Por Sergio Daniel Navarrete
Reforma Siglo XXI, Vol. 11, No. 2
1. Introducción
A quinientos años del natalicio y obra de Juan Calvino, sus enseñanzas, todavía suenan como un claro eco en nuestro Siglo XXI. Se ha dicho de Calvino al valorar su obra y mensaje, que ésta es como la de un «profeta contemporáneo ». Es decir, su mensaje es para hoy, tan necesario ser escuchado, como lo fue en su siglo.
Dicen de los grandes hombres que han hecho historia, que pese a su labor, por prestigiosa que fuera esta, son hijos de su momento histórico, por lo cual no existen los «héroes atemporales».
Pero Calvino sigue sirviendo no sólo de inspiración a las generaciones que le siguieron, sino que aún no sabemos, hasta qué punto, cuando leemos o interpretamos las escrituras lo hacemos con los ojos que la entendió y leyó Calvino.
También es de notar para quienes se hayan acercado a las obras de Calvino que no sería justo decir que el reformador fue sólo un teólogo. Esto es, que no fue un «teórico», de la religión especulando sobre el mas allá.
Su obra magna, «Institución de la Religión Cristiana», es en verdad una concepción completa y acabada de una «cosmovisión cristiana», entre la que se destaca el quehacer divino en cuanto a sus criaturas y a las relaciones entre estos.
El mérito que se le debe reconocer a Calvino, a diferencia de otros pensadores cristianos es que pensó, escribió y actuó como un «teólogo integral»; es decir, no resignó ciertas doctrinas que parecían anteponerse a otras, sino que educó al pueblo de Dios tal como éste se revela en las escrituras.
Al abordar la Biblia como Palabra de Dios y autoridad final, quitó el yugo de siglos anteriores donde la Escolástica medieval sujetó el pensamiento cristiano, a una relación estrecha de filosofía y teología devenida en la concepción aristotélico-tomista. En este sentido gran deuda tenemos con los reformadores, que dejaron el «vino puro de la palabra», que por siglos había sido «aguado por la filosofía». En este retorno a la «sencillez» del mensaje bíblico, es donde cobran grandeza los hombres que se cobijan bajo sus preceptos.
1.1 Tesis fundamental de la obra
1. Fundamentar por la teología de Calvino que, Dios es pedagogo del hombre, por cuanto se ha revelado y lo conduce al conocimiento de su Ser, como «Trascendente, Santo y de Pacto.
2. La teología de la liberación, critica la teología clásica por considerarla, puramente intelectualista, sin compromiso social (praxis). Proponen una «pedagogía liberadora», una teología comprometida socialmente y una metodología marxista para tal fin.
3. Se prueba que la teología y desempeño pastoral de Calvino no se encuadra, en la categoría de un teólogo a la europea.
4. Jesús introduce el evangelio del Reino. La ética-practica, resquebraja el status quo de la sociedad.
2. Dios, el Pedagogo por excelencia
«…te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces».
Jeremías
«En cuanto a ustedes, no se hagan llamar maestros porque no tienen mas que un maestro y todos ustedes son hermanos».
Mateo 23:8
Esta terminología que describe a Dios como el autorizado maestro de la humanidad no es propia del cristianismo, ya Platón en el libro de las leyes describía a Dios como «el educador supremo del género humano». La patrística también se refirió a Dios como educador del género humano. Ireneo de Lyon concibe las relaciones entre Dios y el hombre como esencialmente educativas. Clemente de Alejandría representa a Cristo como divino educador, pedagogo. Para Orígenes, los acontecimientos de la historia bíblica y profana constituyen la pedagogía de Dios.
2.1 El conocimiento de Dios, como diálogo divino-humano.
«Mirando como en un espejo la gloria del Señor… somos transformados».
