Por Martín Ocaña Flores
Reforma Siglo XXI, Vol. 13, No. 1
- PLANTEAMIENTO DEL TEMA
Es necesario hacer unas breves precisiones respecto a nuestro tema de estudio. Cuando utilizo la palabra “evangélicos” me refiero en sentido amplio a todos aquellos que son parte de la familia “protestante” y que en América Latina tiene una presencia creciente, desde mediados del siglo 19 hasta el día de hoy, asumiendo diversos “rostros” (José Míguez) que hacen de esta familia algo complejo y hasta heterogéneo. Y cuando utilizo la palabra “política”, a pesar de las muchas definiciones que se puedan dar, prefiero una definición sencilla para propósitos de este informe.
Política es todo lo referente al gobierno de la polis (ciudad en griego) y el involucramiento de los ciudadanos(as) en los asuntos relacionados con la mejor forma de gobernar a una sociedad, un Estado. La política, en el sentido mencionado, entonces también se ocupa de las instituciones y normas que regulan las relaciones entre ciudadanos, y entre éstos y los gobernantes de la polis, para que el espacio social sea más hospitalario para todos (Martínez 2000:9-10).
En ese sentido quiero delimitar el presente informe a la acción de los evangélicos en la búsqueda del poder político para propiciar cambios que se juzgan substanciales en el país. Dicho esto cabe precisar que algunos evangélicos —por varias razones que no podemos profundizar ahora por el momento— han entendido que la mejor forma de servir al país es incursionando en la política “grande”, específicamente desde el Congreso, para provocar desde el Poder Legislativo dichos cambios en la sociedad.
2.BREVE ESBOZO HISTÓRICO
2.1 La lucha por la libertad de cultos en el país
Después que el Perú alcanzara la independencia política en 1821 comenzaron a hacerse notorios algunos protestantes como Diego Thomson, quien por invitación directa del General José de San Martín llegó para iniciar proyectos educativos bajo el modelo de las escuelas lancasterianas. En aquel momento no había el menor interés por procurar la libertad de cultos en el Perú y que al momento sólo existía para la Iglesia Católica.
Pero, décadas después, al llegar al Callao con el propósito de oficiar cultos públicos Francisco Penzotti, quien era representante de la Sociedad Bíblica Americana y de la Iglesia Metodista Episcopal de Estados Unidos, se abrió todo un debate acerca de la libertad de culto en el Perú. Cabe destacar que Penzotti estuvo preso por el lapso de ocho meses en 1890 en el Callao.
Y si bien el caso tuvo resonancia es justo decir que la lucha por la libertad de cultos tuvo que ver más directamente con acontecimientos que sucedieron en el pueblo de Platería, en Puno, a raíz de un serio incidente contra los adventistas que propició el Obispo católico Valentín Ampuero. Éste el 13 de marzo de 1913 incitó a una turba que destruyó una escuela adventista además de azotar a Manuel Zúñiga, líder adventista, y mandarlo a la cárcel.
Esto causó conmoción en toda la nación, a tal punto que el senador por Puno, Severiano Bezada, por intereses netamente políticos, presentó un proyecto de ley en el que se modificaba el artículo 4 que prohibía el ejercicio de cualquier religión que no fuese la católica. En ese contexto el misionero de la EUSA Juan Ritchie, el pastor Ruperto Algorta y otros buscaron alianzas con diversos sectores liberales que procuraban la reforma de dicho artículo. El trabajo no fue en vano. El 11 de noviembre de 1915 se promulgó la ley de reforma del artículo 4, que modificó la ley que sólo permitía hasta entonces el culto tan sólo a la Iglesia Católica.
2.2 Participación de evangélicos en partidos políticos
Históricamente en el Perú ha existido un vínculo entre sectores protestantes y el aprismo (APRA). Esto se debe a que el líder aprista Haya de la Torre, entre otros, tuvo amistad con John
A. Mackay y con instituciones protestantes como el Colegio Anglo-Peruano. Debido a esta vinculación no sorprende que en 1956 el abogado José Ferreira, con el apoyo aprista al Frente Parlamentario Democrático, haya sido elegido diputado. Años después, tanto en 1962 y 1985, ya siendo militante aprista, Ferreira fue elegido senador de la República.
