Por David Barceló
Reforma Siglo XXI, Vol. 15, No. 2
“Crisis” es una palabra que oímos continuamente en nuestros días. Estamos en medio de una crisis económica mundial. Algunos expertos dicen que esto es cíclico, que después de las “vacas gordas” siempre vienen las “vacas flacas”. Lo cierto es que a nuestro alrededor vemos empresas que cierran; oímos de despidos masivos, de inflación, de recesión, de aumento del paro, de pobreza. En este contexto muchas familias cristianas están pasando verdaderas pruebas y los creyentes nos podemos llegar a hacer muchas preguntas ¿Por qué Dios permite que suframos una crisis como esta si somos sus hijos amados? ¿Por qué no hay prosperidad continua? ¿Por qué ha de haber escasez?
La crisis actual nos pone en alerta, pero lo cierto es que siempre ha habido épocas de crisis y catástrofes naturales. Recordemos la sequía en tiempos de José. Recordemos la viudez de Rut y Noemí. Recordemos la traumática experiencia de Job. Job era un hombre rico y justo delante de Dios. Un día el diablo se presentó ante Dios y pidió su permiso para tocar todas sus posesiones. En el mismo día Job perdió a sus criados, murieron sus ovejas, robaron sus camellos y un viento fuerte derribó la casa en la que estaban sus diez hijos y todos ellos perdieron la vida. ¿Y cómo reaccionó Job ante todo esto? Con estas increíbles palabras:
Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito ( Job 1:21).
- Paz en la adversidad
¿Cómo pudo tener Job esa entereza, esa confianza en Dios, esa paz interior en medio de la tristeza más profunda? ¡Lo había perdido todo! ¡Y sin embargo no abrió su boca para quejarse, sino para bendecir a Dios! Encontramos esa misma actitud en Habacuc, cuando escribe:
Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar (Habacuc 3:17-19)
En medio de la crisis, ¿Tienes tú, querido lector, esa paz y esa confianza en Dios que mostró Job? En tiempos de escasez, ¿Vives con ese gozo de Habacuc?
Dijo el pastor inglés, John Wesley, que “la última parte del hombre que se convierte es su bolsillo”… Y eso no significa necesariamente que a la gente le cueste ofrendar, sino a que nos cuesta tener una visión cristiana del dinero, una visión diferente a la que el mundo nos ofrece. ¿Cuál es tu percepción del dinero? ¿Cómo ves las posesiones materiales? Así será tu visión de la vida en tiempos de crisis.
Observa la tremenda diferencia entre Judas y Zaqueo. Recordemos que Judas guardaba la bolsa con las ofrendas, y que robaba de ella porque amaba el dinero ( Juan 12:6); por otro lado, Zaqueo era un publicano que había estado robando a su propia gente cobrando de más con los impuestos, y al convertirse Zaqueo dijo: “Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19:8).
¿Eres como Zaqueo? ¿Se ha convertido esa parte de tu corazón que estaba lleno de codicia? ¿O eres como Judas?
¿Pareces cristiano pero tu dios sigue siendo el amor al dinero?
¿Dónde está tu corazón respecto a este tema?
Intentaremos dar respuesta a estas preguntas en esta breve serie de 3 artículos que iniciamos con estas páginas:
- ¿Cuál ha de ser la actitud del creyente ante los tiempos de crisis como los que vivimos ahora?; ¿Cómo puede abundar en nosotros el gozo del Señor?
- ¿Qué ha de hacer el creyente con su dinero y sus posesiones?; ¿Cuál es la forma cristiana de usar todo lo que Dios nos da?
- ¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia el trabajo, el esfuerzo, la prudencia y la previsión?
Como habrás podido observar nuestro enfoque del tema es exactamente el contrario a lo que el mundo procura. En tiempos de crisis la gente está obsesionada por encontrar un trabajo que les dé el dinero necesario para poder tener gozo. Sin embargo el corazón del creyente se centra en primer lugar en el gozo, sabiendo que es el Señor quien proveerá del dinero y del trabajo necesario.
