Por Steven Martins
Reforma Siglo XXI, Vol. 19, No. 2
Introducción
Ninguna conmemoración de la Reforma Protestante está completa sin recordar a un hombre que desempeñó un papel decisivo para nuestra herencia protestante, Pierre Viret. El nombre no es común en las conversaciones reformadas. De hecho, Viret ha sido a menudo olvidado cuando contamos la historia de la Reforma. Esto ha sido un gran perjuicio para el hombre que había sufrido mucho por el evangelio y había contribuido tanto a la recuperación de nuestra fe bíblica, pero su legado ya no está oculto en la oscuridad. Para aquellos que no están familiarizados con el héroe protestante suizo, la obra de Viret en la Reforma del siglo xvi fue definida por su “aplicación comprensiva de toda la Escritura a toda la vida”.1 Para decirlo en términos modernos, enseñó y proclamó la naturaleza de un evangelio totalmente esférico que se relaciona con todos los aspectos de la realidad, la validez y aplicabilidad de la palabra inerrante de Dios a todas las facetas de la vida.
El hombre, Viret, nació en 1511 en la pequeña y humilde ciudad de Orbe, Suiza, lo que era principalmente una comunidad católica en ese tiempo. Fue criado por padres católicos y demostró su interés por los estudios religiosos a una edad temprana. Y no pasó mucho tiempo hasta que sus padres notaron su excelente dominio de los estudios relacionados con la Teología. Sin embargo, bajo su maestro, Marc Romain, estuvo expuesto a las enseñanzas e influencia de Lutero. Estos serían los años formativos para el futuro ministerio de Viret en el creciente movimiento de la Reforma Protestante.
Su educación bajo Romain fue seguida por la decisión de sus padres de enviarlo a París, Francia, para estudiar para el sacerdocio católico. Mientras estaba allí, se le hizo evidente la verdad de la fe protestante y las interpretaciones severamente erróneas y la corrupción de la Iglesia Católica Romana. Esto le puso en una posición difícil, porque tenía que elegir entre complacer a sus padres o seguir sus convicciones. Viret eligió esto último, huyendo de la persecución en París y encontrando refugio en su ciudad natal.
Habiéndose convertido en protestante, Viret pensó que sería improbable que sirviera a la Iglesia en cualquier capacidad de enseñanza o predicación, pero bajo la influencia de un ministro llamado Guillermo Farel, eventualmente fue persuadido a predicar su primer sermón en la iglesia local de la ciudad el 6 de Mayo de 1531. Este joven de 20 años atrajo a grandes multitudes, y muchas personas se convirtieron a la verdadera fe del protestantismo. El pueblo local se maravilló ante la sabiduría de Viret en cuanto a su interpretación y aplicación de las Escrituras, y esto lo animó a viajar a otras ciudades proclamando la verdad.6 Deberíamos notar que para él lo más importante era la conversión de sus padres, que él valoraba sobre todo. De hecho, escribe que si ese hubiese sido el único propósito de su ministerio, habría tenido suficiente para alabar a Dios para siempre.
Durante el ministerio itinerante de Viret, acompañado por Farel, experimentó tanto gozo como tristeza. En algunas ciudades fue bien recibido y muchos se convirtieron a la verdadera fe, abandonando la mentira del romanismo. En otras ciudades, como Payerne, fue rechazado y casi muerto. Esta fue la primera vez que Viret tendría una experiencia cercana a la muerte, porque cuando se acercó a Payerne, fue rápidamente reprendido. La influencia católica en la comunidad había cultivado una hostilidad contra la “nueva fe” del protestantismo y no era un lugar fácil para que Viret enseñara. Eventualmente, después de varias apelaciones, logró convencer al Concilio de Payerne de organizar un debate que le permitiera presentar la interpretación protestante de la Escritura como la verdad. Esto habría sido una gran presentación para Viret, no por razones egoístas, sino más bien, porque habría expuesto al romanismo por lo que era, una mentira y una distorsión de la verdad. También habría elevado la verdad de la Escritura por encima de todo. Lo que habría sido un debate histórico, sin embargo, nunca sucedió porque fue emboscado por un sacerdote católico que le hirió gravemente con una espada. Las autoridades católicas no querían darle a Viret una sola oportunidad para proclamar su evangelio, y preferían que muriera en un campo solitario y acusar a un desconocido del asesinato. No era, sin embargo, la voluntad de Dios que Viret se fuera, porque fue encontrado por sus amigos que le ayudaron recuperar la salud.
