Por David Barceló
Reforma Siglo XXI, Vol. 15, No. 2
En el número pasado de este boletín, repasamos las palabras fuertes que Pablo tenía para los cretenses en Tito 1:12,13 (Reforma Siglo 21, vol. 13, no. 2, Octubre, 2011). Sería provechoso leer ese artículo como introducción al tema, ya que no vamos a repetirlo aquí). Sería difícil hoy en día usar las palabras del apóstol, porque parecerían insultos totalmente inaceptables. Pero en la Biblia encontramos no pocos sino muchos pasajes que usan lenguaje muy fuerte para denunciar ciertas acciones o actitudes. ¿Qué debemos hacer con esto? ¿Conformarnos con que “los tiempos han cambiado” e ignorar lo que el Espíritu Santo inspiró? Creo que muchos manifiestan una actitud de irrespeto para la Biblia cuando ligeramente relegan pasajes que no nos gustan al basurero de “una cultura de la antigüedad”. Estoy de acuerdo en que debemos ser sensibles para aplicar bien la Palabra de Dios. Pero ignorarla no es aplicarla. En este artículo queremos repasar algunos pasajes más que parecieran ser “insultos apostólicos”.
- Los falso maestros
Sin duda, las palabras más fuertes fueron lanzadas por los apóstoles a los falsos maestros que ya estaban atacando a la Iglesia y al Evangelio. Es de admirarse qué tan rápido surgieron enemigos de la sana doctrina, pero todos los apóstoles denuncian a falsos maestros, algunos por nombre. Es obvio que los apóstoles, siguiendo el ejemplo de Cristo, consideraban que parte de su tarea era defender “capa y espada” a la Iglesia del Señor de los engañadores. Se oponían a ellos en persona y por escrito.
En 1 Timoteo 1:19-20, Pablo usa el mal ejemplo de Himeneo y Alejandro para exhortar a Timoteo a no abandonar la fe. En este pasaje Pablo afirma que los entregó “a Satanás para que aprendan a no blasfemar”.
En 2 Timoteo 4:14 Pablo menciona Alejandro el calderero, quien le había causado muchos males, y termina pidiendo “que Dios le pague conforme a sus hechos” —prácticamente una maldición—. Posiblemente este es el mismo Alejandro que menciona en 1 Timoteo, y quiere que Timoteo tenga cuidado con él (2 Tim. 4:15).
El apóstol Juan señala a Diótrefes a quien le gustaba “tener el primer lugar” en la iglesia, pero no reconocía a Juan como apóstol. Juan denuncia su andar “parloteando con palabras malignas” y considerándose dictador en la iglesia expulsando a los que no le obedecían (3 Juan 9-10).
Es notable para nuestro estudio que tanto Pablo como Juan mencionan directamente los nombres de los adversarios de la fe. No todos los apóstoles sienten la necesidad de hacerlo, pero estos dos lo consideraban necesario en su momento. Esta actitud se contrasta con tantos pastores y líderes hoy que rehuyen a denunciar a ninguno por falsa doctrina. Preguntamos: ¿Es que ya no hay falsos maestros?
¡Difícilmente podemos creer eso!
En otras ocasiones los apóstoles son totalmente contrarios a ser “políticamente correctos”. Como por ejemplo cuando Pablo está luchando con los judaizantes legalistas en Galacia, quienes exigían la circuncisión para los gentiles creyentes. Finalmente Pablo dice que ojalá se cortaran ¡todo su pene si van a seguir fregando! (Gálatas 5:12). ¡Se imagina decir algo así hoy! Ni quiero imaginarme lo que Pablo diría a los “cristianos” que apoyan el homosexualismo, o el aborto.
Finalmente, apuntamos aquí algunos de los términos que los apóstoles usan para denunciar a los falsos maestros: “… os dan de bofetadas” (2 Corintios 11:20); “…están envanecidos, nada saben, y deliran … privados de la verdad, toman la piedad como fuente de ganancia” (1 Timoteo 6:3-5); “… falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor … por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas … su condenación no se tarda” (2 Pedro 2:1-3); “anticristos” (1 Juan 2:18,19); “… engañador y el anticristo” (2 Juan 7); “… ¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré. Éstos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas” ( Judas 11-13). Por ahora simplemente notemos la vehemencia y las fuerzas con que los apóstoles se oponían a los falsos maestros.
Volveremos a este punto al final de este artículo.