Habacuc nos habla del gozo diciendo que aún en tiempos de escasez… con todo… “yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación” (v.18). Vamos entonces a meditar en 10 verdades cristianas que pueden producir en tu corazón ese gozo que describe Habacuc.
2. Verdad 1 – TODO ES DE DIOS
Dice el Señor “mío es el mundo y su plenitud” (Salmo 50:12) y exclama el rey David “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas” (1 Crónicas 29:11).
Tal vez hayáis oído que Dios creó todas las cosas para nosotros… Pero eso no es cierto. Si así fuera, ¿por qué creó Dios entonces miles de planetas que jamás veremos? ¿Y cientos de flores que jamás podremos oler en las montañas más altas? ¿Y corales y peces en mares tan profundos que no podremos explorar? ¿Y animales tan grandes y fieros que nunca podremos tocar?
¡Dios no creó todas las cosas para ti, sino para Él! ¡La Creación es para su Gloria! De hecho nada es tuyo. Ni tus hijos; Ni tu coche; Ni el aire que respiras; Ni las uñas de tus pies. Todo lo creó Él, todo es suyo, y sigue siendo suyo, y puso al hombre y a la mujer como mayordomos de Su Creación. Recordemos las palabras de ese hermoso himno que dice:
“El mundo es de mi Dios, su eterna posesión. Eleva a Dios su dulce voz la entera Creación. El mundo es de mi Dios. Conforta así pensar. El hizo el sol y el arrebol, la tierra, el cielo y mar…”
3. Verdad 2 – DIOS ES INMENSAMENTE GENEROSO
Dios es tan generoso que permite que todo lo que es suyo, lo puedas llamar “mío”: Mi casa, mi esposa, mi vida, mi dinero… “Dios… nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos…” (1 Timoteo 6:17). ¡Es tan generoso, que es generoso incluso con los incrédulos! ¡Aunque no le dan las gracias, y viven pensando que todo es suyo por mérito propio! Dios es quien “hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45).
Hemos de estar agradecidos a Dios por tantas cosas, y decir con el salmista: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmos 103:1-2). ¡Todo lo que tienes lo tienes gracias a Dios!… ¡todo lo tuyo en realidad es suyo! ¡Pero lo deja todo a tu cuidado, como el amo que sale de viaje y deja su mansión al cuidado de su mayordomo y le permite vivir en ella con total libertad!
4. Verdad 3 – DIOS NOS DA LO MEJOR QUE TIENE
Dios nos ha dado el ruido del mar, el aire fresco, las jugosas frutas, la risa de los niños, nos ha cubierto de bendiciones, pero no se ha reservado lo mejor para Él… Como quien reparte bombones pero se queda con el más exquisito, y se lo come a escondidas. No. Dios nos ha dado también el tesoro más grande de su corazón, al Señor Jesucristo.
¿Y si nos ha dado a Cristo, qué no nos va a dar? “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32) ¿Acaso no eres un hijo adoptado a la familia de Dios? ¡Acércate a tu Padre celestial y pídele con confianza, con amor, con sinceridad! Él es bueno y tremendamente generoso. ¿Acaso vendrá a mí uno de mis hijos y me dirá “Papa, tengo hambre” y no le daré de comer?; ¿O dirá “Papa, tengo frío” y no le taparé?
¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vues- tros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mateo 7:9-11)
5. Verdad 4 – ¡NO LE PIDAS A DIOS CON CODICIA!
Esa es nuestra tendencia pecaminosa cuando alguien es generoso con nosotros: abusar de él. ¡No tomes la generosidad de Dios como excusa para pedirle con codicia!