La tesis fundamental de Calvino, en su obra teológica «Institución de la Religión Cristiana», es aquella que el mismo Calvino nos señala cuando dice; «Casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras se deba tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el «conocimiento que el hombre debe tener de Dios», y en el «conocimiento que debe tener de sí mismo».
«Por otra parte, es cosa evidente que el hombre nunca jamás llega al conocimiento de sí mismo, si primero no contempla el rostro de Dios y, después de haberlo contemplado, desciende a considerarse a sí mismo».
Sin esta tesis del «saber» o del «conocimiento» expuesta por Calvino, la cristiandad queda sin sentido y sin el eje fundamental donde construir una contracultura cristiana al desafío de esta sociedad.
Calvino centra su concepto en Dios como el que se «revela» (enseña), y el hombre como «receptor»(aprende) de esta revelación. De este encuentro, «divino-humano» expuesto por Calvino, surge una «tensión», que podría designarse en sus resultados como «pedagógica». Y lo es, porque están involucradas las partes «Dios-hombre». Mientras Dios revela de sí, a la vez el hombre enseñado descubre su propia y real situación.
Estas tensiones pedagógicas, se pueden enmarcar de esta manera:
1. Trascendencia – Inmanencia
2. Santidad – Pecado
3. Pacto – Sociedad
Estas tensiones van cobrando intensidad en la medida en que Dios se revela, o sea, no sólo es Dios y existe, sino, es de carácter Santo y verdadero, y promueve que el hombre se interrelacione con Dios y su prójimo por medio de un pacto de gracia.
Dicho de otro modo estas tensiones son de carácter «global, personal y práctica».
1. Global: pues Dios testimonia por su creación, su existencia y se muestra como el ser necesario para una clara comprensión razonable, de todo cuanto existe.
2. Personal: porque la naturaleza santa de Dios desnuda la situación particular de cada individuo por lo cual este queda sin excusa.
3. Práctica: Ya que nos relaciona en una nueva sociedad con nuevos desafíos. Comisiona al creyente, a compartir y vivir los preceptos de Dios, a los suyos y a los no alcanzados por el evangelio.
2.2 Trascendencia – Inmanencia.
No puede querer Dios que nos constituyamos en sus hijos sin que sepamos discernir antes que nada que, «Dios Es», él existente por sí mismo, que no tiene la razón de su ser fuera de su mismo ser. No así el hombre que es descripto en la Biblia en términos de finitud, no poseyendo en sí mismo la razón de su existencia.
«Es verdad que su esencia es incomprensible, de tal suerte que su deidad trasciende todo sentimiento humano»
En este primer acto pedagógico de Dios, él nos revela que somos incapaces por nosotros mismos de responder satisfactoriamente a los interrogantes humanos básicos, sin antes haber entrado en una relación de «adoración y rendimiento» a «Él mismo».
2.3 Santidad – Pecado: Lo que sobresale en esta tensión teológica, es el aspecto «Moral».
Existen diversos énfasis y definiciones sobre el tema moral, respecto de Dios y el hombre. Los filósofos antiguos, tenían sus definiciones.
Para Sócrates la virtud y el conocimiento eran uno solo. En Platón la moral era una rama de la política. Aristóteles deduce la moralidad en cuanto que el hombre es un ser social en su esencia. Para San Agustín, el «sumo bien» es el amor de Dios, en que todas las facultades del hombre alcanzan su más alta perfección y sus deseos son completamente satisfechos. Santo Tomás ve el supremo bien en el conocimiento de Dios, por lo cual, «fe y razón» guardan armonía entre sí, pues se inician en la misma fuente de verdad. Particularmente en este tema —sobre la situación pecaminosa del hombre ante la santidad de Dios—, Calvino va a establecer marcada diferencia de todo lo anterior al situar al hombre y la moral no desde lo antropológico o sociológico sino desde una «concepción teológica enunciada por Dios mismo en su revelación».
