Por Guillermo Green
Reforma Siglo XXI, Vol. 10, No. 2
¿De Quién Es El Futuro?
Cumpliré medio siglo de vida este año. Y aunque no soy muy viejo, he podido observar la decadencia y muerte espiritual de varias denominaciones durante los años de mi vida. Los pensamientos que siguen no provienen de encuestas precisas, ni estudios “científicos”, sino que son el resultado de haber hablado con muchas personas, haber leído sobre tendencias y decisiones denominacionales, y a través de eso he sacado las siguientes conclusiones. No pretendo tener la última palabra sobre esto, ni pretendo cubrir todas sus facetas. Lo que deseo hacer es ofrecer mis observaciones sobre el proceso de la muerte de una iglesia; y deseo que cada uno de nosotros veamos si las mismas semillas ya están sembradas en nuestras propias iglesias o denominaciones.
Cuando hablo de la “muerte” de una iglesia, no estoy hablando de que se va toda la gente y cierran las puertas de los templos. Estoy hablando de la muerte espiritual. Muchas veces esto es acompañado por una disminución de membresía, pero no siempre. Algunas congregaciones “muertas” espiritualmente son grandes, y mantienen muchas actividades.
¿Cómo sucede, entonces, la muerte espiritual en una iglesia?
Nunca predicar sobre la herejía
La muerte de una iglesia no comienza nunca con la predicación de herejía abierta. Cuando una iglesia ya tiene problemas claros de herejía, puede ser que este proceso ya haya corrido demasiado y probablemente es tarde. La muerte de una iglesia comienza mucho más sutilmente—como Satanás cuando lanzó una mera pregunta a Eva en el Edén, “¿Conque ha dicho Dios…?” Preguntas “inocentes” tales como: ¿Es necesario creer en la plena inspiración de la Biblia para ser ortodoxos? Hay tantas interpretaciones de doctrinas, ¿estamos seguros que las nuestras son las únicas válidas? La muerte espiritual comienza con la duda. Al principio ni se percibe como duda—se presenta simplemente como pregunta. Pero algunas preguntas no son inocentes—como la pregunta de Satanás en el huerto del Edén, y como las que hoy se hacen también en muchas iglesias y denominaciones.
El comienzo de la muerte doctrinal de una iglesia no consiste en las enseñanzas escandalosas, sino en la supuesta inocente omisión de lo que realmente cuenta, tal como la justicia de Dios que condena nuestro pecado y la necesidad de ser justificados y reconciliados con un Dios soberano mediante Jesucristo. Consiste en omitir un alto respeto por la Palabra de Dios, y más bien sembrar sutilmente dudas e incertidumbres al respecto. Como escribe Augustus Nicodemus,
…Descubrí que el problema no era lo que el pastor decía, sino lo que no decía, es decir, los temas que él evitaba, los asuntos que nunca mencionaba, como la resurrección de Cristo, la infalibilidad de las Escrituras, la veracidad y confiabilidad de la narrativa bíblica, la realidad de la tentación y la necesidad de resistirla.
Las Iglesias Protestantes “Históricas”
No busquemos herejía descarada como muestra del proceso de muerte. Busquemos dónde se levantan preguntas sobre los fundamentos de la fe una vez dejada a los santos, resumida en los grandes credos y confesiones de la Iglesia. Ahí encontrarás no sólo la semilla, sino las raíces de la muerte ya echadas (2Pe 3:16).
Siempre predicar buenos consejos
El comienzo seguro de la muerte espiritual de una iglesia es un viraje en su predicación. Poco a poco se deja de predicar la clara Palabra de Dios que condena nuestra idolatría, nuestro egoísmo, y nuestra rebeldía contra Dios, y que ofrece como única solución el Cristo crucificado y resucitado. La predicación se vuelve muy moralística, enfatizando la buena conducta, buenos valores, y buenos sentimientos. Asimismo se vuelve psicología humanista. Estos pastores siempre usan la Biblia— pero la usan más bien para buscar ejemplos o moralejas. Se manipula el sentido de culpa para promover simplemente un mayor esfuerzo humano, sin mostrar cómo el pecador puede ser libre de culpa y pecado por la fe en Cristo. Poco a poco este tipo de predicación esclaviza las almas a un mensaje de obras, lo cual niega tanto la depravación total del hombre, como la salvación misericordiosa y gratuita de Dios en Cristo.
El mensaje matador-de-iglesias generalmente está al tanto de los movimientos sociales, las crisis económicas, cifras y noticias actuales. Esto le da un aire de ser “actual”, y las congregaciones se engañan, creyendo que su pastor está “aplicando” la Palabra a las situaciones actuales. Sin embargo, si se compara tal discurso con cualquier discurso de un político que tal vez también menciona que “necesitamos a Dios”—realmente no hay mucha diferencia. O si se lo compara con el mensaje de la Iglesia Católica Romana, tampoco hay mucha diferencia. Sólo si se lo compara con la Biblia, se verá que existe una gran diferencia, porque en la Palabra Dios manda predicar “a tiempo y fuera de tiempo” la venida de Cristo, quien vendrá a juzgar a vivos y muertos (2Tm 4:1-5). Hablar del juicio final no encaja con ofrecer análisis económicos y consejos sobre valores morales como temas para el sermón. Y por ende, se va dejando.