Otro caso es el pastor Pedro Arana, quien se ha entendido así mismo como “un aprista emocional e intelectual” (Arana 1987:13-14). Éste fue invitado a participar por el APRA como candidato en 1978 a la Asamblea Constituyente, logrando ser electo para trabajar en la elaboración de la Constitución Política de 1979. Arana obtuvo la cuarta votación más alta del APRA, lo cual, según Tomás Gutiérrez, logró convertir a los evangélicos en una “atractiva oferta en el mercado electoral” peruano (2002:64)2. Años después Arana participó nuevamente como candidato del APRA al Congreso, pero no logró los votos necesarios para obtener una curul parlamentaria.
2.3 Participación masiva de evangélicos en política
El alto respaldo numérico alcanzado por el pastor Arana hizo que muchos evangélicos se aventuraran a participar en la arena política. Así surgieron —desde inicios de los 80 hasta hoy— a nivel nacional, decenas de movimientos y partidos evangélicos, estando entre los más conocidos el movimiento Frente Evangélico (FE) en 1980, la Asociación Movimiento de Acción Renovadora (AMAR) en 1985 y últimamente (2001) el Partido Restauración Nacional cuyo líder es el pastor Humberto Lay. Éste fracasó dos veces, primero como candidato a la presidencia de la República y posteriormente a la alcaldía de la ciudad de Lima (en el 2006).
Es necesario decir que si bien estos movimientos evangélicos procuraron llegar al Congreso en diversas oportunidades y una sola vez a la presidencia de la República, lo cierto es que en otros niveles (alcaldía, concejales, regidores, etc.) han logrado imponer cierta presencia en algunas regiones del país. Merece un estudio aparte la participación de evangélicos/as en organizaciones populares, rondas campesinas, movimientos de defensa de la institucionalidad democrática, etc., que es otro tipo de hacer política, esta vez desde las bases (López 2004:77-122).
3. EXPERIENCIAS CONCRETAS
3.1 Los evangélicos en las elecciones del 90
Es conocido por todos la masiva participación evangélica en las elecciones del año 90 tanto para el Congreso como para una vicepresidencia de la República. Sorprendiendo a propios y extraños los evangélicos peruanos participaron como candidatos por varios partidos políticos, aunque mayormente por el partido Cambio 90, liderado por el Ing. Alberto Fujimori, quien llevaba como candidato a la segunda vice-presidencia al conocido pastor bautista y líder evangélico Carlos García. Fujimori a la postre saldría elegido presidente después de derrotar a Mario Vargas Llosa en una segunda vuelta, y se iniciaría con ello una década de triste recordación en la vida política del país (el decenio de la impudicia y el saqueo de las arcas del Perú, que además incluyó ocho años de dictadura).
En 1990 por el partido gobiernista, Cambio 90, entraron al Congreso 17 evangélicos (4 senadores y 13 diputados), además de tener como segundo vicepresidente del país al pastor Carlos García. Bien dice Tomás Gutiérrez que en este contexto se “marcaría el inicio de una toma de conciencia en las comunidades evangélicas sobre su rol protagónico en el escenario político nacional” (2002:69). Esta opinión no disminuye en nada el hecho que los parlamentarios evangélicos, por regla, hayan sido “más advenedizos políticos que hombres con propuestas y sentido de lo político en el país” (Gutiérrez 1995:24).
3.2 Los evangélicos y la dictadura de Fujimori
En la noche del 5 de abril de 1992 el presidente Fujimori anunció una serie de medidas políticas (cerrar el Congreso, entre otros) con el propósito de enfrentar las diversas crisis del país (inflación económica galopante, terrorismo creciente, etc.). De esta manera y respaldado en las Fuerzas Amadas, Fujimori inició una dictadura que hasta hoy ha traído resultados nefastos.
Aquí quiero enfatizar dos tipos de acciones políticas complementarias de algunos líderes evangélicos. Por un lado formaron agrupaciones políticas como el Movimiento Presencia Cristiana (MPC), Libertad en Democracia Real (LIDER) y otros, que pronto unieron fuerzas con diversos partidos políticos de oposición al gobierno para buscar protagonismo en la vida pública e incidir provechosamente en la sociedad.
