Por James Wanliss
Reforma Siglo XXI, Vol. 14, No. 1
1. Introducción
El Dios del Antiguo Testamento es posiblemente el personaje más desagradable de toda la ficción: celoso y orgulloso de serlo; un controlador obsesivo mezquino, injusto, y falto de perdón; un depurador étnico vengativo y sediento de sangre; un abusivo misógino, homofóbico, racista, infanticida, genocida, filicida, pestilente, megalomaníaco, sadomasoquista, caprichosamente malvado.
Esto escribe Richard Dawkins, con el rabo enredado entre las piernas, en El delirio de Dios.
Me gusta Dawkins, y mucho. Insatisfecho de ser piadoso sin contentamiento, audaz en su religión atea, gruñe y refunfuña implicaciones de sus perspectivas sobre la ciencia y la religión. Lo cito, no cuando menos porque tenga mucho que decir sobre el tema que se me ha asignado, sino también porque es científico, biólogo de la Universidad de Oxford.
2. La Reina de las Ciencias
No hace mucho, la teología (el estudio de Dios) era considerada la Reina de las Ciencias. Los que se daban el gusto de dedicarse a las ciencias físicas lo hacían en gran parte como un pasatiempo. La teología era lo principal. La vida de la mente y del espíritu, el mundo, todo el intelecto, eran el dominio del teólogo.
En nuestra era de extrema especialización, sea o no una opinión válida, los ministros cristianos ya no son vistos como portadores de verdad. Dan sus opiniones y las audiencias, si se han entretenido, pueden ofrecer un aplauso algunas veces. Los Ministros del Evangelio no tienen autoridad ni respeto en nuestra cultura.
Cuando se les enfrenta con problemas serios y preguntas importantes, las personas ya no piensan en los ministros del evangelio como sus pastores. Si tienes problemas, físicos o espirituales, ¿a quién vas a llamar? Llamas a los Caza-fantasmas. Incluso en las películas, quizá especialmente ahí, el “científico” o académico reemplaza al ministro cristiano como el embajador de la autoridad y la verdad. El nuevo orden espiritual es simplemente la casta científica. Los primeros cristianos creían que la Biblia sola era la Palabra de Dios y por lo tanto la fuente absoluta de verdad
Primero esta proposición fue desafiada, y después rechazada como una piedra de tropiezo innecesaria para los creyentes. Los primeros cristianos creían que Dios se revelaba a sí mismo tanto en la Biblia como en la naturaleza, pero mayormente en la Biblia. Ahora la ciencia unida a Dios es anatema. Lejos de ser la fuente de la verdad, muchos ya no consideran la Palabra de Dios ni una fuente de verdad. Muchos ven la ciencia como que clava el ataúd de Dios.
2. ¿La ciencia y la verdad?
Según la Academia Nacional de Ciencias (NAS por sus siglas en inglés):
La religión y la ciencia están… separadas y son áreas mutua- mente exclusivas del pensamiento humano cuya presentación en el mismo contexto lleva al mal entendimiento tanto de la teoría científica como del credo religioso.
Déjenme traducir esto. La palabra ciencia tiene su raíz en el latín “scire” que significa ‘saber.’ Uno puede pensar en la ciencia como la búsqueda del conocimiento y el entendimiento. Pensando principalmente en el cristianismo, la NAS dice que no existe conflicto entre la ciencia y la religión, porque no tienen relación una con la otra, una se basa en los datos, la otra en los sentimientos. Podemos conservar nuestra fe sin ser violada por la ciencia si aceptamos que el conocimiento objetivo (esto es, real) sólo proviene de la ciencia. Asegurar nuestra paz sólo requiere que conservemos nuestra fe puramente personal, subjetiva, sin impacto alguno en cómo vivimos. No debemos ser tan ingenuos como para aceptar tales ofrendas de paz.
Esta declaración de NAS iza una bandera falsa pues casi todos los científicos, en la práctica o sino en principio, tratan la religión y la ciencia como campos que se conectan íntima- mente. El científico Richard Dawkins no es anómalo, sino más consistente públicamente que los otros. Dawkins es un proveedor, un conocedor, un epicúreo, de una búsqueda de conocimiento a la cual llamamos unismo.
3. El unismo y la ciencia
La ciencia unista, la cual describiré a continuación, es la búsqueda del conocimiento y el entendimiento sin referencia a un Dios personal. Deberíamos reconocer cuán pocos científicos son tan atrevidos como Dawkins al seguir presuposiciones unistas hasta llegar a conclusiones incómodas.
Los cristianos también se impregnan, pensando algunas veces que es humilde renunciar a la certeza, escogiendo picarse sus propios ojos con el dedo e interpretar su teología por medio de las últimas teorías de la ciencia. Ninguna persona cuerda debería admirar al hombre que, después de cegarse a sí mismo, niega lo que ya no es capaz de ver.
La ciencia unista tiene al menos dos sabores, de los cuales ambos me recuerdan mi escuela secundaria en Cape Town. Si los jóvenes salíamos mal en un examen, nuestro maestro, sonriente como un tiburón, sacaba unas cuantas reglas, y nos dejaba escoger el sabor de nuestra vara de castigo (soda de crema o frambuesa). Yo no estaba fascinado con los sabores, incluso siendo ellos seguros, legales y justos. Materialista y orgánica son los nombres que doy a los sabores de la ciencia unista. Ambos son venenosos y dolorosos.
3.1 Materialista
Según Karl Pearson, en su Gramática de la Ciencia,
“La meta de la ciencia es clara, no es sino la completa interpretación del universo… asegura que el amplio rango de fenómenos, tanto mentales como físicos (el universo entero) es su campo. Asegura que el método científico es la única entrada al área completa del conocimiento.”
