Por David W. Hall
Reforma Siglo XXI, Vol. 11, No. 2
Pronto comenzará una celebración internacional del 500º aniversario del nacimiento de Juan Calvino (y el 450º aniversario de la edición final de su magistral Institución de la Religión Cristiana) (2009; ver www.calvin500.org). Para aquellos quienes han escuchado poco o principalmente cosas negativas acerca del Reformador Ginebrino, una pregunta obvia podría ser «¿por qué?». Un breve repaso de diez áreas culturales que fueron cambiadas irrevocablemente por la influencia de Calvino y su banda de hermanos y hermanas está a la orden. Ya sea que le amen o le odien, fue un agente de cambio. Pensamos que para bien.
1. Educación: la academia
Calvino se separó de la pedagogía medieval la cual limitaba la educación principalmente para una élite aristocrática. Su Academia, fundada en 1559, fue un piloto en la educación de amplia base para la ciudad. Aunque los ginebrinos habían procurado establecer una universidad desde hacía dos siglos, no fue sino hasta el establecimiento de Calvino que finalmente un colegio tuvo éxito. Para cuando llegó Calvino, los oficiales de la ciudad anhelaban una institución educativa principal, pero en 1536 la mayoría de los ginebrinos pensaban que esta era una meta demasiado ambiciosa. A pesar de los inicios infructuosos de la educación que habían ocurrido entre la adopción de la Reforma por parte de Ginebra en 1536 y el regreso de Calvino de su exilio en Strasbourg en 1541, queda claro que el éxito de establecer una universidad duradera no se dio hasta que Calvino metió su mano en el arado educacional después de que Ginebra se estableciera en su identidad protestante en la década de 1550.
La Academia de Calvino, adyacente a la Catedral de San Pierre, ofrecía dos niveles de currículos: una para la educación pública de la juventud de Ginebra (el colegio o schola privata) y el otro un seminario para entrenar ministros (schola publica). Uno no debe descontar el impacto que se dio por la educación pública de la juventud, especialmente cuando la educación normalmente estaba reservada sólo para descendientes de la aristocracia o miembros de sociedades católicas. Iniciada en 1558, con Calvino y Teodoro Beza como presidentes de la facultad de teología, el edificio de la Academia fue dedicado el 5 de junio de 1559, con 600 personas presentes en la Catedral de San Pierre. Calvino recaudó dinero para la escuela, y muchos expatriados donaron para ayudar a que se levantara. La escuela pública, la cual tenía siete grados, matriculó 280 estudiantes durante su año inaugural, y el seminario de la Academia se expandió a 162 estudiantes e sólo tres años. Para la muerte de Calvino en 1564, había 1,200 estudiantes en el colegio y 300 en el seminario. Ambas escuelas, como han observado los historiadores, eran gratuitas y «precursoras de la educación pública moderna». Pocas instituciones europeas algunas vez vieron un crecimiento tan rápido.
Para acomodar el diluvio de estudiantes, la Academia planeó agregar, en lo que sería característico del punto de vista calvinista acerca de la influencia cristiana en todas las áreas de la vida, departamentos de derecho y medicina. Beza pidió oración por el nuevo departamento médico tan temprano como en 1567, cuando la escuela de derecho se estaba estableciendo. Siguiendo a la masacre del Día de San Bartolomé (1572), Francis Hotman, y varios otros destacados eruditos constitucionales, enseñaron en la escuela ginebrina de derecho. La presencia de dos gigantes legales, Hotman (1573–1578) y Denis Godefroy, le dio a la Academia de Calvino uno de las más tempranas facultades legales suizas. La escuela de medicina, intentada poco después de la muerte de Calvino, no fue fructuosa hasta en los años 1700. La Academia de Calvino se convirtió en la portadora del estandarte en pro de la educación en todos los campos importantes.
Históricamente, la educación, al igual que cualquier otro factor concreto, ha fomentado el avance cultural y político. Una de las contribuciones más duraderas de Calvino, una que también aseguró la longevidad de muchas de las reformas calvinistas, fue el establecimiento de la Academia de Ginebra. A través de esta Academia, Calvino también triunfó donde otros habían fallado. Es digno de notar que a ninguno de los otros reformadores protestantes importantes se le atribuye haber fundado una universidad que durara por siglos, hasta convertirse en una propiedad perseguida por algunos demandantes sorprendentes, como Tomás Jefferson.
2. El cuidado de los pobres: la bolsa
La mayoría de las personas no asociarían a Calvino con simpatía por los pobres o indigentes. Sin embargo, una rápida revisión de su cuidado por los huérfanos, los necesitados, y los refugiados desterrados en periodo de crisis no sólo demuestra lo contrario, sino que también provee principios duraderos para la ayuda social en pro de los realmente necesitados.
Calvino pensó que la compasión de la iglesia podía ser expresada de la mejor manera a través de sus diáconos ordenados, la personificación de la caridad privada. El reto para Calvino fue derivar protocolos prácticos que cuidaran de los pobres, usando el mecanismo diaconal que Dios ya había provisto por medio del ministerio de misericordia de la iglesia.
El valioso volumen histórico de Jeannine Olson, Calvino y el Bienestar Social: Los Diáconos y la Bolsa Francesa, es un estudio revelador sobre el impacto de Calvino en la cultura reformada, enfocándose particularmente en el efecto duradero su pensamiento sobre el bienestar social a través del diaconado de la iglesia. En su tratado, notó que contrario a las caricaturas modernas, los reformadores trabajaron diligentemente en proteger refugiados y ministrar a los pobres. La Bolsa Francesa se convirtió en un pilar del bienestar social en Ginebra; de hecho, este ministerio de misericordia puede haber tenido casi tanta influencia en la Europa de Calvino como su teología en otras áreas.
