Por Julio C. Benítez
Reforma Siglo XXI, Vol. 13, No. 1
Ejemplo bíblico de una persona que quería “sembrar” dinero para recibir a cambio una “bendición” y ejemplo bíblico de un pastor que recibió una “siembra” de alguien que había sido sanado de una penosa enfermedad.
“Apreciados amigos, soy el profeta Carlos Manrique2 y tengo una palabra profética para todos los oyentes. Tengo una bendición profética para aquellas primeras cincuenta personas que llamen a la emisora y “siembren” una buena cantidad de dinero. Estas cincuenta personas que siembren en la emisora recibirán un milagro pode- roso de parte de Dios en estos días. No importa la enfermedad o el problema, el Señor hará el milagro que están esperando”.
Estas son las palabras de un “profeta” brasilero que visitaba una ciudad de la costa atlántica colombiana y trataba de “bendecir” a los incautos oyentes con una supuesta profecía.
Decenas de personas se comunicaron con la emisora y “prometieron su siembra económica” esperanzados en recibir el “milagro” que deseaban.
Esta escena se repite día a día en Colombia y el resto de naciones latinoamericanas. Es una práctica constante y abundante en numerosas iglesias, ministerios o instituciones que se hacen llamar cristianas.
Pero ¿Qué dice la Biblia al respecto? ¿Es verdad que los “profetas” bíblicos podían prometer a todas las personas que les dieran dinero: la sanidad o un milagro en particular? ¿Podía un profeta bíblico pedir dinero para su ministerio a cambio de hacer milagros? ¿Autoriza el Señor en las Sagradas Escrituras a los pastores y líderes a pedir dinero (“siembra”) a los creyentes e incrédulos para que así puedan recibir bendiciones materiales o de otra índole?
Antes de responder estas preguntas me gustaría analizar dos casos presentados en la biblia respecto a la práctica de lo que hoy día muchas personas llaman “la siembra”. Un caso trata de un “creyente” que desea sembrar dinero en un apóstol para recibir una “bendición” y otro caso de un líder (algo así como un copastor) que recibe dinero o “siembra” de una persona que ha sido beneficiada por un verdadero milagro de sanidad.
En la ciudad de Samaria están sucediendo cosas maravillosas. Felipe, a causa de una fuerte persecución en Jerusalén, había descendido a esta ciudad y predicaba con denuedo el Evangelio. Mucha gente acudía a escucharlo. Algunos enfermos y personas poseídas por espíritus inmundos eran sanados por el poder del Espíritu Santo que obraba a través de Felipe. Los habitantes de la ciudad estaban gozosos al escuchar la predicación del reino de Dios que ha llegado a ellos a través de la predicación cristiana.
Muchas personas llegaron a los pies de Cristo, entre ellos un hombre dedicado a la magia, es decir, al engaño. La Biblia dice que engañaba a la gente haciéndose pasar por algún grande. Había aprendido ciertos trucos y con esto explotaba a la gente. Pero Simón, el mago, creyó en Cristo. No solo creyó sino que fue bautizado y hecho miembro activo de la Iglesia naciente en Samaria.
Al poco tiempo de esta predicación abundante en Samaria, llegaron varios apóstoles desde Jerusalén con el fin de confirmar la fe de los nuevos creyentes y verificar lo que el Señor estaba haciendo en esta ciudad.
Los hermanos Pedro y Juan llegaron y estuvieron algún tiempo con los creyentes, orando por ellos e imponiendo las manos para que recibieran el don del Espíritu Santo, pues, solo habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Cuando estos verdaderos apóstoles oraban por los nuevos creyentes, ellos recibían el don del Espíritu Santo.
Cuando Simón, el mago convertido al cristianismo, vio que los apóstoles oraban por los creyentes y recibían el Espíritu Santo, su corazón se llenó de un sincero deseo por tener ese mismo poder, como diríamos en el lenguaje de los modernos “apóstoles” o “profetas”, Simón quería recibir la misma “unción” para él también impartir el Espíritu Santo. Él quería esta bendición y, de la misma manera que los falsos predicadores de hoy día, pensaba que era necesario dar una siembra económica para que el Señor tuviera a bien concederle esta “unción” o “bendición”. Así que Simón se arma de valor y llega donde Pedro y Juan a llevarle o proponerle la “siembra económica”, él les dice “Dadme a mí también este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo”. Pero antes de decir esto, Simón ha prometido la “siembra” al ministerio apostólico de Pedro y Juan. Él les ofreció dinero. Así como hacen miles de personas incautas en Latinoamérica. Ellos esperan a que llegue un supuesto “apóstol” o “ungido” y entonces le llevan grandes donaciones de dinero con el fin de recibir la bendición especial que desean. Esto es a lo que ellos llaman “siembra”. Pero escuchen cuál fue la respuesta de un VERDADERO APÓSTOL de Cristo ante la propuesta de una siembra: “Tú dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.” Hechos 8:20
Esa será la respuesta que muchos escucharán en el gran día del juicio, muchos serán declarados malditos y lanzados al infierno, porque no buscaron al Señor con los propósitos correctos, sino que estaban interesados en disfrutar de los asuntos materiales de este mundo comprando las bendiciones de Dios a través de las famosas y engañosas “siembras”.
