Por Mario Cely Q.
Reforma Siglo XXI, Vol. 20, No. 2
INTRODUCCIÓN
Hablar de sexo en nuestra presente época es de vital importancia. Lo es porque prácticamente la cultura de hoy, al sexo lo ha divinizado. Pero, esto no es nada nuevo bajo el sol; pues en la antigüedad clásica de las culturas griega y romana estas habían hecho lo mismo. El sexo dentro del paganismo fue convertido en la más grande forma social de erotismo puro, una forma de grandilocuentes abusos que llegaron a alcanzar el anhelado puesto del pedestal apoteósico. Los paganos podían convertirse en dioses por medio de desenfrenos sexuales. Lo que estamos observando hoy en la vida de nuestra presente cultura, es la forma repetitiva de un nuevo ciclo de corrupción moral y espiritual.
CULPABILIDAD DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Al enfocarnos en nuestros tiempos, notamos que existe un lamentable abuso por parte de los Medios de Comunicación al desfigurar el verdadero sentido del amor y del sexo; prácticamente lo que están haciendo es destruir este don divino. No hay duda que la actitud irresponsable y explotadora de los Medios lo que en el fondo produce es una especie de “acoso sexual” descarado en la mente de millones de personas, un hecho que está llevando a estas nuevas generaciones a un “suicidio social” a nivel global. El actual neopaganismo sexual está desembocando en una de las más grandes proliferaciones a nivel mundial de enfermedades de transmisión sexual (ETS). Del mismo modo, como si se tratara de una epidemia que se propaga, es una de las mayores causas del embarazo adolescente. Y no exageramos cuando decimos que se trata de una forma brutal de desprecio por uno de los elementos más sagrados de la vida humana.
Nuestra presente generación prácticamente también ha idolatrado y divinizado el sexo mediante formas rituales y cúlticas en su forma postmoderna, ideas tan obsesivas que los mismos paganos se escandalizarían al ver el descomunal desenfreno de nuestros tiempos. La nuestra, es una sociedad hedonista que por medio del placer quiere encontrar a toda costa algún sentido a la vida, alguna orientación en referencia a esta era de “la felicidad paradójica” y “la era del detestable vacío” (Gilles Lipovetsky).
No es para menos, entonces, llegar a concluir que la “presión” sexual de estos tiempos sobre la vida de la juventud de nuestros días, y de las subsiguientes generaciones, afecta y afectará por igual a nuestros jóvenes cristianos, a nuestras iglesias como tales. Descubrir que lo que hoy promueve la falsa cultura como “sexo libre” y sin inhibiciones de ninguna clase, en realidad se trata de un “antisexo” o “falso sexo” el cual los verdaderos discípulos de Cristo hemos de saber confrontar con la Palabra de Dios y el divino poder del Espíritu.
El siguiente análisis es de vital importancia entenderlo por cuanto estamos tratando con la perspectiva de la sexualidad como parte del plan de Dios para la vida. No olvidemos que la sexualidad humana también fue afectada con la fea mancha del pecado. Es decir, que, como impulso, como instinto de nuestra humana naturaleza, ha de estar regulado según el conocimiento de la ley moral de Dios. Cuando la sexualidad humana hace caso omiso de esta regulación divina, el resultado será siempre lo que estamos presenciando en estos tiempos, una época de verdadero desenfreno y locura con consecuencias tan devastadoras como la destrucción de la vida por medio del aborto.
Qué bueno sería llegar a comprender que la realización de una sexualidad feliz y saludable es posible haciendo la voluntad de Dios tal como se nos ha revelado en las páginas de las Sagradas Escrituras. Sirvan entonces los siguientes análisis que dirigimos a nuestros jóvenes creyentes en Jesucristo para que no sucumban ante la tentación de una sexualidad egoísta y hedonista.
SEXO, ESPIRITUALIDAD Y VIDA SOLTERA
Tratamos aquí con un tema de alta controversia dentro de nuestras propias iglesias. Al autor no pretende aquí decir la última palabra y menos dogmatizar sobre estos asuntos. Nuestra discusión puede comenzar a pensar en las personas solteras. Luego, personas solteras son:
» Jóvenes no casados que esperan o tienen planes de contraer matrimonio.
