Reforma Siglo XXI, Vol. 9, No. 1
Hace unos mil años, un hombre ya anciano luchaba por terminar su obra final. Aunque su trabajo sobre la historia de la iglesia sería estudiado en las generaciones por venir, fue su traducción de la Escritura la que consumió sus horas finales. He aquí la historia de Bede, historiador de la iglesia y devoto seguidor de Cristo.
Una Tarea Final
El joven escriba había estado trabajando por horas, pero la mano con la que escribía no daba muestras de cansancio.
“Solo queda una oración sin terminar, Maestro,” dijo.
“Entonces escribe con rapidez,” contestó el hombre ya anciano mientras continuaba con su laborioso dictado. Al final, al haber trascrito las últimas palabras del evangelio de Juan, el escriba Wilbert exclamó, “Está terminado, Maestro.” Y así, 700 años después que Jesús dijera, “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo,” sus palabras habían sido traducidas al Anglosajón, la lengua precursora del idioma inglés.
Conocemos al hombre que asumió esta monumental tarea como el Venerable Bede. El titulo “Venerable” probablemente le fue otorgado por sus estudiantes como un reconocimiento especial a su gran educación y a su obvia dedicación a Dios. Fue un título dado a muy pocas figuras históricas de quienes tenemos conocimiento.
Al completar su tarea, Bede le preguntó al joven escriba Wilbert que le ayudara a levantar su cabeza para poder dirigir su mirada hacia el santo lugar donde acostumbraba orar. Por última vez, Bede deseaba “sentarse e invocar a mi Padre.” Mientras cantaba “Gloria sea al Padre, y al Hijo,” su voz se hizo cada vez más débil y luego, finalmente cesó del todo. La vida de Bede terminó de la misma manera en que la había vivido – alabando a Dios.
Vida en un monasterio
A la edad de siete años, los padres de Bede encomendaron su educación y su crianza al Abad Benedicto Biscop, de la Abadía de Wearmouth en Inglaterra. Esta era una práctica muy común en la Edad Media porque con frecuencia los padres no podían mantener a todos sus hijos. Los muchachos de inteligencia superior eran encomendados al monasterio local con la esperanza de que su trabajo duro y diligencia pudiera asegurarles una posición en la iglesia.
Bede se adaptó muy bien a la vida en el monasterio y pronto fue enviado a otro monasterio en Jarrow, ubicado a cinco millas de Wearmouth. Allí, su educación fue supervisada por el Abad Ceolfrid. Bede estaba activamente involucrado en muchas áreas de la vida del monasterio, pero, como dijo más tarde, “mi mayor deleite siempre ha estado en el estudio, la enseñanza y la escritura. He pasado todo el resto de mi vida en este monasterio y me he dedicado totalmente al estudio de las escrituras.” Ordenado como diácono cuando solo tenía diecinueve años, Bede avanzó al sacerdocio exactamente once años más tarde a la edad de treinta años.
El libro más amado de Bede
Las notas al margen que encontramos en los manuscritos de Bede nos hablan del hecho que era un erudito cuidadoso y sumamente versado. Algunos de los libros que influenciaron su vida fueron traídos desde Roma a los monasterios de Jarrow y Wearmouth por el Abad Biscop. Otros fueron conseguidos en Canterburry y Lindisfarne por medio de lo que ahora conocemos como “préstamo entre bibliotecas.” Algunos de los autores favoritos de Bede fueron Agustín, Ambrosio, Jerónimo y Gregorio el Grande. Sin embargo, la Biblia era el libro que más amaba. Con frecuencia leía las Escrituras en voz alta, lo que le ayudaba a memorizar sus pasajes favoritos. Bede escribió comentarios de muchos libros de la Biblia, trabajando a partir de la Vulgata y de los antiguos textos en Latín y Griego. Su comentario del libro de los Hechos fue publicado tan recientemente como el año 1989, por las Publicaciones Cistercianas.
Aunque era sumamente educado y también capaz de leer la Biblia en latín y en griego, Bede creía que la palabra de Dios también debía estar a disposición de los “menos educados.” Todos debían ser capaces de escuchar y aprender la Biblia en su propio idioma. Bede dio a conocer sus creencias en una carta dirigida al Arzobispo Egbert, quien recientemente había llegado a ser el Arzobispo de York. Bede le preguntó al obispo, “¿Haces que ellas [las Escrituras] lleguen a ser conocidas y que sean constantemente repetidas en su propia lengua por parte de aquellos que son menos educados, es decir, por aquellos que tienen conocimiento solo de su propia lengua?”
Fue esta creencia profundamente arraigada la que hizo Bede comenzara su propia traducción del Evangelio de Juan, la cual finalizó en su lecho de muerte. Bede es bien recordado por sus escritos históricos y como erudito y autor medieval. Sin embargo, también fue excepcional por su pasión de traducir la Biblia al idioma de su pueblo: una voz solitaria en los primeros siglos de la Inglaterra Anglo Sajona. La voz de la Reforma, clamando por la Escritura en la lengua común, fue anticipada por Bede y muchos otros varios siglos antes de Wycliffe, Lutero, Tyndale y una hueste de otros que emprendieron la tarea de la traducción. Mirando hacia atrás, desde el ventajoso punto de la Reforma, podemos ver cuán visionario fue Bede al querer ver la Escritura traducido al idioma común. Aunque no fue el primero en traducir la Palabra de Dios al idioma de su pueblo, Bede sí fue el primero en traducir la Biblia al Inglés Antiguo. Esto le puso a la cabeza de una noble línea de hombres dedicados que han trabajado para darnos la Palabra de Dios en nuestro propio idioma inglés.
