¡GLORIA! LA NECESIDAD HOY DE RETORNAN A SOLI DEO GLORIA

Por Guillermo Green

Reforma Siglo XXI, Vol. 13, No. 1

Hay una tienda en nuestra ciudad que vende ropa fina,  telas y muchas cosas hermosas, especialmente para mujeres. Se llama, “Tienda La Gloria”. Me imagino que las damas que entran a la tienda, rodeadas de artefactos bellos y codiciables, ¡sienten que están en la gloria!

El término gloria permea el testimonio bíblico. Pero, ¿qué significa? ¿Cómo definir gloria en la biblia? Si usted tuviera que darme una definición concisa de gloria, ¿qué diría? Recordemos que para los Reformadores de la Iglesia en el siglo 16, este concepto de gloria era sumamente importante —casi céntrico para su fe. De hecho, uno de los lemas fue: Soli Deo gloria. Pero no oímos tanto este lema hoy. ¿Qué ha pasado con el énfasis bíblico? ¿Qué ha pasado con la herencia de nuestro padres protestantes? ¿En qué se ve afectada la Iglesia con la pérdida de este enfoque?

1. La amplitud de la gloria de Dios

  1. En la Biblia Reina Valera, encontramos 386 ocasiones en que se traduce el texto bíblico con ‘gloria’. En la mayoría de los casos, el hebreo es kabod, y el griego es doxa.

He hecho un intento de agrupar pasajes según tema. Los voy a listar aquí. El lector se impresionará con la amplitud del uso del concepto gloria. En algunos casos, parecen contradictorios. A continuación voy a hacer un esfuerzo por resumir y aplicar algunas enseñanzas bíblicas sobre la gloria de Dios.

Enseñanza                      
Gloria es la presencia de Dios Ex 40:34,35 Salmo 26:8; 2 Cron 7:1-3
La gloria de Dios es visible, Dios es vestido de gloria Ex 16:7,10; Salmo 104:1
La gloria de Dios es juicio Ex 16:7; 24:17 (fuego abrasador —Sinaí); Mateo 25:31,32; Marcos 8:38; Juan 12:35-41
La gloria de Dios santifica Ex 29:43
La gloria de Dios equivale el nombre de Dios Ex 33:18 / 34:6ss “miseri- cordia / justo”; Juan 1:14
La gloria de Dios llena la tierra Nu 14:20-22; Salmo 8:1; Salmo 19:1: Isa 6:3
La gloria de Dios equivale la grandeza de Dios Deut 5:24; Salmo 24:7ss; Luc 2:14; Juan 1:14: Rom 1:23
La gloria de Dios es compartida Israel sería para loor, fama y gloria ante las naciones, Deut 26:19; Salmo 8:5 —al hombre: Juan 17:22; Rom 3:23; Rom. 8:18
La gloria de Dios es la justicia inmutable de Jehová 1 Sam 15:29
   
Damos gloria a Dios 1 Cron 16:28; Salmo 96:3- 7; 115:1; Mal 2:2; Luc 2:14; Rom 16:27
La gloria es sólo para Dios y no la comparte Isa 42:8,12; Juan 1:14
Dios es gloria nuestra Salmo 30:12
Pedimos que sea llena la tierra de la gloria de Dios Salmo 57:5,11: Rom 16:27
¡Ponemos gloria en nuestra alabanza! Salmo 66:2
La gloria de Dios equivale el cielo después de la muerte Salmo 73:24: Luc 24:26 — Jesús entró en su gloria
Apelamos a la gloria de Dios para salvación Salmo 79:9
La gloria de Dios de Dios es contrastada con los ídolos y las naciones Salmo 106:20: Isa 23:9: Jer 2:11
Enseñanza
Las obras de Dios son gloria Salmo 111:3: Juan 2:11 — Jesús mostró gloria; Jn 11:4; Jn 11:40
Gloria = hermosura de Dios Salmo 145:5; Isa 4:2: 35:2
La gloria de Dios es magni- ficencia Salmo 145:5,12: Ef 3:21
Los santos se glorían en la salvación y juicio de Dios Salmo 149:5, 9 (ver todo el Salmo): Isa 58:8
Dios salva a sus hijos para su gloria Isa 43:7; Rom 9:23; Rom 15:7; Ef. 1:6,12,14,18
Veremos la gloria de Jesús en la resurrección Juan 17:24

