Por Dr. Charles A. McIlhenny
Reforma Siglo XXI, Vol. 11, No. 1
Una madre con lágrimas en sus ojos me confió como pastor que su hijo conmovedoramente se declaró «gay». Ella siempre había «sabido» que él era diferente. No practicaba deportes, no era vicioso ni bruto, le gustaba la música y la decoración de interiores, tenía un andar un tanto ostentoso, hablaba con un ceceo, y siempre estaba con el tío Harry en las reuniones familiares. Su declaración, sin embargo, pareció ser el golpe de gracia en su relación —de él con su madre. Momentáneamente reflexioné sobre su sollozo, y luego le contesté que parecía como si estuviera llorando porque descubrió que su hijo era de otro planeta— ¡Un marciano! ¡Que su supuesto «salir del clóset» —su confesión de una condición sexual y de fe recién descubierta— le colocó a él más allá de toda recuperación fundamentalista y que ella debería acostumbrarse al hecho de que él fuera un extraterrestre, entiéndase «gay»!
La máquina de propaganda homosexual ha trabajado fuerte, con un medio secular no creyente, convenciendo a la gente de que «gay» es equivalente a cualquier otro grupo genético ya existente. E increíblemente, muchos cristianos ingenuos han sido seducidos por dicha propaganda.
¡Abra los ojos, señora! Su hijo no es un marciano. Es un pecador que necesita la gracia de Dios: Igual que cualquier otro pecador.
Cuando la gente me pregunta si tenemos algún tipo de consejería especial para homosexuales yo les digo que sí: el consejo de la Palabra de Dios, el consejo de la predicación del evangelio, el consejo del llamado de Dios al arrepentimiento y a la fe en Jesucristo, el consejo de la comunidad física del pacto de Dios en adoración. Contrario a lo dicho por el mundo, será mejor que creas que tenemos algo especial.
¿Es el homosexual moderno un caso especial con una sicosis única y compleja de la cual las Escrituras primitivas nunca supieron? ¿Hemos asimilado la conclusión pseudo-médica que coloca al homosexual más allá del alcance de los dictados ingenuos e histéricos de la Palabra de Dios? ¿Falla la Palabra de Dios en reconocer factores biológicos y genéticos recién descubiertos que, de haber sido conocidos, habrían marcado la diferencia entre condenar o aceptar a los homosexuales como simplemente diferentes? ¿Falla la Biblia en distinguir apropiadamente entre orientación y práctica? ¿Condena realmente la Biblia a los homosexuales o condena a los homosexuales que actúan contra su propia naturaleza? ¿Será inversión o perversión lo que es prohibido por las Escrituras? ¡La respuesta a todas estas preguntas es un rotundo NO! Los homosexuales no tienen un lugar donde esconderse del escrutinio de la Ley de Dios —al igual que cualquier otro pecador que trata de inventar excusas para su pecado. Por eso el paradigma homosexual es crucial para la iglesia de hoy. Si se puede justificar este pecado, entonces cualquier pecado puede ser excusado; pero la única justificación reconocida por la Palabra es la de los pecadores que se arrepienten y creen en la cruz de Cristo, en lugar de inventar excusas.
No, los homosexuales no han de recibir un mensaje o un método diferente al de los otros pecadores que necesitan a Jesús. Si ese fuera el caso todo pecador tendría una excusa especial para su tipo de pecado. La Biblia es clara en que el pecado, sea cual sea, sólo puede ser perdonado por la gracia y vencida por el poder del evangelio.
¡Abran los ojos! El opuesto de un homosexual no es un heterosexual. La idea de que un homosexual es de otro tipo humano es tan necia como decir que el opuesto de un pedófilo es un heterosexual, o que el opuesto de un adúltero es un heterosexual. El verdadero opuesto de fornicación es regeneración; el opuesto bíblico de pedofilia es santificación. ¡Todos son heterosexuales! No han cesado de ser heterosexuales. Todos han quebrantado la ley moral de Dios. Todos necesitan ser convertidos, «ser lavados, santificados, y justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios» (1 Co. 6:11).