Calvino señala lo que da en llamar la perplejidad de los filósofos al tratar el tema del mal en el hombre. «Pues estos filósofos deben admitir que en un ser moral la maldad aflora como un caballo salvaje sin control alguno».
Calvino critica la concepción, filosófica o teológica en la que los vicios, o las virtudes se encuentra en la potestad de del hombre.
Una antigua fórmula de los moralistas reza, que «el hombre es un ser moral en la medida que éste sea libre para autodeterminarse». La concepción bíblica y calvinista solo puede acompañar esta sentencia si primero se confrontan dos realidades humanas «la de la libertad y la condición caída del hombre». La situación de ruina en la que el pecado deja al hombre es descripta en términos bíblicos como «muerte espiritual» (Ef. 2:1). El don de la libertad no nos es arrebatado, pero el libre albedrío respecto del bien en relación a Dios, el hombre «está incapacitado de cualquier atisbo de volverse a Dios». La voluntad está esclavizada al mal de continuo. Por lo cual en este sentido la libertad del hombre en cuanto al «sumo bien» está sujeta, condicionada o tal como expresa el apóstol Pablo el hombre en su totalidad está bajo el señorío del pecado. Se es libre sólo si hay dos alternativas para elegir. En el caso del hombre sin Dios no hay elección posible. Es elegir entre el mal y otro mal.
«Solo Dios es el ser libre en el sentido más absoluto de la palabra ». El ser moral por excelencia. Esto queda evidenciado por los textos bíblicos en los cuales Dios es descripto como habitando en la majestad de su santidad. Isaías en su visión profética destaca; «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos toda la tierra esta llena de su gloria» (Is. 6:3).
El concepto de la «Santidad de Dios», pertenece a esa clasificación de atributos llamados «morales». La «santidad», como atributo es el que mejor describe el carácter de Dios, sobre otros. Esto no significa que sea más importante que los demás. Sino que manifiesta con brillo propio la infinitud, necesidad y diferencia que existe y tienen los hombres respecto a Dios.
2.4 Pacto – sociedad: Que necesario es hoy más que nunca, revitalizar la doctrina del «Pacto».
Insisto en lo vital de esta magnífica enseñanza típicamente reformada, ya que en el «pacto de gracia» se encuentra el germen de la vida misional y práctica de nuestra religión.
No la deberíamos cargar, como si esta fuese un bagaje más en nuestra galería de doctrinas aprendidas de memoria, pues ésta nos confronta y nos pone cara a cara con Dios y con el prójimo.
Vivir bajo la luz del pacto tal como el Señor lo enseñó, es algo que se da naturalmente en los cristianos que se relacionan íntimamente con Dios. «…para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti» (Gn. 17:7b).
En las dos anteriores tensiones —divinas humanas—, el hombre es casi espectador de la infinitud y perfección moral de Dios. Pero en el establecimiento del pacto, el hombre cobra una dimensión práctica, humana, ya que el hombre regenerado que ha entrado en «alianza» con Dios encuentra efectivizado el precepto de, «Amar a Dios y al prójimo como a uno mismo» (Mt. 22:37-39).
La exposición hecha hasta aquí siguió los lineamientos, que Calvino mismo propusiera en las Instituciones respecto del conocimiento verdadero de Dios. Por lo cual Dios como pedagogo primario de la humanidad, utiliza la revelación como medio eficaz, con la finalidad de unir y educar al hombre pecador en un camino de retorno a Dios mismo.
3. La antinomia de la teoría y la práctica en la Teología liberacionista
La verdad os hará libres.
San Juan.
Después de lo explicado hasta aquí, es necesario afrontar una seria objeción que surge dentro un marco teológico Latinoamericano. Me refiero a la «Teología de la liberación».
