Por Guillermo Green
Reforma Siglo XXI, Vol. 9, No. 1
Toda la vida me han llamado la atención los grandes veleros que antes atravesaban los mares. De niño leía libros y veía fotos de aquellas grandes naves majestuosas. Para mi, eran pocas las cosas tan hermosas que un velero con todas sus velas llenas y estiradas por el viento.
Los relatos de las guerras que realizaban en veleros es otra cosa aún más intrigante. Cómo maniobraban semejantes barcos a pura vela, luchando por la victoria, luchando por sus vidas – es testimonio de esfuerzo, coraje y valentía. Lo mismo al pensar en las grandes tempestades que enfrentaban, los peligros de islas y rocas de noche, o piratas y enemigos. Ciertamente eran tiempos de hombres verdaderos.
De todo lo que pudiéramos decir, una cosa es clara. Los marineros que conquistaron océanos, ganaron batallas marinas, y recorrieron el planeta entero, no lo hicieron porque se durmieran en el timón. Aunque bramara la tempestad, o pasaran silbando bolas de cañon, el capitán tenía que estar en la rueda del timón, dando las órdenes precisas para el movimiento del barco. Ninguna batalla se ganó con un capitán dormido. Nunca se logró sobrevivir una tempestad con el piloto dormido en el timón. Seguramente en alguna ocasión un piloto se durmió mientras debía dirigir, y quizás su descuido llevó a desastre. Pero todos los logros y las victorias se ganaron estando a la alerta y atentos en la rueda del timón – de eso podemos estar seguros.
La Biblia llama la Iglesia muchas cosas – una casa, el templo de Dios, el cuerpo de Cristo, el pueblo de Dios, y otros. No creo que haya referencia a la Iglesia como ‘el barco de Dios’. Pero para efectos de este artículo, me gustaría comparar la Iglesia con un barco, un velero. Al igual que en el mar, hoy hay diferentes corrientes – corrientes que tal vez llevan hacia donde vamos, o tal vez no. Al igual que para los veleros, hoy soplan vientos fuertes – a veces hacia donde queremos ir, a veces no. La tarea de los pilotos y los navegadores era determinar si tal corriente convenía, o tal viento los llevaba bien, y sujetar el barco a ellos, o bien llevarlo contrario a ellos. El descuido en cualquier caso no sólo podía hacerlos perder mucho tiempo valioso, sino podía poner en peligro a todo el barco. Un piloto dormilón atentaba contra la seguridad de toda la tripulación, y quizás su misma patria.
Si la Iglesia hoy se compara con un barco, y si Dios ha fijado la dirección de nuestro viaje, también la Biblia dice que soplan vientos de doctrinas falsas (Efesios 4:14). También la Biblia dice que antes de conocer la verdad de Dios, seguíamos «la corriente de este mundo» (Efesios 2:2), que nos tenía atrapados como ‘hijos de desobediencia’. De manera que surge la importancia de que los maestros y pastores que Jesucristo entrega a la Iglesia para su instrucción (Efesios 4:11,12), sean pilotos fiables, conscientes y despiertos. Jesucristo ha encargado a los pastores de hoy con la tarea de enseñar fielmente su Palabra, lo cual incluye advertir en contra de los vientos de falsas doctrinas, y de cuidar de que salgamos de las corrientes de este mundo.
En varios números de este revista hemos expresado nuestra preocupación con la Iglesia evangélica en Latinoamérica. Varios indicadores muestran que hay muchos pilotos dormidos en el timón, y el barco está a la deriva. Ante los vientos de la falsa doctrina, en lugar de desafiarlos, coqueteamos con ellos poniendo en peligro el barco.
Por ejemplo: En el caso de Benny Hinn, este predicador ha enseñado claramente en contra de la Biblia. Y si usted hace una búsqueda en inglés sobre Benny Hinn, encontrará muchos sitios refutando sus enseñanzas con bases bíblicas. Hice lo mismo con dos casos que tenemos en Centroamérica que son nuestra versión de Benny Hinn – el caso de Cash Luna y Rony Chávez. Una búsqueda en el internet no me dio ni un sólo sitio objetando sus enseñanzas. Varios sitios los elogiaban, pero ninguno llamaba la atención a su evangelio falso, el fraude de sus profecías fallidas, ni cómo representan ‘vientos y corrientes’ peligrosos para la Iglesia. ¿Se han dormido los pilotos?
