Reforma Siglo XXI, Vol. 19, No. 1
La doctrina de que la Biblia sola es la máxima autoridad fue el “Principio Formal” de la Reforma. En 1521, en el histórico interrogatorio de Lutero en la Dieta de Worms, él declaró que su consciencia era cautiva de la Palabra de Dios, diciendo:
“A menos que convencido por el testimonio de la Escritura o con razones evidentes, pues no creo ni en el Papa ni en los concilios, ya que a menudo han errado y entre ellos se contradicen, estoy convencido por los pasajes de la Escritura que he citado, y mi consciencia es cautiva de la Palabra de Dios”.
Del mismo modo, la Confesión Belga declara:
Creemos que esta Santa Escritura contiene de un modo completo la voluntad de Dios, y que todo lo que el hombre está obligado a creer para ser salvo se enseña suficientemente en ella… Tampoco está permitido igualar los escritos de ningún hombre —a pesar de lo santos que hayan sido— con las Divinas Escrituras, ni la costumbre con la verdad de Dios (pues la verdad está sobre todas las cosas), ni el gran número, antigüedad y sucesión de edades o de personas, ni los concilios, decretos o resoluciones… Por tanto, rechazamos de todo corazón todo lo que no concuerda con esta regla infalible (Artículo 7).
Como dice la Escritura:
Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley… Salmo 119:18
Me postraré hacia tu santo templo, y daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad; porque has engrandecido tu palabra conforme a todo tu nombre… Salmo 138:2
Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de quiénes las has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra. 2 Timoteo 3:14-17