, procedieron a la condena. Desconozco si realmente lo echaron preso, o si su condena será condicional por ser su primer delito.
Lo que queda claro, es que este caso representa un nuevo horizonte que los estados modernos desean invadir – la autonomía del hogar. Lo estamos viendo en muchos países del occidente, desde Europa, Estados Unidos y América Latina. El artículo da evidencias de un cambio de paradigma. El padre de familia alegó que era ‘la máxima autoridad responsable de la guardia y crianza de sus hijos’. Pero los jueces y el departamento gubernamental a cargo de la seguridad de los niños (PANI – Patronato Nacional de la Infancia) se oponen a esta posición, diciendo: «Las personas menores de edad son sujetos de derechos y obligaciones y el Estado debe velar por su integridad física y moral». Analicemos un momento esta afirmación.
«El Estado debe velar por su integridad física». Es normal y correcto que las sociedades deleguen la tarea de la justicia al Estado, de manera que el Estado por medio de la policía y otros funcionarios velen por la seguridad física, prohibiendo y sancionando violencia unos contra otros. Hablamos de amenazas contra su vida, o su bienestar básico. Pero que el Estado vele por ‘la integridad física’ – esto es un giro diferente. En primer lugar podemos notar que es una declaración vaga, que queda prácticamente abierta a cualquier definición. El hecho es que los jueces costarricenses lo están aplicando en una forma más radical. El artículo habla de ‘abuso y violencia’ contra las hijas. Pero ya existen leyes que protegen la salud física de toda persona, si fuera el caso. El artículo deja claro que el punto no es simplemente la seguridad de las hijas, sino un asunto de autoridad. Ahora el Estado debe ‘velar por la integridad física’ de los hijos – fíjese que esto es un salto de ‘prohibir’ la violencia hacia ‘velar por su integridad física’. El Estado se está at ribuyendo una función que toda sociedad le ha dado a la familia. Velar por la integridad física ha sido tarea de los padres – siempre y en todo lugar. Hablaremos abajo de algunas excepciones modernas, y hacia dónde esto nos lleva.
En segundo lugar, los jueces costarricenses afirman que el Estado debe velar por la ‘integridad moral’ de los niños. Parece que no basta que el Estado se atribuya el papel de papá y mamá, sino que ¡quiere jugar de Dios también! Esta declaración de los jueces nos deja boquiabiertos. ¿De qué manera el Estado va a velar por la integridad moral de los niños? ¿Quiénes específicamente velarán por la moral de mis hijos? Esta afirmación levanta muchísimas inquietudes, máxime tomando en cuenta la dirección de las leyes y las personas a cargo del proyecto estatal.
Por ejemplo, un psicópata mató a 19 personas en sangre fría en las cercanías de San José, Costa Rica, terminando su último homicidio hace 10 años. Según la ley costarricense, después de pasados 10 años, no se puede proceder contra la persona por su delito. Quiere decir que al pasar 10 años, de un día para otro un homicida se convierte en ciudadano honorable. Si el psicópata se levantara hoy a decir ‘fui yo que maté a las 19 personas’ – no se podría hacer nada. Ahora bien. ¿Este es el Estado que va a velar por la ‘integridad moral’ de nuestros hijos?
De los últimos cuatro ex-presidentes, uno desmanteló el ferrocarril nacional, y ayudó a quebrar un banco nacional del país, renunció su nacionalidad costarricense, y está viviendo (¿refugiado?) en Suisa. Otros dos tienen casa por cárcel por involucrarse en ventas corruptas relacionadas con instituciones estatales. Y el actual presidente utilizó la Corte Suprema para dar una interpretación muy cuestionada de la constitución con el fin de poder postularse para la reelección, cosa que sucedió por un proceso electoral también muy cuestionado. Esta misma Corte ha recibido dos o tres veces apelaciones de parte de los homosexuales para la legalización del matrimonio homosexual (¿tanteando la opinión pública?) – cosa que probablemente no tarda mucho en aprobarse. ¿Estos son los padres del Estado que van a velar por ‘la integridad moral’ de nuestros hijos? ¡Por favor!
Volviendo a nuestro caso familiar, el artículo de la Nación descubre su agenda verdadera al citar un Proyecto de ley que actualmente está ante la Asamblea General, que se llama «Ley de abolición del castigo físico contra niños, niñas y adolescentes» (Expediente #15.341). Este proyecto de ley es una excelente muestra de lo que estamos hablando. En primer lugar, apela a ‘un movimiento mundial’ que impulsa la prohibición del ‘maltrato físico’ contra los niños. Los ‘movimientos mundiales’ que nosotros conocemos, promovidos principalmente por organismos bajo las Naciones Unidas, dejan mucho que desear en cuanto a su legitimidad. Inclusive, como ha demostrado el Dr. Peter Jones7, existe una agenda bien enfocada por medio de las Naciones Unidas de deshacer específicamente la autoridad de la familia, suplantando la familia con otro concepto – conceptos tomados de una cosmovisión pagana.