Las actividades de la Bolsa eran numerosas. Sus agentes diaconales estaban involucrados en hospedar huérfanos, ancianos, o discapacitados. Protegieron al enfermo y se ocuparon de aquellos involucrados en inmoralidades. Esta institución eclesiástica fue precursora de las sociedades voluntarias de los siglos XIX y XX en el Oeste. Calvino estaba tan interesado en ver al diaconado florecer que dejó en su testamento parte de su herencia familiar para la Escuela de Niños y para extraños pobres.
Su diseño inicial fue para apaciguar el sufrimiento de residentes franceses quienes, mientras huían de la persecución sectaria en Francia, se establecían en Ginebra. Se ha estimado que sólo en esa década (1550-1560) alrededor de 60,000 refugiados pasaron por Ginebra, un número capaz de producir bastante preocupación social.
Los diáconos suplieron un amplio rango de necesidades, no muy diferentes de los estratos de necesidades de bienestar de nuestra sociedad. Proveyeron subsidio interino y entrenamiento laboral como necesarios; en ocasiones hasta proveyeron las herramientas necesarias o suministros para que aquellos con aptitud física ejercieran una vocación honesta. Dentro de un periodo de tiempo en este trabajo de bienestar, el diaconado de Calvino descubrió la necesidad de comunicar a los receptores la meta de que ellos habrían de regresar a trabajar tan pronto fuera posible. También se preocuparon por casos de abandono, brindaron sostén a enfermos terminales quienes a su vez dejaron a sus hijos para que les brindasen sostén, y también incluyeron un ministerio a las viudas que a menudo tenían hijos dependientes y diversas necesidades.
Lógicamente había peculiaridades teológicas, y estas distinciones teológicas llevaron a ciertos compromisos prácticos. Sería mejor que los líderes modernos vieran qué pueden aprender del pasado; en resumen, encontramos los siguientes principios de la reforma de bienestar influyente de Calvino:
1. Era sólo para aquellos verdaderamente en desventaja.
2. Condiciones morales previas acompañaban la ayuda.
3. La caridad privada o religiosa, y no la generosidad estatal, eran el vehículo para la ayuda.
4. Los oficiales ordenados manejaban y rendían cuentas
5. Las bases teológicas eran normales.
6. Se buscaba una ética de trabajo productiva.
7. La ayuda era temporal.
8. La historia es valiosa.
Uno de los compañeros reformadores de Calvino, Martin Bucer, llegó a decir del diaconado que «sin él no puede haber verdadera comunión de los santos». En un sermón sobre I Timoteo 3:8-10, Calvino mismo asoció la compasión de la iglesia primitiva como la medida de nuestro cristianismo: «si queremos ser considerados cristianos y queremos que crean que hay una iglesia entre nosotros, esta organización debe ser demostrada y mantenida». Calvino hasta acertó retóricamente en una ocasión, «¿Queremos demostrar que hay reforma entre nosotros? Debemos empezar en este punto, el cual es, que debe haber pastores que porten con pureza la doctrina de la salvación, y también diáconos que cuiden de los pobres».
3. Ética e interpretación de la ley moral: el Decálogo
La interpretación de Calvino de los Diez Mandamientos como pilares éticos fue muy influyente en el desarrollo de carácter por generaciones. En su discusión, insistió en que esta ley moral era necesaria; porque aunque el hombre fue creado a la imagen de Dios, la ley natural sola únicamente podía ayudar señalando la dirección correcta. Aunque reconoció a la consciencia como un «monitor», aún así Calvino sabía que la depravación afectaba dicha consciencia, y la gente estaba «encerrada en la oscuridad del error». De esta forma, la humanidad no fue abandonada a la ley natural sola, para que no se rindiera a la arrogancia, ambición y un enceguecedor amor propio. La ley, entonces, fue dada tanto por gracia como por necesidad.
La ley también muestra a la gente cuán indignos son y los lleva a desconfiar de la capacidad humana. Calvino utilizó con frecuencia frases como «completa impotencia» y «total incapacidad» para demostrar el punto de que las personas dependen de la revelación de Dios si han de hacer bien. La ley es una «perfecta regla de justicia», aunque nuestras mentes naturales no se encuentran inclinadas a la obediencia.
Calvino notó que la ley está llena de ramificaciones, y que no debe ser limitada a aplicaciones estrechas. Siempre hay «más en cuanto a los requerimientos y prohibiciones de la ley de lo que se expresa [literalmente] con palabras», dijo él. Cada mandamiento requiere también su opuesto. Si uno no había de robar, también debía proteger su propiedad y la de otros. Si uno no había de mentir, debía entonces decir la verdad, y si uno no había de cometer adulterio, entonces debía apoyar la fidelidad marital. Calvino pensaba que debemos razonar a partir del mandamiento positivo hacia su opuesto de la siguiente manera: «Si esto agrada a Dios, su opuesto le desagrada; si aquello desagrada, su opuesto agrada; si Dios manda que hagamos esto, nos prohíbe que hagamos lo opuesto; si prohíbe aquello, nos manda que hagamos lo opuesto». Esta amplia aplicación de la ley moral creó la base de una teoría ética que se divulgo en el Occidente de aquel tiempo, y también exhibió una sofisticación que no siempre estuvo presente en algunas teologías.
Calvino creía que la Ley tenía muchas funciones prácticas —convencía cual espejo; impedía cual brida; y nos iluminaba o despertaba a la obediencia. Sin embargo, otro diseño maestro de la Ley de Dios era guiar y recordar a los creyentes las normas de Dios.
El comentario de Calvino sobre la sexualidad (cuando discutía en séptimo mandamiento) abarcaba más de mil palabras in la Institución mas era muy profundo. Su disertación sobre «No robarás» era rica en textura, llamando a la gente no sólo a evitar robar, sino también a «conducirse honestamente para preservar su propio» estado (II, 8, 45). Este y otros mandamientos formaron la ética laboral protestante. De manera similar, cuando se refirió al alcance interno del mandamiento que prohíbe el falso testimonio, notó que era «absurdo suponer que Dios odia la enfermedad la lengua calumniadora, pero no desaprueba la maldad en la mente» (II, 8, 48). Aunque estas exposiciones sean breves, son excelentes y tan dignas de ser consultadas que la mayoría de las confesiones protestantes hicieron justamente eso a partir de entonces. Algunas codificaciones en varios contextos puritanos seguirían el hilo de Calvino en cuanto a la necesidad y el uso correcto de la ley.
