Por Arival Días Casimiro
Reforma Siglo XXI, Vol. 7, No. 1
Jesucristo estableció los criterios fundamentales para su discípulos con respecto al ejercicio del liderazgo: «Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos» (Marcos 10:42-44).
En primer lugar, notemos que el ejercicio de liderazgo en la Iglesia es totalmente opuesto a las otras instituciones seculares: «Pero no será así entre vosotros». En segundo lugar, el camino para el ejercicio del liderazgo, «entre vosotros» y no «sobre vosotros», es el servicio. Además de estos principios establecidos por Jesús, el apóstol Pablo habla sobre el don o capacitación espiritual para el ejercicio del liderazgo: «el que preside, con diligencia» (Romanos 12:8).
Tristemente, en la iglesia hoy los criterios bíblicos han sido sustituidos por criterios seculares. En algunos casos, las acusaciones son peores en la iglesia que las del mundo secular, pues vienen vestidas de ‘espiritualidad’ y son hechas falsamente en el nombre del Señor, y de hermano contra hermano.
Un ejemplo es en el proceso de las elecciones para la Mesa Directiva de la Asamblea General en nuestra iglesia. Hace mucho tiempo ya la metodología parece más la política secular que cualquier otra cosa. La oración y la dirección del Espíritu Santo son despreciadas. Los intereses de poder y por los puestos lucrativos son colocados por encima de los intereses del Reino. El ‘marketing’ político es cada vez más utilizado en la iglesia. A través de encuestas las necesidades de los electores son identificados y, a partir de ahí, el candidato monta su discurso o su plataforma de campaña, echando por tierra completamente la naturaleza conciliar de la iglesia. El ‘culto’ de apertura se vuelve un espectáculo para impresionar a los que votaron. La figura del presidente, quien debe ser nada más que un moderador, es vista más como un emperador, a quien no se le permite contradecir.
La forma más evidente de la secularización político-administrativa de la Iglesia es la continuación de cargos y funciones para un mismo grupo de personas. Está probado, aún en los gobiernos seculares, que las reelecciones continuas son perjudiciales para la vida de la institución. En algunas repúblicas el presidente sólo puede ser reelecto una vez, habiendo realizado un buen gobierno. La reelección, probada por la experiencia, crea en la persona reelecta el complejo narciso, es decir, ella se considera tan competente que nadie podría sustituirla en el ejercicio de esa función. Otra forma de la secularización en la administración de la Iglesia es la búsqueda de títulos y diplomas en detrimento de la consagración espiritual. Para ocupar funciones y ministerios en la Iglesia hoy, se exige diplomas de pos-graduado. Ser Master o Doctorado es casi una obsesión de los pastores hoy. Es lo que Roberto Gomes, en su libro Crítica da Razão Tupiniquim ( 1984 Crítica de la razón primitiva o ignorante) llama «la razón ornamental: ser algún día llamado ‘brillante’ es la gloria a la cual aspira el intelectual ‘tupiniquim’ (ignorante). Y ser ‘brillante’ hoy es tener títulos. No existe algo más raro que ‘un doctorado en ministerios, cursado en dos años.’ Sin maldad, me pregunto ¿qué significa ser doctor en ministerio? ¿Y si la persona fuera doctor en ministerio y no consigue pastorear una iglesia local? Como dice Oswald de Adrade: «Siempre traté de ser yo mismo; mal pero yo».
Muchas personas competentes y consagradas son alejadas de la administración de la iglesia por no poseer maestría o doctorado. La Biblia, por el contrario, al hablar sobre los dones conectados a los oficios para la edificación de la iglesia dice, «Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo». Los pastores y maestros son regalos de Cristo para su Iglesia, y no productos fabricados por universidades.
Por causa del alcance amplio de la secularización la iglesia sufre hoy de prejuicio espiritual. El soberano Dios permite – aunque sea temporalmente – que la iglesia ande por sus propios caminos: «Yo soy Jehová tu Dios, Que te hice subir de la tierra de Egipto; Abre tu boca, y yo la llenaré. Pero mi pueblo no oyó mi voz, E Israel no me quiso a mí. Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón; Caminaron en sus propios consejos» (Salmo 81:10-12). Luego vemos como Israel en el tiempo de Saúl tenía líderes no según el corazón de Dios, sino de acuerdo con la voluntad del pueblo. Muchos líderes piadosos hoy se apartan de servir en la iglesia para dar campo para aquellos, que de forma equivocada, hacen su carrera la política eclesiástica.
Hermanos: luchemos contra la secularización política y administrativa de la iglesia. Con humildad y valor tomemos dos decisiones: Oremos con perseverancia por la Iglesia, y resistamos a aquellos que introducen en la Iglesia los valores del mundo.