Por Guillermo Green
Reforma Siglo XXI, Vol. 19, No. 2
Introducción
La cantidad de trabajo realizado y todas las aventuras que tuvo Guillermo Farel llenan libros enteros. Vivió una vida larga para su época, 75 años (1489-1565),
y desde que comenzó su obra de evangelismo y reforma, el ritmo de su trabajo fue casi increíble. Hubo momentos en que su pasión por el Evangelio puro asustaba aún a sus amigos. Sus enemigos decían que era ¡el diablo encarnado! ¡Ni moría ni lo lograban matar!
Para muchos, la imagen que tienen de Farel se limita a esa parte de su personalidad enérgica, ferviente, hasta “bravo”. Nos imaginamos a aquel reformador audaz de barba roja y ojos penetrantes, de voz imponente que interrumpía misas para predicar el Evangelio de Jesucristo, y pensamos que ese era el hombre Guillermo Farel. De hecho, Farel no ha recibido buena prensa. El muy conocido Philip Schaff en su libro sobre la historia de la Iglesia, comenta lo siguiente de Farel:
El trabajo de Farel era destructivo en vez de constructivo, podía traerse todo abajo, pero no podía construir. Él era un conquistador, pero no era un organizador de sus conquistas; un hombre de acción, no un hombre de letras; un predicador intrépido, no un teólogo. Farel vio sus defectos y entregó su trabajo al poderoso genio y su joven amigo Calvino. En el espíritu de la verdadera humildad y abnegación, estaba dispuesto a disminuir lo que Calvino podría aumentar. Este es el mejor rasgo de su personalidad.
Pareciera que el historiador Schaff no realizó la investigación necesaria antes de hacer sus comentarios ignorantes. Los tiempos necesitaban a un Martín Lutero “bravo”; a un Zuinglio “bravo”; a un Juan Calvino “bravo”; y ¡a un Guillermo Farel “bravo”! No era el momento para los tibios ni pusilánimes. Ninguna reforma se iba a librar sin convicción y pasión suficiente como para dar la vida, lo cual muchos hicieron. Conocemos a Farel porque Dios lo libró de la muerte muchas veces y permitió que llegara a viejo. Pero hubo do- cenas y docenas de otros predicadores como él que fueron muertos antes de tiempo, no pudiendo dejar más huella en la tierra que su testimonio de mártires. La verdad es que Schaff ignora todo el equipo de obreros que Farel levantó, Iglesias que pastoreó durante años, concilios a que asistió y mucho más.
Este artículo tiene el propósito de destacar cuatro aspectos de la obra reformadora de Farel. No pretendo exaltar a un hombre más allá de lo que merece. Farel fue un siervo de Dios con defectos y pecados. Sin embargo, la Palabra de Dios nos manda dar honra al que se le debe honra (Romanos 13:7), y Guillermo Farel debe tener un lugar de honra entre los cristianos por los siguientes aspectos de sus labores:
- Su coraje, pasión y fervor en servir a Dios ante cualquier obstáculo y amenaza.
- Su labor incansable de organizar la Iglesia bajo normas bíblicas y motivar a nuevos pastores jóvenes a aceptar el llamado de Dios para el pastorado.
- Su demostración viva de que el “calvinismo” no apaga el evangelismo.
- Sus contribuciones teológicas importantes que incluso influenciarían a Calvino sobre la Santa Cena, la justicia de Dios, y la suficiencia de las Escrituras.
Coraje, pasión y fervor
Son demasiados acontecimientos en la vida de Farel que evidencian su fervor indomable como para hacerle justicia en este pequeño artículo. Mencionaré un par de acontecimientos solamente.