La objeción a la que me refiero, es a la antigua antinomia de la «teoría y práctica». Antinomia que se da en todo campo de actividad sea cual fuere este, político, religioso, económico etc. Dicho de otra manera es la confrontación del «decir y el hacer». Ya el apóstol Santiago en su epístola se enardece con aquellos que solo tienen para enseñar una fe de palabras, que no tienen como consecuencia los frutos de las buenas obras. Por lo cual el apóstol utiliza la expresión, «la fe sin obras es muerta» (Stg. 2:14-26).
A mediados de 1960, en un contexto latinoamericano minado por la desigualdad social, económica, emerge una corriente de pensamiento religioso de extractos católicos y protestantes, denominado como, «teología de la liberación».
Este quehacer teológico, que irá tomando impulso con el tiempo presenta serios e importantes desafíos al pensamiento teológico llamado «tradicional».
En los círculos liberacionistas comúnmente se describe la labor teológica como enmarcada bajo dos concepciones y metodologías opuestas: Por un lado una «teología europea» signada por la erudición e intelectualidad académica. Y por el otro una «teología latinoamericana», con un interés de compromiso social. La primera sería una teología apadrinada por aquella primera etapa academicista y erudita de la Ilustración, representada por Kant. La segunda, una teología fundada en la praxis, revolucionaria, representada por Marx.
El teólogo liberacionista, Jon Sobrino dice sobre el tema: «La transformación trasciende ampliamente la mera explicación o reordenamiento intelectual de la realidad: implica trabajar para la creación de otra realidad, a la vez que el orden presente es confrontado teológicamente de la manera más realista y a-ideológica posible. La perspectiva teológica, en consecuencia, es inseparable del ámbito práctico y ético y no puede ser reducida a la mera producción de una explicación».
Tal como describe el educador cristiano Daniel Shipani en su libro «Teología del ministerio educativo». La «ortodoxia» tal como la contemplan los teólogos de la liberación es vista como una cadena que sólo eslabona «verdades intelectuales», pero lejos de un compromiso real con el hombre real. El liberacionista propone en cambio el término «ortopraxis», que vincula las verdades del cristianismo con un activo y revolucionario compromiso social.
El liberacionismo, ha contribuido con «hechos» a pensar no solo como «conquistar el paraíso del mas allá, sino como hacer menos infernal el más acá».
El pensamiento rector de estos pensadores y educadores es que mientras los teólogos tradicionales se han encerrado en su propio mundo cercado de «dogmas metafísicos», la sociedad del tercer mundo está a la espera que esta «iglesia militante» transforme el sistema impuesto por los poderosos.
El liberacionismo también aborda el tema «pedagógico» como herramienta para la liberación de los explotados.
Aquí la figura sobresaliente es la del educador «Paulo Freire». Este genial pedagogo, educador y pensador brasileño, tiene en su haber numerosos escritos. Su obra mas destacada es su «Pedagogía del oprimido» (1970). Su método educativo se basa en la adquisición de la conciencia de la propia situación. Dos palabras claves, en su sistema son «alfabetización-concientización».
La TDL, es un campo muy basto de estudio. Sus aportes al mundo teológico en verdad han contribuido a rediscutir el desempeño de la tarea educativa teológica y su aporte a las realidades sociales. En este caso me he servido solo del criticismo, a la teología clásica.
La crítica de la TDL nos permite evaluar dos preguntas, de gran interés para el educador con una perspectiva reformada.
4. Calvino frente al cristianismo nominal
Nunca os conocí; apartaos de mí.
Jesús.
¿Puede imputarse a Calvino y a su teología, la crítica liberacionista de ser este y su enseñanza algo así como un clérigo ilustrado sin conexión con la realidad?
Aun más, ¿es aplicable la teología de Calvino para el hombre, del tercer mundo y la realidad de America latina?
A la primera pregunta responderé en este capítulo. Respecto del segundo cuestionamiento lo abordaré en el capítulo final.