Creo que dos cosas nos pasan. Primero, el viejo conformismo ha desjarretado a la Iglesia de hoy y a su liderazgo. Con todos sus defectos, por lo menos la iglesia norteamericana todavía protesta, escribe, y señala los errores cuando salen a la luz del día. Si bien la iglesia norteamericana ha producido un montón de herejes, también ha dado testimonio vigoroso a la verdad. Y esto es lo importante. Siempre habrán falsos maestros – en toda la Biblia leemos esto. En parte esta es la forma que Dios usa para purificar y probar su Iglesia. Dice Deuteronomio 13:1-3 que Dios permitirá falsos profetas, quienes harán señales verdaderas, pero enseñando falsa doctrina. Y Dios dice que esto es porque él «los está probando para ver si aman a Jehová su Dios con todo su corazón». El levantamiento de falsos profetas no es de sorprendernos. Lo que cuenta es la respuesta que da la verdadera Iglesia. En esto, muchos de nuestros hermanos norteamericanos han cumplido en señalar los peligros de los falsos maestros.
Pero no es así en nuestro medio. Si bien muchos no están muy de acuerdo con lo que hablan nuestros modernos ‘profetas y apóstoles’, tampoco hacen nada para combatirlos, o advertir a la Iglesia. Nos conformamos. Si preguntamos ‘¿por qué nos conformamos?’ probablemente cada uno daría su versión del problema del conformismo. Realmente no importa en última instancia los diferentes pretextos. En este particular, ya que se trata de la Iglesia de Jesucristo, el conformismo es malo y debemos salir de él. Los pretextos no le convencen ni a Dios, ni a nosotros mismos. El líder de la Iglesia no puede darse el lujo de dar excusas débiles del por qué no quiere manejar el timón – ¡tiene a su cargo la vida espiritual de muchas personas! ¿Qué diríamos de un piloto que nos dijera: ‘me duelen las manitas y no puedo darle vuelta a la rueda’, o ‘aunque nos lleva para atrás esta corriente, me da mucha pereza lidiar con ella’? ¡Así no sirve! Pero el silencio total con respecto a las enseñanzas verdaderamente peligrosas es prueba contundente de que muchos están dormidos en el timón, bien cómodos en su conformismo, roncando en su almohada, y el barco siendo llevado hacia quién sabe donde.
La segunda cosa que falta, según mi parecer, es una dosis de verdadera pasión. Pasión por el Evangelio, pasión por las almas, y pasión por la Iglesia de Jesucristo. La apatía, el silencio, el conformismo – todos estos son síntomas de personas sin pasión alguna. Recordemos que el llamado de Dios no era para los cobardes y los apáticos. Jesús hizo un llamado a estar dispuesto a dar hasta la vida por su causa. ¡Eso se llama ‘pasión por la causa’! Morir por la causa es dar la última muestra de verdadera pasión. Y si esta clase de pasión llena nuestro corazón, vivimos, predicamos y enseñamos con vigor y sin titubeos. Si estoy dispuesto a morir por causa de Cristo, entonces mi única meta es agradarle a él. Estoy dispuesto a derramar mi última gota de energía por él. Estoy dispuesto a dar testimonio a la verdad no importa quién se oponga. Estoy dispuesto a que me digan ‘fanático’ o ‘loco’ porque no repito como lora el mismo mensaje que todos repiten. He tomado mi cruz, y estoy dispuesto a negarme a mi mismo para seguir a Jesucristo – dondequiera que me lleve.
La Iglesia de Jesucristo está siendo zarandeada. Los falsos profetas han engañado a sus multitudes, y muchos enceguecidos siguen en pos de ellos. Otros líderes han escogido la apatía y el conformismo, y serán relegados a la irrelevancia en cuanto al reino de Dios. ¿Qué le dirán a Jesucristo cuando les pide cuentas? ¡Qué huecas serán las excusas cuando están cara a cara con el Señor!
Querido pastor o líder en la Iglesia de Jesucristo: no es el tiempo de dormir en el timón. La batalla ruge por la misma vida espiritual de la Iglesia. La tempestad es fuerte y está arrasando a muchas almas en el vórtice de engaños y mentiras. Ahorita nos toca días largos de trabajo, predicación incansable del Evangelio, esfuerzo y valentía.
¿Dónde están los que deben echar mano al timón?