Los calvinistas, entonces, no fueron legalistas sino admiradores de las perfecciones y la sabiduría de la ley de Dios, en la cual confiaban más que en ellos mismos. Los seguidores de Calvino sostenían sus propias habilidades innatas en tan baja estima y la ley de Dios en tan alta estima que se convirtieron en los creadores y partidarios del constitucionalismo y la ley como instituciones positivas. Más aún, la caridad fue el enfoque de la ley, y la pureza de consciencia fue el resultado.
4. La libertad de la Iglesia: la compañía de pastores
Calvino trabajó intensamente para permitir que la iglesia fuera la iglesia, y la cultura se vio impactada por una iglesia robusta y vibrante. En menos de dos años después de la llegada de Calvino, fue exiliado de Ginebra. La lucha fue importante, involucrando si la iglesia y sus ministros podían seguir su propia consciencia y autoridad o si la iglesia sería entorpecida por el estado u otra interferencia jerárquica.
Calvino y William Farel (quienes pastoreaban las iglesias Ginebrinas de San Pierre y San Gervais respectivamente) se negaron a ofrecer la comunión a los ciudadanos feudales en 1538, para no acarrearse juicio a sí mismos. A cambio, el Concilio de la Ciudad les exilió por insubordinación el 18 de abril de 1538. Sin embargo, en 1541, le imploraron a Calvino que regresara a Ginebra.
Cuando regresó, en lugar de buscar más control para él sobre la iglesia o asuntos cívicos, buscó regularizar una forma republicana de gobierno eclesiástico. Una de las demandas de Calvino antes de regresar a Ginebra en setiembre de 1541 fue que de la misma zona fuera establecido un cuerpo gobernante colegiado de pastores y ancianos de la iglesia. Cuando llegó el momento de reemplazar las estructuras centralizadas ineficaces, en lugar de optar por una institución que fortaleciera su propia mano, este reformador visionario ejerció presión a favor de una autoridad descentralizada presentándola con muchos oficiales. También insistió en que la iglesia fuese libre de intervención política (la separación de jurisdicciones, sin anhelar opresión teocrática, ayudó a solidificar la integridad de la iglesia también) y sus Ordenanzas Eclesiásticas de 1541 específicamente requirieron tal separación.
La primera prioridad de Calvino y Farel al regresar a su compromiso en Ginebra fue el establecer los protocolos en las Ordenanzas Eclesiásticas de Calvino, un manual de procedimientos el cual prescribía cómo las iglesias de la ciudad supervisarían la moral y las enseñanzas de sus propios pastores sin el estorbo de ningún otra autoridad. La prioridad que asignó Calvino a su trabajo demuestra cuán importante era para él que la iglesia fuese libre para llevar a cabo sus propios asuntos, sin impedimento del estado. La soberanía del concilio ministerial (Consistorio) para monitorear la fe y la práctica de la iglesia se codificaron en estas Ordenanzas de 1541. Luego fueron revisadas en 1561, justo antes de la muerte de Calvino, y proveyeron procedimientos duraderos para la iglesia libre. Obviamente, este arreglo marcó la partida del yugo tradicional de la influencia política y eclesiástica bajo los auspicios católico-romanos. La innovación ginebrina también difería levemente de las prácticas de la época en Bern y Lausanne, ambas de las cuales eran protestantes.
Esta firma calvinista es grandemente apreciada en naciones o regiones donde el gobierno civil ha buscado siempre o a menudo influenciar a la iglesia para cambiar sus puntos de vista. Una iglesia libre del control externo, jerárquico, o civil fue una contribución radical y duradera que Calvino hizo al mundo moderno. Cuando la iglesia es eficaz al promover sus virtudes dadas por Dios, esa iglesia libre es una influencia poderosa para el bien de la sociedad.
5. Gobierno colegial: el senado
Calvino también sostuvo insistentemente que el gobierno no debía y no podía hacerlo todo; tenía que ser limitado en sus tareas y alcance. De no ser así, encallaría como en los tiempos del profeta hebreo Samuel.
El sermón de Calvino sobre 1 Samuel 8 señala uno de los pasajes más ampliamente detallados respecto al pensamiento político en las Escrituras. Su exposición de 1561 discute los peligros de la monarquía, la necesidad de una limitación apropiada del gobierno, y el lugar de la Soberanía divina sobre los gobiernos humanos. Es un ejemplo del Calvinismo al máximo, balanceando cuidadosamente la libertad individual y el gobierno adecuado.
Calvino empezó su sermón sobre 1 Samuel 8 declarando que el pueblo de Israel, incluso hasta el último minuto justo antes de elegir un rey, estaba en libertad de cambiar de opinión; tal libertad hacía que el reinado fuese opcional. Entonces Samuel les advirtió «que aquel que reine sobre ellos tomará a sus hijos y los usará para sus propósitos y les saqueará y robará». Calvino predicó que «hay límites prescritos por Dios para su poder, dentro de los cuales han de estar satisfechos: a saber, trabajar por el bien común y gobernar y dirigir al pueblo en verdadera equidad y justicia; sin hincharse con su propia importancia, sino recordando que ellos también están sujetos a Dios».
Los llamados de Calvino a sujetarse a los gobernantes no eran sin límite. Dios estableció magistrados apropiadamente «para el uso del pueblo y el beneficio de la república». Por consiguiente, los reyes también tenían estatutos que satisfacer: «No han de emprender guerras imprudentemente, ni incrementar sus riquezas ambiciosamente; ni han de gobernar a sus súbditos sobre la base de su opinión personal o el deseo de lo que quieren». Los reyes tenían autoridad siempre y cuando cumplieran las condiciones del pacto de Dios. Por consiguiente, proclamó desde el púlpito de San Pierre, «Los súbditos están bajo la autoridad de los reyes; pero el mismo tiempo, los reyes deben preocuparse por el bienestar público para que puedan cumplir sus deberes prescritos por Dios con buen consejo y deliberación madura».