En la primer parte de este trabajo, donde expuse el tema del «dialogo divino-humano», quedó debidamente probado que la concepción de Dios, que propone Calvino es estrictamente teológica. Pues siempre se parte de la iniciativa divina. El hombre recepciona este diálogo, el cual se vuelve diálogo humano cuando por la actividad misional, el individuo asume la responsabilidad y protagonismo de ser el portavoz a otros de la buena voluntad de Dios. Calvino fue un teólogo integral, pero más aun, fue un «hombre integral». Ya en su tiempo vio y sentenció con palabras duras al creyente de etiqueta solamente, Calvino refiere lo siguiente:
Preguntémosle a esos que no poseen nada sino que solo van a la iglesia y quieren ser llamados cristianos, cómo se pueden gloriar en el sagrado nombre de Cristo. Porque nadie tiene ninguna comunión con Cristo, sino el que ha recibido el verdadero conocimiento de El, por medio de la palabra del evangelio. El apóstol niega alguno que no haya aprendido a dejar el viejo hombre corrupto en su lujuria y seguir a Cristo, realmente le conozca. Un conocimiento externo de Cristo es un falso y peligroso engaño. El evangelio no es doctrina de la lengua, sino de la vida. Dejemos que aquellos que se autodenominan cristianos cesen de insultar a Dios creyéndose lo que no son y se muestren como discípulos valiosos de Cristo su maestro. Debemos asignar el primer lugar al conocimiento de nuestra religión porque es el comienzo de nuestra salvación. Pero no sería recompensada si no penetra nuestros corazones, cambia nuestras costumbres y nos transforma en nuevas criaturas».
Si hay un concepto que recuperar del pensamiento de Calvino, es su énfasis en la autoridad de las escrituras. Calvino jamás divorció, los términos «fe y práctica» sino, que llevó este pensamiento rector a todas las esferas de la actividad humana, llámese política, familiar, religiosa, social. Calvino comenta:
De aquí se sigue que es ilícito tratarla en forma provechosa; porque el Señor, cuando nos dió las Escrituras, no trató de satisfacer nuestra curiosidad, ni de animarnos a la ostentación, o de darnos ocasión para charlar y parlotear, sino de hacernos bien; y por consiguiente el uso correcto de la Escritura debe siempre dirigirse hacia lo que es provechoso.
La tarea llevada a cabo en Ginebra por Calvino, es sin dudas el mejor testimonio de un hombre de acción y no sólo de palabras. Recuérdese su destierro de Ginebra a la ciudad de Estrasburgo (1538-1541), por oponerse a la intromisión del estado en los asuntos eclesiásticos. Pensemos en su lucha y logros a favor de la educación pública, sin distinción de clases, fundador de la universidad de Ginebra, su influencia directa sobre la salud pública para los pobres.
Ni siquiera la frágil salud, la cual lo sujetó a constantes y terribles dolores en el transcurso de su vida, lo hizo cejar en su tarea de servicio donde Dios lo había llamado.
Solía decir, «mi salud no puede ir por delante de la obra de Dios».
No, Calvino jamás habría incorporado para la educación, sea esta política, religiosa, educativa, elementos con tonos tan marcados por filosofías sutiles y mucho menos cuando estas están cargadas de prejuicios religiosos anticristianos, aunque en la superficie de tales pensamientos sobresalga la idea de cambiar al mundo.
La labor incansable de Calvino, por ver realizado el proyecto de Dios en todas las esferas de la vida, le ganó a Calvino el trato injurioso por parte de sus críticos. Por lo cual, sus seguidores, o sus detractores, —luego de cinco siglos— son los que prueban que Calvino era un hombre de «acción y compromiso», dominado por un solo fin, «darle a Dios la Gloria».
4.1 Para destacar.
Calvino está muy lejos de ser un teólogo, teorizante a la manera de la «ilustración». El conocimiento correcto de Dios «precede a la praxis». La ley moral de Dios es como un pedagogo que conduce a Cristo. Este encuentro «lo sume en una intensa necesidad de poner por obra la tarea evangélica». Sin embargo existe la posibilidad real de la hipocresía, de los que solo profesan y no obran.
