Por Russ Pulliam
Reforma Siglo XXI, Vol. 7, No. 2
Los malos tratos a los Indios nativos es una historia bien conocida en la historia Americana. El gobierno Estadounidense ha tratado de hacer alguna restitución, de una manera más bien dispareja, permitiéndoles a las tribus Indias dirigir casinos de apuestas. Pero el intento de compensar esa injusticia con juegos de apuestas para las tribus ha dado resultados ambivalentes.
Desde una perspectiva financiera los casinos tribales han ofrecido una nueva y lucrativa fuente de ingresos. Desde una perspectiva más crítica han conducido a la corrupción documentada en la obra Sin Reservaciones, el libro investigativo de Jeff Benedict sobre los casinos Foxwoods en Connecticut. Las iniciativas de juego también han dividido a las tribus en algunos casos, y los oponentes citan un incremento en la adicción al juego entre los Indios como una buena razón para ser cautelosos de tal “crecimiento económico.”
Lo que es menos conocido es cuán temprano la historia de los Estados Unidos hubiese tomado un giro diferente si hubiera habido más misioneros a los Indios. ¿Qué hubiese pasado si más creyentes hubiesen tenido un sentido de responsabilidad por la justicia y por el bienestar espiritual del pueblo que ya se hallaba en América cuando los Puritanos y otros llegaron de otros países al Nuevo Mundo?
La historia tiende a quedar sepultada en los pies de páginas de los libros de historia Americana, pero algunos colonos blancos de los comienzos intentaron buscar justicia a favor de los Indios y ofrecer el evangelio de Cristo, en lugar de intentar robar tierras o mirar con desprecio a los Indios como menos que humanos o como inferiores.
Los esfuerzos más fuertes que siguieron estas líneas provinieron de los Puritanos en las colonias de Nueva Inglaterra, donde misioneros como John Eliot y la familia Thomas Mayhew no solamente ayudaron a colonizar una nueva tierra, sino que también se dieron a sí mismos generosamente a los Indios, compartiendo con ellos el evangelio y ayudándoles a edificar nuevos estilos de vida en Cristo. Eliot también trabajó en traducir la Biblia en el idioma Algonquín. Eliot merece más atención en la historia Americana, especialmente entre los Cristianos evangélicos. Aún aquellos que promocionan a los Puritanos no le han dado lo debido, quizá porque están más interesados en las excelentes contribuciones teológicas de tantos Puritanos.
La Fundación Estandarte de la Verdad ha incluido una corta y muy buena biografíade Eliot, en la obra Cinco Misioneros Pioneros, poniéndole en compañía de David Brainerd y John G. Paton. Neville B. Cryer, un párroco Anglicano, escribió el ensayo sobre Eliot. Allá en 1854 Covers Francis escribió La Vida de John Eliot, el Apóstol a los Indios como parte de la serie Biblioteca de Biografías Americanas, y ha sido reimpresa en años recientes. Pero Eliot aún se merece una biografía moderna a gran escala y se merece un lugar en un informal Salón de la Fama junto con gente como Martín Lutero, Juan Calvino y Juan Knox del período de la Reforma, o William Bradford y otros de la era Puritana de la Nueva Inglaterra Americana.
Eliot nació y fue criado en una familia Puritana de granjeros en Inglaterra, yendo al Jesus College en Cambridge donde aprendió el Griego y el Hebreo que usaría para traducir la Biblia al idioma Indio Americano. Como nuevo pastor se unió con algunos otros amigos Puritanos de Thomas Hooker y se embarcó a Boston a la edad de 27 años, en 1631, no mucho después del Mayflower, en parte para evitar la creciente persecución de los Puritanos en Inglaterra. Sirvió como pastor en Boston en ese primer año, luego fue llamado a servir a la Iglesia Congregacional en Roxbury, que se hallaba al borde del páramo y más cerca de los Indios a quienes serviría varios años más tarde.
Como pastor y misionero a los Indios, Eliot recibió los elogios de Richard Baxter, autor de El Pastor Reformado, quien se hallaba en Inglaterra. Baxter declaró: “No había hombre en la tierra a quien yo honrara más que a él.” Eliot usó sus destrezas en el Hebreo para ayudar a preparar el Bay Psalm Book [Salterio de la Bahía], el primer libro impreso en Nueva Inglaterra, para ayudar a las nuevas colonos a cantar la Palabra de Dios. En esa labor trabajó con Richard Mather, el abuelo de Cotton Mather.