El plan de tipo republicano sugerido por Jetro (Éx. 18) aparece como una innovación la cual Calvino pensó que no se había originado en la mente del hombre. Otros comentaristas, en un rango desde Aquinas y Maquiavelo hasta Althusius y Ponet, vieron el consejo de Jetro como un ejemplo prístino de federalismo o republicanismo. Comentando acerca de un pasaje similar en Deuteronomio 1:14–16, Calvino declaró: «Por lo tanto parece más claro que aquellos que habrían de presidir en juicio no fueron señalados sólo por la voluntad de Moisés, sino elegidos por los votos del pueblo. Y esta es la clase de libertad más deseable, que no seamos obligados a obedecer a cada persona que tiránicamente se imponga sobre nuestras cabezas; sino quien sea permitido por la elección, para que nadie reine excepto aquel que ha sido aprobado por nosotros. Y esto se confirma aún más en el siguiente verso, en el que Moisés cuenta que esperó el consentimiento del pueblo, y que no se intentó nada que no complaciera a todos». Así, Calvino vio Éxodo 18 como representativo de una forma republicana. El Concilio de Veinticinco, el más pequeño de Ginebra, también fue conocido como el Senado.
Este faro Ginebrino, cuyas ideas sermoneadoras más tarde llegaron a las costas de América, dio a conocer cómo los reyes abusan de su poder según la historia de Samuel, y distinguió entre un tirano y un príncipe legítimo con estas palabras: «un tirano gobierna por su propia voluntad y deseo, mientras un magistrado legítimo gobierna por consejo y por razón buscando determinar cómo traer el mayor bienestar y beneficio público». Calvino desaprobó la costumbre opresiva de los magistrados «que tomaban parte en los saqueos para enriquecerse a costillas de los pobres.
El carácter del calvinismo se exhibe en este (y otros) sermones que abogaban por un gobierno limitado. Calvino estaba en lo correcto en que la responsabilidad individual era un buen desacelerador para un gobierno que se atribuía más de lo que debía. Alteró nada menos que la trayectoria del gobierno.
6. Políticas descentralizadas: La República
Una de las salvaguardas procesales de la reforma cívica de 1543, un sello de los rasgos distintivos del gobierno calvinista, fue que las varias ramas del gobierno local (concilios) no podían actuar más unilateralmente; de ahora en adelante, por lo menos dos concilios se requerían para aprobar medidas antes de ser ratificadas. Este mecanismo primitivo, el cual prevenía que todo el poder gubernamental se consolidara en un simple concilio, pre databa la doctrina de la separación de poderes de Montesquieu por dos siglos, una contribución calvinista que no siempre es reconocida. La base lógica principal para esta autoridad dispersa fue una simple pero Bíblica idea: hasta el mejor de los líderes podía pensar egoísta y ciegamente, así que necesitaban una forma de corrección mutua y rendimiento de cuentas. Este tipo de pensamiento, ya incorporado a la esfera eclesiástica de Ginebra (escrito en las Ordenanzas Eclesiásticas de 1541) y derivado esencialmente de fuentes Bíblicas, anticipó muchos casos posteriores de federalismo político. La estructura del presbiterio ginebrino empezó a influenciar la política cívica ginebrina; a cambio, eso también promovió la separación de poderes y proveyó protección de la oligarquía. El resultado fue una mucho más abierta y estable sociedad que antes, y la orientación de Calvino hacia lo práctico es obvia en estas áreas.
El mismo proceso de elecciones ginebrinas fue un reflejo de la opinión de Calvino sobre la naturaleza humana y el papel del estado. En una de las tradiciones democráticas organizadas más antiguas, los conciudadanos de Calvino elegían cuatro nuevos presidentes comunitarios (comisionados) de una lista de ocho para un periodo de un año. Varios niveles de concilio eran elegidos entonces por los ciudadanos.
Esta política al estilo calvinista, que parecía ser liberal o peligrosamente democrática para ese entonces, proveyó controles y balances, separación de poderes, elección por los residentes, y otros elementos de la estructura federal que luego sería copiada como una de las exportaciones más valiosas de Ginebra. Otras características del federalismo, incluyendo un sistema primitivo de apelaciones, se desarrollaron a finales de la década de 1540. No sólo era la Ginebra de Calvino religiosa, sino que también buscaba el asenso de los gobernados a un grado nunca antes visto, llevando al mundo a nuevas formas estables de republicanismo. Muy al menos, uno debe reconocer «la destacada correlación, tanto en tiempo como en espacio, entre la propagación del protestantismo calvinista y el surgimiento de la democracia».
Siguiendo las enseñanzas de Calvino, los gobernantes elegidos se veían como si tuviesen un deber para con Dios, uno que les obligaba a servir bien al público y a evitar perseguir beneficio personal. Esta noción de desinteresado deber político debía mucho de su resistencia a Calvino, y pronto se convirtió en una característica integral de la cultura pública de Ginebra. Los oficiales municipales no eran empleados asalariados a tiempo completo en los días de Calvino, y la combinación de controles y balances entre los varios concilios requerían un gobierno que fuese racionalizado y simple. Los oficios políticos de Ginebra, en contraste con los medievales y algunas costumbres modernas, no eran con fines de lucro para los oficiales. Incluso tales oficios eran evitados por algunos, requiriendo la amenaza de una multa si un ciudadano se rehusaba a servir después de la elección. Ginebra se convirtió en el principal laboratorio para la implementación de muchos de las ideas republicanas de Calvino. Como tal, su modelo político local da pistas acerca del carácter del calvinismo, completo con su tendencia a limitar el gobierno. Características tales como periodos limitados, balance de poderes, anulación ciudadana, magistraturas interposicionales, y rendimiento de cuentas eran el corazón de los gobiernos del Nuevo Mundo, que más adelante amplificó el calvinismo a otras generaciones y lugares.