En lugar de la neutralidad falsa ofrecida por la NAS, citada antes, vemos en su lugar cuántos científicos ven su labor como una plataforma desde la cual sacuden su puño contra Dios.
Al difunto Carl Sagan, un Caballero Negro de la ciencia materialista, ocasionalmente le pareció conveniente representar la posición de la NAS. Pero mayormente, al igual que Dawkins, utilizó la solemnidad de la ciencia para socavar a la cristiandad. Cada capítulo de su serie de televisión ‘cosmos’ finan- ciada por el gobierno empezaba con este insultante aforismo: El Cosmos es todo lo que hay, lo que ha habido o lo que habrá jamás. Esta declaración profundamente religiosa, una burla de la Biblia, deifica el cosmos. Sagan estudió las estrellas. Demasiado impresionado por el alcance y la grandeza de sus observaciones, decidió que nada podía ser más grande. Sólo los mecanismos materiales necesitan explicar su ‘mundo material’. La fuente de la verdad ha de encontrarse sólo en la observación y el estudio de lo material.
La posición de Sagan sigue presentándose como ‘científica’. Yo diría que es la comprensión dominante de lo que trata la ciencia. Ya sabes, si uno quiere hallar la verdad sobre algo, evitando opiniones y argumentos caleidoscópicos, uno acude a la ciencia. si quieres saber de dónde viene la luna, ¿a quién vas a llamar?
Sagan y muchos científicos modernos se ven como caza- fantasmas. Es interesante que según el Diccionario Inglés de Oxford, un Sagan es un delegado del Sumo Sacerdote Judío, el segundo funcionario más alto del templo. Así que quizá irónicamente, Carl Sagan ha desarrollado el papel dramático de un sumo sacerdote delegado de una nueva mitología científica.
Una reciente película de IMAX financiada por el gobierno resaltando las ciencias espaciales, explica cómo, a través de las edades, la cristiandad intolerante ha sido la enemiga de la ciencia, pero la ciencia materialista, esa luz en la oscuridad, ha ganado la guerra: Las Catedrales de la Nueva Era eran las Catedrales de la Ciencia.
Dada la posición de respeto del Sagan en el panteón de la ciencia moderna parece que la ciencia es para muchos (quizá la mayoría) la guía absoluta a la verdad de sus practicantes académicos. La ciencia se ha convertido en un ídolo de poder. La ciencia unista planea librar al hombre del alma, y al universo de un Dios personal. El conflicto entonces, entre la ciencia atea moderna y el cristianismo se debe a la diferente perspectiva de la fuente y naturaleza de la verdad. El ateísmo, al menos el ateísmo de Sagan, sostiene que el hombre y la materia son la fuente de la verdad, o al menos el medio mediando la verdad. Hasta hace relativamente poco, la mayoría de los cristianos decían que la verdad se encuentra en la persona de Jesús el Rey, revelado en la Biblia.
La meta de la posición Darvinista de la vida adoptada por Sagan, Dawkins y muchos otros va más allá de probar que sólo los mecanismos naturalistas pueden dar cuenta del mundo físico. La posición Darvinista busca mostrar que el materialismo da cuenta de todo lo que observamos y experimentamos.
Esto me recuerda los primeros comentarios de Peter Jones sobre Yuri Gagarin. Existe una negación de lo que llamamos realidad espiritual. Irónicamente, en lugar de acabar con la fe, tales metas audaces promueven un alto grado de fe ciega, pues el ateísmo es ciego, sordo, y mudo.
El unismo materialista asegura que todo lo que normalmente colocaríamos bajo la categoría de espiritual (los pensamientos, las ideas, los sentimientos, la consciencia, etc.) surgen de un mecanismo físico. Así que cierto pensamiento está más que causalmente conectado a reacciones químicas en las neuronas del cerebro. Los pensamientos son secreciones del cerebro. La idea es que no existen pensamientos sin la actividad química del cerebro porque los pensamientos y la química son uno y lo mismo. Son dos caras de la misma moneda.
Los científicos materialistas no creen tanto que Dios esté muerto. Creen que la ciencia prueba que él nunca estuvo vivo. Pero los ateos ni siquiera son consistentes y necesitan, en sus momentos de mayor debilidad, una ideología más estimulante. Un grupo de científicos notables, firmaron esta declaración, cuyo autor fue Carl Sagan:
Como científicos, muchos de nosotros hemos tenido experiencias profundamente personales de asombro y reverencia ante el universo. Entendemos que aquello que se considera sagrado es más probable que sea tratado con cuidado y respeto. Nuestro hogar planetario debería ser visto así. Los esfuerzos por salvaguardar y cuidar el ambiente deberían ser infundidos con una visión de lo sagrado.
Esta fue una de las primeras declaraciones ‘sagradas’ publicadas por un grupo distinguido de científicos, pero no la última. Uno no puede negar mucho de lo que existe en la experiencia humana y seguir esperando coherencia. Al igual que el mundo empezó a absorber completa y más consistentemente la ciencia materialista, la mecánica cuántica y la relatividad especial esterilizaron las mentes de los nuevos ateos. Camarada Gagarin, te presento a Lady Gaga.
3.2 Los posmodernistas mueven tu mundo: la mecánica cuántica y los rayos cósmicos
Esto nos lleva al segundo sabor de la ciencia unista, el cual es esencialmente posmoderno. Lo llamo unismo orgánico porque reconoce que existe mucho más en el mundo que simples fenómenos físicos. Al ver cómo la ciencia materialista inexorablemente lleva a una vida sin esperanza de completa insignificancia y desesperación vacía, el unismo orgánico ofrece algo más estimulante.
