Por Hermina Dykxoorn
Reforma Siglo XXI, Vol. 13, No. 1
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.
Cuando el apóstol Pablo escribe en Romanos, “Ame a su prójimo como a si mismo”, él supone que nos amamos a nosotros mismos. En la actualidad requiere un esfuerzo de nuestra parte para no amarnos demasiado. Así nacemos. Nos es natural. Es parte de la condición humana. Nos amamos a nosotros mismos. Hace unos años serví en la junta local de una residencia de maternidad y regularmente entrevistaba a jóvenes embarazadas que ocupaban un lugar donde quedarse. Siempre les explicaba acerca del asilo, los servicios que proveían y lo que se esperaba de ellas si fueran a incorporarse a lo que esencialmente es una familia. Igualmente les dejaba saber que la razón por la cual esta residencia estaba disponible a ellas era porque personas generosas en la comunidad habían tenido la previsión de saber que habrían muchachas adolescentes en situaciones semejantes a las suyas, y que estas personas generosas amablemente habían proveído un lugar. Ellas generalmente no se encontraban muy agradecidas. Una muchacha de 16 años me sorprendió profundamente. Dijo, “Pues, alguien me tiene cuidar. ¡Estoy ya para dar a luz!” Tuve que morder la lengua. Quería decirle, “Realmente nadie, además de tus padres, esta obligado a mantenerte. Es por amor que algunos en la comunidad lo hacen”.
Y muchas de las muchachas con que hablaba, aunque no tan descaradas, poseían la misma actitud de exigir sus “derechos”. Era como si, a pesar de sus circunstancias, ellas nunca habían cometido un error y que la comunidad estaba obligada a proveer lo que ellas necesitaban, y cuando lo necesitaban. La mayoría de las muchachas que entrevisté no sentía vergüenza ni sufrían de baja auto-estima, a pesar de estar, en lo que hubiera sido considerado hace pocos años, una situación deshonrosa.
Mi experiencia en colegio fue muy distinta. Mientras ahora, miles de adolescentes quedan embarazadas cada año en Norteamérica, yo sólo recuerdo un caso de mis cinco años en el colegio Dorchester High. Y siempre recuerdo que se oía susurrado “zorra” y “perra” en los pasillos cuando pasaba la desafortunada muchacha. Se oye abusivo comparado con las normas de hoy, y tal vez hasta inmoderado, pero pensemos en la realidad de la situación. ¿A quién le gustaría pasar por lo que pasó esa muchacha; el ridículo y la vergüenza que soportó? Nadie. Una muchacha en cinco años demuestra que la vergüenza puede ser un impedimento efectivo.
Eso sucedió temprano en los 1960s. El movimiento de “auto-estima” surgió más o menos al mismo tiempo. En 1969 la publicación de La Psicología de la Autoestima por Nathaniel Branden fue lo que puso la cosa en marcha. Branden opinó que la autoestima es la característica singular más importante que necesita una persona. Obteniendo una auto-imagen positiva, usualmente por cualquier medio posible, vino a ser una meta social. Lo que se oponía a, o sofocaba la autoestima tenía que ser suprimido y reemplazado. Mientras el movimiento para sustituir el ideal cristiano de negarse a sí mismo con el ideal de autoestima impactó la sociedad entera, las escuelas se vieron como el lugar obvio donde implementar esta agenda para transformar la educación. Y las escuelas se lo tragaron. Los siguientes 30 años vieron no solo las escuelas públicas, sino las cristianas también, incorporando en sus clases generales el énfasis en la autoestima. Mi último plazo en una junta de escuela cristiana fue en 1990. La escuela estaba en el proceso de renovar su currículum social y yo fui asignada a cernirla, para ver si sus valores morales estaban al tanto, particularmente en el área de la educación sexual, un tema de la cual muchos maestros y padres tenían preocupaciones. Lo que encontré me dejó molesta. La educación sexual estaba usualmente localizada en una sección que podía ser removida. Lo que me perturbó fue que encontré el currículum completamente basado en la educación de autoestima. Recuerdo que en una sección los estudiantes fueron preguntados
¿cual era el criterio que ellos usarían para escoger sus amistades? La respuesta no fue la compatibilidad o un interés mutuo entre amigos, sino, ‘¿qué puede hacer esa persona por mí?’