Muy temprano en su carrera (1519), Farel tuvo la oportunidad de trabajar al lado de Lefevre de Etaples (1460-1536) en París y en Meaux. Lefevre había trabajado en la traducción de la Biblia al francés, y motivó a Farel a estudiar la Palabra de Dios en los idiomas originales. Junto a Lefevre, Farel profundizó en su conocimiento de la Biblia y del Evangelio. Llegó una oportunidad de trabajar juntos para la Reforma de la Iglesia en Meaux (al este de París, no muy lejos) cuando el obispo Guillaume Briçonnet los invitó a ser predicadores ahí, junto con otros eruditos. Sin embargo, el Farel entusiasta no encajaba con el resto del equipo, quienes opinaban que la Reforma de la Iglesia debía proceder lentamente. Farel no veía motivo porqué seguir permitiendo supersticiones dañinas solo para no ofender las sensibilidades de la tradición. Aunque siempre guardó amor y mucho respeto por su maestro, Lefevre, Farel entró en discordia con el resto del equipo y salió de Meaux a predicar la Palabra de Dios donde Dios lo dejara. Esta actitud apasionada, y hasta “impaciente” caracterizaría a Farel toda su vida.
Después de llevar el Evangelio a su propia familia y pueblo de Gap (al sur de Francia), tuvo que abandonar su país natal por motivos de seguridad. Fue a Basilea, donde el gran humanista y reformador, Juan Ecolampadio, estaba trabajando. Le dio la bienvenida a Farel, quien laboró varios años en allí. Una obra importante que Farel cumplió en este período fue la compilación de un breve comentario sobre el Credo de los Apóstoles y el Padre Nuestro. Publicó además un panfleto que se llamaba “Una carta cristiana muy útil”.
Pero no todo marchaba pacíficamente para Farel. Erasmo, humanista y erudito quien había compilado un Nuevo Testamente en griego, y quien luego escribiría en contra de Lutero, estaba en Basilea en esa época, trabajando con Ecolampadio en el proyecto del Nuevo Testamento. Ecolampadio, un hombre culto y moderado, quería que Farel fuera a conocer a Erasmo, pero Farel ya había leído sus obras y dijo que Erasmo era un “camaleón”, quién sabía la verdad pero no la vivía. Farel no toleraba las aguas tibias, ni las parlas bonitas sin el claro Evangelio. No tenía ningún interés en conocer a Erasmo, así que no fue. Erasmo se sintió profundamente ofendido, y claramente detestaba la forma de hablar y predicar de Farel. Tuvieron choques en la ciudad varias veces, y Erasmo hizo todo lo posible ante los gobernadores para expulsar a Farel, cosa que sucedió alrededor de 1524. El mismo Ecolampadio estuvo incómodo por la rudeza de la predicación de Farel, quien claramente denunciaba la “idolatría” de la misa y la vanidad de los “ídolos” (las imágenes, etc.). En ocasiones las personas, en respuesta a la predicación de Farel, destruían las imágenes en las iglesias, acciones que Erasmo usó para volver a la gente en contra de Farel, como si fuera un alborotador y amenaza para el orden sano de la sociedad.
Pero mientras Erasmo más y más odiaba a Farel, Ecolampadio estaba abrazando el Evangelio puro de la fe Reformada. Erasmo emprendería su lucha contra Lutero en este mismo año, y tomaría su decisión personal de no reformar la teología papista, para enfocarse solamente en cosas externas. Farel prefirió ser expulsado de Basilea antes que ceder la predicación clara de la gracia de Dios. Aunque Ecolampadio lo exhortaría muchas veces a ser más pastoral y más paciente, siempre lo apoyó, y trabajaron más y más en conjunto durante los años venideros. El Farel apasionado prefería morir antes que callar el llamado claro de Dios.