2. Gloria y Presencia de Dios

Creo que el significado más básico de gloria es la representación impactante de la presencia trascendental de Dios. Las manifestaciones de la gloria de Dios exhiben en primer lugar su trascendencia a los hombres. En este sentido, la gloria de Dios es su presencia trascendental.2

Encontramos las primeras manifestaciones de la gloria de Dios en la creación. Pero no hubo otros seres humanos que lo presenciaran. Las manifestaciones de su gloria vistas por los seres humanos comienzan de manera amplia en Sinaí. Dios convoca al pueblo de Israel para ratificar su pacto con ellos mediante una tremenda exhibición de su gloria. Si bien el capítulo 20 de Éxodo no menciona las palabras gloria de Dios, los capítulos posteriores aclaran que fue la gloria de Dios la que se manifestó sobre el monte (ver especialmente capítulo 24). Y ¿cuál fue la reacción del pueblo? Leemos que el pueblo temblaba (ver Éxodo 20:18-20). Y Moisés afirma que esta manifestación de la gloria de Dios era “para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis” (Éx. 20:20).

El uso de luz brillante en muchas ocasiones resalta el carácter trascendental de la presencia de Dios. Junto con luz, en muchas ocasiones viene de arriba. Como los hombres no encendemos el sol, ni controlamos los relámpagos, sino Dios, así su presencia en luz, relámpago, y fuego señalan su trascendencia. Por ejemplo, la primera vez que Israel ve la gloria de Dios, fue en la nube sobre el desierto (Éx. 16:10). Esta misma nube de gloria y fuego se asentó sobre Sinaí (desde arriba), y Dios llamó a Moisés a entrar en ella. El pueblo de Israel vio la gloria de Dios como fuego abrasador (Éx. 24:17). Es relevante para este estudio notar que cuando Jesucristo se transfiguró, los tres Evangelios mencionan luz brillante (Mat. 17:2; Marcos 9:3; Lucas 9:29). Lucas menciona explícitamente que “vieron la gloria de Jesús” (Lucas 9:32). También Pedro menciona la gloria que Jesucristo recibió “desde la magnífica gloria” en el monte de transfiguración (2 Pedro 1:17). Pedro resalta con doble dosis la naturaleza trascendental de Cristo, al ser glorioso, y al recibir gloria desde arriba, desde la gloria de Dios.

No hay espacio para ver todos los pasajes donde la gloria de Dios es visible en luz. Pero podemos concluir que este aspecto de la manifestación visible de la presencia de Dios señala y resalta su trascendencia. Dios no viene de este mundo, sino que viene desde afuera, desde arriba. La luz de la gloria de Dios es a menudo tan fuerte, como fuego, que los seres humanos tiemblan ante ello. Dios es Dios trascendental.

3. Gloria y juicio

Una parte integral de la manifestación de la gloria de Dios, es el juicio santo de Dios. Siendo Dios Creador trascendental, llama a cuentas a sus criaturas. Y cuando se acerca para castigar, se acerca con gloria. Dios deja claro quién es que está castigando. No es casualidad lo que está pasando, no es otro dios que trae mala suerte. Es Yavé, el Dios del pacto, quien viene a juzgar.

Por ejemplo, cuando el pueblo murmuraba queriendo carne, la gloria de Jehová se manifestó, y aunque les dio carne, fueron castigados severamente (Éx. 16). En la rebelión de Coré, Datán y Abiram, Dios se manifestó en su gloria, y fuego salió de su presencia, consumiendo a los rebeldes (ver Números 16:19-50).

En este contexto es crucial notar las palabras del Señor Jesús con respecto a su venida con gloria. Jesús toma para sí mismo la tarea de juzgar con gloria, así haciéndose igual a Jehová del Antiguo Testamento. Por ejemplo, Jesús dice que él volverá con gran gloria, y enviará a sus ángeles a juzgar la tierra (Mateo 24:30,31). Y Cristo dice explícitamente que las naciones serán llevadas delante de él en su trono de gloria para ser juzgadas (Mateo 25:31,32). Además de proveer un argumento fuerte para la divinidad de Jesucristo, nos da otro ejemplo de que la gloria de Dios señala su derecho soberano y trascendental de juzgar a todo hombre.

4. Gloria, Grandeza, y Magnificencia

Hay una serie de pasajes que relacionan la gloria de Dios sencillamente con la grandeza de Dios. Abarca el sentido de magnificencia, hermosura del Dios sublime. Por ejemplo, Moisés les recuerda a los israelitas que habían visto la gloria y grandeza de Dios en medio del fuego, y ese hecho debía infundir amor, respeto y el temor de Dios en ellos (Deut. 5:24).

