Reforma Siglo XXI, Vol. 19, No. 1
Un clamor central de la Reforma fue la salvación por gracia. Aunque la Iglesia de Roma enseñaba que la Misa es un “sacrificio verdaderamente propiciatorio” y que por medio de la Misa, “Dios nos otorga gracia y el don de la penitencia, remite nuestras faltas e incluso nuestros pecados más grandes”, los reformadores regresa- ron a la doctrina bíblica de la salvación por gracia por medio de la fe. Nuestra justicia delante de Dios nos es imputada por gracia por causa de la obra de Cristo Jesús, nuestro Señor. En contraste con las doctrinas de Roma de mérito propio, sola gratia y las doctrinas de la gracia que la acompañan —depravación total, elección incondicional, redención particular, preservación de los santos— fueron predicadas por todos los reformadores durante todo el movimiento protestante. Como dice la Confesión Bautista de 1689:
Cristo, por su obediencia y muerte, saldó totalmente la deuda de todos aquellos que son justificados; y por el sacrificio de sí mismo en la sangre de su cruz, sufriendo en el lugar de ellos el castigo que merecían, satisfizo adecuada, real y completamente a la justicia de Dios en favor de ellos; …su justificación es solamente de pura gracia, a fin de que tanto la precisa justicia como la rica gracia de Dios fueran glorificadas en la justificación de los pecadores.
Como dice la Escritura:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos pre- destinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado. En Él tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia, que ha hecho abundar para con nosotros.
Efesios 1:3-8