DEJEN DESCANSAR A LUTERO

Por Rev. Mark Nabholz

Reforma Siglo XXI, Vol. 10, No. 2

“Martín Lutero usaba para sus himnos melodías que se escuchaban en los bares. ¿Por qué no deberíamos hacerlo nosotros?” Si esta declaración le suena familiar entonces usted forma parte de un grupo muy amplio. Es una de las causas de muchos desacuerdos sobre el tema de la música en la iglesia. El principal problema es que no es cierto. En su artículo, “Martín Lutero, Su Música, Su Mensaje”, Robert D. Harrel desacredita este punto. “Ninguna de las obras que trata con la música de Lutero ha encontrado rastros de que una sola melodía de sus canciones tenga su origen en alguna canción asociada con los bares” (34). De hecho, “Lutero fue extremadamente cuidadoso al proteger la palabra de Dios de cualquier adición de elementos mundanos” (36).

De las treinta y siete obras corales de Lutero, casi la mitad de ellas fueron compuestas por el mismo Lutero, y solamente una está basada en una canción popular secular. Esa solitaria melodía secular (y no era una canción asociada con los bares) fue sustituida por el reformador, porque “Lutero se avergonzaba de escuchar la melodía de su himno navideño cantada en tabernas y salones de baile” (Paul Nettl, Lutero y la Música, 48).

En la obra Diccionario de la Música y los Músicos, Grove describe los himnos de Lutero como “palabras nobles, íntimamente relacionadas con la música noble, severamente simples, y sin embargo, jamás triviales” (vol. 2, 178). Eric Routley escribió, “Lo último que Lutero era, o podría haber sido, era lo que ahora llamamos un adaptador de estilos populares. No echaba mano de lo ‘popular’ en el sentido de lo descuidado, o como los estándares de la ignorancia” (La Música de los Himnos Cristianos, 21).

“Bien, si Lutero no usó melodías de las tabernas, ¿entonces de dónde provino el rumor?” Quizás la mejor explicación es que un término básico ha confundido a quienes no son músicos. Las melodías, particularmente aquellas usadas en himnos en canciones populares, pueden dividirse en categorías de forma basándose en su uso de material melódico recurrente. Por ejemplo, la melodía de “Castillo Fuerte Es Nuestro Dios” sigue la forma AAB (o AABA1) conocida por los músicos como la “Forma en Barra”. Es probable que una mala interpretación de este término sea la verdadera fuente de la controversia sobre las “melodías de los bares”.

“Pero Lutero sí dijo ‘¿Por qué debe el diablo tener todas las buenas melodías?’ ¿Y qué hay con eso?” No, no lo hizo. Aunque se le ha atribuido a Lutero, a los hermanos Wesley, a Isaac Watts y a D. L. Moody, la fuente de este comentario en realidad es Rowland Hill, un pastor londinense del siglo diecinueve, quien dijo, “el diablo no debe tener todas las mejores melodías” (V. J. Charlesworth, Rowland Hill, p. 156). De hecho, Hill estaba preocupado por la lamentable calidad de la música en su iglesia (la Capilla Surrey), y deseaba mejorarla (Lowell Hart, La Música de Satanás Desenmascarada, p. 171).

A falta de una referencia, podemos concluir con algo de certeza en que Lutero jamás dijo, “Por qué debe el diablo tener todas las buenas melodías?” Es más difícil decidir qué habría hecho Lutero si hubiera tenido que tomar las decisiones musicales que enfrenta nuestra iglesia. Pero parece una distorsión imaginar que un hombre que consideraba que la música era una creación de Dios para la proclamación del Evangelio y quien entendía la música popular seria de su época y que la usaba, estuviera muy impresionado con la repetición, estructura y forma que caracteriza a buena parte de la música popular (y cristiana contemporánea) de la actualidad o que hubiese disfrutado de su apariencia. No puede haber duda de que Lutero hubiese estado a la vanguardia de aquellos que buscan lo mejor de lo nuevo. Pero dada su teología y estudiando su arte, uno se inclina a creer que hubiese estado más interesado en la música contemporánea seria que en la “música que le gusta a la gente común” de MTV o de cientos de estaciones evangélicas de radio (James Tiefel, “Las Melodías de la Taberna del Diablo”, en Wisconsin Lutheran Quarterly). 

Se ha dicho que una mentira le da media vuelta al mundo mientras la verdad se amarra sus zapatos. En ninguna otra parte esto se hace más evidente que este argumento tan falaz y poco fundamentado. ¡Démosle a Lutero el descanso que se merece! 

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