El otro tipo de acción política responsable fue la creación del movimiento civil “Evangélicos por la Democracia” (MED). En una carta dirigida a mi persona (05-06-2000), en la cual me invitan a participar en un conversatorio sobre participación cívica responsable, explican de esta manera su acción:
Conscientes de nuestra responsabilidad evangélica en la vida nacional y conocedores de la difícil situación política en la que se encuentra nuestro país, debido al proceso electoral irregular que ha polarizado a los peruanos, nos hemos organizado para responder a esta coyuntura a través de la movilización y participación de nuestras iglesias y organizaciones con acciones que procuren el restablecimiento de la democracia y la justicia en nuestro país.
Se trata, en este caso concreto, de la articulación de un sector de la iglesia evangélica que entiende su presencia en la sociedad de una manera constructiva, buscando otros caminos
—complementarios a la participación electoral— para aportar a la recuperación de la democracia. En el documento “Principios a los cuales nos adherimos”, el MED afirma que
La concentración excesiva de poder en manos de uno o pocos hombres dentro de una nación es a la larga perjudicial para la convivencia pacífica. Las dictaduras encarnan este peligro por lo que se debe buscar siempre formas constitucionales de gobierno, garantizando la intervención de los ciudadanos en el control de las acciones gubernamentales (Principio Nº 6).
Cabe destacar que los fundadores del MED eran hermanos de diversas denominaciones e instituciones evangélicas reconocidas, cuyas posturas teológicas no siempre eran coincidentes, lo cual revela la pluralidad del movimiento. Uno de los eventos más importantes en la lucha contra la dictadura, y en el cual participó el MED, fue la llamada “Marcha de los Cuatro Suyos” (julio del 2000) convocada por las fuerzas democráticas del país y liderada por el entonces candidato a la presidencia Alejandro Toledo. Esta marcha marcó el inicio del fin de la dictadura, pues literalmente todo el país dio muestras del hartazgo respecto al fujimorato.
Por otro lado es necesario reconocer que durante los ocho años de dictadura (1992-2000) hubo sectores evangélicos que apoyaron abiertamente a Fujimori. No solamente los congresistas evangélicos fujimoristas5, lo cual era obvio esperar, sino también muchos pastores a cambio de favores políticos y hasta económicos. Curiosamente entre los apologistas de la dicta- dura se destacaron líderes carismáticos (o neopentecostales si se quiere), entre ellos el luego famoso pastor Humberto Lay.
3.3 Los evangélicos y la Comisión de la Verdad y Reconciliación
La creación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) sólo se entiende a partir de la violencia política que vivió el Perú desde 1980 (aparición de Sendero Luminoso y la consecuente guerra contra-subversiva de parte del Estado) hasta el 2000 (año en que huyó del país el dictador Fujimori). Sólo doy dos datos indicadores: la guerra interna dejó pérdidas en el país por más de 20,000 millones de dólares (en ese momento el equivalente de la deuda externa) y casi 70,000 muertos, además de casi 8,000 desaparecidos. Cabe señalar también que hubo más de 500 evangélicos muertos en este periodo. Si a esto agregamos las migraciones internas, la destrucción de comunidades, la desaparición de la industria nacional, la corrupción estatal, etc., entonces entenderemos la crisis profunda que vivió el país y que reclamaba que se sepa la verdad y se busque la reconciliación nacional.
Desde inicios de los 80 el Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP) tuvo un rol importante en la vida del país. A raíz de varios sucesos que afectaron a la comunidad evangélica (específicamente la matanza de evangélicos en Callqui, Ayacucho) en 1984 se formó la Comisión Paz y Esperanza (hoy convertida en una ONG de servicio y apoyo social y legal) para atender a las necesidades de las iglesias evangélicas en zonas de violencia (“zonas de emergencia”). En el periodo de 1992-2000 el CONEP siguió jugando un papel importante, especialmente en la lucha por la recuperación de la democracia.