Por un lado reconocemos que el dinero es bueno. En sí mismo no es malo. El apóstol Pablo dice que “el amor al dinero es raíz de todos los males”, pero no el dinero en sí mismo (1 Timoteo 6:10). El dinero te permite proveer para tu familia, pagar un buen médico si hay necesidad, ofrendar más, ayudar al necesitado y disfrutar de muchas cosas de esta vida que el Señor nos ha dado para que las disfrutemos (1 Timoteo 4:3-4; 6:17). Como decía el cómico Groucho Marx… “En esta vida hay muchas cosas más importantes que el dinero, ¡pero cuestan tanto!”…
Por otro lado reconocemos que el dinero es peligroso. El dinero se puede convertir en un ídolo. Cuando Israel salió de Egipto, Dios hizo que los egipcios les entregaran su oro y sus joyas. En vez de mostrar gratitud a Dios por esos tesoros, los hebreos llegaron al desierto y le pidieron a Aarón que fundiera el oro y les hiciera un becerro para que lo adorasen… ¿Haces tú lo mismo con lo que Dios te da? ¿Llena Dios tus manos de bendiciones, y acabas adorando las bendiciones de Dios en vez de adorar al Dios de las bendiciones? Fácilmente podemos acabar amando el dinero, y muchos han hecho del dinero su meta en la vida. El rico se acaba convirtiendo en una máquina de hacer dinero, y al conseguir dinero acaba perdiendo todo lo que el dinero no le puede dar: “Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio” (Proverbios 15:17).
El amor al dinero engaña y no sacia. El amor al dinero y las posesiones materiales se convierte en una droga; cuanto más tienes, más quieres, y tu corazón nunca está satisfecho. Dice el filósofo alemán, Arthur Schopenhauer: “La riqueza es como el agua salada; cuanto más se bebe, más sed da” Y en palabras de Salomón leemos que “El que ama el dinero no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto” (Eclesiastés 5:10).
El amor al dinero multiplica el pecado, porque permite al pecador poder pecar más gastando en sus pecados. El amor al dinero “es raíz de todos los males”, y engendra asesinatos, juego, narcotráfico y secuestros. Sin embargo la escasez limita nuestra libertad para pecar. Cuando el hijo pródigo hubo acabado su dinero, empezó a pensar en su regreso a la casa del padre (Lucas 15:14).
El amor al dinero te aleja de Dios. En efecto, el amor al dinero es una traba para el pecador, y es difícil que un rico entre en el cielo (Mateo 19:24). En la vida del creyente el amor al dinero puede acabar con su fe, como los espinos que crecen y ahogan la planta del trigo (Mateo 13:22).
La Palabra de Dios nos advierte seriamente sobre la codicia. Podemos caer en el engaño de pensar que el dinero da la felicidad. No obstante, la idolatría de las riquezas solo lleva a la frustración y a una profunda tristeza. Las riquezas se acaban porque “Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen” (Eclesiastés 5:11). Las riquezas no te las puedes llevar “porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar” (1 Timoteo 6:7). Las riquezas añaden preocupaciones, porque “al rico no le deja dormir la abundancia” (Eclesiastés 5:12). Las riquezas no pueden comprar lo más importante. Dice un teólogo, Bruce Waltke, “El dinero puede comprar una casa, pero no un hogar; puede poner comida en la mesa, pero no la compañía alrededor de ella”.
Por tanto, no codicies, porque en las cosas materiales no se encuentra la felicidad. Hay mucha gente rica en el mundo, pero no son más felices los que más tienen. ¿Pero no dice Jesús que nos dará “todo lo que le pidamos”? Sí lo dice. Recordemos Mateo 11:21-22:
De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
¿Entonces porqué no puedo pedirle a Dios riquezas, joyas, éxito, fama, coches, casas, un yate amarillo y todo lo que mi corazón desee? El Señor dice que todo lo que pidiéremos en oración, lo recibiremos. Pero la Palabra también te advierte que hay oraciones que no pasan del techo.
Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios (Santiago 4:3-4).
En la oración se produce una verdadera batalla espiritual, entre el mundo y Dios. Los deseos del mundo, y la voluntad de Dios batallan en tu corazón. Si oras pidiendo lo que tu carnalidad desea, no lo recibirás, porque no estás pidiendo lo que agrada a Dios, y Dios no va a responder a una oración para ayudar al enemigo a ganar terreno sobre tu alma. Si oro “para gastar en mis deleites”, no voy a recibir lo que le pida a Dios. Por tanto, no recibiré “todo” lo que me apetece, porque entonces Dios estaría premiando mi codicia. Más bien recibiré todo lo que pidiere de acuerdo con la voluntad de Dios.