2. “Insultos” para los creyentes
Aunque las palabras más fuertes son reservadas para los falsos maestros, los apóstoles hablan a veces de manera muy directa y muy fuerte a los creyentes dentro de las iglesias. Pablo critica a mujeres que quedaron viudas de una edad joven y quienes se vuelven ociosas, que “andan de casa en casa, y no solamente ociosas sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran” (1 Timoteo 5:13). Por estos motivos Pablo insta a que se casen y sean productivas.
Pablo señala directamente a los que andaban desordenadamente en la iglesia de Tesalónica, y los que no trabajaban, y los manda a trabajar, y si no, que no coman (2 Tesalonisenses 3:10,11).
Pablo instruye a la iglesia en Colosas que le jale el mecate a Arquipo, porque parece que estaba aflojando en su ministerio (Colosenses 4:17).
Y todos recordamos las palabras fuertes de Santiago cuando dice que la razón que Dios no contesta las oraciones es porque sólo piden por codicia y avaricia, y los llama “adúl- teros” espirituales (Santiago 4:1-4).
3. Resumen
¿Qué podemos deducir con todo esto? Por lo menos podemos deducir que los apóstoles tomaban muy en serio la fe cristiana. Las actitudes tranquilas y pasivas son el lujo del que no le da mucha importancia al asunto. Pero los apóstoles creían que el Evangelio trataba de la vida o la muerte eternas. Por tanto, ellos manifiestan una actitud extremadamente urgente.
¿Será que realmente no creemos en el infierno hoy en día? Me pregunto si la actitud tan evasiva y pasiva de tantos cristianos es porque realmente no creen en el infierno, o no creen que nadie vaya a ir ahí. Los apóstoles creían en el infierno, entregaban a los falsos maestros a Satanás, y luchaban por difundir lo más posible las buenas nuevas de salvación. Sabían que la Iglesia está en una lucha mortal con un enemigo mortal hasta el fin.
Cuando entendemos el ánimo de los apóstoles, la urgencia que sentían, el amor que tenían por los creyentes, entonces podemos ver que sus “insultos” no son insultos. Cuando denuncian a los falsos maestros, sus “insultos” son nada menos que la condenación de Cristo Jesús. No están insultando humanamente. Están pronunciando el juicio de Dios sobre los perturbadores de la Iglesia. ¿Podemos hacer lo mismo hoy?
¡Por supuesto que sí! Por eso tenemos estos pasajes como modelo de lo que la Iglesia debe hacer. Tenemos el testimonio apostólico y la denuncia apostólica, y debe ser aplicada en cada época de la Iglesia. Si no lo hacemos, dejamos de seguir el ejemplo de los apóstoles.
Y cuando los apóstoles hablan duro a los creyentes, tampoco son “insultos”, sino palabras urgentes como un padre que ama mucho a su hijo pero necesita reprenderle duro para librarlo del peligro. Las palabras directas y duras de los apóstoles para los creyentes son palabras de amor: sinceras, urgentes y verdaderas. Cuando las acatamos, entenderemos que fueron dichas con amor.
¿Debemos hablar hoy a las iglesias como hablaban los apóstoles? Yo creo que sí, podemos utilizar su ejemplo para tratar situaciones pastorales. Donde las situaciones son idénticas, podemos usar sus mismas palabras, como por ejemplo, con los que no quieren trabajar. Obviamente no debemos sacar los versículos fuera de su contexto más amplio, que es de amor pastoral. Cuando Pablo habla duro, habla dentro de una carta en que saluda a los hermanos, expresa su amor, desea la bendición de Dios y da gracias a Dios por ellos. Así que, debemos exhortar con urgencia, con firmeza, pero siempre con un espíritu de amor, al igual que los apóstoles.
Este tema muestra la gran brecha entre la religión bíblica y mucho de la religión “evangélica” moderna. La religión bíblica es urgente, porque las consecuencias son eternas. Los apóstoles vivían cada momento conscientes de que estamos apenas un paso ante la eternidad. Y su afán, siendo totalmente teocéntrico, era presentar la realidad con fidelidad. Cuando miramos estos pasajes como “insultos”, es porque hemos elevado al hombre a un lugar que no debe tener. Pero cuando entendemos las realidades eternas, la urgencia de cada momento, y el señorío de Jesucristo, más bien los apóstoles hablaron ¡muy suavemente!
Si algo debemos aprender de los “insultos apostólicos”, es la importancia trascendental del mensaje apostólico. Como dicen los jóvenes en nuestra congregación: “no es jugando”. Y tienen razón.