4.2 «La ética-práctica de Jesús»
«El hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir».
Jesús.
Una construcción teológica que no tenga un edificio Cristológico firme, será una tarea infructuosa en todo su contenido. Nuestro diálogo con la sociedad será inteligible, si no tenemos la «visión y compresión» de la realidad humana tal como Cristo la tuvo en su época. El kerigma del evangelio se ve con toda su realidad y profundidad en el «Sermón del Monte». Allí Cristo formula y establece las normas y condiciones para los que el «reino de los cielos» se había acercado y para los que estaban expectantes por recibirlo. (Lc. 17:21).
Las palabras que Jesús pronunció en el monte, rebosan de sobriedad; son las que el cristianismo debe recuperar para entablar un «diálogo» comprensible con nuestra sociedad.
Volverse al sermón de la montaña significa que nuestro evangelio recobre la «practicidad» de los valores cristianos. El cristiano no puede dejar de vivir a la manera de los estatutos del Reino.
El evangelio, por iniciativa del Espíritu Santo, produce en el hombre un nuevo principio, vital denominado en la biblia como «arrepentimiento» gr. «metanoia».
Este principio, implica un cambio radical en el interior del hombre. Significa darle la espalda al pecado, «cambia en el individuo el punto de vista acerca de Dios y su santidad». Pero que además involucra, un cambio voluntario en relación a los valores e intereses humanos. Es decir se cumple plenamente lo dicho por el apóstol «…donde esta el Espíritu del Señor allí hay libertad».
La llegada del reino, trajo consecuencias de fondo, en todos los órdenes de la sociedad.
Pero a la vez, que el evangelio del reino se introduce en las esferas de la vida, seguidamente surge el conflicto.
El conflicto de «naturaleza religiosa», sostenido por Jesús con la clase «religiosa» de su tiempo fue lo que trajo aparejado que todo el entramado social quede trastocado por La llegada del Reino a los corazones. Esto se comprueba por lo siguiente: «Por el ámbito familiar», «No penséis que he venido a traer paz a la tierra… y los enemigos del hombre serán los de su casa» (Mt. 10:34-39); «Por espectro político»,… «a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios». (Mt. 22:21); «en la esfera económica », «no podéis servir a Dios y a las riquezas», (Mt. 6:24). «En el campo religioso», «…en espíritu y verdad es necesario que adoren». «Por la situación ética» «…Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos» (Mt. 5:44).
La enemistad que Cristo tuvo con las potestades terrenales, se debieron básicamente a que la ética de Cristo nunca estuvo divorciada de los hechos. Es lo que llamaría una «ética-práctica» acorde a los avatares del momento histórico en el que vivamos La integridad de los hechos y las palabras de Jesús, dejan a la iglesia de todos los tiempos, «una enseñanza, y un desafío».
«Una enseñanza»: La revelación escrita, por sí sola es autosuficiente, tiene un diálogo propio, una pedagogía propia. Anexarle una filosofía ajena o prestada solo enturbia el mensaje «liberador» que por sí misma posee.
«Un desafío»: A no conformarnos a los cánones sociales cuando estos están en contraposición a Dios y someten al hombre en la esclavitud llámese este sometimiento como se llame, político, religioso, educativo etc.
5. Alternativas y posibilidades para la evangelización hoy
«Un ave con una sola ala no puede volar»
«Ortodoxia y ortopraxis», son como las alas de un pájaro, el cual necesita de ambas para mantenerse en un vuelo alto y con una óptima visión de los acontecimientos.
Los medievales acostumbraban a ejemplificar el problema de la toma de una decisión, mencionando la historia del asno de Buridan. Ubicado a igual distancia de dos fardos de paja, el asno estaba condenado a morir de hambre, por ser incapaz de decidirse por el de la derecha o el de la izquierda. Algo similar sucede cuando se plantea el dilema «Conocimiento vs. Práctica». A la derecha de la iglesia, la ortodoxia, con todo el lustre del conocimiento académico. A la izquierda, una teología arremangada, tocando el lodo de la necesidad.