Los físicos Newtonianos de la antigüedad creían en un mundo objetivo, que no se avergonzaba ni cambiaba cuando se veía acorralado o provocado. Pero el mundo cuántico sugiere que es imposible ver la realidad, al menos la realidad submicroscópica, sin cambiarla.
Después de Newton, se pensaba que entender las más profundas complejidades del cosmos estaba al alcance de la humanidad. El espacio profundo ya no era más el furtivo campo de juego de los dioses, o un mundo misterioso habitado por demonios. Se reduce a una ley mecánica que relaciona el movimiento y la materia, desde el átomo más pequeño hasta la galaxia más prodigiosa. La ciencia se tornó omnipotente. Los materialistas ateos se aferraron a esta perspectiva mecanicista. Proveía, pensaron ellos, una justificación para su perspectiva de la vida. Irónicamente, fue la física la que lo explotó todo.
Primero, el mundo cuántico separó los átomos, al igual que la bomba rasgó la oscura seda del cielo. Los átomos no eran, como insistieron los griegos, la verdadera esencia, sino la apariencia. Consideren un elipse en el centro de un jardín.
¿Será eso un elipse? Al acercarnos, la forma parece menos elíptica y más circular. El círculo sólido es la esencia, y el elipse es la apariencia. Muchas capas de percepción parecen mostrarnos que el círculo es la realidad. Al combinar varias perspectivas del objeto, lentamente la realidad entra en foco cada vez más.
Una investigación más profunda sugiere que la esencia son los átomos que conforman el círculo. La percepción es un proceso dinámico en pro de aumentar la certeza entre más capas uno añada a la información sensorial. La observación sensorial nos da información, es decir datos que de alguna manera se relacionan con la realidad.
Pero como el elipse no es la esencia, tampoco lo son los átomos. La física cuántica sugiere que los átomos son mayormente espacio vacío. Y nadie jamás ha observado un átomo. El pionero cuántico Werner Heisenberg escribió:
Pero los átomos o las partículas elementarias en sí mismas no son tan reales; forman un mundo de potencialidades o posibilidades en lugar de uno de objetos y hechos.
Nuestro planeta se baña en radiación de alta energía, considerada originalmente como que surgía de la tierra bajo nuestros pies. Pero en 1923 los experimentos científicos realizados en un globo descubrieron que la radiación se incrementaba con la altura, en lugar de disminuir como pensaban. La explicación obvia es que mucha de la radioactividad no provenía de la tierra, sino que caía desde el cielo.
Al pasar por una cámara de vapor, la radiación cósmica de alta energía deja rastros microscópicos. Estos rastros revelan algo aún más sorprendentemente extraño que los protones, neutrones y electrones. Extrañas partículas como neutrinos que pueden pasar a través de la tierra de lado a lado sin chocar contra nada.
Justo cuando pensábamos que quizá ya habíamos descifrado de qué estaba hecho todo los físicos descubrieron evidencia de todo otro zoológico de partículas, llamadas quarks, y más. Existen quarks arriba, quarks abajo, quarks encantados, quarks extraños, partículas con masa diminuta, y (contengan la respiración)… partículas con masa cero.
Una y otra vez los últimos cien años de observación científica del mundo cuántico contradicen lo que el sentido común esperaría o predeciría. La fórmula E=mc2 de Einstein, que relaciona la materia con la luz, desafía el entendimiento materialista de la realidad física.
Cada uno de nosotros brilla, cada uno emanando 100 julios de radiación de luz infrarroja cada segundo. Cada uno es radioactivo, disparando cerca de un rayo gamma cada segundo. Este recinto es una taza que se desborda con la luz que estamos quemando. Somos torbellinos de fuego tempestuoso.
Los diamantes son un tipo de carbón concentrado. Nuestros cuerpos son un tipo de radiación de luz concentrada.
Fue Einstein, cuya teoría especial de la relatividad fusionó el espacio y el tiempo, demostrando que nuestra observación de la realidad depende, cuanto menos, de cómo nos movemos. La teoría explica agradablemente observaciones tan bizarras como el incremento de la masa de un objeto en cuanto aumenta su velocidad. Eso no tiene sentido. No tenemos nada en nuestra experiencia directa para comparar con este extraño comportamiento detectado en el cosmos cuántico.
¿Cómo puede uno explicar una plétora de tan extrañas observaciones? La teoría cuántica de campo pinta un cuadro en el que la materia misma se deshace en una armonía de coloridos tonos de energía invisible. La distinción clara entre la materia y la energía se diluye.
Y la teoría de supercuerdas une el espacio, el tiempo y la materia en vibraciones de espiras de cuerdas invisibles. Así un protón no es un trozo de materia ajustadamente aplastado sino un corto filamento vibrante, como una cuerda de guitarra hecha de seda. Cuando una cuerda de guitarra vibra produce diferentes tonos. En la teoría de las cuerdas las cuerdas de la guitarra cuántica vibran para producir diferentes partículas. Los experimentos de física cuántica desvirtúan el materialismo porque muestran cómo la materia es mucho menos sólida de lo que normalmente asumimos.
La música cósmica de la ciencia del siglo veinte sacude los fundamentos de la arrogante ciencia atea unista. El físico Paul Davies, autor de “The matter Myth” (El mito de la materia) escribe,
Muchas personas han rechazado los valores científicos porque ven el materialismo como una filosofía estéril y poco prometedora, la cual reduce a los seres humanos a autómatas… Estas personas pueden tomar valor: el materialismo está muerto.