» Los hombres y mujeres que han enviudado.
» Los divorciados de forma bíblica y legítima.
El papel de la Iglesia cristiana evangélica
- La Iglesia cristiana evangélica, especialmente dentro de nuestros círculos reformados, por medio de sus pastores y ancianos administradores de la Palabra de Dios, necesitan aprender a desarrollar una labor de liderazgo que faculte la mejor y posible ayuda didáctica hacia nuestros jóvenes solteros que no tienen pareja. Esto es benéfico para ayudar a resolver el problema de su sexualidad de una forma íntegra y honesta.
- Los pastores no podemos olvidar que, al tratar con nuestros hermanos en la fe estamos tratando con creyentes, con seres humanos que, aunque redimidos en Cristo, todavía estamos sujetos a la contaminación de nuestro viejo pecado original. Por consiguiente, todavía y con gran seriedad, debemos confrontar estas experiencias:
» Sentimientos de lujuria.
» Masturbación.
» Relaciones sexuales prematrimoniales.
» Expresiones de cariño físico.
- Muchos jóvenes solteros que están buscando el modo de integrar su cristianismo y sexualidad se enfrentan a estos dilemas. También tienen válidas y demasiadas preguntas las cuales hemos de escucharlas y responderlas a satisfacción si vamos a hacer un buen papel como Iglesia frente al mundo contemporáneo. Siento mucho que por falta de espacio y tiempo no podamos desarrollar con mayor extensión lo que puede significar dichas experiencias.
Sexualidad y coito
- ¿Está usted a favor del sexo antes del matrimonio? Esta pregunta ha sido respondida de varias maneras a través de la historia de la ética sexual cristiana. Al tratar de dar aquí una respuesta, no piense el lector que estamos ubicándonos en una especie de entre Escila y Caribdis, hecho por el cual anhelo ser correctamente entendido al decir lo que sigue. Digámoslo de una vez: “Sí” y “No”. El cristianismo como tal da un “Sí” rotundo a esta pregunta si por “el sexo” entendemos primero la afirmación de nuestra sexualidad como seres humanos hechos por Dios a su propia imagen y semejanza. Es decir, que, al ser creados como seres sexuados, lo normal es nuestra relación en amistad con el sexo opuesto aún desde nuestra infancia. Y, “No” de forma inequívoca, cuando se trata de relaciones sexuales genitales producto de una obediencia egoísta de nuestros instintos con menoscabo de la ley, la norma o las reglas morales y espirituales de la Palabra de Dios. De ahí que, en la vida célibe, ha de evitarse toda implicación de familiaridad o caricias físicas que conduzcan a una relación sentimental irresponsable sin intención matrimonial.
- Somos seres sexuados. Sin duda, Dios nos creó seres sexuados. Desde el comienzo, la divina revelación en el Génesis afirma que Dios nos creó varón y hembra (1:27). La distinción biológica-genital y psicológica-emocional corresponde a una determinación fundamental de dos seres interiores formidable y realmente distintos. Esta notable diferencia entre el cuerpo y alma del varón respecto al cuerpo y alma de la mujer corresponde a la sabiduría de Dios el cual nos ha creado seres complementarios para que se dé el milagro de la reproducción. Por esa razón existe un atractivo natural entre los sexos masculino y femenino. Esto es innegable.
- La sexualidad entre los solteros. Con base en lo anterior, relacionemos ahora la sexualidad de los solteros. Mujeres y hombres jóvenes tienen una gran capacidad para el amor. Es decir, que todo joven tiene la capacidad de amar y ser amado. El amor entre jóvenes solteros, vale decir, un hombre y una mujer, no necesita de lo genital para ser un amor íntimo y verdadero. La equivocada moderna educación sexual en colegios, escuelas y universidades, las llamadas “redes sociales” en la Internet, las telenovelas y revistas en general, dicen lo contrario, e inculcan a los jóvenes a experimentar con el sexo, a seguir la ley de una especie de instinto animal y no racional. A pesar de esto, los solteros y solteras necesitan, y deben aprender a desarrollar relaciones sanas y solícitas. El trato cariñoso, pero no genital es plenamente posible y debe estimularse. Debemos entender que las personas solteras tienen necesidades emocionales. Por lo tanto, es lícito que la persona soltera exprese su sexualidad por medio de amistades cariñosas, sanas y gratificantes.