Un verdadero apóstol no solo se abstiene de recibir dinero de aquellos que pretenden “sembrar” en Dios para recibir un milagro, sino que no promueve esto. Pero lo que encontramos hoy en los falsos apóstoles modernos es que no solo están dispuestos a recibir dinero de gente incauta sino que PROMUEVEN el que las personas les den dinero a cambio de recibir un milagro. Pero escuchen lo que les pasará a esos falsos pastores, falsos maestros, falsos apóstoles, falsos profetas que andan por todas partes robando a gente incauta a cambio de ofrecerles milagros o bendiciones, y aquí pasamos al segundo caso, al caso de un “copastor” que decidió recibir el dinero que ofreció una persona beneficiada por un verdadero milagro:
Resulta que un general del ejército de Siria estaba enfermo, con lepra. Su situación era terrible. Pero un día, por la gracia del Señor, una sirvienta Israelita le comenta a la esposa de este general que en Israel hay un profeta del Señor, el cual puede orar por Naamán, el general sirio, y su enfermedad puede sanar. Con esta voz de esperanza el general sale, con toda la pompa de un alto oficial de este imperio, y llega hasta la humilde morada del profeta del Señor, en búsqueda del milagro. El profeta del
Señor no sale a recibir a este importante general, sino que manda a un mensajero a decirle que se lave siete veces en el río Jordán. El general se sintió desatendido, él pensaba que este profeta iba a salir a recibirle y darle los reconocimientos que merecía su dignidad militar, pero no fue así. Tan distinto como hacen los modernos “profetas” quienes no escatiman esfuerzo alguno para dar reverencia a cualquier dignidad política que visite sus templos, y a pesar de que sean políticos incrédulos los suben al púlpito y los ungen como siervos del Señor. Tenemos tanto que aprender de las Sagradas Escrituras.
Lo cierto es que este general, a pesar de sentirse ofendido por la actitud del profeta, termina obedeciendo y se zambulle en el río, quedando completamente sano de su enfermedad. Ha recibido una gran bendición.
Lo interesante de la historia, que quiero analizar en este escrito, es lo que sigue. El general se siente agradecido con el Señor por este verdadero milagro y decide “sembrar” en el profeta ciertos presentes, a lo mejor joyas y bienes materiales. Es como una muestra de gratitud por el favor recibido. Pero el profeta decide rechazar la “siembra” del general. El verdadero profeta sabe que todo lo ha recibido de gracia y de gracia debe darlo. (Mateo 10:8). Así que NUNCA recibirá dinero o bienes por los milagros que el Señor quiera hacer a través de ellos.
Algunos modernos y falsos profetas, no solo reciben dinero o bienes de aquellas personas que supuestamente han recibido un milagro, sino que motivan a la gente a darles dinero por futuros milagros que puedan recibir.
El general insistió en dar su “siembra” al profeta, pero este la rechazó. Así que el general se fue para su país.
Pero un ayudante del profeta, llamémoslo su “copastor”, pensó en su corazón “¿Cómo es posible que el profeta rechace esta bendición que el Señor nos manda? Nuestro ministerio necesita crecer, necesitamos una mejor casa en vez de esta humilde morada en la que estamos, ¿Cómo podemos rechazar la gran bendición económica que el Señor nos manda?”, así que este copastor decide alcanzar al general y recibir de él la “siembra”. Giezzi, el ayudante del profeta, alcanza a Naamán y este le da grandes regalos materiales para el ministerio profético.
