por Stevan Henning
Reforma Siglo XXI, Vol. 5, No. 2
(El siguiente ensayo asume que el lector entiende los términos: las doctrinas de la gracia, el calvinismo, y el arminianismo. Cuando uno habla de la posición calvinista o las doctrinas de la gracia, se afirma que “la salvación es del Señor.” Esta posición bíblica fue la posición de San Agustín y fue sostenida por el Concilio de Cartagena en 418 cuando un monje llamado Pelagio fue condenado como hereje. Específicamente, Pelagio fue condenado por su enseñanza de que el hombre en su estado pecaminoso puede elegir o rechazar la gracia de Dios por su libre albedrío, negando la doctrina del pecado original que enseña que el pecador es incapaz de hacer alguna cosa para agradar a Dios.
Juan Calvino, frecuentemente considerado como el autor del calvinismo, ya era muerto cuando Jacobus Arminius rechazó cinco puntos de su teología. Dado que Calvino basó su teología sobre la tradición Agustiniana, lo que Arminius hizo fue rechazar la posición del Concilio de Cartagena e identificarse con la enseñanza de Pelagio, aunque él no quiso identificarse con el monje herético. Arminius y sus seguidores enseñaron la habilidad del hombre de agradar a Dios, la elección condicional, la expiación ilimitada, la gracia resistible y la posibilidad de que los santos no perseveraran. Ellos afirmaron que el pecador es caído pero no totalmente, que la elección se hace por Dios al prever la fe del pecador, que la expiación de Cristo fue universal, que la gracia salvadora de Dios se puede resistir, y que los santos pueden perder su salvación. Esta es historia, pero la controversia continúa entre los calvinistas que exaltan la gloria de Dios en la salvación y los arminianos que exaltan la voluntad humana como el factor supremo en la salvación de los hombres. No hay una tercera opción. Uno es calvinista o arminiano. La gracia es irresistible o resistible. El hombre es totalmente depravado o no lo es. La elección es incondicional o se condiciona sobre algo en el pecador. El siguiente ensayo destaca lo que se pierde al exaltar las enseñanzas de los arminianos.)
Hay muchos adjetivos para describir las doctrinas de la gracia: lógicas, bíblicas, útiles, y hermosas. ¿Hermosas? Aun para muchos calvinistas el adjetivo hermosa para describir la elección, la predestinación, y la expiación particular no cabe dentro de sus pensamientos. Sin embargo, Charles Spurgeon pensaba así. El dijo que el sistema arminiano, que alega que el factor determinante en la salvación es el libre albedrío del hombre en vez de la elección soberana de Dios, destruye la hermosura de las muchas metáforas que describen la relación del creyente con su Salvador. Hay muchas metáforas que podríamos analizar, pero vamos a ver solamente cuatro: la relación conyugal del creyente con Cristo, la adopción del hijo de Dios con su Padre, la seguridad de las ovejas dentro del rebaño del Buen Pastor, y el sacerdocio de cada creyente con Dios.
Al nacer de nuevo, cada creyente entra en una relación muy íntima con Jesucristo. Efesios 5:25-32 habla del misterio de la relación de Cristo con su iglesia. Lo maravilloso de esta relación es la metáfora que se usa en este pasaje: la relación conyugal. Esta intimidad entre el marido y su esposa es la más secreta, profunda, y especial relación experimentada en la tierra. No obstante, Dios creó la relación conyugal para que la iglesia entendiera algo mucho más bello. La Biblia nos declara que Cristo es el esposo y nosotros la iglesia somos su novia. La belleza de esta metáfora lastimosamente pierde mucho significado al enfatizar el libre albedrío.
En primer lugar, en el sistema arminiano, los papeles tradicionales se invierten. En dicho sistema, vemos a la esposa eligiendo al marido y el pobre marido forzado a recibir a toda mujer que lo escoja a él. Es interesante que los que niegan la elección y la predestinación de un Dios soberano, están contentos con obligar a Dios a casarse con cualquier persona que le pida la mano en matrimonio. No están dispuestos a reconocer a un Dios que escoge a los que quiera para ser su conyugue. Pero la Biblia afirma que nosotros lo amamos porque él nos amó primero. Efesios 5:25b-27 dice, “Se entregó a si mismo por ella, para santificarla en el lavamiento del agua por la palabra a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.” En otras palabras, la auto-entrega de Cristo fue para lograr algo específico: una esposa santa para si mismo.