Debido a la experiencia cercana a la muerte en Payerne, estaba claro que Viret no podía operar en seguridad mientras estuviera en la ciudad. Esto llevó a la decisión de que Viret debía ser llevado a Ginebra donde podría continuar su trabajo de reforma en paz. Sin embargo, esta no era todavía la Ginebra de la época de Calvino; de hecho, Calvino aún no había llegado. Esta era una Ginebra precalvinista, y como resultado, no era un terreno seguro para Viret. Fue durante su recuperación en Ginebra que fue envenenado a propósito por la Iglesia Católica, y esto dejó a Viret en un muy mal estado de salud. Si no fuera por la mano de Dios, Viret habría sucumbido a ambos sus heridas y el veneno, pero el Señor tenía otros planes en mente.
Debido a los dos atentados contra su vida, la población común se tornó desconfiada de las autoridades romanas. El hecho de que la iglesia Romana recurriera al asesinato parecía haber indicado que temían que su mensaje fuera borrado por la verdad. Esto proporcionó protección a Viret, y también abrió los oídos de la gente a su mensaje. Como escribe el erudito R.A. Sheats:
“Los sacerdotes y los monjes eran ahora vistos con serias dudas y sospechas, y poco más de un año después, a través de las infatigables labores de Farel y Viret, el Consejo General de Ginebra oficialmente aceptó la Reforma”.
Fue esencialmente gracias a los esfuerzos de Farel y Viret que la puerta se abrió para que Juan Calvino entrara en Ginebra dos meses más tarde. De hecho, se reunieron con Calvino donde se quedaba y lo persuadieron para que permaneciera allí y predicara el evangelio.
Ginebra entonces no tuvo un reformador primario, tuvo tres reformadores asociados: Calvino, Farel y Viret. Estos serían los principales contribuyentes a la Reforma en la Suiza francesa. Y como el Señor quería, estos tres tendrían una amistad tan cercana que ni siquiera las pruebas más difíciles de la vida los separarían, particularmente Viret y Calvino.
Contribución de Viret a la Reforma
Cuando examinamos la vida de Viret, aprendemos de sus diversos sufrimientos, pérdidas y éxitos por el bien del evangelio. Él era un proclamador fiel de la verdad, un teólogo sabio e inteligente y un pastor bondadoso. Estaba dispuesto a sufrir cualquier prueba por la verdad de la Palabra de Dios, porque en su mente le parecía un privilegio sufrir por su soberano Señor (Santiago 1:2-4). Sin embargo, su notable vida de abnegación y de llevar su propia cruz no es la única razón por la que debemos admirar a Viret.
La contribución de Viret a la Reforma se encuentra en los aproximadamente cincuenta libros que escribió y publicó en francés y en latín (algunos de los cuales aún no están disponibles para el público). Fue un prolífico escritor, uno de los mayores divulgadores de la fe protestante junto a Lutero en el siglo xvi, y considerado como un erudito igual a Calvino. Como el erudito Cristiano Jean-Marc Berthoud había escrito:
“Si su buen amigo, Juan Calvino, era el dogmatista consumado y el príncipe de los exégetas, Pierre Viret debe ser considerado como el más fino moralista y apologista más agudo del siglo xvi”.12
Él proclamó, no una religión privatizada, sino la cosmovisión Cristiana que lo abarca todo. Él creía en la autoridad de la palabra de Dios que cubre todo el cosmos, y por lo tanto nada en la realidad debería ser visto desde lentes extrabíblicos. El punto de partida de nuestro pensamiento, la autoridad final para nuestra vida, la norma absoluta de nuestra ética, es la Palabra infalible e inerrante de Dios.