Después de la renuncia del dictador Fujimori (2000), fue elegido presidente —como gobierno de transición— el Dr. Valentín Paniagua, y posteriormente el Dr. Alejandro Toledo, por cinco años, quien convocó a personas de intachable moral para formar la primera CVR que habría en el Perú. Curiosamente el pastor Humberto Lay llegó a ser parte de esta comisión encargada de estudiar y analizar los casos de violación de derechos humanos en el periodo 1980-2000, para luego buscar su restitución y reconciliación con el país.
4. UNA EVALUACIÓN PRELIMINAR
Analizando lo que sucedió con los evangélicos en referencia directa a las elecciones de 1990, el Congreso Constituyente Democrático de la dictadura (1992-1995), la primera elección fraudulenta de 1995, la segunda elección fraudulenta del 2000, y las elecciones del 2001 y 2006, nos dejan algunas enseñanzas. Se constata de manera reiterada que las elecciones activan las “vocaciones políticas” de algunos evangélicos, quienes de pronto tienen el llamado —y hasta la revelación— de Dios para llegar al Congreso. Se evidencia con ello también la instrumentalización grosera de la fe así como la poca preparación para entrar en la arena política.
El tiempo del fujimorato (1990-2000) nos dejó lecciones como el comprobar una vez más que no basta que algunos evangélicos tengan buenas intenciones para entrar en la política. Hubo congresistas evangélicos que en el periodo 1990-1992 (hasta el golpe de estado) nunca hicieron algún anteproyecto de ley, peor aún, ni siquiera opinaban en los debates públicos (Falconí 1995:22).
Por otro lado en plena dictadura (1992-2000) algunos congresistas evangélicos fujimoristas hicieron anteproyectos como para distraer a la opinión pública de los asuntos de fondo (violación de derechos humanos, tráfico de drogas y de armas en el gobierno, por ejemplo). Los anteproyectos de ley contra la vagancia (en un país con altos índices de desempleo) y contra el uso de minifaldas en las instituciones públicas, realmente pusieron de manifiesto la incompetencia y la complicidad de los evangélicos con la dictadura.
Algo que llama la atención últimamente es que los evangélicos de corte carismático, debido al crecimiento numérico explosivo, se sienten cada vez más motivados a participar en política. Estos, al parecer, seguirán participando en política (Barrera 2006:75). Algunos de ellos sueñan con una especie de “cristiandad evangélica”. El mejor ejemplo de ello es el pastor Humberto Lay.
También se evidencia la falta de madurez en mucho liderazgo evangélico y carismático. En los dos últimos años el presidente Alan García ha participado no sólo del Te Deum católico (en la Catedral de Lima con el Arzobispo), sino del Te Deum evangélico (en un templo de la Alianza Cristiana y Misionera en Lima). Hay cierto liderazgo emocionado que casi ya ha convertido en “evangélico” al presidente García tan sólo por ese hecho. Algunos a veces se olvidan muy fácil que los políticos se mueven políticamente en todo, incluso cuando reciben a un pastor o visitan su iglesia.
El 2002 fue un año importante para la reconstrucción de la democracia en el Perú. Bajo la dirección del presidente de la República, el Dr. Alejandro Toledo, se suscribió un Acuerdo Nacional el 22 de julio, en la que los partidos políticos y las entidades de la sociedad civil —en las que participó el CONEP representando a las iglesias evangélicas— se comprometieron a implementar las 29 Políticas de Estado, acompañando de esa manera el proceso de consolidación de la democracia (López 2003). Este Acuerdo Nacional se debatió en todo el Perú, en todas las regiones y provincias. Junto con los alcaldes, comedores populares, técnicos, etc. han participado pastores llevando la voz de la iglesia evangélica a tales reuniones de carácter político-social.
Comparto la idea de Tomás Gutiérrez cuando dice que “las comunidades evangélicas han sido desafiadas a tener una presencia más activa en la sociedad, como el trabajo de derechos humanos, desarrollo y pobreza, apoyo al movimiento feminista a través de las propuestas de género, etc.” (2001:Cartilla 7). Efectivamente, ya es hora de dejar de entender la política como algo que se refiere estrictamente a los procesos electorales. En las dos últimas décadas el tejido social y político ha cambiado en el Perú y los evangélicos han comenzado a tomar posición de otros espacios, a partir de sus participaciones en instancias y organizaciones de la sociedad civil. Hay que seguir explorando eso.