En segundo lugar, el proyecto de ley contra el castigo físico hace una confusión entre ‘castigo’ y ‘abuso’. Para los autores de este proyecto, todo castigo corporal es abuso. Pero no sólo todo castigo corporal es abuso, sino ‘abuso mental’, descuido, y trato negligente. ¿Quién define lo que es ‘maltrato emocional’? El proyecto pinta con brochazos gruesos, y deja muchos puntos muy vagos.
En tercer lugar, el proyecto de ley recomienda ‘medidas eficaces’ y ‘otras medidas distintas’ para disciplinar a los hijos – ¡pero no menciona ninguna! Después de leer seis páginas de definición y decretos, el lector no encuentra ningún artículo específico sobre las medidas permitidas. Pero sí encuentra sanciones específicas contra el padre de familia que ‘castiga físicamente’ a su hijo, incluyendo la posibilidad de ‘la suspensión de patria potestad’ – o sea, el Estado le quita a su hijo.
En cuarto lugar, es obvio que el Estado quiere tomar el control absoluto sobre todo aspecto de la vida humana. El decreto de ley daría la tarea y facultad al PANI y al Ministerio de Educación de «promover la responsabilidad que debe darse en las relaciones de respeto, en los espacios más íntimos de la convivencia familiar entre padres e hijos, ello con el afán de crear una cultura de educación, disciplina, comportamiento, y desarrollo de personalidad de las generaciones actuales y futuras». Hacia este fin, el Estado desarrollará programas para educar y vigilar los métodos de disciplina. Si este proyecto de ley pasa, la sociedad costarricense habrá cedido sus sueños culturales, sus costumbres, sus idiosincrasias, y su religión a unos burócratas estatales que obviamente no están tomando su mandato de la Palabra de Dios. Este proyecto de ley se lee exactamente como un esfuerzo de implementar el ‘Big Brother’ de George Orwell.
¿Qué hay detrás de todo esto? En primer lugar, hay una visión social totalmente contraria a la que encontramos en la biblia. En la biblia, Dios establece y manda respetar las áreas fundamentales de las instituciones sociales: la Familia, el Estado, y la Iglesia8. En cambio, los autores de la Ley de Abolición del castigo físico están tomando su rumbo de otra visión de la sociedad. Esta visión nace en la Ilustración del siglo 18 cuando la cultura occidental comienza a decidir que puede vivir de manera autónoma, libre de normas bíblicas y libre de la dirección de Dios predicada por las iglesias. Aunque duró un par de siglos en madurar, el fruto final de esta visión del hombre es el Humanismo consistente, que le atribuye al hombre toda la capacidad de manejar su vida y su sociedad. Han habido diferentes matices del humanismo – el comunismo, el socialismo, el fascismo y el capitalismo – todos son diferentes caras del humanismo. Pero muchos pensadores del humanismo han llegado a concordar en un punto – que debe ser el Estado que dicte y vigile las normas fundamentales para la cultura. Ya que Dios ‘no existe’ (según los humanistas), o si existe es irrelevante para dar normas sociales, debe ser el Estado que toma ese papel. John Dewey quería que el Estado, por medio de la educación pública, ‘educara’ (léase ‘manipulara’) a la población juvenil para que todos fueran amoldados a un cierto patrón ‘util’ para la civilización (este esquema es practicado en la mayoría de las naciones americanas hoy). B.F. Skinner, psicólogo influyente y firmante del Manifiesto Humanista, opinaba que el Estado – no los padres – debía estar a cargo de la formación fundamental de los niños. El Segundo Manifiesto Humanista abiertamente niega la utilidad de toda ‘religión’, y afirma que el hombre por su capacidad racional es capaz de construir su propio mundo. Queda obvio que los autores y proponentes del proyecto de ley en Costa Rica están bebiendo de otras fuentes antitéticas a la biblia.
En segundo lugar, parece haber un cierto deseo de ‘estar a la moda’, ya que la documentación que acompaña el proyecto de ley menciona otros países que han adoptado estas medidas, tales como Suecia, Austria, Finlandia, Alemania, Noruega, Israel, Islandia y Ucrania. Ninguno de los países mencionados sirven como ejemplo de sociedades intentando fundamentar su vida en la Palabra de Dios – totalmente lo contrario. Todos estos países han rechazado abiertamente la biblia como norma para la vida social. Y son estos países que Costa Rica quiere seguir, con los desastres familiares que ya conocemos. ¿Acaso estos países son ejemplos dignos de la sociedad que queremos construir? ¿Con tazas de casamiento bajas y tazas de divorcios altas? ¿Con la promoción del homosexualismo y el aborto?
Concluimos haciendo un llamado a los Cristianos a la reflexión y a la acción. Si cedemos los derechos de Dios al Estado, el Estado intentará ser Dios – siendo pecadores. Y todos sabemos que cuando el hombre intenta ser su propio Dios, acarrea desastre y ruina. Cuando el Estado toma una área más de nuestras familias o nuestras iglesias, caminamos un paso más hacia la ruina de la sociedad y hacia el totalitarismo estatal. Los Cristianos de los primeros siglos tuvieron que dar sus vidas porque no estaban dispuestos a decir ‘César es Señor’. ¿Tendremos que llegar a ese paso para despertarnos?