Eliot también comenzó a aprender el idioma Algonquín por medio de un Indio que fue invitado a vivir con su familia. Esa relación le abrió la puerta para comenzar a predicar el evangelio a los Algonquinos en 1646, por medio de intérpretes. Algunos Indios pidieron tierra para edificar un pueblo, y con el tiempo muchos de los Indios convertidos iniciaron las llamadas aldeas de oración. Eliot también ayudó a construir escuelas para los Indios estos nuevos asentamientos, a medida que muchos abandonaban su tradicional estilo nómada de vida. Cryer resume el enfoque equilibrado de Eliot a las necesidades espirituales y físicas de esta manera: “Es para el reconocimiento eterno de John Eliot que él miraba estas cosas y estaba listo, junto con la predicación del Evangelio, a concentrarse en el bienestar doméstico, público y personal de las personas a quienes ministraba. Sostenía con claridad que la fe debía estar casada con las buenas obras.” Presentó una petición a la Corte General de Massachussetts en 1651 a favor de los Indios para que tuviesen seguridad de la posesión de sus tierras en contra de aquellos colonos que quisiesen desplazarlos de sus territorios, y la corte les otorgó 2000 acres de tierras protegidas.
La obra misionera fue obstruída por la subida al trono del Rey Felipe, quien atacó los asentamientos blacos en 1675. Muchos de los Indios conversos se aliaron con los blancos en contra de Felipe, y después que el levantamiento fue derrotado muchos colonos blancos se volvieron contra todos los Indios, incluyendo los Indios convertidos. Eliot dirigió protestas en contra de sus malos tratos en este período. Francis resume su evaluación de Eliot de una manera favorable, especialmente con respecto a sus motivos: “Ha habido logros más brillantes que los suyos; ha habido empresas más susceptibles de ser descritas con grandes adjetivos que la suya; pero ninguna más inequívocamente marcada con un espíritu Cristiano desinteresado.”
Luego otra familia Puritana fue igualmente celosa en el amor evangélico hacia los Indios. El Sr. Thomas Mayhew, padre, obtuvo el derecho de propiedad de la Viña de Martha en el período Puritano de los comienzos y él y su hijo Thomas, desarrollaron un ministerio familiar a los Indios en la isla. Los nietos y los bisnietos se unieron en este ministerio a lo largo de un período de 100 años, viendo a muchos venir a la salvación en Cristo. La cuarta generación, o sea los bisnietos del Sr. Thomas, padre, Experience Mayhew, estuvo trabajando con los Indios como misionero hasta su muerte en 1758. Otro descendiente de la familia, Jonathan Mayhew, fue un líder prominente en el movimiento de independencia que condujo a la Revolución Americana.
Una vez más, la familia Mayhew merece un tratamiento biográfico más popular. Pero la historia de los esfuerzos misioneros a los Indios ha atraído un considerable interés en la comunidad académica, a medida que estudiosos de variados puntos de vista han investigado este período y llegado a conclusiones muy diferentes. Los críticos de los misioneros les han tachado con el resto de la raza blanca como opresores que querían arruinar el idílico estilo de vida del que disfrutaban los Indios hasta que los Europeos pusieron su pie en el Nuevo Mundo. Un estudioso, Alden T. Vaughan, ha desafiado esa tesis en su libro de 1965, New England Frontier, Puritans and Indians, 1620-1675 [La Frontera de Nueva Inglaterra, los Puritanos y los Indios, 1620-1675], y su libro ha sido reimpreso en muchas nuevas ediciones a medida de Vaughan ha ido respondiendo a sus críticos.
Él resume el registro de esta manera: “Lo que surge a partir de mi investigación de las fuentes es una convicción de que los Puritanos de Nueva Inglaterra siguieron una políticamente relativamente humanitaria, considerada y justa en sus tratos con los Indios. En asuntos de comercio, conversión religiosa y procedimiento judicial los Puritanos tenían una consideración especialmente elevada con respecto a los intereses de un pueblo que era menos poderoso, menos ‘civilizado,’ menos sofisticado, y – a los ojos de los colonos de Nueva Inglaterra – menos piadoso. Ciertamente no todos los Puritanos estaban tan interesados en todos los Indios, pero la historia de las relaciones interraciales desde la llegada de los Peregrinos hasta el estallido de la Guerra del Rey Felipe es una crónica más pacífica que la mayoría de las confrontaciones fronterizas.”