Cuando un político usa dinero del país para construirse una casa en la costa, es acusado de “malversación de fondos”, porque el dinero que tenía en sus manos estaba destinado a otro fin y lo usó para su propio provecho. Si un cristiano usa la oración para satisfacer su carnalidad y sus caprichos, es culpable de “malversación de oración”, está cometiendo “adulterio espiritual”. Hemos de orar pidiéndole al Señor lo que a Él le agrada —no lo que a mí me agrada— y hemos de orar pidiéndole al Señor lo que es bueno para su Obra —no para mi obra—.
Ora al Padre en nombre del Señor Jesucristo, pidiéndole lo que el Hijo le pediría. Ora como si Jesús mismo orara.
“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” ( Juan 14:13-14. También 15:15 y 16:23).
6. Verdad 5 – ¡ORA SIN MANIPULAR A DIOS!
¡Sus bendiciones provienen de su gracia, no de tus méritos! Aquello que algunos llaman el “Evangelio de la Prosperidad” en realidad no tiene nada de Evangelio, y no tiene nada de prosperidad. Según este falso evangelio puedes pedirle a Dios lo que quieras con fe, y Él te lo dará, y si no te lo da, es que no has orado con fe. ¿Y eso no es intentar manipular a Dios?
¿Es acaso Dios un muñeco de hilos que movemos con nuestra fe para que acabe haciendo lo que le decimos? Aunque tu fe fuera la más grande del mundo, ¿está Dios obligado a darte lo que le pides por el simple hecho de que se lo pidas? No olvides que Dios es Él, no tú.
El “falso evangelio de la prosperidad” no es más que el mal consejo de los amigos de Job: “¿Acaso te castiga (Dios), o viene a juicio contigo, a causa de tu piedad? Por cierto tu malicia es grande, y tus maldades no tienen fin” ( Job 22:4-5).
Según los amigos de Job la vida cristiana se resume así: “si Dios te bendice es porque tienes fe y eres bueno; y si Dios te envía pruebas es porque has hecho algo malo”. ¡Pero eso no es lo que vemos en la Biblia!
Es cierto que Dios puede enviarte un castigo por un pecado en concreto, como hizo con el rey David. En efecto Dios se preocupa por sus hijos, disciplina a sus hijos y los corrige. Pero también es cierto que muchas veces Dios permite pruebas entre los justos, como hizo con Job, con José o con Pablo. Si el “evangelio de la prosperidad” fuera cierto, ¿podríamos esperar este curriculum de un apóstol tan fiel y con tanta fe como Pablo? Dice que ha estado “en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez… Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad” (2 Corintios 11:27 y 30).
¿Dónde tiene Pablo su coche nuevo, su próspera empresa, su radiante salud, su gran fama? ¿Quién de nosotros le va a decir al Apóstol Pablo “lo estás pasando mal porque te falta fe, hermano”? ¿Cuales son sus credenciales como verdadero apóstol del Señor? Su debilidad, sus azotes, su desnudez, sus peligros, no la prosperidad. Dios no promete darte todo lo que tu corazón desee. Jesús de Nazaret no prometió que sus seguidores serían ricos, sino que les dijo:
Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas (Lucas 12:29-31).
Hemos de reconocer que todo lo que tenemos lo tenemos por gracia, por la generosidad y misericordia de Dios. No nos cuesta comprender la gracia cuando no tenemos nada y Dios nos bendice, cuando dejamos atrás el mundo y Dios nos da una vida nueva. Pero nos cuesta mucho más comprender el carácter de la gracia de Dios cuando pensamos que estamos viviendo vidas rectas y ejemplares y entonces Dios permite pruebas y dificultades en nuestra vida. ¿Por qué Señor? Podemos caer en el tremendo error de pensar que merecemos que Dios nos bendiga, que de algún modo Dios nos debe su gracia y su favor. Cuando pensamos que somos buenos y Dios nos ha de dar cosas buenas, entonces nos olvidamos por completo de lo inmerecida que es su gracia.