De Basilea, Farel fue a predicar en Montbéliard, donde tuvo mucha oposición de parte de los sacerdotes católicos. Posiblemente alrededor del mes de marzo, 1525, los sacerdotes hicieron una gran procesión en honor de San Antonio. Vestidos de esplendor, algunos sacerdotes dirigían la procesión, llevando la imagen del santo, y acompañados de una multitud con banderas, velas y flores. Se puede imaginar el escenario. Fue todo un evento; hasta llegar al puente del río Allan. Mientras cruzaban el puente, un hombre de barba roja y ojos penetrantes se les paró de frente. Ya todos sabían quién era: Guillermo Farel. Avanzó hacia los sacerdotes, se asió del santo, y lo arrojó al río. “¡Pobres idólatras!” exclamó. “¿Nunca os volveréis de vuestros ídolos?”
Se le fueron encima para matarlo, pero en ese momento alguien gritó “¡El santo se ahoga!”, porque había aparecido un remolino en el río. Todos fueron a ver, y cuando volvieron a buscar a Farel, ya no estaba. Este y otros actos parecidos le ganaron otra expulsión, y se tuvo que salir de Montbéliard. Sin embargo, Farel prefirió el destierro a ocultar la pureza de la predicación. Decidió partir.
Tendrás que leer las biografías de Farel para tener una idea de todos los obstáculos que tuvo que enfrentar. Muchos predicadores morían a su alrededor, y Farel sabía que su vida siempre estaba en peligro. Cierta vez, una turba de gente en San Blas, cerca de Neuchâtel, lo dejó más muerto que vivo y duró algún tiempo recuperándose. Farel gozaría de la protección del gobierno de Berna durante mucho de su ministerio posterior. En muchas ocasiones, esto evitó que lo mataran. Sin embargo, hubo muchos intentos de estorbar su predicación, herirlo, y aún asesinarlo.
En Granson, como treinta mujeres llenaron sus delantales de tierra y ceniza, y se sentaron en el lugar del coro, cerca del púlpito. Su intención era, apenas Farel empezara a predicar, tirar tierra y ceniza sobre él. En esa ocasión fueron desenmascaradas y ahuyentadas.
En Orbe, lideradas por Isabel Arnex, un grupo de mujeres tomaron sobre sí la “noble” tarea de matar al hereje Farel. Convinieron en esperarlo en la calle y se lanzaron sobre él para matarlo. En esta ocasión, Farel fue rescatado por un amigo quién sospechó que algo le iba a pasar y lo siguió. Como final de esta historia, esta mujer, Isabel Arnex, luego se convirtió y ¡formó parte de los primeros miembros de la Iglesia Reformada en Orbe!
La historia de Ginebra fue larga y terrible. Muchas luchas, peligros, motines, golpes y guerras acompañaron las labores de Farel en esta ciudad. Cuando Juan Calvino llegó a Ginebra, y fue detenido por Farel, ya se había derramado mucha sangre a causa del Evangelio. Muchos habían luchado durante años. Todos sabían acerca de las guerras civiles entre Ginebra y Saboya, y las luchas internas entre católicos y re- formados. Era “zona de guerra” en todo sentido. Una ciudad conflictiva y tumultuosa. ¡No es ningún misterio por qué Calvino no quería quedarse! Se dice que nada lo aterrorizaba más. No obstante, fueron Farel y sus discípulos quienes habían derrumbado los obstáculos principales en medio de todo, abriendo el camino para que desde Ginebra luego pu- dieran salir muchos predicadores entrenados por Calvino. Se requirió al barbudo Farel y su coraje para “resistir al diablo”, el cual luego huiría.
Termino esta parte con uno de los llamados de Farel a sus discípulos:
No os prometo montañas de oro, sino pruebas y dificultades que las palabras no pueden expresar; no ocio, sino trabajo —ningún descanso hasta que la obra del día esté hecha—, ningún premio sino en el tiempo venidero, y en el tiempo presente vivir a vuestro costo. Verdaderamente el campo es grande y la puerta está abierta, pero solamente para los que desean alimentar el rebaño y no vivir del rebaño. Además de esto, puedo ofreceros vergüenza y reproche, ingratitud por servicio paciente, mal en recompensa por el bien que os habéis afanado en conferir. No os digo esto para atemorizaros, sino más bien para animaros, como un noble sol- dado es animado cuando oye de enemigos que no son pequeños y débiles, sino grandes y fuertes, y se prepara para ir a la batalla a pelear, desistiendo de sí mismo como hombre, mas confiando solo a Dios la fuerza y la victoria. Porque la batalla no es nuestra, sino del Señor.