- La importancia de una sexología bíblica impartida en la Iglesia. Es innegable que la Iglesia es la agencia divina sobre la tierra, la cual, como “columna y baluarte de la verdad”, debe ser eficiente en proporcionar estos espacios para que los jóvenes aprendan a expresar correctamente sus sentimientos sexuales. La enseñanza uniforme consistirá entonces en bastante información y formación ética y moral, bíblica y teológica, psicológica y ambiental. Los jóvenes deben aprender a controlar sus sentimientos sexuales y a no ser dominados por ellos. Es contra la santidad del cuerpo y del alma estar pensando acostarse con él o con ella sin estar casados. Aún si hubiera una intención de compromiso matrimonial, la prudencia y la experiencia impulsa a los jóvenes sabios y prudentes a esperar descubrirse el uno al otro en la noche de bodas o luna de miel. El adagio popu- lar declara: “Agua que no has de beber, déjala correr”. Por esa razón en la Biblia el Señor condena este tipo de relación genital sin compromiso moral y realmente amoroso (que solo puede crecer dentro del matrimonio). Sin haberse casado, lo que de parte de una joven pareja puede esperar es frustración, desengaño y hasta aborrecimiento de lo bueno (véase 1 Corintios 6:18-20; 7:2; 10:23). Un análisis del poema bíblico que está en el libro Cantar de los Cantares de Salomón, nos dirá lo sagrado, bello y serio que es la relación sexual dentro del matrimonio. Fuera del compromiso de pacto entre un hombre y una mujer que se juramentan amarse, respetarse, ayudarse el uno al otro, no se encuentra sino la enfermedad mental, física y la propia muerte a corto o a largo plazo.
EL COITO, UN LAZO MISTERIOSO DE UNIÓN
Análisis de la palabra hebrea para “coito”
En Génesis 4:1, la palabra hebrea para “coito” es Yada que en RVR-1960 este verbo es traducido “conoció” para referirse al coito matrimonial entre Adán y Eva su mujer. Otros lugares relacionados con el tema de la unión sexual matrimonial son: (Génesis 2:24; 24:67: Mateo 19:6; 1 Corintios 6:16; Efesios 5:28b). La expresión “serán una sola carne” comprendida en varios de las anteriores citas bíblicas significa “coito” o unión sexual. Debemos entender que “coito” es algo más que lo meramente físico; es algo más que las emociones y la mente. En realidad, cuando dos jóvenes se acuestan sin tener compromiso moral matrimonial y espiritual, la relación sexual se profundiza de una forma tal, que llega a tocar el espíritu de ambos. Es algo que “cala hondo” en el alma o en el espíritu. En lo más recóndito del ser de cada uno. En otros términos, la expresión bíblica “ser una sola carne” significa “unión profunda”.
Siguiendo el contexto anterior, bien podemos afirmar que, con base en las Escrituras, hay una razón fundamental que no podemos olvidar: “no tenemos un cuerpo”, “somos un cuerpo”. “No tenemos un espíritu”, “somos un espíritu”. Esto lo deducimos de la propia Palabra de Dios. En otros términos, lo que toca el cuerpo también toca el espíritu y viceversa. Pues se trata de “un acto que toca la vida de dos personas”. “El coito constituye un encuentro personal entre un hombre y una mujer en el cual cada uno hace algo para bien o para mal que jamás puede ser borrado”. Esto es así, porque conforme al diseño divino, la relación sexual entre un hombre y una mujer constituye el impulso o instinto más fuerte y extraordinario que existe en la naturaleza humana. Lo es por cuanto somos una unidad de cuerpo y alma, los cuales, al unirse sexualmente, cada uno, mutuamente, palpa lo más profundo de su ser. Esta es la razón de por qué muchos hombres y mujeres acuden al psiquiatra o al consejero profesional si la relación sexual terminó en frustración y desamor.
