por Roland S. Barnes
Reforma Siglo XXI, Vol. 2, No. 2
(Este mensaje fue dado en los EEUU y aquí presentamos una traducción de este tema importante)
Introducción – Escribo esto como un esfuerzo para estimular el pensamiento entre los ancianos de la Iglesia Presbiteriana en América (IPA) acerca de cómo nuestras iglesias pueden crecer como fieles testigos de la Escritura y de nuestras convicciones en torno a la fe reformada.
Nuestro Señor Jesucristo dio instrucciones explícitas en cuanto a la misión de la Iglesia en Mateo 28:18-20. Este texto se conoce popularmente como la “Gran Comisión.” El texto dice: “Y acercándose Jesús les habló, diciendo: Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hio, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”
I. LECCIONES DE LA GRAN COMISION
Muchos han notado tres grandes énfasis en la “Gran Comisión.” Está el énfasis evangelístico, el eclesiástico, y el educacional. Todos estos tres énfasis tienen un objetivo en mente: las naciones. En el texto griego hay tres participios que son: poreuthentes oun mathteteusate (yendo, por lo tanto, discipula), baptizontes (bautizando), y didaskontes (enseñando). Todos estos participios están dirigidos al objeto “ta ethne” o “naciones.” Esto se ve claramente en el texto griego donde la palabra “las” (autoun) concuerda en caso y número (acusativo plural) con la palabra “naciones” (ta ethne). La palabra “discipular” no ocurre como un nombre en el texto griego sino más bien en su forma verbal. Jesús ha encomendado a su Iglesia la tarea mundial de discipular las naciones. Esto concuerda con la promesa del Padre al Hijo en el Salmo 2: “Pídeme y te daré las naciones como tu heredad, y los fines de la tierra como tu posesión.” Era la convicción de Robert Lewis Dabney que antes del retorno del Señor Jesucristo se cumplirá “la proclamación del evangelio a todas las naciones, y el triunfo general del Cristianismo sobre todas las demás falsas religiones, en todas las naciones.”
Jesús ha garantizado a su Iglesia el éxito de esta misión al establecer, primero su autoridad, y segundo, su presencia poderosa. Jesús tiene la autoridad de comisionarnos, y nos ha dado su Espíritu que nos da el poder para cumplir la tarea. Debe ser nuestra expectativa que lograremos éxito en esta tarea que Cristo nos ha encomendado, tanto cuantitativa como cualitativamente. Debemos esperar que nuestras iglesias crezcan en tanto que somos fieles y nos dedicamos “a la oración y al ministerio de la Palabra.” Doy por sentado que comúnmente, las iglesias “sanas” van a crecer. Doy por sentado que Jesús quiere edificar su Iglesia, y que El ha dado una “Comisión” a la Iglesia la cual El quiere cumplir. Es mi convicción que nuestro Señor Jesucristo ha dado a la Iglesia todo lo que ella necesita para que emprenda fielmente el cumplimiento de la misión que El le ha dado.
II. LOS DOS MINISTERIOS FUNDAMENTALES DE LA IGLESIA
Es también mi convicción existen dos ministerios grandes, o fundamentales, sobre los cuales debe centrarse la Iglesia si es que quiere experimentar crecimiento cuantitativo y cualitativo. En Hechos 6, los apóstoles enfrentaron una dificultad en cuanto al cuidado de las viudas. Los apóstoles decidieron no tratar el problema ellos mismos, sino que se escogieron de entre la congregación hombres que pudieran dedicarse a este importante aspecto del ministerio. Algunos se han referido a estos hombres como los primeros “diáconos.”