¿Cuántos hoy responderían a esta clase de “oferta” de trabajo? Aquí vemos que Farel esperaba de todo predicador el mismo valor y pasión que él sentía. Vale la pena meditar en esto.
La labor incansable de organizar la Iglesia
Farel comprendió la necesidad de no solo derribar la idolatría y llevar el Evangelio puro a las personas, sino también de edificar de nuevo Iglesias sanas. Casi siempre era acompañado por otros ayudantes, y se esforzó por preparar y animar a que otros colaboradores metieran el hombro al trabajo arduo de reformar la Iglesia. Como el trabajo de Farel era más “abrir camino” en ciudades y pueblos todavía sumidos en la oscuridad del papismo, Farel no estableció ningún “Seminario teológico”, como lo podría hacer luego Juan Calvino con la Academia en Ginebra. Sin embargo, Farel sabía aprovechar a otros hombres que tal vez ya tenían cierto grado de preparación bíblica y motivarlos al trabajo.
Por ejemplo, trabajó con Antoine Froment (1508-1581) en Neuchâtel durante un período, y luego lo envió a Ginebra. Con los valdenses, Farel tomó especial interés y esfuerzo, realizando viajes a los Alpes para visitarlos y sostener deba- tes y reuniones. Luego envió a Olivetan, un reformador importante que elaboraría la traducción de la Biblia al francés desde el hebreo y griego, traducción que sería usada durante muchos años después por las Iglesias Reformadas.
Farel fue un factor importante en la plena conversión del joven Pierre Viret (1511- 1571), quien se convertiría en una figura muy importante en la Reforma posterior de las Iglesias Reformadas en Suiza. Encontramos a Farel constantemente desafiando a los hombres a servir a Dios sin importar el costo.
Y ¿qué diríamos acerca del famoso encuentro con Juan Calvino? Cuando Calvino pasó por Ginebra rumbo a Estrasburgo, su intención era solo quedarse la noche y proceder en su camino. Calvino era lo contrario de Farel. No buscaba debate público, prefería el medio de la escritura, el estudio privado, y su plan era viajar a Estrasburgo, colaborar con los franceses exiliados ahí, y dedicarse al estudio.
Calvino ya había preparado la primera edición de su Institución de la religión cristiana, que era pequeña pero bien maciza en su teología. Farel vio en Calvino al teólogo que se necesitaba en ese momento y en ese lugar, y lo quería para el duro trabajo de reformar Ginebra. Lo fue a buscar para convencerle, pero Calvino no cedía en sus propósitos. Después de haber intentado por todos los medios ganar la buena voluntad de Calvino, Farel terminó profiriendo una imprecación contra sus estudios, su retiro y sus escritos si huía del lugar dónde más era necesitado. En su comentario a los Salmos, Calvino habla de este encuentro, y nos dice que quedó aterrorizado, como si oyera la voz de Dios. Se quedó en Ginebra, y conocemos el resto de la historia (ver Guillermo Farel, Jason Zuidema. CLIR: 2015, págs. 67-68).
Farel no solo se preocupaba por pastores y predicadores para las congregaciones, sino que trabajó en formar una liturgia bíblica para la adoración. Publicó también una obra sobre la oración, junto con otras publicaciones sobre temas teológicos, o bien refutaciones de herejías que surgían. En algunas ocasiones se ha creído que el autor de alguna obra era Juan Calvino, como por ejemplo sobre la liturgia, pero la evidencia señala que fue más bien Farel. No debemos deses- timar el papel formativo que Farel desempeñó para el mismo Juan Calvino. Dice un autor que si Juan Calvino no hubiera vivido, habríamos tenido un sistema muy parecido con el nombre “farelismo”.