Los educadores cristianos, —teólogos, pastores, maestros— tenemos el desafío impostergable de «articular el conocimiento con la práctica». Es necesario demostrar, que más conocemos de Dios, más compromiso se asume con nuestro entorno. De esta manera queda cumplido positivamente el «gran mandamiento»: Amarás a Dios y a tu prójimo.
En Latinoamérica, pero más precisamente en mi país Argentina, por circunstancias de tipo económico, la pobreza se estima en un 30%. En esta realidad, han emergido nuevas problemáticas sociales, nunca vistas en nuestra historia. «Piqueteros, deserción escolar, asistencialismo por parte del estado, niños que no solo no han visto nunca a sus padres trabajar, sino que están presentes en las revueltas callejeras cuando hay reclamos, donde asisten a la violencia de la represión por parte de la fuerza pública, cuando se cortan las rutas o calles de las ciudades».
La violencia familiar, la drogadicción crecen a pasos agigantados.
Ya está en vigencia la nueva ley de educación sexual, que con un fuerte condicionamiento ideológico y construcción filosófica, prepara un camino para la aceptación de «nuevas formas de familia ». Es decir, la familia homosexual.
Lo descrito seguramente es el patrón común en el que se ve envuelto nuestro continente. Y estas situaciones nos tienen que doler, «…llorar con los que lloran». (Ro. 12:15).
Por lo cual, para concluir con este ensayo, estimo conveniente, que el pueblo cristiano avance cada vez mas hacia una «concepción y aplicación» dé un evangelio integral.
Para lo cual no voy a proponer «un método». En verdad existen muchos y muy variados. Solo limitarnos a escuchar y aplicar un «consejo pastoral». Me refiero a un párrafo, del libro III de las Instituciones. Con justa razón el libro mencionado, aborda «los frutos y efectos» que produce la gracia de Cristo. Calvino dice:
«Ahora bien, el Señor quiere que los cristianos vayan mucho mas allá que limitarse a mostrarse afables, para ser amables con su dulzura y humanidad el beneficio que se realiza. Primeramente, deben ponerse en lugar de la persona que ven necesitada de su ayuda y favor; que se conduelan de sus trabajos y necesidades, como si ellos mismos las experimentasen y padeciesen, y que se sientan movidos a remediarlas con el mismo afecto de misericordia que si fuesen suyas propias». Inst. Libro III cap.7
Las consideraciones vertidas en el párrafo son de valor inestimable para el pueblo cristiano. No son palabras para ser leídas rápidamente. Pues siguen un curso lógico, ético y práctico que todo obrero cristiano con deseos de compromiso bíblico y social, puede asumir como propias.
1. Establece el deseo de Dios. «No basta limitarse sólo en las formas. Es ir más allá».
2. Se pone a prueba el grado de sensibilidad cristiana: «Es ponerse en lugar del necesitado».
3. Motiva a involucrarse completamente: «Remediar los padecimientos como si fueran propios».
He aquí un criterio, bíblico, ético, práctico y, que no apela a metodologías de moda.
Se basta asimismo, pues sus premisas se originan en el «Todo Suficiente». Dios en su pedagogía nos enseña la solidaridad como principio fundante. Él fue ejemplo, se «solidarizó» con la humanidad caída haciéndose hombre y habitando entre nosotros. El apóstol diría «haya también en vosotros el sentir que hubo en Cristo Jesús» (Fil. 2:5).
Este sentir, debe ser el nuestro, o nuestra religión será «cimbalo que retiñe».
Oremos a Dios, y «el nos enseñara cosas grandes y profundas que aun no conocemos» (Is. 33:3).