La Escritura establece una alta prioridad en la obra diaconal que manifiesta la compasión de nuestro Señor Jesucristo. Santiago, incluso, llega a decir que este ministerio es una marca de una religión verdadera delante de Dios (Santiago 1:27). Sin embargo, tan importante como es este ministerio, los apóstoles no creyeron sabio el usar sus energías en dedicarse a resolver estas necesidades. Ellos dijeron: “Nosotros nos dedicaremos a la oración, y al ministerio de la Palabra.” Es mi convicción que todos los esfuerzos de establecer y lograr el crecimiento de la Iglesia deben tener como fundamento dos ingredientes fundamentales: La oración y el Ministerio de la Palabra.
2.1. La Oración
Si una Iglesia no ora, entonces está viviendo su ministerio en la carne. La oración demuestra un dependencia del poder del Espíritu Santo. Ello demuestra la convicción de que sólo Dios puede edificar su Iglesia, y debe hacerse por su poder que obra en los corazones de las personas. Es en la oración cuando desarrollamos un corazón compasivo por las almas de los hombres. Tenemos que hacer más que solamente orar, pero no debemos hacer más que sólo orar hasta que hayamos orado!
Cualquier esfuerzo de hacer crecer la Iglesia olvidando la oración no agrada a Dios. El éxito de aquellos métodos, si es que hubiera algún éxito, o es carnal o es una evidencia de la gracia de Dios en bendecirnos, incluso, cuando empleamos métodos que a El le desagradan. A veces nos inclinamos a pensar que podemos hacer crecer la Iglesia si sólo tuviéramos el método correcto, si sólo usaríamos el estilo adecuado de música, etc. No he encontrado con frecuencia la sugerencia que la solución puede ser el que haya un mayor número de gente orando. Es más fácil cambiar y manipular un servicio de adoración, que lograr que la gente se dedique a la oración.
2.2. El Ministerio de la Palabra
El segundo ingrediente fundamental del ministerio, el cual no es negociable, es el ministerio de la Palabra. En Hechos 6, los apóstoles no permitieron que cosa alguna los detuviera de dedicarse al ministerio de la Palabra, ni siquiera el ministerio a las viudas en su aflicción, que era tan crucial y muy necesario. En el corazón mismo de nuestros esfuerzos para que la Iglesia crezca está el ministerio de la Palabra. En efecto, en el libro de los Hechos, el crecimiento se presenta con frecuencia como el crecimiento de la Palabra (ver Hechos 12:24; 13:49; y 19:20). Debe hacerse todo esfuerzo con la finalidad de desparramar la Palabra tan ampliamente como sea posible, y debe hacerse también todo esfuerzo para que la gente se involucre en la Palabra tan profundamente como sea posible. La predicación debe ser fundamental para el crecimiento de la Iglesia, predicación que debe ser sustentada en mucha oración. La predicación no es la única manera de proclamar la Palabra, pero es central y no es negociable.
Es mi convicción que cualquier discusión acerca del crecimiento de la Iglesia debe empezar con la oración y el ministerio de la Palabra. Estos dos ingredientes son el fundamento sobre el cual la Iglesia se establece y crece. Estos dos ingredientes están presentes juntos cada Día del Señor cuando la Iglesia se reúne para la adoración. Una adoración teocéntrica en el Día del Señor es también un atributo no negociable de una iglesia sana y creciente. Los ancianos deben ser hombres devotos. Ciertamente esto incluye la devoción por la oración. Los ancianos deben retener la Palabra fielmente para que sean capaces de exhortar con sana doctrina y para refutar a quienes contradicen. Los ancianos deben proveer el liderazgo que la iglesia necesita para prepararla a fin de que ella incremente su devoción por la oración y el ministerio de la Palabra.
Liderazgo involucra la planificación y el planteamiento de estrategias. Debe resolver preguntas como estas: ¿Cuándo debemos orar? ¿Cómo debe ser proclamada la Palabra? ¿Quién debe proclamarla? ¿En que circunstancias? ¿Cómo podemos hacer para que mas hermanos oren, y cómo podemos desparramar la Palabra amplia y profundamente? ¿Cómo evangelizaremos y dónde evangelizaremos? ¿Qué enseñaremos? ¿Qué material usaremos? ¿Por qué debemos enseñar esta doctrina en particular, este libro de la Biblia, etc., en este tiempo en particular? Al responder a estas preguntas es que se desarrollan las estrategias. Dice David en el Salmo 78:72 “Y él los pastoreó según la integridad de su corazón, y los guió con la destreza de sus manos.” Las estrategias que se desarrollan son medios hábiles empleados por los pastores del rebaño para promover ministerios de oración y de la Palabra para que las iglesias crezcan!