Ahora bien, desde otro ángulo de vista, se podría pensar que el sexo funciona bien entre un hombre y una mujer que libremente consienten este tipo de relación dentro de una madura consideración de la vida y la responsabilidad que implica. Sin embargo, está demostrado que adultos que se entregan a una práctica de adulterio o fornicación, también, tarde que temprano, este tipo de relación igualmente termina en total bancarrota. Lo es por las razones expuestas antes. El “toqueteo” no ocurre solo a nivel de los cuerpos, recordemos que también se están “tocando” sus respectivos espíritus o su ser más interior por medio de una intimidad que invo- lucra en el fondo responsabilidad personal. Esto podemos ilustrarlo al decir que cuando en una pareja la línea de la intimidad sexual es más corta que la línea del compromiso serio, esto no conducirá sino al tedio y al aburrimiento en la pareja. Y, en la mayoría de casos, hay dolor y fracaso hasta experimentar un vacío cada vez más grande. Para muchos es como haber caído en un “agujero negro”, muchas veces después de varias relaciones con un amante diferente. De ahí la secuencia confusa de querer comenzar otra aventura con otra pareja a fin de procurar vencer la soledad. Y así sucesivamente. Porque cuando este tipo de relación no es santificada por una boda matrimonial dentro de la voluntad de Dios, el resultado será siempre el mismo. Luego, aquí establecemos una fructífera conclusión: El coito, tal como Dios lo ideó es bello, bueno y placentero; pero violando los límites impuestos por el Creador, no produce sino amarga soledad, destrucción, crisis existencial y hasta la muerte. “¡Los idilios trágicos de los amantes no son juegos!
La vía matrimonial como la unión ideal entre un hombre y una mujer
- Entendiendo los distintos tipos de amor. ¿Cómo vencer el sentimiento de soledad y rechazo que otros pueden haber dejado en el corazón de una persona? ¿Cómo se puede llenar ese vacío que es supremo en necesidades y deseos cuando cuerpo y alma buscan relacionarse con otro ser en lo más profundo de la intimidad? Si estas preguntas han de ser respondidas de forma correcta, debemos recurrir a la sabiduría divina en las Escrituras. Por naturaleza, el ser humano fue creado por Dios con una magistral capacidad de poder relacionarse en la más sana alteridad. Es decir, que nuestro “yo” no funciona sin un “tú”. Así, una sana filosofía nos dirá que existe en la vida humana diferentes tipos de amores y de relaciones: Con base en el idioma griego el Nuevo Testamento aclara que existe el amor eros o amor matrimonial y sexual. El amor filial por su parte, es aquel sentimiento fraterno que se expresa entre diferentes seres humanos, pero se aplica con más fuerza a la fraternidad que se origina en los lazos familiares entre padres e hijos. El amor storge es aquel que nos habla del amor entre amigos que no incluye relación sexual. Y el amor ágape es el amor de Dios. Se trata de aquel amor que da sin esperar nada a cambio. Ya que en este momento nos interesa el amor erótico o romántico y matrimonial (pero no bajo el signo trágico del erotismo), vamos a recomendarlo entonces como aquel tipo de relación que puede sanar las heridas del alma dejadas por relaciones rotas o frustradas. Bien se ha dicho que el matrimonio heterosexual es la más profunda relación que se conoce entre dos seres; se trata de la más profunda amistad que ningún otro par humano podría conocer. Si Dios creó esta clase de amor para hombres y mujeres, lo más lógico es pensar que, igual- mente, para que dicho amor funcione, deberá invitar a Dios a fin de que sea Él quien lo santifique. Cuando Dios es invitado al matrimonio hay más probabilidad o garantía de éxito en la vida.