Muchas de las ideas que iniciaron con la reforma de Calvino en Ginebra y luego fueron parte del tejido de América fueron cultivadas y entrecruzadas en el siglo diecisiete. Costumbres que ahora se dan por sentadas, como la libertad de expresión, de asamblea, de disensión, se extendieron cuando los discípulos daneses, ingleses y escoceses de Calvino refinaron estas ideas.
7. Igualdad entre todas las profesiones: la doctrina de la vocación
Otro de los aspectos formadores de la cultura del pensamiento de Calvino fue su énfasis en lo sagrado de las vocaciones ordinarias. Antes de Calvino y la Reforma Protestante, se pensaba que la doctrina de la vocación o el llamado era sólo para el clero. Sin embargo, su posición respecto al trabajo como inherentemente dignificado por nuestro Creador elevó todas las disciplinas y vocaciones legítimas al estado de santo llamado. Uno podía, después de Calvino, ser tan llamado a la medicina, al derecho, y a la educación como a un pastor protestante era llamado a servir a la iglesia.
El llamado de Calvino al trabajo duro no necesariamente equiparaba el éxito o la prosperidad con la bendición divina. Aunque sus puntos de vista sí tenían una tendencia persistente de ennoblecer varias áreas del llamado humano y la labor. Los negocios, el comercio, y la industria fueron elevados por los principios de Calvino, y aquellos que se les adherían se convertían en líderes de la empresa moderna. Max Weber y otros están en lo correcto al notar que el Calvinismo dignificó el trabajo y los llamados de muchos tipos.
Antes de su tiempo, muchos trabajadores tenían poco sentido de llamado a menos que entraran al sacerdocio. Debido principalmente al énfasis sacerdotal de la iglesia católico romana, antes de la Reforma, el «llamado» o la vocación estaba altamente restringida a los llamados eclesiásticos. Calvino enseñó que cualquier área de trabajo —la agricultura, la enseñanza, el gobierno, los negocios— podían ser un llamado válido de Dios, tan sagrado como servir en un ministerio. Este fue un cambio radical en cosmovisión, el cual en última instancia alteraría muchas economías, culturas, y vidas humanas.
La formación de la Academia Ginebrina bajo Calvino hacía un llamado a la educación en general (no sólo en estudios religiosos), y proveía estudios de derecho, medicina, historia, y educación. Calvino y otros reformadores ayudaron a retirar la distinción entre lo sagrado y lo secular. Él se dio cuenta de que una persona podía servir a Dios en cualquier área o labor y glorificarle. Calvino se reunió con muchos líderes, empresarios, impresores, y mercaderes de su tiempo, y no denigro ningún llamado legítimo. El carácter del calvinismo ennoblece todo buen trabajo. A pesar de su fe en la vida eterna, el calvinismo llamó a sus partidarios a ser líderes en todos los campos.
Su comentario sobre el cuarto mandamiento en Éxodo 20 subraya la dignidad del trabajo también. Al igual que Dios mandó al pueblo a descansar el séptimo día, así también el Señor esperaba que ellos trabajaran los demás días. El trabajo era vital para toda la gente creada a imagen de Dios, y así, para Calvino, todos los llamados son importantes. La doctrina de Calvino sobre el trabaja se ve más subrayada —para no decir, ampliamente popularizada— por su explicación de que el cuarto mandamiento que nos ordena descansar un día de siete igualmente nos llama a trabajar durante los otros seis.
Ya sea que comamos o que bebamos, Calvino concuerda con San Pablo en el Nuevo Testamento, hacemos todo para la gloria de Dios. Por esto, después de la Reforma, el gran compositor Johan Sebastián Bach firmaba cada una de sus obras con las iniciales «SDG». Esas letras representan la frase en latín sola dei Gloria («Sólo a Dios sea la gloria»). Ese organista conocía el carácter del calvinismo y lo aplicaba a su oficio. Algunos de los más excelentes cristianos de la historia también aplicaban el señorío de Cristo a sus propias vocaciones y servían como líderes en varios campos para la gloria de Dios.
8. La economía y las ganancias: la mano invisible
Para interés de los historiadores, sean simpatizantes o no de Calvino, lo que él haya hecho durante este tiempo transformó a Ginebra en un foro visible y bullicioso de desarrollo económico. Con una creciente conmoción intelectual, evidenciada por la fundación de la Academia de Calvino y la presencia de instituciones financieras modernas (por ejemplo Medici bank), Ginebra se convirtió en el centro ideal para perfeccionar y exportar reformas.
Doquiera que se difundiera el calvinismo, también lo hacían el amor por los mercados libres y el capitalismo. Si una medida válida del liderazgo es su impacto en su medio inmediato, uno puede bien comparar Ginebra antes y después de Calvino. La diferencia socio-económica entre el antes y el después de Calvino se puede notar comparando tres segmentos ocupacionales claves. Antes de la inmigración de Calvino (1536) Ginebra tenía 50 mercaderes, tres impresores, y unos cuantos nobles. Para finales de la década de 1550, Ginebra era el hogar de 180 mercaderes, 113 impresores y publicadores, y al menos 70 aristócratas refugiados quienes afirmaban pertenecer a la nobleza.