III. UN PARADIGMA DE MISIÓN PARA LA IGLESIA
La Iglesia avanza la causa de Cristo y discipula las naciones, primero mediante la predicación del Evangelio (Palabra) en el poder del Espíritu (oración). Segundo, mediante el bautismo de quienes se convierten y se añaden a la Iglesia; y tercero, mediante el enseñarles que obedezcan a Cristo. Harry Reeder se refiere a estos elementos del ministerio como evangelización, encorralar, y educar; o como alcanzar, recoger y juntar. Hay varias maneras de ver estas responsabilidades del ministerio de la Iglesia. Yo quisiera sugerir otro paradigma con el propósito de fomentar la discusión. El paradigma tiene tres principios mencionados líneas arriba: encuentro (evangelización), asimilación (bautizar), e integración (enseñanza).
3.1. Encuentro: ¿Cómo y por qué viene la gente a la iglesia?
Tiene que ser obvio que nuestras iglesias no crecerán ¡si la gente no entra en ellas! ¿Cuál es nuestra estrategia para exponer el máximo número de gente a la máxima cantidad de la verdad? En esta categoría me preocupa bastante el cómo la gente hace la transición desde el mundo hacia nuestras congregaciones. La otra área de esta preocupación es el evangelismo. En el evangelismo salimos y buscamos al no-creyente y hacemos intentos de encontrarlo donde él vive para presentarle el evangelio. Necesitamos desarrollar estrategias para que nuestros miembros salgan con el evangelio al mundo y a las plazas. Necesitamos ir al “encuentro” y penetrar con el evangelio las comunidades en las cuales vivimos. En la base de todos nuestros esfuerzos en esta área ¡debe estar la profunda y permanente pasión por los perdidos!
El mejor lugar para evangelizar es donde usted vive, trabaja y juega. Es aquí donde usted tiene contactos naturales. Necesitamos capacitar a nuestra gente para ministerios efectivos en sus áreas de influencia. Necesitamos capacitar a nuestra gente para hacer evangelismo “fuera” de la Iglesia. Necesitamos ayudarlos a desarrollar estrategias efectivas para “encontrarse” con la gente en estos lugares y para moverse desde contactos informales hacia maneras efectivas de presentarles las demandas de Cristo. (La serie de video “La prueba viviente” es uno de los métodos para lograr esto).
Muchas iglesias tienen “encuentros” con la comunidad mediante programas formales estructurados. Tienen programas de visita, etc. Esta es, ciertamente, una opción legítima, pero no es necesariamente la más efectiva. Alguna vez alguien dijo que el método de evangelización más efectivo es el que usted utiliza. Esto es ciertamente verdad, pero los líderes en la iglesia tienen que determinar cómo van a entrenar a su gente para hacer evangelismo. Los métodos que facilitan el evangelismo donde la gente vive tiene la más grande promesa!