4. Una breve crítica
El modelo estándar que domina la enseñanza de la ciencia no es orgánico, sino unismo mecánico, tan elocuentemente recomendado por el biólogo Richard Dawkins, acicalando y posando como pariente de mono:
Admitimos que somos como simios, pero pocas veces nos damos cuenta de que somos monos.
¿Podrá ser cierto? Si es cierto, ¿entonces será mi religión, que se siente tan personalmente, falsa? Dawkins escribe:
En un universo de electrones y genes egoístas, las fuerzas ciegas de la física y el copiado genético, algunas personas van a salir lastimadas, otras van a topar con suerte, y tú no le hallarás ningún sentido ni razón, ni justicia alguna. El universo que observamos tiene precisamente las propiedades que deberíamos esperar si es que no hay, en el fondo, diseño alguno, propósito alguno, mal alguno, bondad alguna, nada sino una indiferencia despiadada.
Esta es la perspectiva del consenso implícita en la mayoría de lo que la ciencia enseña. Como adolescente leí libros posmodernos, que presentaban la perspectiva orgánica, y me emocionaban porque claramente metían el dedo en el ojo de la imperiosa ciencia materialista, cuyas implicaciones me habían desconcertado. Encontré difícil discutir con la perspectiva de que nosotros los humanos habíamos, en esencia, avanzado de animales más simples. El hombre evolucionó a partir de átomos inorgánicos que lentamente unieron y formaron la vida, y entonces movidos a través del espectro de muchos billones de años de animales menos a más complejos. Quizá era verdad.
Los científicos como Davies argumentaron, correctamente, que el Emperador en realidad no llevaba ropa material. ¡La vida realmente tiene significado! Lo que no vi fue que esta nueva lectura de la ciencia podía llevar igualmente al unismo, dejando intacta la mitológica creación evolutiva. Einstein creía en Dios, pero no en el Dios personal de la Biblia, a quien despidió reflexivamente. Por casi cien años la desesperación del unismo materialista ha perdido terreno ante las esperanzas irracionales del unismo orgánico. Los provisores del unismo, sin importar si son ateos o teístas, tienen en común un mito de la creación.
William Provine, profesor de biología en la Universidad Cornell de Sagan, abraza el mito unista de la creación. Lo ve como un nivelador universal, un potente solvente de todos los deseos más queridos, completamente indiferente a nuestras perspectivas de Dios:
…creer en la evolución moderna vuelve ateas a las personas. Uno puede tener una posición religiosa que sea compatible con la evolución sólo si la posición religiosa es indistinguible del ateísmo.
Esta es la relación. Los unistas materialistas dicen que nada es sagrado. Los unistas orgánicos dicen que todo lo es. Las Naciones Unidas codifican la última posición en su Carta de la Tierra, dicen que actuar como los guardaespaldas de la tierra “es una encomienda sagrada,” que los humanos deben identificarse “con toda la comunidad de la Tierra,” y que debemos “vivir con reverencia ante el misterio del ser, gratitud por el don de la vida, y humildad con respecto al lugar humano de la naturaleza.”7 Y lo que es cierto para la Tierra lo es para el cosmos entero. Pero cuando todo es sagrado, entonces nada lo es. El punto de Provine es que cuando todo es uno, al igual que en la evolución, el ateísmo se vuelve ineludible.
“Materia oscura” o “energía oscura” son nombres que los científicos dan para explicar esos movimientos en el cosmos que contradicen el reinado presente de la física. Un tipo de goma universal o matriz primitiva que lo sostiene todo, es un algo que no podemos ver, algo inmaterial y sin masa en ningún sentido convencional. Los panteístas cristianos saltan de alegría, pues imaginan que están viendo a Dios cara a cara en los rincones de la creación, y existe una unidad fundamental con el cosmos impuesta por un toque de divinidad la cual compartimos nosotros y el universo.
Muchos cristianos aplauden, cuando sienten cómo la física, habiendo desacreditado el programa iluminado modernista, ofrece una explicación más calidad para la vida, quizá basada en la resurrección de Jesús. Y creen que recuperan dignidad intelectual al referirse a las teorías evolucionistas como si fuesen hechos.
La ciencia, creen ellos, retrata a la materia moviéndose en un ballet espiritual con tiernas y místicas cualidades como si fuera energía. La vida fluye de, y a través, y hacia ondas cósmicas de energía orgánica y verdes campos cuánticos sobre el cual miran el “vientre amplio de noche no creada” de Milton.
5. La perspectiva cristiana de la ciencia
Es dulce para los cristianos hacer ciencia para la gloria de Dios. Los objetos de la ciencia incluyen el conocimiento de nuestro mundo, una satisfacción de la curiosidad innata, amor por la verdad, y la observación de Su poder y divina excelencia. Por su misma definición, ya que Dios es el Dios de la verdad, la búsqueda de la ciencia es una búsqueda de Dios.
“Yo, la sabiduría, habito con la prudencia, y he hallado conocimiento y discreción,” dice la Palabra (Proverbios 8:12). La Palabra muestra cómo las invenciones de la ciencia debe- rían todas trazar un arco ardiente hacia la gloria de Dios, la fuente de toda sabiduría. es Dios quien da estas bendiciones para sembrar. Los granjeros, por ejemplo, conocen el lugar y el momento y el método para granos como el trigo, la cebada y el centeno, dice (Isaías 28:24-29) “Porque su Dios le instruye, y le enseña lo recto”.
Mayormente, al estudiar la Escritura, encontramos poca información relacionada a las ciencias generales o especiales. El contenido básico de la física, de la agricultura, y de otras ciencias, viene mayormente de la naturaleza que de la Escritura.
¿Cómo entonces debemos hacer ciencia?