Sin embargo, es ciertamente erróneo pensar, como Max Weber en La Ética Protestante y El Espíritu del Capitalismo (1905), que los calvinistas igualaban la prosperidad material a una señal de que se era elegido. Para refutar esta idea, uno puede simplemente consultar la enseñanza de Calvino sobre el octavo mandamiento. En ese mandamiento que prohibía robar, Calvino interpreta que sostener y proteger la propiedad personal era por implicación perfectamente normal. De hecho ese mandamiento, propiamente entendido, llamaba a evitar la avaricia por lo que otros tenían, y requería que cada persona «se condujera con honestidad y preservara lo suyo». Advirtió a los creyentes que no malgastaran lo que Dios les había dado providencialmente y también que velaran por el bienestar de su vecino. También vio este mandamiento como un llamado a estar contentos con «nuestro propio lote, estudiamos para adquirir nada más que ganancias legales y honestas; si no anhelamos enriquecernos con injusticia, ni saquear a nuestro vecino o sus riquezas… si no nos apresuramos a amontonar riquezas cruelmente escurridos de la sangre de otros; si no reunimos a duras penas con demasiada ansia cualquier cosa que nos pueda engordar nuestra avaricia o satisfacer nuestra prodigalidad. Por el otro lado, que sea nuestra meta constante prestar nuestro consejo con fidelidad y ayudar a todos asistiéndoles para que retengan su propiedad».
Una oración de Calvino hace que la repetida confusión de Weber caiga más rápidamente. La comúnmente errada caricatura de Calvino como capitalista insensible debe ser contrastada con la oración que él sugirió antes de iniciar su trabajo, la cual se incluye en el Catecismo Ginebrino de 1562. En esa oración guió a las personas a pedirle a Dios que les bendijera su trabajo, notando que si Dios no lo hacía, «nada va bien ni puede prosperar». El pedía que el Espíritu Santo brindara ayuda a los trabajadores en este llamado «sin ningún fraude ni engaño, y que así prestemos más cuidado a seguir Sus ordenanzas que a satisfacer nuestro apetito para enriquecernos». Junto con esto, Calvino pedía a Dios que disminuyera la prosperidad si sabía que el pueblo necesitaba una dosis de pobreza para hacerles recapacitar. Lejos de ser insensible hacia los menos afortunados, Calvino oró para que los trabajadores «no caigan en desconfianza», «esperen pacientemente» para que Dios les provea, y «descansen con toda seguridad en [Su] pura bondad».
También declaró que cualquier esfuerzo que no tuviera la caridad como su meta principal estaba enfermo desde la raíz. En otro lugar, Calvino advirtió que el lujo podía indicar grandes problemas y producir «falta de cuidado en cuanto a la virtud». Además, advirtió en contra de contender ansiosamente por riquezas y honores, confiando en nuestra propia destreza y asiduidad, o descansar en el favor de los hombres, o confiar en vacías inventivas de fortuna; sino que siempre debemos tener respeto por el Señor». Para que Calvino no sea malentendido, también hizo un llamado para que «se nos ponga un freno» para impedirnos «de sentir un ansioso deseo de ser ricos, o una ambiciosa búsqueda de honor». La ética de prosperidad que siguió después de él en Ginebra es uno de los efectos de gran alcance de su pensamiento y práctica. ¡Él también abogó en pro de la confianza en Dios y no en las riquezas!
9. Música en la lengua vernácula: el salterio
Una de las primeras iniciativas de Calvino fue traducir música diseñada para el uso en la adoración pública al idioma de su tiempo. Al reconocer que lo que la gente canta en un contexto santo tiene un impacto duradero en cómo actúan, Calvino quería que la adoración, en todos sus aspectos, fuera inteligible. Poco después de establecerse en Ginebra, instó a un talentoso músico, Clemente Marot, a que tradujera los salmos al francés de mediados del siglo XVI. Calvino quería que los participantes en la adoración, no sólo el clero, fuera capaz de entender y reiterar las verdades de las Escrituras, ahora en forma poética. Su democratización del canto sacro y de otros elementos de la adoración hizo de los parroquianos participantes en la liturgia divina; simultáneamente estimuló el esfuerzo de los artistas.
Los himnos y los cantos poderosamente daban lugar a ideas marcadas en la mente popular, especialmente cuando eran ayudadas por la lectura de la Biblia en el idioma común y los sermones eran entendidos por las masas. Entonar estos Salmos les proporcionó a los protestantes la oportunidad de confesar sus credos, y algunos anti-protestantes hasta llegaron a ver el cantar de estos Salmos cono un acto inherentemente subversivo.
Marot nunca completó su traducción y arreglo de los Salmos, pero el discípulo de Calvino, Teodoro Beza se comprometió igual, si no más, con este proyecto el cual alteraría la naturaleza de la adoración protestante tanto como promovería engranar la enseñanza Bíblica dentro de la mente puritana. Incluso Beza patrocinó un concurso de escritura de himnos poco después de la muerte de Calvino en un intento por armonizar la poesía del Salterio con tonadas cantables.
Es posible que la más grande operación de impresión del siglo XVI, La traducción francesa de los Salmos a forma métrica por Beza, se haya imprimido en el antiguo pueblo de Ginebra. Este Salterio, el cual se convirtió en el cancionero internacional de el calvinismo expansionista, fue editado numerosas veces (27,400 copias se imprimieron sólo en 1562). Dice Stanford Reid que en un grado mayor que «todos los magníficos razonamientos teológicos, tanto el catecismo como el Salterio entraron en la misma trama y tejido de las vidas de los más humildes miembros. Por esto el crédito debe dársele en gran parte al primer pastor de Ginebra.
Otros importadores occidentales del calvinismo, además de los muchos Salterios, fue la Biblia de Ginebra y las Notas del Nuevo Testamento de Beza, las cuales inspiraron a los lectores desde Shakespeare (en sus obras compuestas durante la década de 1590, Shakespeare citó la Biblia de Ginebra) hasta los colonialistas americanos con notas en los márgenes referentes al pacto, la vocación… destitución de reyes, la supremacía de la Palabra de Dios [sobre la tradición humana], y el deber de resistirse ordenadamente a la tiranía». El himnario de Salmos métricos de Beza y Marot, el cual se volvió sorprendentemente popular, preparó el camino para la aceptación de otras ideas apoyadas por el enormemente influyente Beza. Por consiguiente, el arte fue elevada y se convirtió en algo útil para el progreso cultural.