- Frente a frente. De ahí que entonces, al recomendar la vía matrimonial para la consumación y disfrute del verdadero amor y de la sexualidad, no lo hacemos por simple costumbrismo cultural; y del mismo modo, condenamos todo enfoque que enseña que el amor humano entre hombre y mujer es un producto de la evolución social y que no tiene como finalidad una unión estable y de por vida. Lo que haremos entonces a continuación es confrontarlo con aquel tipo de mala vida y de relación que de suyo genera la promiscuidad sexual, los desórdenes en la vida y las aberraciones sexuales como el sadomasoquismo, el fetichismo, el travestismo, la transexualidad, la homosexualidad y el lesbianismo entre otras. Ahora bien, al recomendar la abstinencia sexual hasta el matrimonio lo decimos no porque primero estén prescritos los temores a las enfermedades venéreas y el SIDA, o los embarazos como lo razonablemente prohibido. Sino porque todo acto sexual no santificado por la relación de pacto matrimonial viola la realidad interior del “acto” mismo. Porque unen sus cuerpos sin tener intención de unir sus vidas y corazones. Y esto significa matrimonio. Este tipo de unión fornicaria Dios la prohíbe. De lo contrario, puede llegar a ser una parodia hueca, efímera y diabólica del matrimonio que produce la desintegración de la personalidad y deje como secuela un sentido de insatisfacción profundamente arraigado para toda la vida. Y no importa que jamás salga a la luz de la conciencia o sea comprendido por los individuos que se involucran en abrazos pasionales sin la bendición de Dios. Jóvenes, entendamos de una vez que el Señor no es un aguafiestas; si Dios mismo nos ha recomendado el matrimonio como su obra maestra para expresar el amor y el sexo sano, es porque solo quiere la felicidad de hombres y mujeres. Además, es el mejor ambiente posible para la concepción, desarrollo y nacimiento de los hijos que en el inmediato futuro habrán de servir y glorificar a Dios siendo al mismo tiempo una fuente de gozo y realización positiva para sus padres (vea Salmos 127:3-5).
LA FORNICACIÓN ENTRE LOS JÓVENES Y EL TOQUE SANADOR DE DIOS
Una esperanza viva
Como ya quedó dicho, luego de la caída en el pecado, la vida sexual también fue afectada negativamente. Aquí debemos entonces plantearnos una importante pregunta: ¿Es irreversible la fornicación o el pecado de tener sexo sin estar casado? Gracias a Dios, no. La buena noticia, la maravillosa noticia es que: ¡la sanidad es posible! En Cristo, la gracia de Dios puede fluir hacia ese espíritu herido, sanarlo y lograr su completa restauración para comenzar una nueva vida. Ya sea que hiciste sufrir a una persona u otra persona te ha o te está haciendo sufrir. Debes creerlo y apropiarte esta promesa bondadosa de la supereminente gracia de Dios. Y claro, a veces hay ocasiones en que los individuos, hombres o mujeres, no logran tener esta maravillosa experiencia de sanidad del alma o de su corazón por sí solos. En tales casos, es primordial buscar a algún sabio y compasivo médico del alma, puede ser un pastor u otra persona cualificada de la Iglesia, podría ayudarte. La oración por sanidad moral y espiritual que involucra todo tu ser puede ser oída por Dios para lograr la liberación y el perdón de nuestros pecados. Cientos de miles de jóvenes han sido objeto de la misericordia divina.
¡Tú no serás la excepción si con fe vienes a Cristo confesando la bancarrota que ha originado tu propio pecado! El pecado original es la base de nuestros actuales pecados, pero ahora ha sido derrotado por Cristo en la cruz del Calvario. El poder liberador y la aceptación de Dios están a tu disposición. No se debe dejar para más tarde. “Si oyeres hoy su voz, no endurezcas tu corazón” (Hebreos 3:15; 4:7).
Examinemos, además, un par de declaraciones del evangelio de Juan: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” ( Juan 10:10). “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y el que a mí viene, no le echo fuera” ( Juan 10:37). Tan solo el perdón de Dios trae verdadera liberación, paz y oportunidad de comenzar una nueva vida, una nueva vida dentro de un probable matrimonio estable, placentero y duradero.
