Por Peter Jones
Reforma Siglo XXI, Vol. 8, No. 1
Usted no aprecia su propia cama hasta que haya viajado mucho. Renové el contacto con esa deliciosa pieza del mobiliario hace poco cuando regresé después de haber estado dos semanas en Colombia, Sur América. Pero viajar no solamente hace que aprecie Ud. el hogar. También amplía su visión del mundo.
En Colombia impartí conferencias ante un total de 1400 pastores locales y líderes cristianos en tres ciudades diferentes: Bogotá, Villavicencio y Barranquilla. Como gringo norteamericano estaba preocupado de que mis conferencias pudieran imponer en América Latina lo que es verdad sólo con respecto a los Estados Unidos.
No debí haberme preocupado. Los colombianos están familiarizados con la «Nueva Espiritualidad». En Latinoamérica cunde el neo-paganismo. Se muestra en la vida pública y en la universidad por medio del animismo tradicional y el shamanismo; algunas formas de sincretismo y superstición Católica Romana; varias sectas Pentecostales extremistas; e incluso en los intelectuales seguidores de aquellos hippies norteamericanos que llegaron allá en sus pequeñas microbuses durante los años sesentas, sin duda en busca de cocaína de mejor calidad.
Un médico me dijo que antes de su conversión había sido miembro de la Iglesia Gnóstica Colombiana, que tiene una enorme estatua en bronce de la Serpiente a la entrada del santuario. Les pregunté a un arquitecto y a su esposa (ambos ex-Católicos Romanos) si habían profundizado mucho en la práctica de la espiritualidad pagana debido a que su iglesia les había defraudado. Al contrario,pues el sacerdote Jesuita de su localidad les había dirigido en su búsqueda espiritual. Pasé una larga velada con algunos estudiantes universitarios cristianos profundamente comprometidos. En uno de sus cursos se les requirió a tres de ellos que participaran en prácticas de yoga y en meditación profunda. Cuando se negaron, argumentando razones religiosas, fueron expulsados bruscamente del curso sin recibir ningún crédito académico. Hasta aquí duró la tolerancia y el respeto del individuo.
Esta visita me convenció, una vez más, que Latinoamérica necesita el ministerio de CwiPP. Al final de mis conferencias en Bogotá uno de los pastores Pentecostales más destacados se acercó al atril e hizo esta sorprendente declaración: «Estamos cansados de las promesas de milagros, riquezas y salud. Necesitamos regresar a la Biblia». Había comprendido la importancia de una cosmovisión bíblica como respuesta a la espiritualidad pagana.
Dondequiera que he ido, ya sea a Sur o Centro América, a la Europa «secular», Australia, Nueva Zelanda o Norteamérica, he llegado a la misma conclusión. Estamos enfrentando el surgimiento de un «planeta espiritualmente pagano». Ayudar a los cristianos a entender cómo tomar su posición en tal momento es el llamado urgente del ministerio de CwiPP.
Mi cama no es la única cosa que me esperaba a mi llegada a casa. Otra vez es esa época del año en San Diego cuando se lleva a cabo el desfile de homosexuales, celebrado en esta ocasión bajo la mirada de aprobación de un alcalde que también ha expresado su simpatía con el movimiento lésbico. Este desfile, como aquellos en Brazil, Australia e incluso Jerusalén nos recuerda que el movimiento homosexual es una parte integral de esta ‘nueva civilización espiritual.’ Cuán integral había llegado a ser se hizo evidente cuando leí la opinión de un «teórico» homosexual destacado. Para él los desfiles del orgullo gay, con su mezcla desenfrenada de «bailarines exóticos», lesbianas que llevan el pecho descubierto y una incontable variedad de variaciones sexuales, «todos vibrando al fragor de los tambores tribales» constituyen «la presión para hacer retroceder límites culturales por parte de un pueblo calificado de manera única para la exploración espiritual… son los shamanes modernos…» Esta exhibición descontrolada de excesos sexuales, nos asegura el comentarista, no es un pecado sino «un don, una bendición… un privilegio… y un servicio sagrado». El autor continúa exhortando a la gente gay en todas partes a «ejercer su don espiritual… aún cuando el mundo todavía no reconozca o aprecie plenamente nuestro valor y contribuciones».
Una vez que el mundo lo hace, ¡cuidado! He aquí una imagen vívida del futuro: el desmantelamiento de la normatividad de la cultura heterosexual (Gén. 1:27), y la normalización de la homosexualidad, impulsada por la espiritualidad pagana. Un día, y más pronto de lo que se piensa, en una sociedad profundamenta comprometida y «tolerante», intoxicada por nociones y pócimas de derechos civiles y juego supuestamente limpio, ¡la ortodoxia bíblica se encontrará encerrada en una batalla por la supervivencia social con los shamanes homosexuales y políticamente poderosos!
El futuro está comenzando a parecerse mucho al pasado. Regrese la cinta de video de la historia: San Agustín, en el siglo quinto D.C., durante los últimos suspiros del decadente Imperio Romano, menciona desfiles de actores obscenos que van dramatizando actos repugnantes, en adoración a la diosa, los galloi, bien conocidos por sus prácticas de travestismo, su maquillaje escandaloso, sus peinados ostentosos y la danza ritual extática, realizando en público su perversión «en presencia de una inmensa multitud de espectadores y oyentes de ambos sexos». En última instancia, nada ha cambiado. Nosotros y nuestros hijos en el imperio planetario del siglo veintiuno debemos estar listos, como nuestros fieles antepasados cristianos, para enfrentar una nueva forma de aquella antigua decadencia imperial, vestida de modo parecido con el poder permisivo de la espiritualidad pagana ocultista.