Si tuviéramos que consultar sus diversos escritos, su publicación más definitiva debería ser considerada a la altura de la Institución de la Religión Cristiana de Calvino. Su libro La Instrucción Cristiana en la Doctrina de la Ley y el Evangelio es una hermosa y completa exposición y aplicación de los Diez Mandamientos a cada área de la vida. Fue esta obra maestra y reformadora la que desarrolló la base para el ministerio posterior de R.J. Rushdoony y sus Institutos de la Ley Bíblica. Para citar a Viret:
“Dios ha incluido en esta Ley todos los aspectos de esa doctrina moral por la cual los hombres pueden vivir bien. Porque en estas Leyes él ha superado infinitamente a los Filósofos y todos sus libros, ya sean éticos, económicos o políticos. Esta Ley está muy por encima de toda legislación humana, ya sea pasada, presente o futura, y está por encima de todas las leyes y estatutos emitidos por los hombres… Esta Ley, si se entiende correctamente, nos proporcionará verdadera Ética, Economía y Política”.
Lo que descubrió Viret en su estudio de la Palabra de Dios fue:
- El alcance comprensivo del reino de Dios,
- Un entendimiento bíblico del Señorío de Cristo sobre todas las esferas de la vida y
- La importancia perdurable de la ley de Dios para el individuo y la sociedad. Cuando consideramos sus conclusiones, no debería sorprendernos que Viret fuese tan a menudo ignorado en la mayoría de los estudios de la Reforma. Después de todo, vivimos en una época en la que la mayoría de los cristianos del Occidente han perdido esta visión bíblica de un evangelio completo, y no solo eso, sino que cualquier articulación de la fe cristiana más que una espiritualidad privatizada se ha visto con mucha sospecha.
Hubo un tiempo en el siglo xx cuando esta visión viretiana resurgió, donde numerosos teólogos enseñaron y escribieron sobre la relevancia y aplicación de la Palabra de Dios a todos los ámbitos de la vida.14 Pero a menudo (e injustamente) eran demonizados como legalistas heréticos, dominionistas del mundo, y eventualmente el término ‘teonomistas’ (por el cual eran conocidos) se convirtió en una etiqueta despectiva. Esto, por supuesto, no era cierto de ellos. Ellos no eran legalistas, y no estaban promoviendo un gobierno tiránico bajo un orden mundial humanista. Ellos sí eran, sin embargo, teonomistas porque creían que estábamos ya sea bajo la ley de Dios (teonomía) o la ley del hombre (autonomía). Por supuesto, vivir en el mundo de Dios inevitablemente significa que estamos sujetos a la ley de Dios, porque aparte de la ley bíblica, la ley del hombre no es más que una falsificación barata y un arma de opresión de masas. No obstante, estos ataques ad hominem hicieron su trabajo, dañaron la imagen de lo que llamaron el “movimiento reconstruccionista” y dejaron gran parte de sus estudios en el estante. Esto es trágico cuando consideramos que la visión viretiana era de hecho bíblica y un componente integral a nuestra herencia de la Reforma. De hecho, si Viret estuviera vivo hoy, y si hubiera publicado sus obras en el presente, habría sido tirado rápida- mente a la misma papelera que estos teólogos del siglo xx.
Podemos estar preguntándonos ¿por qué el trabajo de Viret pasó inadvertido en gran medida en el desarrollo postreforma de la Iglesia? La respuesta tiene varios componentes. Tenemos que considerar, por ejemplo, la probabilidad de que la Institución de Calvino eclipsara el trabajo de Viret, la falta de accesibilidad a las publicaciones más definitivas de Viret (que aún no están disponibles para nosotros), y el fracaso de los líderes de la Iglesia en sostener esta visión bíblica viretiana en su predicación y enseñanza. Sin embargo, también debemos tener en cuenta la influencia de los anabaptistas, los dispensacionalistas posteriores que creen que las instituciones de este mundo no pueden ser redimidas y están programadas para el juicio, y los proponentes recientes de los dos reinos que sugieren que el reino de Dios no se extiende a la esfera pública. Es probable que la mayoría, si no la totalidad, del trabajo de Viret fuera desconocida para ellos, pero lograron cultivar una renuencia dentro de la Iglesia para leer algo como Viret. Esto ayuda a explicar el retiro cultural y el antinomianismo de nuestros días.