El Padre de la historia Inglesa
Le debemos mucho de nuestro conocimiento de los inicios de la historia inglesa a Bede y su obra maestra, Historia de la Iglesia y el Pueblo Inglés. Este libro provee un material que no se encuentra en ninguna otra parte. De hecho, el libro de Bede es casi nuestra única fuente satisfactoria de información histórica acerca de los Anglo-Sajones en Inglaterra, y es por este trabajo que se le conoce como “El Padre de la Historia Inglesa.” Bede recopiló sus hechos “de antiguos documentos, de las tradiciones de nuestros ancestros, y de mi propio conocimiento personal.” Su historia está muy bien documentada y organizada, y se presenta de una manera convincente y objetiva. Bede nos provee registros sumamente vívidos de Agustín de Canterbury, San Cuthbert, y muchos otros santos y líderes de la iglesia inglesa en sus comienzos.
Bede fue un autor prolífico que pasó mucho tiempo registrando sus pensamientos acerca de varios temas. Además de sus sermones y comentarios, escribió biografías sobre las vidas de sus abades y un libro sobre los mártires. El amor de Bede por el aprendizaje se extendió también al mundo de la ciencia. Bede estaba muy interesado en la teoría del tiempo y su medida e incluso escribió un libro, De Temporibus (Acerca del Tiempo), sobre la manera de calcular la fecha de la Semana Santa. Aunque sus obras científicas contenían muchos errores debido al limitado conocimiento que estaba a su disposición, Bede fue un ávido estudiante del mundo a su alrededor y escribió y enseñó acerca del mundo con gran perspicacia.
Una oración final
Bede finalizó su famosa obra Historia de la Iglesia y el Pueblo Inglés con la siguiente oración:
“Oro a ti, Noble Jesús, que así como misericordiosamente me has concedido empapar con gozo las palabras de Tu Conocimiento, que también por Tu abundancia me concedas llegar finalmente a Ti, la fuente de toda sabiduría, y vivir en Tu presencia para siempre.”
El Canto de Caedmon
Sin el registro histórico de Bede no tendríamos ningún conocimiento de Caedmon, el primer poeta inglés conocido. Caedmon fue alguien que cuidaba las vacas y trabajaba en el monasterio en Whitby durante el siglo séptimo y quien murió solo unos pocos años después del nacimiento de Bede. Durante este período los invitados en las fiestas y en las reuniones sociales a menudo tenían la oportunidad de cantar u ofrecer por turnos algún acto entretenido los unos a los otros. Debido a su pobre voz para cantar y a su falta de habilidad Caedmon abandonaba las reuniones cuando se acercaba su turno. En una de tales ocasiones, salió de una fiesta y se acomodó en un establo para quedarse dormido. En un sueño escuchó a Alguien que le decía, “Caedmon, cántame una canción.”
“No sé cómo, respondió Caedmon. “Esa es la razón por la cual salí de la fiesta.”
Aquel que le había hablado dijo, “Pero puedes cantar para Mí.”
“¿Sobre qué cantaría?”
“Canta sobre la creación de todas las cosas,” dijo la voz de sus sueños, y en su sueño Caedmo comenzó inmediatamente a cantar a la gloria de su Creador. En su Himno de la Creación, cantó:
“Ahora déjenme alabar al sustentador del reino de los cielos,
al poder del Creador, y su pensamiento,
la obra del Padre de gloria, de cómo el Señor Eterno
estableció en el principio cada una de las maravillas.
Las creó primero para los hijos de los hombres.
El cielo como si fuese el techo, el santo Creador,
luego la tierra media, la sustentadora de la humanidad,
el Eterno Señor luego hizo la tierra para los hombres,
el Todopoderoso Señor.”
Cuando despertó a la mañana siguiente, Caedmon recordó su canción y la cantó ante sus superiores. Estaban tan encantados con el don que Dios le había dado que admitieron a Caedmon en el monasterio y le instruyeron en la historia y las doctrinas de la Biblia. Aunque Caedmon jamás aprendió a leer ni escribir, escuchaba cuidadosamente a todos los monjes cuando le enseñaban acerca de Dios y la Biblia. Caedmon meditaba en todo lo que aprendía y con el tiempo lo transformaba en una canción.
Solo nos quedan nueve líneas del verso de Caedmon, pero Bede nos cuenta que en su canto incluía todos los grandes eventos de la Biblia. No eran una traducción pues Caedmon contaba las historias de forma libre utilizando sus propias palabras. Esas canciones fueron las primeras en ser conocidas que narraban la historia de la Biblia en el idioma Anglo-Sajón. Solo podemos hacer conjeturas de la inspiración que Bede debió haber recibido al enterarse de la manera tan particular que Caedmon tenía de presentarles las escrituras a sus contemporáneos. Quizás Caedmon ayudó a inspirar a Bede a traducir las escrituras al idioma de la gente común.