En Salmo 27 David hace un llamado a que las puertas mismas de la ciudad se levanten para que entre “el Rey de gloria”, el Rey que es “fuerte, valiente, poderoso en batalla”. ¡El Rey de gloria! Como la población se ponía en pie para aclamarle victoria a los reyes, David hace un llamado a los creyentes a ofrecer gritos de júbilo ante Dios. La grandeza, la magnificencia, la gloria de Dios ¡deben ser celebradas!

Muchos son los pasajes que relacionan la gloria de Dios con la grandeza y magnificencia de Dios: “Bendice, alma mía, a Jehová. Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido; Te has vestido de gloria y de magnificencia” (Salmo 104:1). No hay espacio para citarlos, pero con una concordancia el lector los puede encontrar con facilidad.

Es importante notar que el apóstol Pablo estaba empapado de una buena teología de la gloria de Dios. En su tratamiento en Romanos 1, Pablo nota explícitamente que la razón por la cual
la ira de Dios es derramada del cielo, es porque los hombres han traicionado a Dios —específicamente con respecto a la gloria que él merece. Los hombres no reconocieron la grandeza, la magnificencia y la trascendencia de Dios, y “cambiaron la gloria de Dios” por imagen de hombre y otras criaturas, sirviendo y honrando las cosas creadas antes que al Creador (Romanos 1:23-25). Pablo afirma que la raíz fundamental, y la ofensa principal, es no reconocer la grandeza, magnificencia y gloria de Dios, y darle a otra criatura el reconocimiento que sólo Dios merece.

5. Soli Deo Gloria

Los Reformadores del siglo 16 destacaron estos aspectos de la gloria de Dios cuando levantaron como bandera el lema Soli Deo Gloria. Dos cosas principales los llevaron a esto.

  1. Dios no era suficientemente Dios en la Iglesia de su tiempo. La iglesia medieval había creado una confusión increíble en cuanto al concepto de Dios. Por un lado, presentaban a un Dios que arrojaba gente al infierno, o por lo menos a un purga- torio horrible, y los monjes y frailes manipulaban las masas por el miedo y el temor. Pero por otro lado, este mismo Dios era un Dios que se podía manipular a través de ofrendas, sacrificios, y otros convenios. Y así prosperaba el buen negocio de la reli- gión —unos vendiendo la gracia de Dios, y otros comprando. La situación llegó a tocar fondo con las prácticas crasas de los vendedores de indulgencias como William Tetzel, cuya frase célebre era “¡Tan pronto suene la moneda en el frasco, un alma salta del purgatorio”!

Los Reformadores se rebelaron contra esta idea de un Dios manipulado por una iglesia corrupta. Retornando al énfasis de

las Escrituras, alzaron la voz con David, con Pablo, y todos los autores de la Biblia haciendo un llamado a reconocer la gran- deza de Dios, su soberanía y su magnificencia —¡su gloria! “Soli Deo Gloria”.

2. Pero en segundo lugar, los Reformadores del siglo 16 protestaron la elevación del hombre a un nivel desmedido. La jerarquía de la iglesia se atribuía demasiada gloria, empezando por el papa que decía ser el vicario de Cristo. Calvino respondió diciendo que Jesús no necesitaba ningún vicario en la tierra, que era totalmente capaz de gobernar su Iglesia, mediante su Palabra y su Espíritu. Toda la pompa que practicaban los cleros, y la autoridad desmedida que se atribuían, atentaba contra la gloria de Dios. Elevaban a los hombres por encima de su lugar apropiado. Pero había otro problema en cuanto al lugar del hombre, y tenía que ver con la teología semipelagiana que se había desarrollado. Dejando sus fundamentos agustinianos, la iglesia medieval llegó a atribuirle demasiado poder al hombre con respecto a su propia salvación. El Concilio de Trento resume las conclusiones de la iglesia medieval, y declara que el hombre no sólo puede, sino debe cooperar con la gracia de Dios para su propia justificación. Trento niega que el cristiano pueda tener la seguridad de su salvación excepto por revelación especial de Dios. Todos deben luchar toda su vida para asegurar entrar al cielo.