Sin embargo, por encima y en contra de esta visión antibíblica y antiviretiana que se ha vuelto tan prominente en el evangelicalismo, la obra de Viret es una obra maestra digna de ser leída, y él demuestra ser un exegeta experto, demostrando que sus conclusiones se derivan de la clara enseñanza de la Escritura. Es de poca sorpresa entonces que él fuera un amigo tan cercano de Calvino, pues, aunque estaban en des- acuerdo sobre cosas relativamente menores, a menudo estaban unidos por la cadera en su ministerio, escritos y teología.
Recuperando su Legado
Tenemos mucho que aprender, por lo tanto, de Pierre Viret. Su cristianismo integral es exactamente lo que enseña la Escritura. Por ejemplo, leemos en el capítulo quinto de Zacarías acerca de un rollo volador que cubre toda la ciudad, representando la naturaleza comprensiva de la revelación especial de Dios (su Palabra). Incluso podemos referirnos a Pablo, quien escribió a los Corintios diciendo:
“Porque es necesario que [Cristo] reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies, y el último enemigo que será destruido es la muerte. Porque Dios sujetó todas las cosas debajo de sus pies…” (1 Cor. 15:25-27).
¿Cómo es esta fe comprensiva? El erudito Willem Ouweneel lo expresa así:
“El Reino de Dios se manifiesta en todos los ámbitos de la vida. Esto viene a la luz en que los funcionarios en estos dominios —los padres, ancianos, obispos, maestros, profesores, empleadores, administradores, autoridades, etc.— ejercen su autoridad en el reconocimiento concreto y explícito de que ellos mismos están bajo la autoridad y los mandamientos de Cristo el Señor”.
Se hace inmediatamente evidente que la percepción que tengamos del reino de Dios determina el alcance de nuestra fe y nuestra acción. Pero nuestra percepción del reino debe ser bíblica, definida como el gobierno general de Dios sobre todas las cosas creadas, reinando en términos de su ley (Ex. 15:18). Y el hombre, en Cristo, es restaurado a su llamado y propósito originales como profeta, sacerdote y rey de Dios, para hacer avanzar el reino de Dios al interpretar este mundo según Dios, dedicarlo a Dios, y gobernarlo para Dios y en sujeción a Él. Dios no ha llamado simplemente a su Iglesia para estar apartada del mundo, nos ha apartado del mundo para que podamos cumplir su soberana voluntad y propósito, que al proclamar la verdad de su Palabra, exponiendo la mentira como vana e inútil, y transformando la cultura, podamos hacer avanzar su reino. Sin embargo, nada de esto se hace solo por medios humanos, porque tal poder y esperanza para una transformación radical tanto de la persona como de la sociedad no se encuentra en la creación misma, sino en el Espíritu de Dios, quien se complace en usar su creación como instrumentos para su gloria.
Negar la visión viretiana del evangelio como aplicable a todas las áreas de la vida es abandonar el poder y la naturaleza misma de nuestra fe, pues como escribe el apologista Joe Boot:
“Para nosotros, negar que tenemos una tarea en la tierra para aplicar la victoria salvífica [de Cristo] y su señorío, su belleza y verdad a todos los aspectos de la vida y el pensamiento, es renunciar a Cristo”.
Viret estaría horrorizado por la gran prominencia de nuestro cristianismo privatizado, que de hecho sería contrareformacional. La visión de Viret, fiel al espíritu de la Reforma, fue recuperar los fundamentos bíblicos para nuestro tiempo, ayudar a la Iglesia en su tarea de hacer avanzar el reino de Dios en la tierra y proclamar la soberanía total de la Palabra de Dios. Por lo tanto, es nuestro deber como cristianos mantener esta visión, aferrarnos a Sola Scriptura, y aplicar las verdades eternas de Dios a cada área de la vida. En esto podemos recordar el legado de Viret, como “aquel fiel servidor de Dios Todopoderoso quien toda su vida trabajó para llevar a todos los pensamientos de sus contemporáneos cautivos a la obediencia de Jesucristo y de Su Palabra total”.
Steven Martins es Apologista y Escritor en el Ezra Ins- titute for Contemporary Christianity. Tiene una Licenciatura en Administración de Recursos Humanos de York University (Toronto, Canadá), y está estudiando para obtener su Maestría en Artes en Apologética Cristiana en Veritas Evangelical Seminary (Santa Ana, California, USA). También escribe artículos para Coalición Por El Evangelio. Steven está casado con su esposa Cindy y vive en Toronto.