La ciencia unista está empobrecida. Uno puede apreciar el alcance de esta pobreza al considerar cuál es la perspectiva bíblica de la ciencia, con la ciencia unista formando un fondo negro como el ébano. La búsqueda del conocimiento, es decir, la ciencia, siempre debe sostener y no oponerse a los principios bíblicos fundamentales que hacen de la ciencia algo posible y bueno. Déjenme enumerar unas cuantas proposiciones que deberían guiar la ciencia del siglo veintiuno. Verán, espero, cómo estas militan en muchas áreas en contra de todos los aspectos del unismo.
5.1 Deidad
En la supuesta guerra entre el cristianismo y la ciencia no es sabio, creo yo, que los cristianos se obsesionen con la creación. No es, creo yo, el principio de la creación lo que es primario. “En el principio Dios…” (Génesis 1:1) es lo que los cristianos saben que es verdad. Partimos de él, y de la realidad de que él nos dirige la palabra.
La ciencia unista empieza con la creación. Pero, como escribió Calvino, …todo el orden de la naturaleza es invertido y derribado, si el mismo Dios que es el principio de todas las cosas no fuese también el fin.
La ciencia, para ser ciencia, no puede nunca ser atea en principio, ni en práctica. La ciencia digna del nombre es la que nos instruye en la confianza y el temor de Dios; es decir, en la piedad.
Dios se revela a sí mismo como personal, no como una fuerza mecánica, ni como un nebuloso campo de energía. La Escritura enseña que Dios es eterno, pero todo lo demás tuvo un principio. Esto es contrario a la perspectiva de que el mundo, o al menos el relleno del mundo, era eterno, como nos lo dictan las mitologías egipcias, hindúes y chinas. En cuanto a las aplicaciones directas de este principio a la práctica de la ciencia, vemos que Dios se revela a sí mismo a nosotros, como si estuviera más allá del contexto del tiempo creado en el cual funcionamos. Las ideas científicas que hablan de la eternidad de cualquier parte de la creación, en cierta forma, son locas especulaciones, y una peste peligrosa.
Algunos cristianos piensan que uno debería abrazar la teoría del Big Bang porque sugiere que hubo un punto cero de la creación. Podría ser consistente con la información bíblica de que Dios creó todas las cosas de la nada. Pero deberían tomar valor y admitir honestamente que este modelo unista habla de un universo que se crea y recrea continuamente a sí mismo. Pero sabemos (Isaías 44:24) que la creación es la obra de Dios, y hemos de preferir la información bíblica. Tuvo un principio distinto.
El Big Bang también lo obliga a uno a aceptar una secuencia de eventos incompatibles con la revelación bíblica (por ejemplo, que la tierra existió después del sol en lugar de que la tierra existió antes del sol). La información bíblica, en la cual los sabios confían por sobre nuestras mejores explicaciones del mundo material, está en conflicto con la teoría del Big Bang. La información bíblica habla de un cosmos creado en un espacio de seis días, unos cuantos miles de años antes del nacimiento de Cristo.
5.2 Trinidad
Romanos 1:20 es uno de los muchos pasajes de revela otro principio claro sin el cual la ciencia queda discapacitada. La verdadera ciencia debe armonizar con, y por supuesto no contradecir, la verdad de la Divinidad. La creación revela la naturaleza trinitaria de Dios. Jesucristo, eternamente procedente del Padre, es inmanente en la Creación desde el principio. El mundo fue enmarcado por la Palabra Eterna de Dios, su unigénito Hijo, y por Él fueron creadas todas las cosas. Su Santo Espíritu es enviado en la obra de la creación y renovación. Uno sólo debe pensar en cómo estaría el mundo sin Su directa intervención después de la caída; todo decaería y sería reducido a nada (Salmo 104:29,30).
Los unistas orgánicos ven, particularmente en la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, lo que el físico David Bohm llamó una “totalidad intacta.” De hecho, el fundador cuántico Erwin Schrödinger, un hombre a horcajadas entre el
mundo moderno y el posmoderno, creía que “la pluralidad que percibimos es sólo aparente; no es real.”12 Sin embargo, la naturaleza trinitaria de la realidad pone la mentira en el unismo orgánico: Dios en la persona única del cosmos. Sabemos que las cosas son reales. Sabemos que hay tres personas en la Divinidad, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, y estos tres son un solo Dios, el mismo en sustancia, igual en poder y gloria.
5.3 Decreto
Tercero, vemos que existe un principio de la íntima determinación de Dios de los eventos del mundo. Nada pasa sin su consentimiento. Ni siquiera un cabello cae a tierra sin su consentimiento. Por supuesto, no es mi intención insinuar que no existan causas secundarias, como que el cabello no se acomoda por causa de la gravedad, la curvatura del espacio- tiempo, o alguna otra cosa. Buscar esas causas secundarias es precisamente la preocupación de la ciencia. Pero, al buscar, uno nunca debe pretender que las causas secundarias son independientes del plan cuidadoso de Dios.
Dudo en llamar a este arreglo ‘ley’, ya que la biblia no parece representar el cosmos como que es gobernado por leyes independientes del Rey (Salmo 104:24; Proverbios 8:22-31; Romanos 11:33-36). Los milagros no son Dios violando esta o aquella ley. Las “leyes” de la naturaleza simplemente expresan los mandatos directos de Dios, revelando Su naturaleza.