Los Reformadores negaban que el hombre pudiera contribuir a su propia justificación, ya que la Biblia enseña que el hombre está muerto en sus pecados (Ef. 2:1), destituido de    la gloria de Dios (Rom. 3:23), e inútil para buscar su propia salvación (Rom. 3:12). Atribuirle esta capacidad era alzar demasiado al hombre —una vez más restándole gloria a Dios. Los Reformadores señalaban que la Biblia misma enfatiza que “la salvación es de Jehová” (ver Salmo 3:8; Jonás 2:9; Apoc. 19:1). También la Biblia enfatiza que toda la gloria en la salvación es para Dios, y que él no comparte su gloria con otros dioses, ¡y menos con los hombres pecadores! (Isaías 42:8,12).

Resumiendo, parte de la profunda corrupción de la religión en el siglo 16 fue el bajar a Dios de su lugar de grandeza y magnificencia, convirtiéndolo en un Dios que se podía manipular. Y en segundo lugar, se le atribuía al hombre demasiada capacidad en su propia salvación.

6. Soli homini gloria

Creo que podemos ver en la iglesia evangélica moderna las mismas tendencias de la iglesia medieval. Por toda parte oímos los vendedores de indulgencias, medrando un falso evangelio. Para ellos, Dios es un Dios que se puede manipular a través  de las fórmulas correctas y las ofrendas suficientes —lo mismo que en el tiempo de Lutero y Calvino. Y al igual que en el tiempo de Lutero, hace falta hoy los que se levanten a anunciar la grandeza de Dios, la magnificencia de Dios y la gloria de Dios sobre todas las cosas. ¡Bastan ya los traficantes corruptos de las cosas sagradas!

Escuché anoche a Hugo Solís, pastor del Centro Evangelístico en San José, Costa Rica, predicar sobre la ética Cristiana. Preguntó Solís, “¿Qué hace el cristiano frente a alguna decisión de que no habla la Biblia”? ¿Su respuesta? “Diríjase por su consciencia”. Y habló largo y tendido sobre la capacidad de todos de dirigirse por su consciencia en cuanto a lo bueno y lo malo. Este es el mensaje típico de las iglesias neo-pentecostales pelagianas que abundan en cada ciudad. No basta que Solís niegue la suficiencia de las Escrituras, como si Pablo nunca hubiera dicho, “Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil … a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16-17). Al negar la primera “Sola” del fundamento bíblico (Sola Scriptura), tiene que negar otra: Soli Deo Gloria. Solís, junto con Roma y Trento y la mayoría de los evangélicos hoy, les da la capacidad a todos sus oyentes de no solo poder discernir lo bueno y lo malo -¡sin las Escrituras!– sino que les dice que tienen todo el poder y la capacidad de cumplir con sus conciencias, así haciéndose aceptables ante Dios. No hay conocimiento alguno del profundo impacto del pecado sobre el entendimiento y corazón del hombre, y menos la necesidad de la reconciliación con Dios mediante la justicia imputada de Cristo y la obra regeneradora del Espíritu Santo mediante la Palabra. Hugo Solís, con el resto de sus co-pastores, suministran domingo tras domingo el mismo mensaje de Trento disfrazado en ropajes evangélicos. Para nada murieron los hugonotes en Francia, los luteranos en Alemania, los husitas en Bohemia, los protestantes en Inglaterra, y los verdaderos evangélicos en España para recuperar el Evangelio en su pureza. Hoy la iglesia evangélica en gran parte ha traicionado la sangre de sus padres, y los evangélicos deben ser más honestos. Sus iglesias deben llamarse: “Centro Evangelístico Romanista Trentiano”. Su lema no es Soli Deo Gloria, sino Soli homini gloria (sólo al hombre la gloria). Dios no comparte su gloria. O toda es para él, o toda es para la criatura.

7. Gloria, juicio, y nuestro culto a Dios

En las Escrituras encontramos la gloria de Dios como motivo de su juicio, y también instrumento de su juicio. Dios se encargará de vengar toda afrenta a su magnífica gloria, su grandeza, hermosura y santidad. Y la forma en que lo hará será venir con su gloria para que los pecadores se avergüencen. Ya que no quisieron reconocer y adorar al Dios glorioso cuando había oportunidad, serán obligados a mirar la gloria de Dios —pero en juico.