El “evangelio de la prosperidad” es falso. Es una vieja herejía que pretende disfrazar nuestra codicia con “retórica cristiana”. La vida del creyente no gira en torno a la “prosperidad”, sino a la confianza en Dios, en tenerle a Él como lo primero en nuestras vidas y nuestros corazones.
7. Verdad 6: DIOS SABE LO QUE DE VERDAD NECESITAS
Él sabe lo que de verdad te conviene, y él cuida de ti. ¿Crees esto? Muchas veces los padres no les damos a los hijos todo lo que nos piden, sino lo que creemos que es mejor para ellos. Somos pecadores, y fácilmente nos dejamos dominar por la codicia, pero el Señor sí sabe lo que me conviene y de qué tengo necesidad. El Señor me ha prometido que no me va a faltar sustento y abrigo, que no tengo porqué afanarme por esas cosas, que solo he de confiar en Él. La Palabra nos recuerda que Dios “no dejará padecer hambre al justo” (Proverbios 10:3) y que “teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo” (1 Timoteo 6:8-9).
Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? (Mateo 6:25-26)
8. Verdad 7: ¡CRECE EN CONTENTAMIENTO Y GENEROSIDAD!
Querido amigo, ama menos las cosas. Como dijo el puritano Jeremías Borroughs “El contentamiento no actúa añadiendo a nuestras circunstancias, sino quitando de nuestros deseos”. No se trata de tener lo que quieres, sino de querer lo que tienes. Estemos entonces contentos con lo que Dios nos da. No seamos como el pueblo de Israel, a quien Dios liberó de la esclavitud de Egipto, y al poco tiempo ya se estaba quejando porque cada día comían maná. Estemos contentos con lo que recibimos de Dios (Hebreos 13:5).
Ama más a Dios y al prójimo. El cristiano está por encima de lo material. No ama las cosas, ama a Dios y a su prójimo. Está contento con lo que Dios le da, y está dispuesto a compar- tirlo con los demás. Si somos todos mayordomos en la casa del Padre, ¿vas tú a ser egoísta con tu hermano? Los primeros cristianos “tenían todas las cosas en común” (Hechos 4:32), y nosotros hemos de “hacer con nuestras manos lo que es bueno, para tener qué compartir con el que padece necesidad” (Efesios 4:28). ¡No seas como Jonás! ¡A quien no le importaba si Dios enviaba fuego del cielo para consumir a los ninivitas, pero se deprimía profundamente al ver que se secaba la cala- bacera que le daba sombra!
No le pidas a Dios ni mucho ni poco. Ora como oraba Salomón; “No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios” (Proverbios 30:8-9). ¿Tienes el “pan tuyo de cada día”?
Confía en Dios. Aunque lo más triste del mundo sucediera en tu vida, aunque lo perdieras todo, e incluso tus hijos se los llevara el Señor, como pasó con Job. ¿Podrías decir como él “El Señor dio, y el Señor quitó; sea el nombre de Jehová bendito” ( Job 1:21)?
9. Verdad 8: DIOS ES EL QUE DA Y TAMBIÉN EL QUE QUITA
Es cierto. Aunque te parezca extraño escucharlo, Dios es el que te priva de cualquier bendición material. Recuerda que todo lo que tienes, lo tienes porque Dios te lo da; que todo lo que no tienes, no lo tienes porque Dios no te lo da; que todo lo que tenías y has dejado de tener, lo has dejado de tener porque Él te lo ha quitado. “El Señor dio, y el Señor quitó”.