Ya que la mente humana, siendo hecha a la imagen de Dios, naturalmente ama la verdad y busca alcanzarla, la ciencia
refleja la necesidad humana de buscar alcanzar a Dios. Es lamentable ver a los científicos unistas, como Carl Sagan o Richard Dawkins, suspirar maravillados ante la gloria de Dios que habla a sus corazones, construyendo castillos en el aire hasta cansarse, temiendo en secreto que todo sea una ilusión. La íntima participación de Dios en cada aspecto de la realidad implica que no necesitamos tratar de alcanzar el sol ni otras estrellas distantes, sino de encontrar a Dios. Él está cercano a cada uno de nosotros, revelándose claramente en las Escrituras, y en cualquier evento que llegue a ocurrir. No necesitamos construir una torre para alcanzar a Dios en el cielo.
5.4 Creación / Transcendencia
Hebreos 11:3 y otros pasajes enseñan dónde están los límites de la ciencia. Dice, “Por la fe entendemos que el universo fue preparado por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve no fue hecho de cosas visibles.”
Esto significa, claramente, que la ciencia natural es incapaz de descubrir cómo ocurrió la creación. Es objeto de la fe. Es una de esas cosas que no se ven. ¿Está hecho el cosmos de materiales preexistentes? Yo sé que Dios creó todas las cosas de la nada. Lo sé porque Dios me lo ha dicho, y le creo.
Es profano y palabrería vana, y oposición a la ciencia así llamada falsamente (1 Timoteo 6:20) especular sobre la materia eterna o sobre universos paralelos infinitos conteniendo cada estado cuántico posible. Tales fantasías hacen posible creer, falsamente, que ahora cualquier cosa puede suceder. Dios declara que Él hizo el único cosmos material, y que Él es invisible. Las facultades humanas sin ayuda nunca podrán verlo ni comprenderlo.
La verdadera ciencia enseña que Dios está fuera de Su creación. Él creó todo, materia, tiempo y espacio, de la nada. Por lo tanto su divina naturaleza trascendente no tiene nada en común con nosotros, ni con las vacas, ni con el cáncer ni con Casiopea. Al observar nuestro mundo, en la ciencia, nunca debemos sucumbir ante las parodias perversas, patéticas y panteístas de la creación.
5.5 Ley y orden
La adoración bien hecha y hermosa se acerca a Dios (1 Corintios 14:40) “decentemente y en orden.” Los manda- mientos de Dios reflejan su naturaleza. Por lo tanto sabemos que él también, que gobierna por medio de la Ley y el orden, hace todas las cosas decentemente y en orden.
En el puro principio no había ni orden ni belleza. Incluso la tierra estaba “sin forma y vacía.” El Espíritu Santo de Dios sostenía el mundo en su deformidad primordial. Al dar forma y hacer el cosmos, en seis días, Dios muestra el tiempo, espacio y orden que cada parte debe tener. Así que en la ciencia, al mismo tiempo que procuramos aprender y conocer, tenemos la expectativa completa de que vamos a descubrir un cosmos ordenado, ordenado por el decreto de Dios. El físico Eugene Wigner quedó perplejo al ponderar la “irrazonable efectividad de las matemáticas” al dar a conocer
la estructura del mundo físico. Nosotros no estamos perplejos. Ya que Dios es tres en uno, él tiene una naturaleza numérica. Ya que la Divinidad se revela en la creación (por ejemplo, en Romanos 1:20), y actúa en la creación, el cosmos también tiene una naturaleza numérica. Y ya que somos la imagen de Dios podemos reconocer, en cierta medida, esa naturaleza divina.
Sólo los cristianos pueden hablar de la razonable efectividad de las matemáticas en las ciencias naturales. La investigación científica sería absurda de no haber tal diseño. Si no hay una fe razonable en que la bola de fútbol real- mente va a estar ahí, un científico razonable dejaría de regresar para ser castigado más. Solo el dosismo bíblico rescata la empresa de los científicos de la irracionalidad y el sinsentido, mostrando que las observaciones del diseño y el orden son la realidad objetiva.
5.6 Unidad / Simetría
Ese tipo especial de dulce dolor que toca nuestra mente cuando nos encontramos con algo hermoso revela de nosotros necesidades que este mundo no satisface.
Él ha puesto eternidad en nuestros corazones. Argumentos basados en la perfección, la simetría, la belleza, y demás deberían movernos pues reflejan el carácter eterno del Dios que creó el cosmos. La Escritura llama “indescriptibles” a aquello que les espera a los cristianos en gloria, pues entonces veremos a nuestro hermoso Señor cara a cara. Pero por ahora vemos destellos de su gloria. Cuando el eterno Dios dio los toques finales a su obra de arte, la declaró “buena en gran manera.” Estaba terminado; “existe en la simetría de las obras de Dios la más alta perfección, a la cual nada se puede agregar.”
¿Quién creó este mundo? Dios. Y Dios es uno solo. ¡Un Dios! Así es como sabemos que existe una unidad en la creación. Antes de la majestuosa obra de los seis días de la creación, el cosmos entero llegó a ser no de la mano, sino de la palabra, de un grandioso arquitecto.
Porque él lo creó todo, lo sostiene todo, y es inmanente, sabemos que de aquí hasta los últimos confines del universo hay integridad, armonía, diseño. El cosmos no está hecho de pedacitos incoherentes que riñen entre sí sino que es un sistema con unidad estructural fundamental y armonía de función. Sin esto, la ciencia sería imposible.
5.7 Diversidad
Dios se deleita en sí mismo. En su unidad y pluralidad se sienta en el cielo sobre el trono, donde todo es amor, complaciéndose en su obra (Apocalipsis 4:11). Como el cuerpo de la iglesia, debemos ver la diversidad en la creación. Desde Génesis Dios hizo una variedad de criaturas para llenar la tierra. Los que habitan en las profundidades, las águilas prendidas en el aire, las bestias en el campo muestran cómo Dios se deleita en la diversidad genuina. Todo no es uno. Con el salmista (104:24) cantamos, “¡Cuán numerosas son tus obras, oh Señor! Con sabiduría las has hecho todas; llena está la tierra de tus posesiones.”