Había un componente de sexualidad en el currículum, pero eso era de poca importancia. Si estudiantes interiorizaban el currículum ofrecido en este curso no importaría si había o no un elemento de sexualidad porque el resultado de cursos en autoestima es la elevación del ser. Lo que es correcto para mi, es correcto. Lo que a mi me agrada y me hace sentir bien y lo que me afirma, es bueno. Y estas son las mismas actitudes que han causado la epidemia de relaciones sexuales a edad tempranas.
Los deportes escolares fueron dejados inermes de su elemento competitivo. Se hizo costumbre repartir trofeos por competir, no ganar. Ya no eran títulos de logro sino títulos de participación. Hasta calificar era dañino para la psicología del niño. Las notas que se sacaban ya no correspondían a lo que aprendían, sino reflejaban solamente intento y esfuerzo. Los lapiceros rojos fueron botados. Ya no se podía criticar, y la alabanza —merecida o no— abundó. La mayoría de padres marchaban a compás. Sus niños eran incapaces de hacer algo malo. El 85% de padres estadounidenses piensan importante decirle a sus chicos que son inteligentes y halagarlos sin importar si cumplen el objetivo. Es un credo el proteger a niños de fallas y sentimientos desfavorables.
Dr. Jean Twenge de La Universidad San Diego, en uno de los estudios más extensos de las universidades, encontró que los universitarios padecían de un narcisismo que la generación anterior no conocía. En su libro Generación Yo: La Razón por la cual la generación joven de hoy tiene más confianza, son más afirmados, con más derechos —y más miserables que cualquier otra generación contiende que el estado narcisista en que se encuentran los rinde más agresivos ante la crítica constructiva, les roba de empatía, y tienden a ser egoístas. Ellos “caen en el grupo de personas que tienen relaciones románticas muy cortas, y expuestos al riesgo de la infidelidad, carecen de emociones y reflejan actitudes violentas y deshonestas”.
Un reciente estudio en psicología publicado en el Diario de Juventud y Adolescencia demuestra que el deseo de asegurar nuestros hijos en la escuela y colegio que son el centro del universo ha sido ineficaz. Dos tercios de universitarios de las edades 18 a 25 creen que “el esfuerzo duro” debería ser el criterio para sacarse buenas notas. El 41% creen que merecen un 90 por terminar gran parte de las lecturas y un tercio siente que merecen un 90 solo por atender no todas pero muchas de las clases. Las estadísticas manifiestan que los estudiantes no entienden que su nota depende de la comprensión de la materia y respuestas correctas. Hasta los profesores han cooperado y contribuido en este juego. En la Universidad de Western Ontario, Profesores Cote y Allare, en un análisis profundo de las consecuencias del movimiento de autoestima encontraron que más de una tercera parte de los profesores registraron que menos de 10% de sus estudiantes tomaban en serio sus clases. Peor aún, más del 80% de profesores dijeron que habían rebajado el estándar de sus cursos y que habían hecho tareas más faciles. Desde kinder, tanto en la casa como en la escuela, estos jóvenes han sido protegidos del fracaso. No nos debe sorprender que reclamen que esto siga igual, aunque esto signifique que el estándar sea rebajado.
¿Qué dice la biblia acerca de la autoestima? En realidad, nada. Ni la frase misma puede ser encontrada. Mientras ha habido narcisistas desde la caída del hombre en el pecado, culturas enteras dedicadas al narcisismo son culturas que no pueden, y no van a permanecer.
Solo hay un antídoto contra el egoísmo. Cristo, que por su propia naturaleza es Dios, por el acto de entrar en nuestro mundo, humillándose se hizo semejante a los hombres, tomando forma de siervo. Dios el Hijo como un infante, como un hombre, un siervo, y últimamente como salvador. Esta idea de Dios que se humilla y se hace siervo es única entre las religiones del mundo. Esto torna el mundo al revés. Y cualquiera que desea seguirlo, debe negarse a sí mismo, tomar su cruz, y seguirle. Es un sendero que deja poco campo para el egoestima.