En cierto sentido todo pecador es diferente en su pecado pero el mensaje de fa es uno solo: arrepentíos y creed en el evangelio. Pablo dijo al carcelero filipense: «Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa» (Hch. 16:31). Esto no fue confeccionado para los empleados de gobierno filipense ni para hombres blancos europeos ni para carceleros en crisis de mediana edad con familias. Pablo le habría dicho esto a cualquiera sin importar cuál fuera su trasfondo o su circunstancia de pecado.
Muchos de los perseguidores plagados por la homosexualidad piensan que debe tratarse de un caso especial. Supuestamente es muy difícil dejar este pecado; ¡por lo tanto, quizá no sea un pecado después de todo! Estas personas deben darse cuenta de que abandonar este pecado no es más difícil que abandonar cualquier otro pecado. Que este pecado tiene la misma promesa de limpieza que cualquier otro pecado —ni más ni menos que la obra de Cristo.
Pablo sí dice que, comparado con otros pecados, el pecado sexual denigra el cuerpo humano; pero no les da un mensaje distinto del evangelio, ni promete una sanidad separada (1 Co. 6:18).
Una talla les queda a todos. Respecto a la recuperación del homosexual el Apóstol le da una santa institución común a todos los pecadores: la agencia redentora divinamente señalada de la Iglesia de Jesucristo. Digo como pastor que conoce la Palabra de Dios que esta es la institución del pacto —la familia de Dios— que se preocupa mejor por los pecadores y por los santos. Se preocupa por los pecadores advirtiéndoles que huyan de la ira venidera prohibiéndoles entrada al Reino de Dios mientras no estén arrepentidos; y por los santos, en que provee el consuelo del evangelio del perdón de pecados y la protección contra el enemigo. Esta institución establece el contexto general para aconsejar a aquellos que luchan con la homosexualidad.
La cultura de San Francisco tiene una singularidad en lo que a ministrar a homosexuales se refiere. En primer lugar, hay un sistema de apoyo tan fuerte legalmente organizado para reforzar el modo de vida homosexual que parte del proceso terapia bíblica muchas veces demanda salir huyendo de la ciudad misma. Existe tal bombardeo de homosexualidad —en todos los niveles del gobierno, educación, medicina/salud, ciencia, medios de comunicación, entretenimiento y legislación— que para abandonar la maldad como exhorta el Apóstol, uno debe huir de la misma ciudad como Lot en la antigüedad —no por una inminente lluvia de azufre sino porque la seducción es tan vilmente poderosa—.
Cada agencia, institución y defensor masculino que se pueda imaginar ayuda al más perplejo e inquisitivo homosexual y lesbiana, bisexual, transexual y transvesti, y transgénero. Y por si fuera poco, casi todas las principales iglesias —vagamente definidas— apoyan las causas gay/lésbicas al igual que la unión matrimonial del mismo sexo.
Recientemente la Comisión de Derechos Humanos de San Francisco, junto con el apoyo del Mayor y la Junta de Supervisores, presentaron una audiencia televisiva pro «Cumbre de Jóvenes Gay, Lesbianas, Bisexuales, Transexuales, e Indefinidos». Más de cuatro horas de testimonio fueron tomados de adolescentes auto-proclamados homosexuales por estas agencias para ver si era necesario agregar legislación para apoyar «a nuestros jóvenes gay» de la ciudad. Se exigieron nuevos servicios médicos y de salud, distribución gratuita de condones, agujas gratis para intercambios, servicios de consejería gay/lésbica en la escuela secundaria.
Al ministrar al homosexual curioso, hemos descubierto que debe cortar toda relación con su antigua «comunidad»; debe reajustarse por fe dentro de la familia de Dios. Necesita un grupo completamente nuevo de hermanos y hermanas, mamás y papás, que se encuentran en la Iglesia de Cristo. Necesita una familia remodelada que sea modelo de nueva vida y conducta; un lugar donde el hombre de Dios es un hombre y la mujer de Dios es realmente mujer; esposos actuando como esposos y esposas actuando como esposas. No es simplemente cuestión de revertir el «rol a seguir»; no es reemplazar un rol con otro como jugando a ser. Una atmósfera estructurada en forma piadosa se encuentra sólo en la iglesia de Jesucristo que ofrece esperanza y remedio reales para el adicto esclavizado al sexo.