De no estar anclado por la balanza de la Escritura, la unidad podría agobiar a la diversidad. Ya que compartimos el mismo lugar en el espacio, uno podría decir que las plantas, las bestias y los hombres comparten una consciencia colectiva terrestre. Tal argumento atrae a las moléculas a la evolución del hombre un poco más cerca de nuestras maquinaciones. “Si existe una relación que Dios tiene con nosotros los seres vivos,” escribió el eco-filósofo David Spangler, “entonces esa relación también se extiende a e incluye la Tierra. Si podemos participar de lo sagrado, entonces también la Tierra, no simple- mente como un ambiente valorado y querido sino como una criatura hermana.”
Aún así, al igual que no podemos cantar hermano sol ni hermana luna con la cara seria, tampoco podemos apelar a la geografía ni a la cosmografía para que nos dejen cantar de la prima vaca o la Madre Tierra.
Aparte de su fuente terrestre, no se derrama mucha luz sobre la creación de los animales. No son del material de las estrellas como tampoco nosotros; nosotros somos material de la tierra. Pero nuestra forma de creación es significativamente diferente de la de los animales. Dios explícitamente declara la unidad de la raza humana ya que todos los humanos vivos hoy, hombres y mujeres, provienen del mismo origen. Toda la vida humana es fundamental- mente una, como se enseña a través de toda la Biblia, pero no fundamentalmente una con toda la vida. Descendemos de un hombre y una mujer (ver Génesis 2:22). No existe mezcla entre el hombre y el animal.
5.8 Subsistencia
Laplace dijo de Dios: “No necesitaba esa hipótesis.”
Inventó un mundo frío, sin vida, engranado en el cual las cosas simplemente pasan, sin necesidad de una inteligencia superior para manejar todas las cosas.
Pero lo contrario es verdad. Dios mantiene el mundo, soste- niendo y regulando cada parte. No es un Creador distraído. Él un amante muy atento. Ya que soberanamente preordena lo que sea que pasa, por ende también preserva y gobierna, sostiene y regula todas las cosas.
5.9 Pecado
La evolución cósmica requiere la muerte como una fuerza positiva para la esperanza y el cambio, pero la verdad es que la muerte es una insurrección contra el orden original. La muerte no es natural sino fea, y Jesús lo supo mejor que nosotros, mejor de lo que podríamos saber, pues fue testigo de cuando el pecado entró a este mundo.
Más aún, Él vino a morir ( Juan 12:27) para pagar el precio del pecado, pues “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Y por esto podemos entender por qué “Jesús lloró,” cuando contempló la tumba de pecado y este mundo sosteniendo el cuerpo muerto de Lázaro ( Juan 11:35). La desobediencia y la rebelión de Adán trajeron la calamidad al mundo, no los cuentos de hadas evolutivos.
Adán recibió prendas visibles para contemplar la ira de Dios, en la maldición dictada, en la culpa y las relaciones arruinadas, en el cambio de su naturaleza fundamental por medio de la pérdida de su justicia y santidad originales, en el deterioro visible del cosmos, y en la muerte del animal cuya piel llevó puesta.
Incluso si no hubiese deficiencia alguna en nuestra naturaleza a causa del pecado, aún así seríamos criaturas finitas de un Dios infinito. Somos finitos, y esta limitación significa que, a diferencia de Dios, nuestra ciencia (en otras palabras, nuestro conocimiento) jamás podrá ser exhaustivo. El conocimiento completo sólo se encuentra en el Dios infinito. Este mundo, y el estudio del mismo, no es apropiado para el siguiente, esto implica que nuestros sentidos están altamente limitados. Todas las cosas fueron creadas muy buenas, pero la finitud, unida al pecado, complica y oscurece enormemente los esfuerzos de la ciencia.
Todo esto implica que deberíamos tener un enfoque humilde de nuestros esfuerzos científicos. Esto quiere decir que siempre debemos reconocer los límites de nuestra ciencia. La ciencia natural busca información en el mundo como excavando por medio de nuestros sentidos, haciendo preguntas, como un juez. Y como un juez, filtra cuidadosamente la información antes de sacar conclusiones.
Dios nos enseña a hacer esto, por ejemplo. Aunque no tenía necesidad de hacerlo, por nuestro bien examinó a Adán antes de condenarlo. Pacientemente examinó Sodoma y Babel antes de su destrucción. Esto nos enseña que necesitamos ser conscientes de nuestros límites y prejuicios. Los métodos cien- tíficos, construidos sobre fundamentos cristianos, preferirán estudios doble ciego, y recolección de mucha información. En la Escritura, es clara la necesidad de ese método de experimentación, por ejemplo en Proverbios 18:13, “El que responde antes de escuchar, cosecha necedad y vergüenza.” Al buscar explicaciones para observaciones sensoriales, siempre debe haber sano escepticismo, y sujeción a la Palabra de Dios.
5.10 Revelación general
El hecho de que Dios se revele a sí mismo por medio de una Palabra presupone que los seres humanos son criaturas racionales, capaces de comunicación lingüística objetiva y relacional. Esto lo vemos repetidamente subrayado en el Jardín de Edén, al hablar Adán con Dios, nombrar a las criaturas, y ejercer razón.
Que lo mismo sea verdad, aunque en un menor grado, después de la caída significa que Dios ha otorgado a toda la humanidad la habilidad de hacer ciencia, de obtener conocimiento y entendimiento del cosmos (Hechos 14:17; Romanos 1-2). A través de Pablo Dios animó a los atenienses (Hechos 17:27) a “palpando, ” y Dios animó a los hijos de Israel a buscar el conocimiento, enseñando por medio de Sus profetas (Proverbios 18:15), “El corazón del prudente adquiere conocimiento, y el oído del sabio busca el conocimiento.”