Evangelista hasta morir
Farel vivió y murió predicando el Evangelio. Su vida entera fue dedicada a predicar a Cristo a los que no entendían el verdadero Evangelio. Aun cuando pastoreaba alguna congregación durante un tiempo continuo, aprovechaba cualquier oportunidad para realizar un viaje para predicar a Cristo. Recorría Suiza, el sur de Francia, y los Alpes italianos (valdenses) predicando, realizando debates o colaborando en la organización de Iglesias.
No solo predicaba, sino que coordinaba materiales para el estudio. Escribía sus propias obras y panfletos para los cristianos. Coordinaba la impresión y llegada de Biblias. Es algo casi increíble la cantidad de contactos, detalles, comunicaciones y eventos que Farel mantenía constantemente. Tan solo leer el relato resulta agotador. ¡Imagínese la realidad!
Hasta el final de su vida, Farel se disponía a viajar donde fuera necesario. Las últimas décadas de su vida fueron pasadas mayormente en Neuchâtel como pastor principal, pero realizaba viajes a otros lugares también. Finalmente, a los 75 años, sus fuerzas se disminuían. Sin embargo, una invitación de Metz a la Iglesia ahí y ver el fruto de sus labores anteriores le infundió ánimo. Visitó Metz en mayo del año 1565 y disfrutó mucho con los hermanos, quienes habían conseguido consolidar la obra reformada.
Al retornar a Neuchâtel, todos podían ver que el viaje lo había desgastado, y poco a poco sus anteriormente inagotables fuerzas, ahora menguaban. Murió en septiembre de 1565. Solo la muerte pudo detener las labores evangelísticas de Farel. Fue enterrado en la ciudad de Neuchâtel en medio de acciones de gracias a Dios por este siervo del Evangelio.
Aporte teológico
Como se mencionó al principio de este artículo, existe una imagen de Farel el “evangelista loco”, casi salvaje, pero de poca profundidad teológica. Hemos visto que esta imagen dista mucho de la verdad. Inclusive, Farel jugó una parte importante en la formación y definición de varios temas que hoy son doctrinas reformadas aceptadas por todos.
El primero de estos temas fue la Santa Cena. Como todos saben, este tema era foco de grandes debates, no solo entre católicos y protestantes, sino entre luteranos y zuinglianos. Las iglesias de Suiza eran mayormente zuinglianas, sosteniendo que la Cena es principalmente un acto recordatorio.
Bucero en Estrasburgo tendía a ser un poco más “luterano”, enfatizando la presencia real de Cristo en la Cena. Farel y Calvino dialogaron con Bucero, y llegaron a apreciar varios aspectos de su teología. Dejando de lado algunos énfasis de Bucero que tendían hacia una comprensión de un “sacrificio real”, Farel y Calvino aceptaron la presencia verdadera de Cristo por medio del Espíritu Santo en el sacramento. Hoy se conoce la posición calvinista —¡farelista!— como una posición que unifica aspectos de Lutero y Zuinglio: Cristo no está presente “corporalmente” en la Cena, pero sí está presente mediante su Espíritu Santo y la fe. Su presencia es “real”, pero no “corporal”. Personalmente, creo que Farel y Calvino fueron usados por Dios para dar un paso adelante en este debate que dividía (y divide aún) a protestantes.
Los debates sobre la Cena seguían causando conflictos. En Zúrich, el tema se salía de los límites convenientes, ya que algunos tomaban posturas extremistas. Farel (en Neuchâ- tel) hizo un llamado a Calvino (en Ginebra) a que visitaran Zúrich para ayudar en el conflicto, lo cual ambos hicieron en el año 1549. Dichosamente fueron usados por Dios para ayudar a redactar un documento equilibrado sobre la Cena que fue adoptado por todas las Iglesias suizas. Calvino le dio el crédito completamente a Farel, quién tuvo esta iniciativa para traer paz y armonía a las Iglesias.