Una vez que el copastor regresa donde el profeta, éste es reconvenido por el siervo del Señor a causa de lo que ha hecho y el profeta le dice, así como nos dice a todos los cristianos de este siglo y le dice a todos los falsos “apóstoles, profetas, pastores y maestros” que han convertido la fe cristiana en un mercado negro: “¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas (podríamos agregar: autos lujosos, casas costosas, vida suntuosa…)?” 2 Reyes 5:27 “Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre” (Vs. 27)
Esta es la condenación para los que estafan al pueblo, a las ovejas hambrientas: su corazón se llenará cada día de la lepra del pecado y se hundirán más y más en su hambre materialista y, así como Demas, abandonan la verdadera fe amando más a este mundo y las cosas materiales que están en él (Lea 2 Timoteo 4:10).
Apreciado hermano, ten cuidado de los falsos ministros que pululan por todas partes hoy día. Si un ministerio o pastor o “profeta” o “apóstol” está pidiendo siembras económicas para que tú recibas milagros, o está recibiendo siembras económicas de aquellos que han recibido milagros, no les creas, tenles por falsos. No tengas temor de sus maldiciones, no temas juzgar sus
doctrinas y prácticas, pues la Biblia te autoriza a hacerlo. Jesús felicitó a la Iglesia de Éfeso por probar, juzgar, a los que en esa época se decían ser apóstoles. Los sometieron a prueba, verifi- caron que su doctrina y práctica fuera como la de los verdaderos apóstoles nombrados por Cristo, y los hallaron falsos, menti- rosos. (Lea Apoc. 2:2). No tengas miedo de juzgar sus doctrinas y prácticas, nada te va a pasar, más, si no lo haces, si te pueden pasar muchas cosas:
- Ser engañado, estafado
Ser alimentado en tu codicia por las palabras lisonjeras y engañosas de estos hombres que no son más que mercaderes de la fe, como dice Pedro: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras…, Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros (los creyentes) con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2 Pedro 2:1-3).
2.Ser maldecido por Dios
Recuerda las palabras de Pedro a Simón, el que quería sembrar en el ministerio apostólico para recibir una bendición: “Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero” Hechos 8:20 o recuerda lo que le pasó a Giezzi, el siervo del profeta, murió leproso.
O lo peor que puede pasar, es que tu alma sea condenada eternamente en el infierno. Los falsos profetas, que casi siempre hablan con palabras dulces, halagadoras, de paz y prosperidad, no están interesados en la salvación eterna de las personas, no les interesa el alma, solo están interesados en satisfacer sus vientres y vivir cómodamente. (por favor, lee el ensayo que escribí sobre los profetas y la profecía en la Biblia el cual me lo puedes solicitar de este autor por email).
Apreciado hermano en la fe, las iglesias cristianas históricas, desde el primer siglo, hasta este siglo, nunca ha practicado lo de la siembra para recibir milagros o bendiciones. Esto es algo nuevo, de este siglo materialista. Forma parte de la mercadería de la fe. El Señor obra milagros como él quiere, cuando él quiera y sin cobrar un solo peso.
Los creyentes somos llamados a ofrendar con alegría para el sostenimiento de la obra y en especial para ayudar a los creyentes pobres (Lea 2 Corintios capítulos 8 y 9), pero nunca se nos pide ofrendar para recibir milagros. Esto es una herejía y forma parte de los engaños de los tiempos finales.
No dejes que tu corazón se llene de avaricia escuchando las falacias que predican estos falsos “profetas”, que tu corazón no se encuentre como el de Simón “porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás” Hechos 8:23.
Si has practicado la siembra para recibir milagros, haz lo que Pedro le dijo a Simón: “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá sea perdonado el pensamiento de tu corazón.” Hechos 8:22
Ora como hizo Simón: “Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí” Hechos 8:24
Evita escuchar las falsas predicaciones de estos modernos “apóstoles o profetas” que piden siembras de dinero para que ustedes reciban milagros, evítalos como se evita a una plaga. No escuches emisoras “cristianas” de radio o televisión donde sus predicaciones están centradas en el dinero, y en los milagros a cambio de siembras.
Busca iglesias cristianas donde aún se predique el evangelio de una manera pura, fiel a lo que los verdaderos y únicos apóstoles del cordero predicaron y enseñaron. No te dejes engañar por los vividores de la religión. No temas sus amenazas, nada pueden hacer contra ti. Así como Dios no escuchó las maldiciones que lanzó el falso profeta Balaam sobre el pueblo de Israel, de la misma manera Dios no escuchará las maldiciones que lanzan estos falsos “profetas o pastores” sobre aquellos verdaderos creyentes que abandonan sus nefastas filas.