Reforma Siglo XXI, Vol. 4, No. 1
Tú puedes dar sin amar. Pero no puedes amar sin dar. Amy solía decir esto mucho, y lo vivió verdaderamente. De hecho, lo vivía tan profundamente, que a veces la metió en grandes problemas. Una vez parecía seguro que Amy Carmichael sería arrestada por las autoridades de la India y echada presa por secuestradora.
Realmente Amy fue secuestradora. ¡Y lo fue muchas veces! Trece años antes, en 1901, Amy alojó su primer refugiado, huyendo del templo hindú. Las niñas del templo eran jóvenes “dedicadas” a los dioses y obligadas a servir como prostitutas para ganar dinero para los sacerdotes. Durante muchos años, Amy había rescatado a muchas niñas, a veces con el costo de gran cansancio y aún riesgo para su vida.
El rescate más recién era Kohila, de cinco años. Los padrinos de Kohila la estaban pidiendo, pero Amy se negó a devolver la niña, sabiendo que la volverían a abusar de ella. Amy hizo planes para “desaparecerla”, y enviarla a un lugar seguro. Amy era demasiado conocida para hacer el secuestro, y por lo tanto hizo arreglos para que otro lo hiciera. Pero la descubrieron, y la acusaron. Amy enfrentaba la posibilidad de pasar siete años en la cárcel.
Candidata sorpresiva
Amy padecía de neuralgia, una enfermedad de los nervios muy dolorosa, que debilitaba todo su cuerpo con tanto dolor que a veces debía estar en cama durante semanas. Sus amigos creían que la faltaba sabiduría cuando declaró que iba a ser misionera. Ellos predijeron que pronto regresaría a Inglaterra para quedarse. Pero Amy estaba segura que Dios la había llamado a las misiones foráneas. Durante muchos años ella había estado aprendiendo a escuchar la voz de Dios.
Orando por ojos celestes
Uno de los primero incidentes ocurrió cuando Amy era niña. Su madre le había dicho que si Amy oraba, Dios le contestaría. Amy tenía ojos color castaño. Esa noche oró por ojos celestes. En la mañana saltó de la cama para fijarse en el espejo. La sra. Carmichael oró el lamento de desaliento. Ella duró varios minutos en explicarle a Amy que “no” era una respuesta de Dios también. Su madre le explicó que Dios quería que Amy tuviera ojos castaños por alguna razón. Tal vez nunca supiera la razón. Pero mientras tanto, ojos castaños eran muy hermosos, le explicó su madre. Amy no estaba tan segura de eso, y azul irlandés sería su color favorito para siempre, ¡aunque Dios había dicho que no!
Travesuras juveniles
Amy era bien intrépida. Si hubiera tumulto en el hogar Carmichael, era seguro que Amy estaba envuelta. Como el tiempo que unos sonidos interrumpieron el tiempo de devocionales familiares. Amy fingía ignorancia, pero pronto la descubrieron: el ratón congelado en su bolsillo había revivido.
En otra ocasión Amy dirigió a sus hermanos y hermanas en un reto de ver cuántas semillas venenosas podía comer antes de que murieran. Afortunadamente salieron de la prueba con poco más de un malestar estomacal. En otra ocasión, ella dirigió la tropa en una expedición peligrosa a través de una tragaluz al techo de la casa
Cambios críticos en su vida
Como niña, Amy se consideraba Cristiana, pero un día un evangelista le enseñó que un compromiso personal con Cristo era necesario. Ella dio su corazón a Cristo. Después de esto, el centro y pasión de su vida era servirle a Dios.
Después de tres años de asistir a un internado, regresó a casa porque sus padres ya no podían pagar por su educación. La sra. Carmichael llevó a Amy, ahora de 16 años, a comprar un vestido. Amy encontró uno muy lindo – azul real – pero lo devolvió. Su madre estaba sorprendido, pero Amy explicó que la ropa no tenía tanta importancia para ella que antes tenía. Ahora Cristo le había dado otro propósito para su vida. Ella esperaría otro año hasta que sus padres mejor podían comprarle un vestido. Nunca lo obtuvo, porque al año siguiente, el sr. Carmichael murió repentinamente.
Buscando y hallando a los “shawlies”
Este fue el año que Amy comenzó clases y reuniones de oración para los niños de la calle en Belfast. También comenzó a trabajar con los “shawlies,” las niñas que laboraban en las fábricas, que eran tan pobres que no podían comprar sombreros para ir a la iglesia y por tanto usaban “shawls”, o bufandas para taparse la cabeza. La gente ‘respetable’ no tenían nada que ver con ellas. Pero Amy entendía que necesitaban de Cristo al igual que los ‘respetables.’ Eventualmente tantas “shawlies” asistían a las clases de Amy que tuvo que buscar otro edificio más grande donde cabían trescientas o más personas.