Arrepentimiento
“El primer paso es reconocer nuestro orgullo. Y es un paso un tanto difícil, en realidad” (C. S. Lewis)
La carta a los Hebreos nos habla de las personas que “sacaron fuerzas de debilidad”. Esto significa que solo a los que reconocen su debilidad se les promete salvación. Esta no está disponible para los que se creen fuertes. Mejor es no creernos fuertes en cuestiones sexuales. Es posible que hayas probado orientaciones y terapias psicológicas, pero no hay ayuda psicológica que pueda substituir el reconocimiento de nuestra debilidad delante de Dios. Es importante saber esperar la salvación del Señor. La fortaleza de Cristo, nos recuerda el apóstol Pablo, se perfecciona en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9). Y la debilidad espera, no deja de tener esperanza, aun cuando la esperanza esté casi perdida. La debilidad confía débilmente. Pero, recuerda que el despertar de la esperanza será el amanecer de un nuevo día. Hay que admitir el pecado, admitir que no tenemos fuerzas y esto nos lleva a confesar nuestra impotencia. “Todos mis esfuerzos han sido inútiles, —dirás—. Pero, Agustín de Hipona comenzó de esta manera cuando finalmente tocó fondo. Se dio cuenta de que era impotente aún para enfrentar la posibilidad de abandonar al pecado. Cuando se separó de su amigo Alipio, se tiró al suelo bajo una higuera, llorando y clamando:
¿Hasta cuándo Señor, hasta cuándo?… ¿Cuánto más va a continuar este ‘mañana y mañana’? ¿Por qué no ahora?
¿Por qué no terminar ahora mismo con mi impiedad?… Así hablé, sollozando en amarga contrición de corazón. De pronto escuché una voz desde una casa cercana. Era la voz de un niño o una niña (no supe cuál) y en una especie de cantinela repetían una y otra vez las palabras: ‘Tómalo y léelo. Tómalo, y léelo’.
Creyó, el sabio doctor, que seguramente Dios le decía que tomara algunos de los escritos del apóstol Pablo que había estado leyendo unos momentos antes. Entonces abrió el libro al azar y sus ojos se posaron sobre las palabras: “No en glotonerías ni borracheras, no en lujurias ni en libertinaje, no en contiendas y envidia. Al contrario, vestíos del Señor Jesucristo y no satisfagáis los deseos de la carne”. Agustín narra: ‘Ya no deseaba seguir leyendo más; no hacía falta. Porque apenas llegué al final d este párrafo fue como si mi corazón se hubiese llenado con la luz de la confianza y que todas las sombras de mis dudas hubiesen sido barridas’ (Confesiones de San Agustín, Ediciones Paulinas, Bogotá: 1986, pp. 256-258).
Esta bella narración nos deja ver el poder de Dios convirtiendo a un bohemio libertino y pecador como lo fue Agustín de Hipona. ¡El poder de Dios había salido a rescatarlo! Las palabras del apóstol Pablo que explica el evangelio de nuestro Señor Jesucristo en el Nuevo Testamento y que leyera Agustín, estaban cargadas del poder divino. Sin embargo, se necesita a toda costa nuestro ¡arrepentimiento personal!
¿Qué es? Charles Colson lo explica de esta manera:
Sin embargo, el arrepentimiento que Dios nos pide no es solo contrición sobre pecados concretos; es también una actitud diaria, una perspectiva. El arrepentimiento es el proceso por el cual nos vemos cada día, tal como somos: personas pecadoras, necesitadas, dependientes. Es el proceso por el cual vemos a Dios tal como él es: maravilloso, majestuoso y santo. Es la manifestación esencial de la regeneración, que establece nuestra relación con Dios y que modifica nuestra perspectiva de una manera tan radical que empezamos a ver el mundo a través de los ojos de Dios, y no de los nuestros. El arrepentimiento es la total rendición del ser (Against the Night, Vine Books, Ann, Arbor, MI: Estados Unidos, p. 140).
Hablando bíblicamente, el arrepentimiento, que es lo que necesita todo pecador que ha estado o está esclavo de cualquier pecado sexual, comienza con una percepción total- mente distinta de quién es Dios, así como del pecado (esta puede ser la parte dolorosa) y continúa con un cambio de dirección: una conversión, que siempre produce consuelo, gozo y paz. Luego, arrepentimiento y santificación van vinculados de por vida, no se pueden separar.