Cuando los colonos puritanos se establecieron en Norteamérica, uno de los «best sellers» más consistentes de aquellos días fue el Salterio de Bay, una revisión ligeramente disfrazada del Salterio de Calvino. Los discípulos de Calvino sabían que la fe que entona verdades poderosas también pasa esas verdades a las generaciones futuras, y la música de adoración puesta en la vernácula fue un gran paso en esa dirección.
10. El poder de publicar ideas: las imprentas ginebrinas
Si Martín Lutero aprovechó el potencial de la imprenta, Calvino y sus seguidores elevaron su uso a una forma de arte. Con el surgimiento de la imprenta de Gutenberg, los reformadores aprovecharon este nuevo medio de comunicación con ganas para promover su pensamiento y sus planes de acción. Quizá no hubo reformador de primera generación que aprovechará el momento como Juan Calvino. Expresar sus ideas con claridad y regularidad fue parte de su vida.
La capacidad de defender los puntos de vista de Calvino rápidamente mediante la impresión amplió el impacto duradero de su pensamiento. El número de libros publicado en Ginebra se elevó de tres volúmenes en 1536 a 28 en 1554 y a 48 en 1561. El número de volúmenes impresos en Ginebra durante los cinco años previos a su muerte fue un promedio sorprendente de 38 volúmenes por año (se multiplicó diez veces en 25 años). El promedio bajó a 20 por año después de su muerte. Para 1563 había al menos 34 imprentas, muchas atendidas por inmigrantes. Poco después de la muerte de Calvino, un contemporáneo escribió: «Las obras impresas que inundaban el país no podían ser detenidas por prohibiciones legales. Entre más edictos eran promulgados por las cortes, más se incrementaba la producción de folletos y artículos».
Ginebra también desarrolló un extensivo y eficiente sistema de distribución literaria. Laurent de Normandía, un amigo de la infancia de Calvino (quien más tarde se convirtió en el alcalde de Noyon), desarrolló una red de distribuidores que introdujeron publicaciones ginebrinas calvinistas a Francia y otras partes de Europa. Muchos de los libros fueron diseñados de tal forma que fueran pequeños para esconderse rápidamente, de ser necesario, entre las ropas. Miles de libros de contrabando se esparcieron a lo largo y ancho de Europa durante el tiempo de Calvino, y varios distribuidores de literatura se convirtieron en mártires protestantes.
Tan fructuosa fue la ciudad de Calvino al difundir el mensaje que todos los libros impresos en Ginebra fueron prohibidos en Francia a principios de 1551. La Institución de Calvino (junto con al menos nueve obras suyas) había sido oficialmente prohibida en Francia desde 1542, mas esto no pudo poner alto a la circulación de sus libros. Como resultado, Ginebra fue identificada como un centro subversivo por sus publicaciones; y el Edicto de Chanteaubriand de 1551 prohibió, entre otras cosas, la importación y circulación de libros ginebrinos. Distribuir tales obras para la venta podía incurrir en castigo secular. Sin embargo, muchos libros se filtraron por los porosos bordes Europeos. Algunos impresores astutos, que no estaban dispuestos a verse frustrados por la censura estatal, ingeniosamente respondieron utilizando tipos de letra usados comúnmente por impresores franceses y publicaron utilizando direcciones falsas. Este nuevo medio y su línea de distribución enérgica permitieron que el mensaje de Calvino transcendiera los límites geográficos de Ginebra.
Los pensamientos de Calvino se esparcieron por toda Europa y navegaron a través del Atlántico con varios colonos, surgiendo frecuentemente en sermones y panfletos en varias colonias. Si bien los sermones ingleses del siglo diecisiete aún se referían a la Institución de Calvino como una fuente robusta para oponerse al abuso del gobierno, los sermones coloniales de América transmitían sus sentimientos aún más. «Probablemente ninguna otra obra teológica fue tan leída ni tan influyente desde la Reforma hasta la Revolución Americana.… En Inglaterra fue considerada ‘el mejor y más perfecto sistema de divinidad’ tanto por anglicanos como por puritanos hasta la supremacía [del Arzobispo William] Laud en la década de 1630» escribió el historiador de Dartmouth, Herbert Foster. Se requería de los estudiantes universitarios de Oxford que leyeran la Institución de Calvino y su Catecismo en 1578. «La mayoría de las bibliotecas coloniales parecen contener alguna obra de Calvino», y «una escasa lista de libros coloniales de New Hampshire a Carolina del Sur parece carecer de libros escritos por calvinistas».
Incluso el filósofo escocés David Hume, que no era admirador ni de Knox ni de Calvino, admitió: «las ideas republicanas del origen del poder del pueblo en ese tiempo [alrededor de 1607] eran consideradas novedades puritanas». Entonces las ideas de Calvino cobraron vida propia y se convirtieron en acciones copiadas por muchos otros, debido en gran parte a la imprenta y al sabio uso que hizo Calvino de tal innovadora tecnología. Se puede argumentar fuertemente que la religión más determinante de esa época era el calvinismo o alguno de sus retoños. Después de su muerte en 1564, Calvino seguiría viviendo y continuaría siendo mentor de muchos a través de sus escritos, los cuales aún hoy son ampliamente accesibles.
11. Epílogo
La opinión calvinista acerca de la libertad, doquiera que se esparciera, daba a los ciudadanos confianza y protección. En el espacio de un siglo, las colonias americanas exhibirían estas características calvinistas. No incidentalmente fue llamado uno de los primeros códigos legales coloniales «El Cuerpo de Libertades de Massachussets». Tan cerca se encontraban la libertad y la ley que los discípulos de Calvino habitualmente asociaban los códigos legales con tablas de libertades. La razón era que un entendimiento apropiado de la libertad es esencial para que cualquier empresa prospere, ya sea un negocio, algo cívico o religioso. Calvino había visto una opresión de libertades —tanto en París cuando los protestantes eran perseguidos como en los ojos de los muchos refugiados católicos romanos que llegaban con tanta regularidad a los muros de Ginebra— y formó su punto de vista de las libertades basado en la Palabra de Dios y de tal forma de evitó darle mal uso a la misma.