Como mencionamos arriba, en el desierto Dios juzgó varias veces a los rebeldes mediante la manifestación de su gloria, con luz y fuego (ver Éxodo 16:10, Lev. 9:23-10:2; Números 16:19- 35). Jesucristo volverá en gloria para juzgar a toda la tierra (Marcos 8:38). La gloria de Dios, siendo la manifestación de su santidad, transcendencia y poder, será el instrumento de la destrucción de los impíos. Leemos que Jesús vendrá en gloria, y se sentará para juzgar en su trono de gloria (Mat. 25:31).

Así, vestido de gloria, sentado en gloria, juzgará y castigará a todo enemigo.

Hemos visto que la gloria de Dios es su presencia magnífica, su santidad, su soberanía y su trascendencia. La gloria de Dios se manifiesta en la salvación, y en el juicio. Su gloria llena la tierra entera (Números 14:20-22; Salmo 8:1; Salmo 19:1: Isa 6:3). Entonces, ¿cómo podemos dar gloria a Dios? Hay muchos pasajes que llaman al creyente a dar gloria a Dios (ver 1 Cron. 16:28; Salmo 96:3-7; 115:1; Mal 2:2; Luc 2:14; Rom 16:27).

Pero ¿cómo podemos añadir gloria al Dios Todopoderoso?

Ciertamente los hombres creados ¡no añadimos nada al Dios Creador! Pero como los admiradores de una pintura famosa le dan el reconocimiento apropiado al pintor, así le damos el reconocimiento a Dios. Los admiradores de la pintura ni añaden ni quitan méritos al pintor —su capacidad es patente y probada. Pero reconocen y honran al pintor.

La gloria de Dios es patente y probada, vista en sus obras de la creación y de la salvación. Los creyentes no pretendemos añadir gloria a Dios, pero sí cumplimos el propósito de nuestra existencia al reconocer al Dios glorioso, al adorarle y rendirle honra y magnificencia.

El ejercicio de dar gloria a Dios, si va a ser una práctica bíblica, debe abarcar la honra a Dios por aquellas obras específicas que la Biblia menciona en relación a la gloria de Dios. Aquí no caben los trances, las alabanzas sin sentido, los gritos de ¡gloria a Dios! sin contenido, y las canciones no tomadas   de la Palabra. Dios es glorificado principalmente en las obras de: creación, salvación y juicio. El conocimiento de todo esto lo adquirimos en la Biblia. Nuestra glorificación de Dios debe obedecer los patrones bíblicos y el contenido bíblico. De otra manera no estamos glorificando a Dios tal y como él se ha manifestado. Durante toda la historia, siempre que el hombre ha intentado glorificar a Dios según su propia imaginación,   se ha desviado de la revelación bíblica. Por eso Dios prohibió tajantemente manosear las cosas sagradas (ver Éxodo 20:24,25). Debemos glorificar a Dios únicamente de las maneras que él especifica. Toda otra manera le ofende.

Parte del culto bíblico es glorificar a Dios conforme a la Palabra revelada. Como una de las formas principales de glorificar a Dios son los cantos, la iglesia debe asegurar que sus cantos se ajusten fielmente a la Biblia. No tenemos licencia de glorificar a Dios por cualquier manera que nos imaginemos. Tanto el contenido de la canción es importante, como la música y la forma de cantar. Anoche pasaron en la televisión un concierte con un cantante cristiano, pero se perdió por completo el mensaje en los efectos, las luces, el humo y el baile —en fin, se perdió todo mensaje que glorificara a Dios por el sobre énfasis en el hombre. Me temo que mucha música en la iglesia hoy no cumpla con el propósito de glorificar a Dios.

8. Cosa seria

El tema de la gloria de Dios es de suma importancia. La Palabra nos indica muchas veces que Dios salva a su pueblo para la alabanza de su gloria (ver por ejemplo Efesios 1:6,12,14). Somos salvos para glorificar a Dios. La gloria de Dios es la meta suprema de la vida de los cristianos (ver 1 Corintios 10:31 —debemos comer, beber y hacer todo para su gloria).

En el siglo 16 los Reformadores de la Iglesia restauraron claridad al pueblo de Dios, y su lema Soli Deo Gloria! fue la bandera de lucha contra la idolatría, la confusión y la manipulación. Pero hoy hemos vuelto a caer en la misma idolatría de la capacidad del hombre, la confusión y la manipulación. Una vez más necesitamos reformadores que levantarán en alto la bandera del Dios glorioso para pregonar de nuevo:

Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, El único que hace maravillas.

Bendito su nombre glorioso para siempre, Y toda la tierra sea llena de su gloria.

Amén y Amén (Salmo 72:18-19).

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