Finalmente, te digo a ti, querido o querida joven, lo que escuchó Agustín en aquel deseable jardín: —“Toma y lee, toma y lee”; “no en lujurias y lascivias…” ¿Vas a esperar más tiempo?”—¡El día es hoy, no mañana!
CONCLUSIÓN PRÁCTICA PARA LA IGLESIA
No todo es malo en la sexualidad humana. Aunque hemos hecho aquí el anterior tipo de énfasis, y creo que no es des- proporcionado, sin embargo, por otro lado, hemos de resaltar algo de suma importancia con la siguiente pregunta: ¿Hasta qué punto, la Iglesia hoy, antes de rasgarse las vestiduras por la inmoralidad imperante en la cultura y la ola creciente de erotización, es igualmente culpable por la condición actual del mundo? Hemos de ser honestos aquí, con frecuencia los pastores, o no enseñamos nunca sobre sexualidad bíblica, o enseñamos erróneamente contraponiendo eros a ágape, es decir, ofrecemos a los hermanos una dicotomía entre cuerpo y alma al mejor estilo del paganismo griego, y esto dentro de un contexto mojigato. No estamos mirando de frente la realidad como sí lo hace la Palabra de Dios. Las dicotomías siempre le han hecho mal al pueblo cristiano. Cabe otra pregunta: ¿Hasta qué punto el erotismo, como “ismo” idolátrico, no es fruto de una adecuada enseñanza sobre el Eros bíblico dentro de nuestras iglesias? Acaso, ¿el erotismo paganizado de hoy, está haciendo su obra en el mundo por no haber enseñado un Eros correcto a la luz de las Escrituras? José Grau nos retrotrae aquí a la errónea actitud que tuvo George Whitefield frente al sexo, aunque como dice el autor que cito, “sus cualidades como evangelista y teólogo calvinista no ponemos en duda”. Y añade: “Decía Whitefield que, gracias a Dios, él estaba a salvo de estas tonterías del amor y concebía la unión matrimonial en términos estrictos de contrato jurídico para la consecución de fines sociales”. Y hablando de un cristiano reformado holandés del siglo xviii escribió así don José Grau: “Es posible que ya no esté entre nosotros la agonía de aquel comerciante holandés que en sus memorias se acusaba ante el Señor del ‘pecado’ de amar demasiado a su esposa” (Relaciones prematrimoniales, EEE, Barcelona, p. 137).
Las anteriores ideas de cristianos piadosos, reformados, claramente son prejuicios atolondrados que llevaron a actitudes muy poco bíblicas, ideas que todavía anidan en el corazón de bastantes pastores y creyentes de nuestras iglesias presbiterianas y bautistas de claro signo reformado. Recordemos una vez más los grandes errores y horrores que sobre el sexo y sexualidad en general expusieron por medio de sus sermones y teologías los antiguos padres de la Iglesia, escritos desarrollados entre los siglos ii al v de nuestra era cristiana.
LECTURAS RECOMENDADAS:
» Agustín de Hipona, Confesiones (varias editoriales).
» Lewis B. Smedes, Sexología para cristianos (Editorial Caribe, 1982).
» John White, Hacia la sanidad sexual (Ediciones Certeza, 2000).
» José Grau, Relaciones prematrimoniales (EEE, 1977).
» Walter Trobish, El amor, un sentimiento que hay que aprender (Ediciones Certeza, 1986).
» E. Beerman de Roos y W. G. de Vries, La revolución sexual (Felire, 1979).
» Andrew D. Lester, Sexo, ¿qué significa para ti? (CBP, 1976).
» Richard J. Foster, Dinero, sexo y poder (Betania, 1989).
» Peter Jones, El Dios del sexo (Editorial CLIR, 2014).
Mario Cely Q. ha sido pastor desde el año 1982. Ha cursado estudios de maestría en Teología y Antropología Cultural. Es Profesor de Teología Sistemática, Apologética, Filosofía, Historia del Cristianismo y Religiones Comparadas. Es de igual forma un activista social en su país Colombia y conferencista dentro y fuera del mismo. Está casado y tiene tres hijas. Vive en la ciudad de Bogotá.