Como se mencionó arriba, las declaraciones de Farel sobre la Cena son interesantes, y creo que inclusive brillantes desde la perspectiva teológica. Farel enfatizaba la obra del Espíritu Santo en la participación de la Cena del Señor. Para Farel, el punto más importante no es la forma en que Cristo llega al pecador, sino la forma en que nosotros llegamos a Cristo. Es en el poder del Espíritu Santo que el pecador es llevado al cielo, a la presencia de Cristo. Según Farel, no debemos enredarnos con la presencia “corporal” de Cristo en el pan. Este sacramento es el medio en que Dios, por medio del Espíritu, nos eleva a la misma presencia de Cristo a la diestra de Dios. Este sería el énfasis de Calvino luego.
Otra prueba del calibre teológico de Farel fueron sus esfuerzos por unir a los luteranos con los reformados. Surge en medio de la presión y persecuciones católicas que aumentaban en Francia, y Farel, con Teodoro de Beza, viajó en dos ocasiones a Alemania para solicitar apoyo y ayuda para los protestantes franceses. Farel y Beza “acordaron” en una especie de confesión de fe sin el consentimiento de las Iglesias suizas, lo cual los metió en algunos problemas luego. Pero Farel insistió, inclusive, que un reformado podía afirmar la Confesión de Augsburgo si se entendía el contexto y pro- pósito del documento. Su actitud abierta y conciliadora no encontró mucho apoyo teológico entre los reformados, pero los alemanes luteranos ejercieron presión contra Francia. Pareciera que tuvo algún efecto, ya que disminuyeron en algo las persecuciones de parte de los católicos.
Doctrinas que llegaron a ser conocidas como “calvinistas” fueron enseñadas por Farel primero. Farel dijo en varias ocasiones que Dios no salvó a los pecadores en primer lugar por amor a ellos, sino por amor a Sí mismo. Con este énfasis, Farel estaba refutando la teología católica en cuanto a las obras que en algún sentido pueden obtener el favor de Dios. Farel afirma que Dios salva a los pecadores sin ninguna contribución de su parte, por su propio honor, y sin ningún mérito humano.
En cuanto a la salvación y la vida cristiana, Farel habla de la justicia de Dios en el hombre así: “La justicia es la verdadera imagen de Dios, la cual muestra la regeneración producida por la Palabra de Dios, recibida por la fe, y escrita en los corazones de los hijos de Dios. Por medio de ella, el hombre, muerto y habiendo renunciado a todas las cosas, ama a Dios. Él tiene su corazón puesto en la santa ley, apartado de todas las cosas terrestres y arde por las cosas celestiales”.
Sobre todo, Farel vivió, predicó y reforzó la importante doctrina de la “suficiencia de las Escrituras”. Toda vez que pudo, pidió debates públicos, y el tema principal siempre era “¿son las Escrituras suficientes para la salvación?” El catolicismo decía que “no”, que el magisterio de la Iglesia, con la tradición católica, eran necesarios. De manera infatigable, Farel predicaba, debatía, hablaba, convencía, de que las Escrituras contenían toda la voluntad de Dios para la salvación. En muchas ocasiones los pobres monjes no tenían suficiente conocimiento ni de la Biblia ni de su propia teología como para refutar a Farel. Pero en otras ocasiones Farel disputaba con eruditos. Poco a poco su mensaje trajo más y más luz a las aldeas y ciudades suizas, y las Escrituras brillaron con más esplendor. Con convicción apasionada, y sin temor a ningún hombre, Farel realizó la ardua labor de romper siglos de tradiciones para traer la libertad del Evangelio. Dios dotó a este hombre de singulares cualidades, de fuerzas físicas unidas a un fervor inacabable, que no solo le permitieron realizar el trabajo de seis personas, sino que contagió a muchos otros.