Este pasaje también destaca el éxito de la entrega de Cristo. Donde se enfatiza el libre albedrío, se podría deducir que era una posibilidad real que Cristo se quedara sin ninguna esposa. Pero, ¿qué es un marido sin esposa? Sea lo que sea, ¡no es marido! Pero Juan el Bautista, tres años antes de la cruz, entendió que Cristo era el esposo y dijo, “El que tiene la esposa es el esposo.” Aún antes de la crucifixión comprendemos la profundidad y el éxito de la expiación de Cristo. Entendemos que el Mesías iba a morir por su esposa, un pueblo de cada lengua, nación, raza, y tribu. Su sangre derramada garantizó que él sería esposo de un pueblo numerosísimo.
El arminiansimo es, además, contradictorio a la naturaleza de las cosas. Tanto los calvinistas como los arminianos reconocen que “estábamos muertos en nuestros delitos y pecados”. También concuerdan que la metáfora bíblica y apropiada para describir nuestro estado es la de una mujer adultera, una ramera, o en palabras modernas, una prostituta. Con esta verdad en mente, el tipo de mujer que eligiera a Cristo sería una ramera, una prostituta de la peor clase. Empero, es imposible concebir la idea de una prostituta eligiendo a Cristo. Una ramera actúa según sus deseos adúlteros. Ella no puede ser fiel, ni quiere ser fiel. No obstante, ¿qué es lo que vemos en las Escrituras? Vemos a Cristo eligiendo a muchas rameras para ser “vírgenes puras” delante de él (2 de Corintios 11:2). (El libro de Oseas toca este tema y es interesante que Oseas escoge a una ramera para ser su esposa pero no aparece ni una sola vez que una ramera escogiera a Oseas para ser su marido). Por medio de la regeneración, una prostituta espiritual experimenta un cambio de sus afectos y por la fe otorgada por Dios recibe el perdón y la justicia de Cristo.
Pero ¿qué dicen las Escrituras de esta relación? Juan describe una escena de los 144,000 de pie en el Monte Sión, cantando. La biblia los describe como vírgenes. Aún más bonito vemos la redención particular y propia de cada una de ellas. Apocalipsis 14:3-4 dicen que estas “fueron redimidos de entre los de la tierra…como primicias para Dios y para el Cordero.” Enfatizamos que Cristo escogió a su esposa, la Iglesia. Es él que la edifica y que de todos los que el Padre le dio, nunca ha perdido ni uno.
La segunda metáfora que pierde su sentido dondequiera que se enfatiza el libre albedrío es: la adopción de los hijos de Dios por el Padre. Para ser consistente con la idea del libre albedrío, uno tendría que decir que son los hijos que adoptan a Dios o por lo menos solicitan la adopción. Estos hijos se cansan de su padre el diablo y optan por uno mejor. Como en el sistema arminiano es la esposa que elige a su marido, también aquí vemos al Padre celestial obligado a recibir a su mesa a todo el que decida ser su hijo. De nuevo es Dios que es obligado a actuar por la decisión del hijo que quiere pertenecerle y nuevamente los papeles del proceso de adopción se invierten.
También esta creencia menosprecia, sin querer, la palabra Abba-Padre. Un padre es uno que engendra hijos. Si no puede tener hijos, quiere decir que es estéril. No son los hijos que dan vida a uno para que sea padre, sino que es el padre que da vida a su descendencia para que sean llamados hijos. No son los creyentes que hacen a Dios Padre, sino es el Padre celestial que testifica de si mismo como Padre porque El “puede levantar hijos a Abraham aún de estas piedras” (Mateo 3:9).
Gracias sean dadas a Dios que las Escrituras no contienen tales absurdos. Es Dios que elige a sus hijos y fueron presentados a Cristo como un regalo de amor. Hebreos 2:12-13 dice, Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré. Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí yo y los hijos que me dio. Cada hijo que lo recibe fue otorgado poder para ser un hijo de Dios. Es Dios que con voz de mando dice, Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre (Vea I de Juan 3:1); para gloria mía los he creado, los formé y los hice…Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve. Yo anuncié, y salvé e hice oír (Isaías 43:6-7, 11-12a). La expiación de Cristo en la cruz garantizó “linaje” y le satisfizo. Pablo afirma que fuimos “escogidos en El antes de la fundación de mundo, predestinados para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo.” (Efesios 1:4-5).
Lo hermoso de esta metáfora es que somos hijos adoptados por Dios porque nos ama con un amor eterno a pesar de nuestra pecaminosidad. No adoptó a los suyos porque fueran buenos, bien parecidos, saludables, y capaces de beneficiarlo, sino que adoptó a los suyos porque incondicionalmente los amó.