Es normal que un padre les de cosas a sus hijos; y es normal que un padre quite cosas de las manos de sus hijos, si Él lo considera oportuno. Por supuesto nos hemos de gozar en las cosas que Dios nos da. Sus bendiciones son señal de su bondad y cuidado con nosotros, pero cuando Dios nos quita sus bendiciones sigue siendo nuestro Padre amoroso. Es Dios quien ha permitido esta crisis económica y este tiempo de escasez, y es Dios quien está esperando que este mundo consumista mire al cielo y clame a Él. Si has perdido el trabajo, si sufres privaciones, si estás en dificultades: ¿Estás como José en el pozo? ¿Estás como Jonás en el pez? ¿Estás como Pablo en la cárcel? ¡Entonces clama al Padre! “¿Señor, qué quieres cambiar en mi corazón? ¿Cómo puedo crecer en confianza y dependencia de ti? ¡Señor socórreme! ¡Señor ayúdame!” ¿Por qué “A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Salmo 73:25)?
10. Verdad 9: ¡LA VERDADERA RIQUEZA ES ESPIRITUAL!
Cuando nos faltan las bendiciones materiales es el mejor momento para centrar nuestra atención sobre las bendiciones espirituales. Es como si la niebla se disipara y pudieras ver mejor el horizonte. Dios es el que te da todas las cosas; Dios es el que te priva de todas las cosas; y cuando Dios te quita aquello que te puede quitar es porque quiere que fijes tus ojos en aquello que nunca te va a quitar. ¡Mira la grandeza de tu tesoro celestial y deja a un lado las pequeñeces de esta vida!
¡Mira la Ciudad Eterna cuyas puertas son de perla y cuyas calles son de oro, y verás las cosas de esta tierra con otros ojos!
¡El dinero es menos material de lo que pensamos! Se establece una gran comunicación espiritual entre el creyente y Dios a través del dinero y el uso de los bienes. Centra tu mirada en la verdadera herencia, en el verdadero tesoro. En la corona de justicia. En la salvación eterna.
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón (Mateo 6:19-21).
11. Verdad 10: ¡EL GOZO DEL CRISTIANO ES INDESTRUCTIBLE!
¡Habacuc nos invita a gozarnos aún en medio de la adversidad, porque no tenemos nuestro gozo puesto en las posesiones, sino en Aquel que lo posee todo! “Con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:17-19).
Moisés dejó su palacio en Egipto para servir a Dios en el desierto; José salió de la casa de su padre para ser esclavo en casa de Potifar; Job perdió todo lo que tenía y se mantuvo íntegro ante Dios; Pablo sufrió persecución y escasez y Dios proveyó de todo lo necesario para él; Elías se escondió de Jezabel en una cueva y el Señor envió cuervos que le traían comida; en la Palabra de Dios encontramos a los hijos de Dios viviendo grandes crisis, y en medio de la crisis se fortaleció su fe y Dios proveyó de lo necesario. No miraron las riquezas materiales, sino las riquezas espirituales de Dios, y su gozo y su paz fueron indestructibles.
¿Sabes cual ha sido la crisis más grande de la historia? El Rey del universo dejó su trono, su gloria, su grandeza, sus riquezas infinitas, su ejército de ángeles, y se hizo pobre, indefenso y pequeño. El Hijo de Dios se hizo hombre. El Creador tuvo hambre. El Agua de vida tuvo sed. El que es tres veces santo sufrió nuestro pecado. Créeme. Jesucristo sufrió la crisis más grande de todos los tiempos. Pero Él no la sufrió como tú o yo, porque tú y yo nos resistimos delante de la crisis, queremos evitarla, huir de ella; tú y yo no queremos sufrir la prueba y sin embargo Cristo quiso.
Él, “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:6-11).
Cristo sufrió la crisis más grande la historia, porque esta crisis, esa renuncia, ese sacrificio, no lo podías sufrir tú. Él sufrió por ti. Dios el Padre le restauró, y ahora todas sus riquezas celes- tiales son tuyas por medio de la fe. Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, no necesariamente de tus problemas cotidianos, pero sí del Problema más grande e importante de tu vida: el pecado que te separa de Dios. Ese es el problema que debiera quitarte el sueño y debiera de preocuparte noche y día hasta hallar la solución, hasta poder encontrarte cara a cara con el Señor Jesucristo. Él dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Si en Cristo has hecho las paces con Dios, entonces podrás exclamar “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:16-18).