Conclusión
Guillermo Farel distó mucho de ser perfecto. Su carácter fuerte causó algunos conflictos innecesarios. Farel mismo reconocía su necesidad de la obra del Espíritu de Dios en él, y se ve a lo largo de su vida un proceso profundo de madurez y humildad bajo la mano de Dios. Farel nunca recurrió a la fuerza física para promover la causa del Evangelio. Incluso, en medio de guerras entre pueblos, Farel animaba a las personas a esperar en Dios, y no en el brazo del hombre. Si por un lado la pasión de Farel en contra de los ídolos era ardiente, por otro lado, vemos a un reformador conciliador, intentando unir a los valdenses, a los zuriqueses y a los luteranos de Alemania con las iglesias reformadas. Para Farel, lo uno era totalmente inaceptable porque atentaba contra la gloria y honra de Dios, y las Sagradas Escrituras, pero lo otro era necesario, porque el cuerpo de Cristo no debe estar dividido. En estas actitudes vemos a un hombre de profundas y claras convicciones basadas en las Escrituras.
El propósito de un artículo como este no es enaltecer a un hombre; Farel mismo se habría opuesto. Sin embargo, sí es válido observar el tipo de persona que fue usada por Dios. Las cualidades buenas de Farel que Dios puso en él y usó para la reforma de su Iglesia son las mismas de todas las épocas, y dignas de ser meditadas hoy. Mencionamos:
- El amor por el estudio profundo de la Biblia. Farel practicó toda su vida la investigación, meditación de la Palabra y su aplicación a la vida cristiana.
- El no temer a los hombres y confiar plenamente en Dios fue un don necesario para la labor que realizó.
- El deseo de que los verdaderos creyentes estuvieran unidos lo motivó a buscar a los valdenses, a los zuriqueses y a los luteranos alemanes. Era un verdadero “pacificador”.
- El corazón pastoral lo encariñó con todas las Iglesias en que trabajó. Su horario semanal en Neuchâtel incluía visitas casi diarias al hospital, predicaciones en diversos lugares y visitas pastorales. También recibía a las personas en su casa. Recibía y practicaba la hospitalidad como don vital para el fortalecimiento de la Iglesia. ¡Esto nos podría enseñar mucho hoy!
- Su sentido de la historia de la Iglesia lo motivó a escribir varios tratados, libros y panfletos que reflejaban la fe antigua histórica de la Iglesia. Otros después de él darían mejor forma a la fe reformada, porque tendrían el tiempo y las condiciones para hacerlo. No obstante, Farel restauró la fe bíblica, y trazó el marco grueso de lo que sería la fe reformada en el futuro. Aunque la teología reformada hoy se conoce como “calvinista”, recordemos que si no fuera por Farel, Calvino no se habría desarrollado en Ginebra y sin duda la historia habría sido muy diferente.
- Finalmente, podemos mencionar el celo de Farel por la gloria de Dios. Su odio a los ídolos, su oposición férrea a todo obstáculo a la verdadera fe y confianza en Dios, era producto de su convicción inamovible de que Dios, y solo
Dios, salvaba al hombre por pura gracia, y por ende debía recibir toda la gloria y las gracias. En este punto, sobre todo, Farel es digno de imitar.
¡Soli Deo Gloria!
Lecturas sobre Farel disponibles en español
- Jason Zuidema, Guillermo Farel, CLIR, 2015
- Frances Bevan, La vida de Guillermo Farel, CLIE, 1988
Guillermo Green ha pastoreado en Costa Rica con su esposa Aletha por más de 30 años. Actualmente es el Secretario Ejecutivo de la Confraternidad Latinoamericana de Iglesias Reformadas y autor de varios libros publicados por la misma. Él y su esposa tienen cuatro hijos.