La siguiente metáfora de las ovejas y el Buen Pastor se hace ridícula cuando se destaca el libre albedrío. Una oveja no elige a su pastor de la misma manera que el creyente no elige a Dios. Las ovejas son animales que necesitan que sus pastores provean pastos verdes, aguas cristalinas, y protección de los lobos. Una palabra que las describe bien es dependientes. Expresada sencillamente, una oveja no puede resolver sus problemas ni sabe dónde comenzar.
Dios expresó palabras duras hacia los pastores que no se preocuparon por las ovejas (Vea Ezequiel 34). ¡Qué contraste entre estos pastores inútiles y el Buen Pastor! El Buen Pastor conoce a sus ovejas y las llama por nombre, las saca y va delante de ellas. El Buen Pastor conoce a sus ovejas y las ovejas responden a su voz, pero los que no son sus ovejas no pueden creer en El. Sobre todo el Buen Pastor da su vida por las ovejas y El trae a todas las suyas para que haya un solo rebaño (Juan 10).
Hace muchos años yo vi un tratado que describía la salvación como un puente con Dios a un extremo del puente y el pecador al lado opuesto. El tratado explicaba que Dios por medio de Jesucristo edificó un puente para que pueda venir toda persona que quiera venir. Mientras yo creo firmemente en la verdad de “él que quiera,” a la luz de esta metáfora, me inquieta el mensaje de ese tratado . No es que el Buen Pastor dice a las ovejas: “Yo he hecho todo lo que pueda; ahora depende de ustedes cruzar el puente que edifiqué.” Más bien la Biblia dice que Dios “va y busca a lo perdido.” Lo lleva sobre sus hombros y se regocija. La pobre oveja no ha cooperado nada, pero la consolación y amor de un pastor misericordioso la llena de tranquilidad y contentamiento. El profeta Isaías lo expresó hermosamente: “He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro.Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas.”
Finalmente, la última metáfora es la del sacerdocio de cada creyente. Los sacerdotes fueron privilegiados para ministrar en las cosas de Dios. No obstante, estos tuvieron una gran responsabilidad. Entrar en la presencia de este Dios sin santidad fue una invitación a la muerte. Cuando Saúl y luego Uzías intentaron cumplir las responsabilidades del sacerdocio, el juicio de Dios cayó severamente sobre ellos. La Biblia está repleta de relatos de personas que menospreciaron la seriedad de los papeles del sacerdocio y cosecharon para sí condenación. Hablando del sumo sacerdocio, el autor de Hebreos dice que “nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios.” Esta es obviamente una referencia a nuestro Señor Jesucristo, pero hay un principio general también: el sacerdocio es solamente para los que Dios escoge. Dios es “un fuego consumidor” y la persona que se atreve a entrar en su presencia santísima sin su llamado está jugando con fuego.
La Biblia declara resueltamente que Jesucristo nos hizo sacerdotes (Apoc. 5:10). . Cada persona que está en Cristo tiene acceso directo al trono de Dios. Pero la Biblia afirma que solamente los llamados son hechos sacerdotes. Nuestra disposición no nos da este papel. En los días de Jeroboam, cualquier persona podía traer una ofrenda para consagrarse como un sacerdote. Lastimosamente, hay muchos sacerdotes según el orden de Jeroboam quienes por su voluntad eligen su puesto. ¡Que triste será el día que el Sumo Sacerdote les dirá, “Apartaos de mí, hacedores de maldad, no os conozco!” Pero no es así con el sacerdocio real de Dios. Este oficio es para los escogidos y se les da únicamente a ellos. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable (I de Pedro 2:9).
Ninguna metáfora expresa completamente nuestra relación con Cristo, pero tengo que convenir con Spurgeon: «el arminiamismo destruye las verdades hermosas que amo en la Biblia». Quiero destacar que muy pocos de nuestros hermanos que creen en el libre albedrío como el factor determinante en la salvación van a presentar estas metáforas desde una perspectiva arminiana. Ellos, mientras que afirman la soberanía de la voluntad humana, aman y predican estas cuatro metáforas de relación en una manera muy parecida a nosotros los calvinistas. Ellos son calvinistas inconsistentes.
Hemos visto solamente cuatro metáforas aquí, pero la Biblia está llena de otras riquezas: la vid y los pámpanos, el amo y sus siervos, el grano de trigo y su fruto y muchas más. Todas pierden su belleza al destacar la doctrina del libre albedrío.
Lo cierto es que la bella riqueza de las doctrinas de la gracia concuerdan de manera hermosa con las muchas metáforas que describen la relación amorosa que cada cristiano disfruta en el Señor. Soli Deo Gloria.