Sin embargo, la preocupación que tengo no es cómo lograr un “encuentro” con el mundo sino cómo y por qué el no-creyente nos “encuentra” (asiste, visita, etc.) la iglesia; ¿por qué y cómo vienen ellos? Por supuesto, estas dos preocupaciones están inter-relacionadas. En otros lugares, la gente entra debido al tipo de edificio que tiene la iglesia. En otros lugares la gente entra debido a que son constantemente invitados. Cada cuerpo eclesiástico debe considerar cómo y por qué la gente entra a la Iglesia. Cada cuerpo eclesiástico debe desarrollar algún método de traer la gente bajo la enseñanza de la Palabra. ¿Viene la gente porque están siendo llevados al cuerpo eclesiástico desde efectivos estudios bíblicos en los hogares? ¿Viene la gente debido a algún ministerio evangelístico de puerta en puerta? ¿Viene la gente debido a un ministerio “secundario” patrocinado por la Iglesia? ¿Viene la gente simplemente porque usted está allí? ¿Viene la gente debido a que están siendo atraídos (endulzados) por el entretenimiento? Muchas iglesias han enfatizado un método evangelístico “aquí dentro” que han convertido la adoración en sombras evangelísticas del “show de esta noche” para que la gente entre a los servicios. Como iglesias con una perspectiva Presbiteriana y Reformada, nuestras convicciones acerca del “principio regulador en la adoración” y acerca del Día del Señor nos demandan evaluar estas estrategias muy cuidadosamente. El liderazgo tiene que desarrollar estrategias evangelísticas que traigan gente al cuerpo de Cristo. Estas estrategias deben estar dentro de los límites de lo que la Escritura enseña acerca de la adoración y acerca Del día del Señor! Yo creo que la gran mayoría del evangelismo en el Nuevo Testamento era un evangelismo “allí fuera” en los mercados y en los hogares. El libro de los Hechos demuestra que las iglesias crecían mediante la afinidad natural en los hogares de los creyentes. Cuando el énfasis del evangelismo es en el “aquí dentro” y no en el “allí fuera” el peligro es que seremos tentados de centrar nuestros servicios de adoración en los no-creyentes en lugar de centrarlos en Dios. En 1 de Corintios 14:24-25 el no creyente se maravilla
en la posibilidad de estar en medio de un pueblo que está adorando a Dios, y que Dios está presente con ellos. El no-creyente está siendo testigo de gente que están en el proceso de adorar a Dios. El no-creyente no es el centro del servicio de adoración, ¡y no puede serlo!
Si la gente entra a un servicio de adoración ellos deben estar conscientes del hecho que están en medio de un pueblo que está adorando a Dios quien está en medio de ellos. Por su puesto, esto puede tener un impacto evangelístico en ellos. Fuera del contexto de los servicios de adoración y del Día del Señor, pueden usarse cualquier número de estrategias creativas con la finalidad de contactarse con la gente y ministrarles la Palabra. Pero luego debe desarrollarse una estrategia para que ellos puedan “contactarse” con los creyentes. ¡Tienen que ser llevados hasta el punto de “entrar” para que nuestras iglesias crezcan! Si el evangelismo es una estrategia “allí fuera” debe usarse una estrategia para llevar a quienes son evangelizados desde “fuera” hacia “aquí dentro”. ¡Este es un imperativo teológico! Aquellos que se creen superiores a la Iglesia son susceptibles de sospecha respecto a lo genuino de nuestro compromiso con Cristo. Si nadie está entrando en la iglesia debemos preguntarnos: ¿Qué debemos hacer para que la gente venga a la Iglesia? Otras preguntas que debemos hacernos son: ¿Es difícil para la gente contactarse con esta Iglesia? ¿Qué clase de barreras quizás estamos erigiendo que hace difícil que se contacten con nuestra Iglesia? ¿Es que alguien que está fuera de la Iglesia la ve como impenetrable, o que es una Iglesia sin amabilidad? ¿Por qué sí, y por qué no?
En esta etapa casi no requerimos de una persona. Ellos son sólo visitantes, y que están bajo la influencia del ministerio de la Palabra. Esto nos da la oportunidad de establecer relaciones y de exponerlos al ministerio, comunión y la adoración de la Iglesia.