La familia Carmichael perdió todo su dinero por medio de una serie de reversas económicas, y tuvieron que buscar un cambio. La sra. Carmichael decidió trasladarse a Inglaterra para trabajar para el tio Jacob. Amy y otra hermana se unieron a ella. El tio Jacob le pidió a Amy que enseñara el mensaje de Cristo a sus trabajadores de su textilera. Amy se entregó a este trabajo, viviendo en un apartamento cercano infestado de cucarachas y otros insectos. Pero a menuda la atacaba la neuralgia, y debía estar en cama durante días. Tuvo que dejar su trabajo.
¡Vaya, muchacha, vaya!
Durante años Amy había querido ser misionera. Ahora el deseo había crecido tanto que llegó a ser un dolor dentro de ella. Ella oraba a Dios, y apuntaba las razones que ella creía comprobaba que no podía ser la voluntad de Dios. Una de las cosas en esta lista era su enfermedad. Pero en sus oraciones le parecía que oía la voz del Señor, como si estuviera en su cuarto diciendole «ve.»
«Pero verdaderamente, Señor, no es para mi,» ella dijo.
Otra vez oyó su voz diciendo, «ve.»
Bueno, ¿ahora qué?
Amy cedió, ¿pero adónde debía ir? ¿Y qué pasaría con su madre que era viuda? Le escribió a su madre, y la sra. Carmichael le escribió que el Señor ya había tratado con ella, manifestándole que la dejara ir. Por más de un año Amy buscaba un campo misionero, pero nadie la quería.
A pesar de estas circunstancias, se embarcó con otras tres misioneras, que viajaban a Japón. Ella había enviado una carta ofreciendo su ayuda a los misioneros ahí. Las lágrimas corrieron cuando salió la nave el 3 de Marzo, 1893.
Amy tenía una pasión constante por compartir el evangelio. Aún el capitán se convirtió a la fe Cristiana al observar cómo Amy enfrentaba con gozo la suciedad y los insectos de su barco.
Cambios en Japón
Una vez que había llegado a Japón, Amy salió a evangelizar aún antes de que aprendiera el idioma. Su intérprete, Musaki San, sugirió que se pusiera un kimono, pero por el frío y su neuralgia, Amy prefirió salir con su ropa occidental. Las dos visitaron a una señora anciana que estaba enferma, y mostraba interés en el evangelio de Cristo. Justo cuando Amy iba a preguntarle si deseaba arrepentirse, la mujer vio su guantes de piel, y preguntó qué eran.
Rumbo a casa Amy lloró amargamente. Nunca más arriesgaría tanto por algo tan insignificante. De ese día en adelante ella usó ropa japonesa cuando evangelizaba.
Orando por las almas perdidas
En otra ocasión se les pidió a Amy y Misaki San que sacaran el espíritu de zorro que poseía a un hombre violento y homicida. Los sacerdotes del pueblo habían aplicado sus fórmulas y torturas sin éxito. Confiando en el poder del Señor sobre espíritus malignos, las dos mujeres oraron y entraron a su cuarto con confianza. Cuando mencionaron el nombre de Jesús, el hombre se enfureció incontrolablemente. Se hubiera lanzado sobre ellas, pero estaba amarrado con cuerdas. Las dos mujeres fueron expulsados del cuarto. Estaban perplejas, pero pronto recobraron confianza. Le aseguraron a la esposa que orarían hasta que el espíritu dejara al hombre, y le pidieron que mandara un mensaje cuando fuera liberado. Dentro de la hora recibieron el mensaje. Al día siguiente el hombre mismo mandó por ellas, y durante los próximos días le explicaron el camino de Cristo y el hombre se convirtió.
A la India
La neuralgia de Amy se agravó mucho, y el doctor le aconsejó que dejara Japón. Después de una lucha, ella aceptó que estaría mejor en la India. Cuando llegó, se dio cuenta de las niñas del templo. Aún los otros Cristianos se le opusieron cuando Amy comenzó a luchar para terminar el servicio malvado que se le exigía a estas niñas. Ellos decían que Amy exageraba la situación. Y en verdad era muy difícil desenmascarar lo que pasaba dentro de los templos hindú. Para ello, Amy tuvo que disfrazarse como india y visitar a los templos. Vestida en un sari con su piel teñida, pasaba como una mujer hindú. Ahora ella comprendió por qué Dios le había dado ojos castaños. ¡Ojos celestes la hubieran puesto al descubierto muy fácilmente!
Amy no fue encarcelada. El día 7 de Febrero, 1914 llegó un telegrama que decía, “Cargos criminales anulados.” Nunca hubo otra explicación, pero los que conocían al Dios de Amy sabían que El tenía que ver en la decisión.