En el siglo siguiente, el misionero a los Indios más conocido fue David Brainerd, gracias a su diario que fue publicado por Jonathan Edwards poco después de su muerte tan temprana. Edwards se unió a Brainerd en aquel campo misionero Indio después de haber sido retirado de su pastorado. Edwards fue despedido por la congregación porque llegó a la convicción de que la membresía en la iglesia debía incluir una clara confesión de fe.
Sólo unos pocos más tarde, a fines del siglo dieciocho en Indiana y Ohio, los misioneros Moravos trabajaron entre varias tribus Indias, estableciendo poblaciones misioneras y apelando algunas veces a los gobiernos emergentes solicitando justicia a favor de los Indios. David Zeisberger fue un líder entre los misioneros Moravos en el Territorio del Noroeste, construyendo la primera iglesia y la primera escuela en Ohio antes de la Revolución Americana.
Leigh Darbee, curadora de las colecciones impresas en la Sociedad Histórica de Indiana, ha ayudado a guardar los registros de las misiones Moravas, que incluía un registro de varios años anterior al tiempo en que Indiana alcanzaría la condición de estado en 1816.
“Lo que me atrajo con respecto a David Zeisberger era el respeto que tenía por la cultura Nativa Americana existente en lugar de tratar de imponer una cultura Europea, y unas creencias completamente foráneas sobre las tribus nativas,” dice Darbee. “Trató de encontrar una manera para hacer que el estilo nativo de vida y la cultura Europea coexistieran pacíficamente y cada una tomara elementos de la otra para establecer maneras de trabajar juntos.”
Darbee creció en Nueva Inglaterra, escuchando más acerca de las misiones Indias de lo que escuchan con frecuencia aquellos que viven en el Medio Oeste. “El período de los comienzos fue realmente una especie de época de oro de la obra misionera entre los Indios, desde mediados de los 1600s hasta principios del siglo diecinueve,” dijo ella.
A medida que los Americanos avanzaban hacia el Oeste tales esfuerzos misioneros no fueron tan numerosos ni fuertes como lo habían sido en Nueva Inglaterra. Isaac McCoy desarrolló esfuerzos misioneros en el norte de Indiana y la parte sur de Michigan a finales del siglo dieciocho y principios del siglo diecinueve. Pero finalmente fue sobrepasado en número por los colonos que deseaban más tierra que justicia para los Indios.
Aunque vivía en Mulheim, Alemania, George Ella ha escrito a biografía de 660 páginas de McCoy titulada Isaac McCoy, Apostle of the Western Trail [Isaac McCoy, Apóstol del Sendero Occidental], publicada por la Imprenta Bautista Particular de Springfield, Missouri. Muy similar al apóstol Pablo o a David Brainerd, McCoy sufrió muchísimo por el evangelio, a favor de los Indios. “Isaac McCoy había soportado muchas penurias como misionero y ganó muchas batallas, pero las heridas recibidas fueron muchas,” escribe Ella. “Como resultado de sus sufrimientos su pecho se aplastó, su columna vertebral se torció, se le deformó una articulación de la cadera, se le torció una pierna y un pie y su mano izquierda quedó seriamente mutilada. Había perdido 11 de sus 14 hijos por las enfermedades íntimamente relacionadas con las penurias que los McCoys habían soportado en el campo misionero, y la hija que les quedaba, Nancy Judson, estaba lisiada mental y físicamente debido a aquellas mismas desdichas y a las fiebres constantes que había sufrido.” Pero Isaac McCoy dejó un ejemplo de perseverancia y justicia para las generaciones que siguieron.
“Como David Zeisberger, Isaac McCoy hubiese sido otro ejemplo de este esfuerzo por conseguir un trato justo para los Indios en las negociaciones para lograr acuerdos,” dice Darbee.
En un sentido amplio, los misioneros fracasaron, a pesar de muchos éxitos ayudando a individuos y familias. Sus ruegos por un trato justo para los Indios Americanos fueron a menudo ignorados a favor de la avaricia por conseguir tierra o por venderles licor.
Pero Darbee resume la contribución de los misioneros de esta manera: “Puede sonar trillado, pero sus corazones se hallaban en el lugar correcto, e hicieron su mejor esfuerzo en contra de esta gran oleada de otras fuerzas de colonización que se expandían por los Estados Unidos. Realmente deseaban encontrar una manera de coexistir en lugar de querer ver a la cultura nativa siendo absorbida por la cultura blanca. Hay honor en el fracaso. El honor está en el intento. Estos misioneros son un buen ejemplo de eso.”