Los comienzos de la muerte denominacional no suceden porque dejan de predicar, o cancelan cultos. Comienza sutilmente con un cambio en la predicación. Cuando el principal énfasis de los sermones es la conducta moral de los miembros y no la persona y obra de Cristo (2Cor 2:1-2), ahí encontrarás raíces bien arraigadas de la muerte próxima de tu iglesia.
Matar todo pensamiento crítico
Para predicar la Biblia todos los domingos y negarla a la vez exige un poco de arte mañosa. Pero se hace más fácil si podemos lograr matar todo sentido de análisis y crítica en los miembros de la iglesia. Pablo nos dice que parte de ser redimidos por Cristo es presentar un “culto racional” en la “renovación de nuestro entendimiento” (Rom 12:1- 2). En varias ocasiones la Biblia especifica claramente que la batalla espiritual requiere pensar de manera clara y crítica—como por ejemplo cuando Pablo nos dice,
Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2Cor 10:4-5).
Se logra matar la facultad de pensar de manera crítica en tres maneras:
1) Sermones bastante largos y medio aburridos en los que nadie puede poner atención a todo. De esta manera se logra que desde el principio las personas se desconecten para la mayor parte del sermón. Cuando ha pasado unos cuantos años en este modo, no tendrá ninguna facultad de pensar por sí mismos.
2) Otra forma de matar todo pensamiento crítico son las contradicciones. Si el mismo predicador no tiene un mensaje consistente, sino que un día afirma la verdad bíblica, y otro día la niega—entonces se contribuye a un corto-circuito en la lógica, y queda frito el cerebro de los fieles después de algunos años de este tipo de (mal) tratamiento. Al fin y al cabo, ninguno en la iglesia sabrá razonar de manera bíblica con una base en una verdad consistente.
Hace algún tiempo fui invitado a predicar en una iglesia en otro país, con muchos años de existencia. En el sermón señalé específicamente errores serios en el canal televisivo Enlace, que proviene de Costa Rica, donde vivo. Después del sermón una hermana me preguntó de dónde era yo, y al saberlo, me felicitó por el “hermoso canal Enlace”. No sólo falló de poner atención en el mensaje, tampoco sabía distinguir la verdad del error. Las semillas de la muerte doctrinal ya estaban regadas en esa congregación, y los líderes estaban fallando en desarrollar análisis crítico en su rebaño.
3) El pensamiento crítico se suprime y muere también por medio de la manipulación de parte de los líderes. Esto sucede en varias formas. Puede ser que ante cualquier pregunta o cuestionamiento un pastor recurre al hecho de que el es el “profesional” y que él sabe. Requiere mucho valor de parte de un laico enfrentar ese tipo de presión, y prefieren quedarse callados antes de ser humillados como incultos. Otra forma de manipular es recurrir a que son “siervos de Dios” y cuestionarles es irrespetuoso. Sin embargo, hay ocasiones en que la misma congregación debe amonestar al pastor, como en el caso de Arquipo, que estaba fallando en algunos aspectos de su labor (Col 4:17). Aquí Pablo exhorta a la iglesia entera a que le digan a Arquipo “¡Mira que cumplas el ministerio!”
La muerte de una iglesia es segura donde hay personas que no saben pensar críticamente. Los malos pastores cultivan la ignorancia, porque les es más fácil guiar ovejas ciegas. Pero la muerte espiritual está cerca cuando nuestras iglesias no saben pensar de forma crítica.
Repetir los mismos pocos temas
Una forma segura de matar una iglesia es no predicar todo el consejo de Dios, como lo manda Pablo en Hechos 20:27-28. La mejor forma de matar una iglesia es evitar los temas que la gente no quiere oír. Cuando sucedió la Reforma Protestante en los siglos 16 y 17, los Reformadores compilaron catecismos para la instrucción de la congregación. Esta instrucción era tanto para los niños como para los adultos. Por ejemplo, los Presbiterianos de Inglaterra confeccionaron los Catecismos Mayor y Menor de Westminster para instrucción según el nivel de las personas. Estos catecismos aseguraban que el pastor tocara todos los temas principales de las Escrituras. Sin este tipo de disciplina, la tentación es muy fácil predicar los temas que le interesen personalmente al predicador.
Si hay una repetición todas las semanas de pocos temas, y no se predica el consejo pleno de Dios, se seca la vitalidad espiritual de la congregación y su muerte pronto seguirá.
No ejercer mucha disciplina
Para matar una iglesia se debe ignorar la tercera marca de una verdadera iglesia, la disciplina. Por supuesto se aplicará disciplina cuando la conveniencia lo demande. Pero por lo general es más fácil tomar una actitud permisiva en cuanto al pecado, no exigir mucho compromiso, y así vivirán contentos y felices tanto el liderazgo como la congregación.