Al ministrar al homosexual curioso no sólo debe ser la Ley de Dios presionada sobre su conciencia, sino que también se le debe ofrecer el perdón de Dios sólo en Cristo. A menos que la homosexualidad sea entendida fundamentalmente como pecado —transgresión de la única Ley de Dios— no se deberá esperar más liberación ni recuperación.
Aquí hay unas condiciones fundamentales basadas exclusivamente en la Palabra de Dios. No comprometas el mensaje bíblico de pecado y gracia. Esa es la única esperanza del homosexual arrepentido. No te comprometas por ganarte al oidor simpatizante. Su seguridad eterna está en el mensaje de las Escrituras sin comprometer que necesitan todos los pecadores. Necesita:
1. refuerzo de la Palabra sobre lo que Dios dice acerca de la homosexualidad: gracia, perdón y juicio.
2. reuniones de monitoreo regulares para rendir cuentas a los ancianos; uno de los ancianos deberá comprometerse a orar por él diariamente, (parte de ese rendir cuentas está en oración semanal regular y reuniones de estudio de la Biblia con la congregación.
3. recordar que la lucha continua de la fe con la tentación es parte del proceso de santificación —es cuando se deja de luchar que se está en problemas—.
4. confirmarle que no está solo en esta batalla por la victoria; otros miembros —todo miembro— también luchan como él lo hace.
5. tener cuidado de ponerlo en camino de la tentación.
6. evitar ser presentado a alguien que lucha con el mismo pecado sexual —eso es demasiada tentación—. Muchos de estos cristianos viven solos y la tentación en tales casos es mucho más difícil de resistir.
7. ¡saber que en Cristo él/ella ya no es un homosexual o les biana al igual que los asesinos y mentirosos convertidos no lo son más a pesar de las tentaciones y los sentimientos! «Y esto ERAIS algunos…» (1 Co. 6:11)
El Apóstol Pablo exhorta a Timoteo a huir «de las pasiones juveniles… con los que de corazón limpio invocan al Señor…» (2 Ti. 2:22) En otras palabras, la exhortación a huir de las pasiones va de la mano con otros luchando contra el pecado en el contexto de la comunidad del pacto. La agencia de la iglesia no tiene esperanza para el homosexual no arrepentido, sólo la segura ira de Dios. La iglesia no tiene autoridad de su Señor y Cabeza para ofrecer esperanza alguna fuera de la gracia de la conversión; pero para cualquier pecador arrepentido, todos los recursos del eterno Dios —«Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Fil. 4:19)—.
Como pastor tengo la «medicina» segura contra el pecado y el alivio en la predicación del evangelio. La sesión de consejería esencial debe darse en el servicio de adoración del cuerpo y no sólo en sesiones privadas; el alcance de las ordenanzas divinas señaladas del Señor son necesarias para combatir y derribar todo altivez y pensamiento que se levante contra el Señor. Las familias en la iglesia deben caer en cuenta de su papel requerido en el ministrar a individuos que luchan con el pecado. Sin embargo, al mismo tiempo, el pasado sexual de una persona no es asunto de nadie más. Un grupo de homosexuales arrepentidos que piensan parecido no deben reunirse para hablar de sus pruebas. El terreno nivelado para todos de la congregación mixta —heterogénea— es el santuario más seguro de Dios para la «terapia grupal» bíblica.
Gracias a Dios que existe esto: el evangelio de una sola talla que les queda a todos el cual por sí mismo garantiza a todos los pecadores la liberación a través de nuestro Salvador común, Jesucristo. Como aconsejo a los cristianos en lucha, si la fe cristiana no te salva de tu pecado, entonces yo renunciaré a la fe y me uniré a ti. Si no funciona igual para ti, tampoco funcionará para mí. Sean cuales sean las providencias particulares que hayan «causado» la adversidad moral de uno, a menos que comience donde comienza la Escritura, no tendrá fin donde promete la Escritura —poniendo fe al pecado—.