3.2. Asimilación: ¿Cómo y por qué permanecen?
Una vez que la persona se ha “contactada,” es decir ha entrado, ¿cómo y por qué permanece? ¿Están los visitantes suficiente tiempo para que la Iglesia pueda ministrarles? ¿Están asimilados? ¿Se unen ellos al cuerpo de Cristo? ¿Se hacen miembros de la Iglesia? ¿Se bautizan? El establecimiento de iglesias es fundamental a la Gran Comisión. El bautismo es el sacramento de admisión a la Iglesia visible. Es una marca distintiva que identifica a aquellos que pertenecen a Cristo, y de aquellos que pertenecen al mundo (ver CFW XXVII, 1 and XXVIII, 1). El apóstol Pablo no consideraba que estaba cumpliendo la Gran Comisión solamente por predicar el Evangelio. Eran la predicación del Evangelio, la conversión de la gente, y luego el bautismo de quienes se convertían y el establecimiento de una iglesia. El bautismo y la membresía en la iglesia local es fundamental para la asimilación. Cuando las personas toman los votos de membresía, o cuando hacen su transferencia a una iglesia local, están comprometiéndose con Cristo y con su novia, la Iglesia.
Debemos considerar también otros aspectos de la asimilación. ¿Se sienten como foránea la gente que entra a nuestras iglesias, incluso cuando ya han estado con nosotros por un tiempo? ¿Se dan oportunidades para ayudarles a pasar de ser “foráneos” a ser parte de nosotros? Una vez que una persona nos visita ¿qué hacemos para darles una oportunidad de desarrollarse espiritualmente? ¿Están las oportunidades diseñadas para resolver sus presente situación espiritual y para que pasen hacia la madurez espiritual? El liderazgo tiene que considerar ¿cómo se estructura el ministerio? ¿Está estructurado para facilitar la asimilación de quienes entran? ¿Qué estructuras existen para conectar una persona con otra? ¿Cuáles oportunidades de ministerio están disponibles?
Las clases de la escuela dominical, los estudios bíblicos en hogares, grupos especiales de comunión, etc., pueden ser herramientas útiles y efectivas para asimilar la gente. Si eso sucede será evidente, y las estructuras deben evaluarse para hacerlas más efectivas. Si no está sucediendo, entonces, se deben detener, o crear estructuras que faciliten la asimilación.
Cuando un grupo es pequeño, puede hacer un buen trabajo de asimilación sin dedicar mucho tiempo a pensar en ello. Sin embargo, cuando crece, la dinámica cambia y el proceso de asimilación puede alcanzar su capacidad, y el crecimiento disminuye o se detiene. Si una iglesia quiere crecer, debe continuar con la asimilación de la gente. ¡Debe crecer en su capacidad para asimilar nueva gente!
Se debe considerar a qué temas se introducirán a este nivel. Si un no-creyente que está tratando de entrar en la Iglesia es inmediatamente confrontado con todo un conjunto de temas “controversiales” (política, etc) él puede no quedarse suficiente tiempo para resolver algunos de los temas más “básicos” de la fe.
Si él asiste a las clases de la escuela dominical y el tema es “la excomunión”, puede que no se quede el tiempo suficiente como para ver la sabiduría de lo que la Palabra de Dios enseña
sobre este tema. ¿Es legítimo considerar cuándo se debe introducir cierto tema respecto a un nuevo visitante? Si es legítimo, entonces, ¿qué estructuras pueden desarrollarse para permitir a la Iglesia ministrar a diferentes niveles simultáneamente?