Pocos pensadores con un linaje tan antiguo como Calvino son tan prometedores para el futuro. Calvino presentó tanto la necesidad positiva de un gobierno bien ordenado como las limitaciones de su alcance. Su teología reformada obligaba al gobierno a ser limitado hasta el cumplir el papel de siervo del pueblo; su entendimiento político ayudó a frenar al Leviatán. Hoy, cuando los individuos actúan frecuentemente como si las entidades gubernamentales centralizadas pudieran proveer soluciones duraderas a un amplio rango de problemas sociales e individuales, el realismo calvinista es una de las pocas tradiciones intelectuales sustanciosas que convincentemente advierte en contra de los daños gemelos del utopianismo y la amenaza del poder gubernamental expansivo.
De todas las teologías, el calvinismo ha hecho el mayor aporte a la democracia. Un resumen de la política calvinista redujo las ideas de Calvino a cinco puntos que pueden continuar siendo válidos. Herbert Foster reconoció las siguientes señas características del legado político de Calvino, y estas impregnan las contribuciones culturales antes vistas:
1. La soberanía absoluta de Dios supone que los derechos humanos universales (o la Ley Fundamental de Beza) deben ser protegidos y no deben rendirse ante el capricho de la tiranía.
2. Estas leyes fundamentales, que siempre fueron compatibles con la ley de Dios, son la base de todas las libertades políticas que disfrutamos.
3. Los pactos mutuos, de los que enseñan Beza, Hotman, y el Vindiciae, entre los gobernantes y Dios y entre los gobernantes y los súbditos eran perpetuos y necesarios.
4. Tal como enseñaron Ponet, Knox, y Goodman, la soberanía del pueblo fluye de manera lógica de las obligaciones mutuas de estos pactos antes mencionados.
5. Los representantes del pueblo, y no el pueblo mismo, son la primer línea de defensa en contra de la tiranía.
Para lograr un bien informado auto-entendimiento de la democracia occidental —y hasta de la modernidad misma— es esencial al menos una comprensión elemental de Calvino. Desafortunadamente, muchos continúan inadvertidos de la contribución significativa que el liderazgo de Calvino ha hecho para abrir sociedades. Hasta podrían acreditarle a la Reforma de Calvino el ayudar a propagar la democracia participativa. Aunque su herencia no ocupa ya un lugar privilegiado en nuestros libros de texto ni en nuestra tradición pública, tenemos una gran deuda de gratitud con nuestros padres calvinistas por sus esfuerzos para establecer un gobierno limitado y la libertad personal basada en virtud. Un solo hombre con corazón inflamado logró cambiar el mundo.
El Juez de la Corte Suprema de Justicia Americana Antonin Scalia identificó una vez a la ley establecida por representantes electos en lugar de por el rey o sus expertos como el más importante logro político del milenio. Su candidato para el premio «fin-de-millénaire» a finales de 1999 era «el principio de que las leyes deben ser hechas no por un gobernante, ni por sus ministros, ni por sus jueces designados, sino por representantes del pueblo. Este principio de autogobierno democrático era virtualmente desconocido en el mundo feudal que existía al principio del milenio. … Este principio barrió tan fuertemente el marcador que hasta países que de hecho no lo guarden pretenden hacerlo, fingiendo con ademanes elecciones sin oposición.
«Nosotros los americanos», continuo Scalia, «nos hemos acostumbrado tanto a la democracia que nos parece ser el orden natural de las cosas. Por supuesto que no lo es. Durante la mayor parte de la historia humana documentada, la mayoría de los seres humanos han sido regidos por gobernantes determinados por herencia, o elegidos por una aristocracia poderosa, o impuestos por plena fuerza. Siempre ha habido entre nosotros reyes y emperadores; presidentes (o sus equivalentes) han sido poco frecuentes». Sin embargo, debe notarse por lo señalado anteriormente que el Juez Scalia está describiendo el tipo de republicanismo del que fueron pioneros Calvino y sus discípulos —una república basada en la eterna verdad de libertad ordenada moralmente.
Aún durante el siglo veinte los estudiosos permanecían conscientes de Calvino. De hecho, de acuerdo al teólogo contemporáneo Douglas Kelly, el legado de Calvino continúa y es «quizá el más fuerte y más profundo por el mismo hecho de que sus raíces pasan tan desapercibidas». Amplios segmentos del pensamiento político a menudo han abrazado tales conceptos calvinistas como respetar límites establecidos para el poder del gobierno y permitirle al pueblo el derecho a resistirse ante la opresión sin saber realmente donde comenzaron. La formulación original de estas ideas por parte de Calvino luego fue «ampliada, sistematizada, y difundida ampliamente en la civilización occidental. …Así modificada prevalecería en la mitad del mundo por más de medio milenio».
Calvino debe ser reconocido por su contribución global al legado de la libertad y la apertura en las sociedades democráticas. Es innegable que él tuvo una gran influencia en los padres fundadores de América, quienes absorbieron mucho más calvinismo del que algunos se dan cuenta, particularmente en sus puntos de vista acerca de la naturaleza del hombre y la necesidad de un gobierno.
Juan Calvino fue mucho más que un teólogo, y su influencia se extendió más allá de la iglesia. Calvino y sus discípulos, medidos por este nuevo milenio, probablemente harán contribuciones más duraderas que Karl Marx, Napoleón Bonaparte, Albert Einstein, Bill Gates, o Henry Ford. Calvino inspiró los cambios culturales que hicieron surgir la filosofía política de los fundadores de América, un evento realmente extraordinario en la historia del mundo. Padres fundadores, como George Washington, James Madison, Samuel y John Adams, Patrick Henry, y Tomás Jefferson se sostuvieron sobre los hombros de algunos de los filósofos más grandes de la historia, de los cuales el más pequeño no fue el pastor de Ginebra hace cientos de años. Que aún se le conmemore como un líder formador cultural 500 años después de su nacimiento indica el carácter robusto de su pensamiento y un legado fuerte para las generaciones siguientes.