Claramente, la búsqueda del conocimiento, en otras palabras ciencia, no es necesariamente vana. Y la ciencia (la búsqueda del conocimiento) no es sólo para los cristianos, sino también para los paganos, hasta para los ateos. Es para cualquiera que tenga una mente hecha a la imagen de Dios.
5.11 Revelación especial
A través de la creación, como insiste Romanos 1, incluso el ateo o cabeza de papa puede al menos aprender, si no comprender, el ser de Dios. La lengua es necesaria para gustar, la piel para tocar, la nariz para oler, los oídos para oír, los ojos para ver. Cada uno provee evidencias importantes de lo que existe. Pero la mayor regla, con las mejores evidencias, con testimonio confiable, es la auto-revelación de Dios en la palabra de Dios. El estándar absoluto tanto para pensar como para hablar debe derivarse de las Escrituras; es la prueba de los pensamientos de nuestras mentes (2 Corintios 10:5), de las palabras de nuestras bocas (Mateo 12:36), y de las obras de nuestras manos.
Las declaraciones inspiradas de las Escrituras son decisivas incluso para la búsqueda de la varias ciencias no teológicas (por ejemplo, Gén. 1:21-25 es importante con respecto a la biología, y Sal. 104:5-8 con respecto a la geología). Aún así, a diferencia de la teología, la ciencia de la filosofía y las varias ciencias especiales no derivan el vasto bulto de su contenido real de la Escritura. Como la teología, estas ciencias no teoló- gicas pueden ciertamente ser mal utilizadas en contra de la verdad, y para evitar tal mal uso, la búsqueda correcta de las ciencias ciertamente requiere que armonicen con la Escritura y extraigan principios de la Escritura.
5.11 Redención
Nuestro medio de creación es una singular distinción de todas las otras criaturas. Ni el agua, ni la Tierra, sino Dios el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo se relaciona directa y explícitamente con el hombre. Por supuesto, Dios pone un valor en todo lo que Él ha creado, pero únicamente con el hombre Dios establece una relación de profundidad y grado e intimidad indescriptibles. La historia y obra de la redención nos eleva por sobre todas las demás criaturas; es para la salvación de la humanidad que Cristo vino a vivir y morir como un hombre (Romanos 5:7).
El mundo, pervertido y arruinado por el pecado, gime (Romanos 8:22). Pero ese gemido, añadido a la naturaleza velada de nuestra ciencia física, es como dolores de parto, y no de muerte. Nuestra ciencia también debe desarrollarse porque Dios nos ha dado, en la creación y en nuestra naturaleza, las herramientas para dominar. Nuestras mentes son compatibles con el carácter del cosmos, porque ambos vienen de la misma fuente, nuestro Padre celestial. Podemos describir el universo, poco a poco, en términos racionales porque Dios capacita a los humanos para hacerlo, y a los cristianos especialmente. Pues nosotros tenemos la mente de Cristo.
El cosmos gime ansioso y expectante, por así decirlo, viéndonos hacer nuestra ciencia. Por razones propias, razones que embotan la mente, el Dios todopoderoso escoge dar su amor salvador exclusivamente a nuestra raza y en ninguna otra criatura. Aún así ellos también hallarán renuevo en la nueva creación. Sabemos que, en última instancia, su obra y la nuestra son para Su gloria.
6. Conclusión
La ciencia es la búsqueda del conocimiento, es filosofía natural. Tal filosofía es un gran don de Dios por el cual él quiere ejercitar nuestras mentes para buscar su gloria. Esta es nuestra tarea específica. Dios escoge glorificarse a sí mismo mayormente por medio de su obra íntima de redención de la Iglesia. Sólo en relación íntima con Dios venimos a expresar la verdadera realización de la existencia humana.
Cualquier cosa que el hombre conoce y entiende no es más que vanidad, si no está fundamentado en verdadera sabiduría;… un conocimiento de todas las ciencias es simple humo, donde hace falta la ciencia celestial de Cristo; y el hombre, con toda su agudeza, es igual de estúpido por obtener por sí mismo un conocimiento de los misterios de Dios, como un asno es incapaz de entender armonías musicales (Proverbios 2:1-6): “Hijo mío, si recibes mis palabras, y atesoras mis mandamientos dentro de ti, da oído a la sabiduría, inclina tu corazón al entendimiento; porque si clamas a la inteligencia, y alzas tu voz al entendimiento, si la buscas como a plata, y la procuras como a tesoros escondidos, entonces entenderás el temor del Señor, y descubrirás el conocimiento de Dios. Porque el Señor da la sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia.”
Richard Dawkins caracteriza decidida y astutamente al Dios todopoderoso como un abusivo cruel. Pero más bien, vemos que el Señor es uno que se preocupa, íntimamente, por el bienestar de Su creación. Nos impulsa a probar, ver y sentir lo que hemos leído y escuchado de Él. Nos impulsa a gustar y ver que el Señor es bueno. Examínate a ti mismo, dice Dios, dando a entender de la teología, la Reina de las Ciencias, que en realidad existe información experimental de la cual podemos sacar conclusiones verdaderas de nuestro estado espiritual. ¿Existen discernibles en tu vida y pensamiento la espiritualidad, el arrepentimiento y el amor dignos de un verdadero hijo de Dios? En lugar de ser anti-ciencia, debemos reconocer que Cristo es tanto la fuente como el Salvador de la ciencia.