Si la Iglesia no da ningún pensamiento al “¿cómo se asimilarán aquellos que entran?”, ella llegará a ser una puerta de echa fuera al nuevo visitante. Si la gente que entra no se queda, ¡nuestras iglesias no crecerán! Algunos podrían argumentar que no debemos acomodarnos a las perspectivas inmaduras de los nuevos visitantes o nuevos creyentes con la finalidad de atraerlos o asimilarlos. Una vez alguien sugirió que el letrero de la iglesia debía cambiarse utilizando letras modernas que sea más atractivo a la gente de esta última parte del siglo XX. Otra persona objetó diciendo: “Que clase de persona inmadura tendría que decidirse por una iglesia de acuerdo a como se ve el letrero?” La respuesta es, “La clase de persona inmadura que ostensiblemente ud. está tratando de alcanzar!” Podemos adaptarnos al nivel de aquellas cosas que no son esenciales y que son negociables. Pero no debemos adaptarnos en aquellas cosas que son no-negociables tales como la adoración, etc. Algunos han argumentado que la gente debe venir a nuestras iglesias en razón de la sana doctrina reformada, y que ellos deben permanecer en razón de esta doctrina reformada. Si esta es una perspectiva de la iglesia no mucha gente vendrá y unos pocos permanecerán, porque muchos de los que están “allí fuera” en el mundo no buscan la doctrina reformada. Ellos buscan otras cosas. Uno puede afirmar que esta es una perspectiva inmadura, sin embrago, esta es la situación espiritual de los no-creyentes, y también de muchos creyentes. Cuando ellos entren, allí los dirigiremos hacia Cristo y los expondremos ante aquellos que aman y adoran a Dios, es decir ante los cristianos. Puede ser que al principio la gente de fuera entre a la iglesia debido a los cristianos, pero puede que permanezcan debido a Cristo. Esperemos que, si ellos permanecen suficiente tiempo, ellos madurarán en el conocimiento de Cristo y entenderán la plenitud de quién es Cristo tal como se lo explica en la Biblia. La doctrina reformada es importante, y ampliaremos sobre ella en el tema de la “integración.”
3.3. Integración: ¿Cómo y por qué llegan a ser uno de nosotros?
Si la gente está entrando y se está quedando en la iglesia ¿Qué estamos haciendo con ellos? ¿Cuál es nuestra meta? ¿Es nuestro crecimiento sólo cuantitativo, o es también cualitativo? ¿Cuál es la calidad del crecimiento que deseamos? ¿Qué quiere el Señor de nosotros en esta área del crecimiento de su iglesia? El apóstol Pablo declara la meta de su ministerio en Colosenses 1:28-29. Pablo dice: “A El nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Y con este fin también trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí.” Su meta era tanto cuantitativa (todo hombre), como también cualitativa (perfecto).
Nuestra meta tiene que ser trabajar para presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Tiene que ser nuestra meta el enseñarles que guarden todas las cosas que Cristo les ha mandado. Esta es una tarea grande y de toda la vida. Debe resultar en creyentes maduros que crecen a la imagen de Cristo. Debe producir creyentes maduros tanto en conocimiento como en carácter. Las iglesias presbiterianas y reformadas tienen convicciones acerca de lo que es bíblico, acerca de lo que se debe “enseñar”! Cuando tratamos de enseñar a quienes entran a nuestra iglesia, que guarden todas las cosas que Cristo ha mandado, les estamos enseñando la verdad de la Biblia, la cual hemos creído que está mejor expresada en la fe reformada.
¿Cómo se conecta la persona que visita y permanece (se asimila) y se hace uno de nosotros (se integra)? El liderazgo de la iglesia debe desarrollar estrategias para exponer a los creyentes a todo el cuerpo de verdad bíblica. Una posible estrategia consiste en darles copias de la Confesión de Fe a todos los miembros nuevos. Esta es una estrategia. ¿Es esta una buena estrategia? ¿Cómo encuadra con las estrategias que se emplean en el área del “conectar” y del “asimilar”? En las iglesias presbiterianas solamente requerimos una profesión de fe creíble para que alguien se haga miembro de la iglesia (que se conecte y que se asimile). El Dr. Robert L. Dabney escribió un excelente artículo sobre este tema cuyo título es “iglesismo amplio.” En este artículo Dabney argumenta que la iglesia presbiteriana siempre ha sido “amplia” a nivel de entrar, de recibir personas en la iglesia sobre la base de una profesión creíble de fe. El argumenta que somos “estrictos” a nivel del liderazgo, es decir a nivel de la ordenación de oficiales. A ellos les requerimos suscribir nuestros documentos confesionales. No requerimos de quienes vienen a la iglesia que sean uno de nosotros, en el sentido de ser presbiterianos y reformados antes de que ellos entren en la iglesia. ¿Es muy importante que ellos lleguen a ser uno de nosotros? Si lo es, ¿Cómo llegarán a ser uno de nosotros?