El no practicar disciplina en la congregación la mata espiritualmente. Pero la falta de disciplinar al liderazgo la mata más rápido aún. Y esto es muy fácil, porque una congregación que no quiere ser disciplinada no va a exigir de otros lo que no quieren para ellos mismos. De modo que se desarrolla una relación de co-dependencia en que tanto el liderazgo como la congregación se protegen. Ambas partes se hacen de la vista gorda los unos con los otros. Esta es la razón por la cual tenemos exhortaciones fuertes en la Biblia de vigilar al liderazgo (Hch 20:28-31; 1Pe 5:1-3).
Un amigo me contó de una iglesia en Norteamérica en la cual el pastor principal era un hombre de buen testimonio personal, pero flojo con la disciplina de sus hijos, quienes trabajaban con él en la iglesia. Este pastor murió repentinamente, y sus hijos quedaron como pastor y co-pastor. Sus vidas eran un desastre de infidelidad y otros pecados. Sin embargo, se cubrían unos a otros, y la congregación colaboraba—porque también había inmoralidad entre ellos. Se llegó a tener fama como “la iglesia (tal) adúltera”. A pesar de tener gente en la iglesia, estaba muerta espiritualmente y moralmente por la falta de aplicar la disciplina primero con el liderazgo, y también con la congregación.
Cuando no se aplica disciplina en la iglesia, empezando por guardar un estándar alto en el liderazgo, las semillas de la muerte espiritual han sido sembradas y ya van creciendo rápidamente.
Hablar mucho del evangelismo sin hacer nada
Todos sabemos que la misión de la Iglesia incluye predicar a Cristo a los no-creyentes para que se salven los elegidos de Dios. Pero los seres humanos somos criaturas extrañas. Tenemos la capacidad de convencernos de que “hablar” de algo es tener la realidad. Esto lo vemos todos los días en el mal-llamado “evangelio de la prosperidad”. Estos predicadores “hablan” mucho de impartir bendición, prosperidad y victoria—y sus congregaciones creen que lo están recibiendo, aunque realmente todos viven igual que todos los demás alrededor. Como oyen hablar mucho del asunto, creen que tienen la realidad.
Pues, lo mismo sucede con el evangelismo en muchos casos. Si la iglesia habla mucho de evangelizar a los no-creyentes, creemos que el solo hecho de estar hablando del tema implica que lo estamos haciendo. Y todos se conforman con que tienen una iglesia muy evangelística—¡y realmente no hacen casi nada para difundir el evangelio! Pablo contrasta fuertemente el obrero aprobado—que usa bien la Palabra de verdad—con “vanas palabrerías” que conducen a la impiedad (2Tm 2:16).
Las semillas de la muerte espiritual están sembradas donde no se ajusta lo que se predica en la iglesia con lo que se hace—especialmente con relación al evangelismo.
Dejar que las mujeres manejen la iglesia
La muerte de una iglesia se acelera si se puede lograr socavar uno de los fundamentos principales de su organización divina—el liderazgo masculino (1Tm 2:11-12). Las fuerzas del existencialismo combinadas con el bombardeo del paganismo moderno han logrado desacreditar el liderazgo masculino, y la feminización de la sociedad va viento en popa. También, el fracaso contemporáneo de los hombres al no dar ejemplo varonil ni en la casa ni en la iglesia ha contribuido a la ‘feminización’ de la iglesia—mostrado no sólo en una preponderancia de mujeres en las iglesias, sino también en la conversión del Cristianismo mismo en una religión más sentimental y menos “varonil”.
Dios ha organizado su pueblo desde el principio con un liderazgo masculino, lo cual queda claramente establecido a lo largo de toda la Biblia. Hoy la iglesia no imita a su Maestro en hacer un llamado a “tomar su cruz y morir por causa del evangelio” (Mc 8:34-35; véase 1Cor 16:13, Flp 1:27-30), sino que hace un llamado a “tomarnos de las manos y sentir la presencia de Dios”. La muerte de una iglesia puede ser ayudada en mucho al darle vuelta al orden divino, castrando la iglesia de su masculinidad, y entregándola a las hermanas. Los hombres se retirarán a las bancas atrás (si es que llegan), y la iglesia se vuelve una “reunión femenil” y dejará de ser iglesia.
Conclusión
En la Biblia Dios nos ha comunicado cómo asegurar vidas Cristianas sólidas, e iglesias fieles y sanas. En la Biblia, Dios también nos ha advertido sobre lo que pasa si desobedecemos, y si no empleamos los medios para la salud espiritual: él quitará nuestra lámpara (Ap 2:5). Los que tenemos un puesto de liderazgo en la iglesia somos responsables ante Dios por la congregación donde Dios nos ha colocado, y daremos cuentas en el día de juicio. Recordemos que Jesucristo es celoso por su Iglesia, por la cual derramó su sangre preciosa.
Los comienzos de la muerte espiritual en las iglesias siempre son sutiles—al igual que lo fue el camino al árbol de la ciencia del bien y del mal. Pero su fin es desastre total. Nunca debemos permitir que nos durmamos, sino en cumplimiento de las Escrituras, debemos velar constantemente (Hch 20:31; 1Cor 16:13; Ap 3:3).