Si una iglesia es efectiva en lograr que la gente “se contacte” o entre en la iglesia, y si es efectiva en lograr que la gente se “asimile” o permanezca, entonces tiene que usar una estrategia para ayudarles a guardar todas las cosas que Cristo ha mandado. Si la fe reformada nunca se explica, entonces no habrá nada distintivo en la iglesia con respecto a su confesión. En una iglesia saludable debe haber gente de todo el espectro de conocimiento y entendimiento teológico. Habrá gente que recién ha entrado, y habrá gente que recién se ha asimilado. Mucha de esta gente no va a tener mucho conocimiento, si es que tiene algo, de lo que es o no es “reformado” o “presbiteriano.” ¿Queremos que ellos lleguen a un entendimiento de estas cosas? Si es así, ¿Cuándo y dónde, y cómo les explicaremos estas cosas? ¿Cómo se relacionarán los que conocen estas cosas con aquellos que recién han entrado en la iglesia? Si hay en la iglesia gente que ama y entiende la fe reformada podrían haber algunas tensiones con aquellos que no la saben ni la entienden. En el centro del ministerio de la iglesia están los oficiales (ancianos y diáconos). Ellos están (eso esperamos) entre los creyentes muy maduros de la iglesia. Tiene que haber una concatenación de entendimiento teológico que abarca la persona que está recién “conectándose” con la iglesia y el anciano/diácono que ha suscrito los documentos confesionales de Westminster. Esta es la señal de una iglesia creciente y saludable.
¿Se permite a la gente crecer en un conocimiento siempre creciente de las Escrituras? Tiene que hacerse. No pedimos que la gente que está recién conectándose y/o asimilándose suscriba los documentos confesionales de Westminster. Sin embargo, tiene que ser nuestro deseo de “integrarlos” si es que creemos que el ser “presbiterianos y reformados” está comprendido en el tercer aspecto de la Gran Comisión, es decir de “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.” Requerimos que nuestros oficiales sean uno de nosotros, es decir, que sean presbiterianos y reformados. Esto debe darle a la iglesia cierta “perspectiva,” o cierto “sabor.”
Se tiene que desarrollar una estrategia para presentar estas cosas. ¿Se deberán presentar estas cosas desde el ministerio del púlpito? ¿Se deben introducir directa o indirectamente? ¿Deben introducirse de tal modo que nadie de los que tengan preguntas acerca de ello puedan quedarse y crecer? ¿Dónde se encuadraría la Escuela Dominical en este estrategia? ¿Refleja esta perspectiva la literatura utilizada? Una iglesia saludable tiene que desarrollar estrategias para ayudar a quienes vienen a nosotros para que lleguen a ser uno de nosotros! Un ensayo excelente y que provoca el pensar sobre los beneficios de los distintivos presbiterianos y reformados ha sido escrito por el Rev. Terry Johnson y el Dr. Robert Reymond. Se titula ¿Por qué establecer y hacer crecer Iglesias Presbiterianas en América?
Nuestro Señor nos ha mandado a discipular a las naciones. Su estrategia para cumplir esta tarea es mediante el establecimiento y crecimiento de Su Iglesia. El ha prometido edificar Su Iglesia, y le agrada usar hombres para edificarla Los ancianos de la Iglesia tienen que proveer liderazgo en el establecimiento de estrategias para discipular, bautizar, y enseñar a las naciones. Deben buscarse todos estos tres aspectos en forma simultánea. Es mi convicción que nuestras iglesias crecerán cuando nosotros busquemos estas estrategias con fidelidad, edificando sobre el fundamento de la oración y el ministerio de la Palabra.